A PROPÓSITO DE UNA ANTOLOGÍA DE POESÍA CHILENA

PRELIMINAR







Las antologías son tema que interesa a esta Revista. Hace tiempo que anunciamos el más completo texto que pueda haberse escrito al respecto hasta la fecha. A la espera de que llegue a realizarse tal promesa, conformémonos con las notas siguientes, que podrían considerarse una primera aproximación que roza indirectamente el tema, al tiempo que informa sobre una parcela importante de la poesía hispanoamericana.






Las antologías, ya se sabe, son género discutido y discutible. Como han observado los tratadistas, las antologías tratan de salvar (o rescatar) aquellas obras y autores que, a juicio de quienes emprenden la tarea de espigarlos, merecen la lectura de la posteridad. Y se dice que el mejor antólogo es el tiempo. (Primer tropiezo: sería preferible utilizar la palabra antologista y no la de antólogo, la de antologizar y no la de antologar. Guárdense los motivos del cambio para otra ocasión.)






Pero el tiempo -lo sabemos ahora- es engañoso. Decir como se ha dicho que el tiempo es el mejor juez, no pasa de ser un sofisma. El tiempo no juzga, sino los hombres (los hombres y las mujeres, claro). Y los hombres y las mujeres, y las sociedades de que forman parte, siempre tienen sus razones, sus circunstancias, sus intereses, sus voluntades.






Se ha dicho que la literatura latina es, por sí misma, una antología, puesto que lo que conocemos de ella es aquello que el tiempo ha conservado. El tiempo: los azares, sí, pero también lo que las razones, las circunstancias, los intereses y las voluntades humanas permitieron que se conservara.






En fin de cuentas, la Eneida permanece porque el emperador Octavio Augusto decidió contradecir la disposición de Virgilio, empeñado en que se la destruyera. No corrieron la misma suerte muchas otras obras latinas que proscribiría la censura imperial. ¿Quién o qué garantiza que lo conservado es "lo mejor"? ¿Quién puede asegurarnos que no se han perdido obras tan valiosas o más valiosas que las que conocemos?






Irremediablemente siempre habrá cosas perdidas, por más antologías actuales que pretendan decirnos lo contrario y por más eslabones que vayan recuperándose. Humorísticamente, podríamos decir que la humanidad misma, nuestra humanidad presente, es ya de por sí una "antología". Pero adviértase que no siempre lo que se conserva es lo óptimo, a menos que se crea que son dignos ejemplares de humanidad -¿no? ¿sí?- Jack el Destripador o Adolfo Hitler.






¡Oh distinguido Homo Sapiens!






LA CRÍTICA






Y a lo que íbamos. Una nueva recopilación de poesía ocupa los estantes de la principales librerías madrileñas desde hace un tiempo: Poesía chilena.- Antología esencial, edición de Julio Espinosa Guerra, Madrid, Visor, 2005.






La crítica se ha ocupado del libro. En una reseña (véase en ABC, suplemento ABCD Nº 729, 21 a 27 de febrero de 2006) , titulada «Chile y el posnerudismo», Miguel García Posada lo comenta, afirmando que "esta antología es una muestra" del intento de "liberarse de la gloriosa y pesada tradición nerudiana". Pero las afirmaciones del crítico y la selección pueden inducir a error.






García Posada, en primer lugar, asienta que Pablo Neruda "ha sido toda una literatura", por lo que las objeciones a su obra son "en su mayoría irrisorias". Descalifica a Vicente Huidobro como "poeta menor" y refiere la "patética hostilidad de Pablo de Rokha". En cuanto a Gabriela Mistral, "es sólo una anécdota su figura", "un poeta muy menor".






Por su parte la antología en cuestión, cuyo título genérico en la portada -Antología.- Poesía del siglo XX en Chile- podría hacer creer que se trata de un panorama selectivo de TODA la poesía escrita en Chile, en realidad tiene por designio mostrar un panorama de autores y obras chilenos de la segunda mitad del siglo XX. Parece, pues, que el título no es sino un reclamo editorial, sin el que la selección, llamada a a difundir obras de poetas contemporáneos, no tendría el probable éxito deseado.






Según ese proyecto, la antología incluye sólo como antecedentes de la poesía reciente a cuatro poetas: Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Jorge Teillier, para ofrecer después la parte más nutrida del libro: la selección de dieciséis poetas bajo la rúbrica significativa de "Poesía contemporánea".






RÉPLICA






Primeramente, la argumentación del crítico se basa en que "antes de disentir" de Neruda hay que "reconocer su talla gigantesca". Pero esta aseveración es ya de por sí subjetiva. ¿Cómo se determina lo gigantesco dentro de un contexto que establece por principio lo gigantesco mismo? Porque al descalificar a Pablo de Rokha se descalifica a un autor previo que tenía lo gigantesco por ideal literario predominante. Y disminuir -"poeta menor"- a Huidobro no hace justicia real a un poeta cuya obra se concibe en términos grandiosos, como serían los del creacionismo.






