"Al Silencio", Análisis e interpretación

Este poema de Gonzalo Rojas difiere completamente de los más característicos de su libro La miseria del hombre. Allí una torrencial vehemencia arrastra las palabras y las multiplica en ardientes imágenes, con un tremendísimo furor de vivir y también con una tensa conciencia vidente. Su lenguaje apasionado estalla, agiganta, extiende visiones, crea mitos, denuncia falsedades y mueve fuerzas para ver un destino en el ser del hombre, mientras dice y se contradice, busca y llama con obsesiva pasión de todos los sentidos del cuerpo y del alma.


Acá, en este breve poema, otra cosa sucede, y empezaremos a mirarlo desde afuera.

Una composición poética alcanza mejor integración estética, cuando todo lo que contribuye a que las palabras se ordenen en versos tiene un valor expresivo: metro, ritmos, rima, estrofas, si se usan estos recursos, imágenes, sonido, orden de los vocablos, y toda suerte de procedimientos y figuras, y también la duración del poema, que puede ser intencionalmente rápido, o lento. Los versos se desplazan en el tiempo como un cuadro se contiene en el espacio. Puede suceder que el desplazamiento de los versos, veloz y lento, tenga un determinado alcance significante. Esto sucede aquí hasta el punto que podemos exagerar diciendo que lo que el poeta expresa se comunica mejor por la morosa sucesividad de sus versos, que valen como representación poética en su lentitud. El motivo, que es la presencia del silencio -dicho así a ras del título- se va devanando de hito en hito con gran morosidad, se arremansa de tiempo en tiempo, se detiene casi el movimiento de las palabras. El silencio, por naturaleza lento, trae al ánima una calma de infinidad, y una paz casi divina para el cansancio que lo busca como ambiente de reposo. En el silencio se engendra el pensamiento. En el silencio se vive la contemplación. En su calma no se siente fluir el tiempo, y una plenitud espiritual es posible vivir en su contorno.

Antes de tocar un tanto lo que hay en este poema, mostraremos brevemente de qué medios se vale para desplazarse tan pausadamente, representando en la cadencia relentante de su sonoridad verbal lo que dice, haciendo sensible su significado en el tempo sereno de sus voces, que demoran mucho en completar el pensamiento, pues en ello les va más sentido que el concepto mismo que entrañan.

Es asunto de sintaxis y de un especial recurso: la reiteración.

Primero un vocativo para nombrar el tema poético. Ya divisaremos por qué usa la palabra voz y no, silencio. Ese vocativo, con valor de intelección, se repite, añadiendo un adjetivo que lo determina con singularidad: "Oh voz, única voz..." Luego el sujeto en oración: "todo el hueco del mar", a su vez reiterado: "todo el hueco del mar...", y recién aparece una parte del predicado en el mismo verso: "...no bastaría", y todavía no tenemos complementos que avancen el pensamiento; con las repeticiones ha ido demorando el llegar a saber qué se nos dice, y casi se detiene, porque en forma muy paralela, aparecen a continuación variantes del mismo sujeto, "todo el hueco del cielo" -"toda la cavidad de la hermosura", que usan los mismos términos casi, salvo la variación, formando así, muy bellamente, una gradación reiterante del motivó, es decir, del sujeto que un profesor de castellano deberá llamar sujeto compuesto.

No nos detengamos a analizar las correspondencias de términos que hay en ese clímax ascendente de amplitud extendida de mar a cielo y a hermosura con un curioso detalle: para aumentar el creciente ámbito desemboca en un sustantivo abstracto muy sensible, y casi concretizado, porque el reiterado "hueco" se trasmutó en "cavidad", un espacio hueco mayor, agrandado ya por el peso de los paralelos sintagmas anteriores. Y se nos viene encima por fin, el predicado completo: "no bastaría para contenerte".

No vamos a pormenorizar el procedimiento; hay otras y más combinaciones reiterantes, como dos oraciones consecuenciales paralelas en la anáfora, etc. Esta marcha morosa de

las palabras nos está diciendo algo que tiene inmensidad, que sobrecoge, de lo cual el silencio es expresión.

