RECORDANDO AL MAESTRO MOISÉS MUSSA BATTAL



Es común que algunos hombres, por su condición de excepcionales, no suelen tener sucesores. Diríamos lo mismo de MOISÉS MUSSA BATTAL si no estuviera con nosotros su recuerdo - en estos días de verano, en que habría cumplido noventa y siete años - como llama que prolonga su existencia.



Fue mi maestro en la dura tarea de enseñar y de aprender. Deambuló sin cesar su vida por la ruta segura del mundo educativo. Nunca dejó de asombrarme su fidelidad increíble a sus ideas y principios y a su diario quehacer, que creyó, como el que más, en la libertad de la patria por el camino de la educación y la cultura.


En la vieja y señorial casona del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile encontré por vez primera al profesor Mussa entregándonos la levadura inicial de la historia y filosofía de la educación. Quizá si entonces ya había comprometido nuestra gratitud. Maestro de humanidad y de modestia clavó, optimista, la saeta precisa del oficio. Es que él era doblemente maestro. No sólo el de la cátedra y el libro sino el de la razón y la esperanza.


















Bachiller en humanidades, profesor de Estado, profesor normalista, maestro de artes, doctor en filosofía, escribió libros, dictó conferencias, viajó por escuelas, institutos, liceos y universidades y plantó dondequiera la decidida convicción de maestría. Sus obras más divulgadas han sido sus "Cuestiones mínimas de educación", "Guía de observaciones pedagógicas", "Nuestros alumnos", "Problemas vitales del magisterio chileno", "Nuestro problema educacional". En toda ella se reconoce al hombre que maneja seguro el pensamiento y que orienta, con sentido de modernidad, los principios y la acción educativos.


Renovar, perfeccionar, vitalizar la educación chilena fue siempre su meta y a ella entregó su clara luz, su experiencia sabia, su inagotable vocación.


No quedan muchos como él para dignificar por el espíritu la ciencia y el arte de la formación del hombre. No quedan muchos como él que todavía sientan el orgullo y la vanidad de ser maestros. La aventura del mundo exige hoy una apariencia de pseudo y frágil modernismo. No el auténtico; no el que laboró con tesonero afán ese arquitecto de la cultura. Ojalá que la tecnología avasalladora y el falso cientificismo no dejen por mucho tiempo su huella que perturba y que permanezca siempre en pie, aun en medio de todos los naufragios, la lección que no muere de este hombre de verdad.






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24 de Febrero de 1997






Del libro "Más allá del hombre", artículos periodísticos.


Del educador Marino Pizarro, ex Gran Maestro de la Gran Logia de Chile.


Premio Nacional de Educación 1987, ex Rector de la Universidad de Chile.


Publicado originalmente en el diario "La Últimas Noticias" el 24 de Febrero de 1997