Seamos prudentes con Gabriela Mistral, a quien García Posada considera "un poeta muy menor". No porque nuestra consideración de la obra mistraliana se ajuste al mito que han hecho de su figura y su poesía los historiógrafos (mito, por otra parte, con base real, pues era autora que convocaba multitudes, como lo atestiguan con abundancia las noticias de la época), sino porque la apreciación -depreciación- peca de excesiva. Excesiva y basada en la categoría de "poeta menor", una categoría no bien definida en nuestro idioma y procedente de la crítica inglesa.






LA POESÍA CHILENA






Como vemos, ni la crítica ni la selección hacen justicia a la poesía chilena por las razones que fueren. Aunque después críticos y antologistas, según es usual en estos casos, se lamenten de lo desconocida que es "entre nosotros" y saquen a relucir otras antologías y otros..., bla bla bla bla.






La poesía chilena merece más cuidado y ni siquiera esta nota en Hartz puede darle, por cuestiones de espacio, toda la atención de que es merecedora. Intentemos, al menos, exponer algunos pormenores que no se hallarán en los manuales de literatura, en monografías o artículos, así como datos bibliográficos de interés, olvidados o de difícil obtención.






EL MODERNISMO






No es azar que Rubén Darío surgiera en Chile como figura continental a fines del siglo XIX. Las condiciones materiales del país en ese entonces hacían posible el florecimiento de una cultura poética, aun cuando el modernismo chileno no haya dado grandes poetas. La compañía de El Mercurio, periódico fundado el uno de junio de 1900, alentó la aparición de la revista Zig-zag, que daría lugar a la formación de la "empresa de Zig-zag", propiedad de los hermanos Edwards. Dicha empresa se encargó de la publicación de revistas que contribuyeron a la divulgación de la literatura más reciente. Pluma y lápiz (1900-1914) fue la principal revista difusora del modernismo. Más tarde, a partir de los años veinte, vendría la prestigiosa Atenea, en la que colaborarían las plumas más famosas de la época: Eduardo Barrios, Carlos Mondaca, Gabriela Mistral, Pedro Prado...






CARLOS PEZOA VÉLIZ (1879-1908)










A Pezoa Véliz se le recuerda como primer poeta del posmodernismo. Composiciones como «Nada» o «Tarde en el hospital» son una buena muestra de ello. La última, además, refleja la influencia del más conocido Verlaine. Su obra, que debiera leérsele con detenida atención, se publicó de modo póstumo con el título: Poesía, cuentos y artículos, edición y estudio de Armando Donoso, Santiago de Chile, 1927.






MANUEL MAGALLANES MOURE (1878-1924)






Poeta también posmodernista, nacido en La Serena, población cercana a Vicuña, donde nació Gabriela Mistral. Por cierto, la Mistral le dedicaría a su muerte una estupenda recordación, publicada en su día en El Mercurio y uno de los mejores ejemplos de la prosa mistraliana. Primer antología de su obra: Sus mejores poemas, selección de Pedro Prado, Santiago de Chile, 1926.






PEDRO PRADO (1886-1952)






Fue uno de los fundadores del grupo "Los Diez", que reunía a escritores, pintores y músicos. Curiosas ediciones de su obra fueron: Viejos poemas inéditos, Santiago de Chile, 1942 y Las estancias del amor, selección y prólogo de Raúl Silva Castro, Santiago de Chile, 1949.






ÁNGEL CRUCHAGA SANTA MARÍA (1893-1964)






Comenzó como colaborador de la revista Zig-zag y llegó a Premio Nacional de Literatura en 1948. De él hay Antología, selección y prólogo de Pablo Neruda, Buenos Aires, 1946.






VICENTE HUIDOBRO (1893-1948)






Fundador del creacionismo con todo lo que haya de polémico en materia de historia literaria al respecto. ¿Se ha notado cuánto de métrica tradicional se sostiene en sus versos vanguardistas? Es poeta a la espera de que se le considere en su justo valor, lo cual supone una lectura desprejuiciada y perspicaz.






PABLO DE ROKHA (1894-1968)






Pseudónimo de Carlos Díaz Loyola. Uno de los más famosos poetas chilenos, cuya obra no se ha leído ni difundido lo suficiente. La extravagancia de sus actitudes y la desmesura, incluso en las ediciones de gran formato -no es "poesía chiquita", según sus palabras-, han contribuido a la falta de una crítica ponderada de su obra. Pero una lectura atenta es probable que arroje datos sorprendentes: whitmaniano, algún o algunos poemas suyos son de un futurismo tal que, si se consultaran las fechas, quizá podrían parangonarse en sus aspectos vanguardistas con lo que hacía Fernando Pessoa en Portugal. Hay edición de su polémica más sonada: Neruda y yo, Santiago de Chile, 1955.