No es ninguna paradoja que el poeta llame al silencio voz, única voz. Tal vez, desde un punto de vista formal y de simple retórica podría considerarse así, como el "muero porque no muero" teresiano; pero se sabe que esa figura es una aparente contradicción para hacer más sensible una vida divina, con su interna dialéctica de existencia temporal y eterna. Sin embargo, es mejor que tomemos un ejemplo, leamos una experiencia seria del silencio; así comprenderemos por qué la intuición poética lo llama voz y algo más que puede asomarse. Leo una página de Guardini. En una "Meditación sobre el silencio", dice así:





"Harto difícil es hablar del silencio, y así lo he comprendido una vez, en el momento en que me disponía a hacerlo. Se lo considera, de primera intención, como una forma de la nada, de esa nada de la cual tanto hablan hoy los filósofos, y también los periodistas. Ser silencioso es no hablar. Pero, pensándolo bien, se advierte que el silencio es todo lo contrario de la nada: es plenitud de vida".





Esta aclaración es bien luminosa para el poema. Pero sigamos leyendo:





"Es en la naturaleza, desde luego, donde encontramos el silencio. Todo lo hemos experimentado. Personalmente la revelación me fue hecha cierto día, con singular profundidad, en los Alpes. Estaba sentado al borde del Fex-Tal, en Engadine. A mis pies se extendía bruscamente el valle, y en el fondo, lejano, resplandecía como un espejo el impetuoso torrente. Del otro lado, frente a mí, alzaban las cimas su majestuosa mole. El valle tenía, así, la apariencia de una inmensa cuna. Pero esa cuna no estaba vacía: un maravilloso silencio la colmaba. Yo estaba solo: solo en aquella soledad que ningún rumor turbaba. Sin embargo, mi oído -el oído del cuerpo y del alma- percibía el silencio".

Hasta aquí, ya tenemos la presencia con toda magnitud de cosa vivida. Parecería que nada nos agrega a la comprensión del poeta. Sigamos leyendo, que ya tenemos el sentimiento de una inmensidad, correspondiente al espíritu del texto:





"Y ese silencio era tan vasto y tan profundo, que me inundaba como un mar".



El poeta, al cantar al silencio, única voz, por ser plenitud, con un ámbito más que cósmico, de otro orden, habla también del mar, para empezar a encomiar el misterio callado de esa voz: "todo el hueco del mar, - todo el hueco del mar no bastaría, -...para contenerte"... Todo esto nos muestra acuidad poética, al coincidir la comparación empleada en la experiencia descrita con el elemento imaginativo usado por el poeta. Ya nos estamos acercando a diseñar de alguna manera el misterio que en los versos se ha asomado al animarse el sereno movimiento de las palabras poéticas.

Rodolfo Otto nos dice que en la cultura de Occidente, disponemos de dos medios más directos para la representación por el arte, de lo numinoso. "Pero ambos tienen carácter esencialmente negativo. Son la oscuridad y el silencio". "En nosotros el silencio es el efecto inmediato que produce la presencia del numen".

Podríamos seguir citando lo que dice de ambos medios de expresión de lo numinoso: "En la lengua de los sonidos, el silencio corresponde a la oscuridad". Es preciso que expliquemos algo del universo de que nos habla. Ya podrá presentirlo el lector si agregamos que los otros medios artísticos señalados por Otto han sido: lo sublime, lo mágico, el gótico, y luego los que anotamos -silencio, oscuridad-, más otro de procedencia oriental, el vacío.

De pasada digamos que hay otro poema de Gonzalo Rojas que canta a la oscuridad, también como presencia impalpable y sentida, que le recorre la casa.

El orden de que nos habla el autor alemán es imprescindible aludirlo de algún modo. No cabe en una definición, porque "se trata de un dato primario, original", que "está en el espíritu y sólo por sí mismo puede determinarse"; "del objeto numinoso sólo se puede dar una idea por el peculiar reflejo sentimental que provoca el ánimo". Hay algo de absoluta inaccesibilidad y el numen es inefable.