La actual Antología de Visor, que ha suscitado estas notas, no le incluye entre los "antecedentes", pese a que el seleccionado Rodrigo Lira debe bastante a Rokha.






JUAN GUZMÁN CRUCHAGA (1895-1979)






De este poeta diplomático suele olvidarse en los recuentos bibliográficos una antología que se publicó en Barcelona, con el título Poemas escogidos, en 1929.






MANUEL ROJAS (1896-1973)










Es poco sabido que este afamado novelista, autor de Hijo de ladrón (1951), fue también poeta. Publicó Poéticas en 1921, en la ciudad de Mendoza.






JUVENCIO VALLE (1900-1999)










Pseudónimo de Gilberto Concha Riffo, poeta de personalísimo estilo, imprescindible en la historia de la poesía chilena. Como dato curioso anotemos que vivió en España entre los años 1937-1939.






HUMBERTO DÍAZ CASANUEVA (1906-1992)






Poeta de sólida formación, cuya obra requiere una lectura detenida por un barroquismo meditado y complejo, más de lo que pueda parecer a simple vista. En ese aspecto hace recordar al argentino Vicente Barbieri (1903-1956). Se conserva de él una Pequeña antología, en Cuadernos hispanoamericanos, Madrid, XVIII, Nº 49, enero de 1954.






ANTONIO DE UNDURRAGA (1911-1993)






Poeta injustamente postergado. Editor de Alonso de Ercilla y exégeta de Vicente Huidobro, de quien absorbió, personalizándolas, las ténicas del creacionismo. A él se debe, además, la edición de la Antología Caballo de Fuego - La poesía del siglo veinte en América y España (Buenos Aires, 1952), una joya bibliográfica de preciado valor crítico e informativo.






NICANOR PARRA (1914)






El creador de los "antipoemas". Su inspiración abrevó en la vena popular, que ya Oscar Castro (1910-1947), tras las huellas del neopopularismo lorquiano, había puesto en boga. Menos conocida es el acercamiento de Parra a la atmósfera del boom latinoamericano, por la simpatía crítica que Emir Rodríguez Monegal prodigó hacia su obra a fines de los años sesenta del siglo pasado.






GONZALO ROJAS (1917)










Si hay poeta chileno contemporáneo, además de Neruda, al que podría adscribírsele la etiqueta de "poeta de culto" (Cf.: Los escritores de culto), sería éste. Pero ¿hasta cuándo la crítica verá en el "clasicismo" que le atribuye a este notable autor de capilla algo más que destreza? El arte rítmico y de encabalgamientos de sus versos sugiere una lectura avisada de cierta poesía norteamericana, en particular de cierto poeta...






COLOFÓN






Otros nombres hay que podríamos traer a colación. La presencia de Gabriela Mistral ha eclipsado a otras mujeres que escribieron en su época y aun después: Chela Reyes, María Monvel, Olga Acevedo, etc.






Nos interesa más hacer notar que la apreciación de los poetas chilenos con frecuencia se ve frenada por un extremado conservadurismo de la crítica en lengua española. Y ello se se debe a una incomprensión básica. En lengua española las vanguardias no han sido vistas en sus motivaciones políticas profundas. La ruptura de las formas, el antitradicionalismo de la modernidad se han estimado como simple diversión, a lo que los mismos autores contribuyeron, disfrazándose algunos o distánciandose otros (verbigracia: el caso de Borges que se empeñó en sepultar su ultraísmo juvenil).






Pero algo más y que no se ha dicho en nuestro idioma: el surgimiento de las vanguardias halla su causa de fondo en la moderna división del trabajo de las sociedades desarrolladas, en la "taylorización" que reordenó las actividades humanas a un ritmo y a una sectorialidad distintos al de las sociedades pasadas. A partir de allí se puede empezar a entender lo que fue el vanguardismo en el arte y la literatura.






M./25-8-2006














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REFERENCIAS:






ANDERSON IMBERT, Enrique. Historia de la literatura hispanoamericana, (Vol. II: Epoca contemporánea), 1ª edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1961.






ELLIOT, Jorge. Antología crítica de la nueva poesía chilena, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2002. (Primera edición: 1957.)






FEIN, John M. Modernism in Chilean Literature, Duke University Press [U.S.A.], 1965.






TORRES RIOSECO, Arturo. Breve historia de la literatura chilena, Manuales Studium, México, 1956.