Pero aquí la palabra numen no es solamente inspiración. El término numinoso se refiere a la esfera de una categoría que comprende valores religiosos, sin determinación de ninguna ortodoxia, en el elemental proceso del alma que presiente, sin fijación teológica, sin fe determinada (en otros casos, desde una creencia) el misterio de algo que sobrepasa toda nuestra contingencia, ante el cual se predican las palabras santo, sublime, majestad, solemne, sumo poder, y el que experimenta el sentimiento de lo numinoso, a sí mismo se palpa como criatura, vinculada o separada de esa superior grandeza.

El sentimiento de lo numinoso que contiene el poema "Al silencio" no alcanza a expresar ese grado de dependencia, no conlleva emoción de criatura; así es como al final dice:





... y casi eres mi Dios

y casi eres mi padre, cuando estoy más oscuro.





Sin embargo, el conjunto de los versos tiene temple de enigma, de misterium tremendum. "El tremendo misterio puede ser sentido de varias maneras. Puede penetrar con suave flujo el ánimo, en la forma del sentimiento sosegado de la devoción absorta. Puede pasar como una corriente fluida que dura algún tiempo y después se ahíla y tiembla, y al fin se apaga, y deja desembocar de nuevo el espíritu de lo profano". Otras formas de experimentarse descritas por Rodolfo Otto son las del entusiasmo. La que conviene con nuestro texto poético viene a ser la primera, sin "devoción absorta", con intuición poética solamente. La presencia superior adivinada en el silencio vivísimo, sensibiliza de modo dominante su misteriosa condición en una nota que es la principal del poema. Aquello llamado silencio, aquel silencio llamado voz, aislado como cosa única, va presentándose en modo consciente en su inmensidad y su omnipresencia ("tu nunca cesarías de estar en todas partes"). Para nombrarla, al afirmársele esa condición, aparece otro vocativo, otra intelección - "oh, majestad".





El autor que hemos considerado señala el término "majestad" para agregar otro carácter a lo numinoso. Si la "inaccesibilidad absoluta" es una frase que puede convenir, a la condición misteriosa del ser numinoso, que así ha sobrecogido, por inmenso, para expresar la de "poder, potencia, prepotencia, omnipotencia" opta por el nombre de majestad. "Sobre todo, porque la palabra majestad conserva, en nuestro sentido actual del lenguaje, una suave, última, temblorosa huella de lo numinoso". "A este elemento de majestad, de prepotencia absoluta, responde como su correlativo en el sujeto, como su sombra y reflejo subjetivo, aquel sentimiento de criatura que surge del contraste de esa potencia superior como sentimiento de la propia sumersión, del anonadamiento, del ser tierra, ceniza, nada, y que constituye, por así decir, la materia prima numinosa para el sentimiento de la humanidad religiosa".

Hay en el texto una especie de contradicción entre el "estar en todas partes" y el "porque estás y no estás". Si la primera afirmación es la visión numinosa en su nota de poder pleno, intensificada en el verso siguiente con acentos de integración metafísica, la eternidad y la de substancia, al decirnos: "porque te sobra el tiempo y el ser, única voz", las palabras que parecen contradecir hay que distinguirlas aparte: se refieren al sujeto que canta, no al objeto presentido: "porque estás y no estás, y casi eres mi Dios - y casi eres mi padre, cuando estoy más oscuro". Son estos versos finales los que no dejan filtrar aquella otra nota del sentimiento numinoso, el de la dependencia creatural ante la inaccesibilidad absoluta, dependencia que en la esfera religiosa se llama Dios y Padre, el Hacedor y el Progenitor. Por todo esto la palabra final del poema, la experimentamos inquietante: la palabra "oscuro". Anotemos sin comentario, un texto de Tersteegen, citado por Otto, cuando en su libro explica que la oscuridad y el silencio son medios comunicantes de lo numinoso:





¡Señor, habla Tú solo

en el profundo silencio

A mí en la oscuridad.





Concluyamos ahora, presentando aquel otro poema aludido de Gonzalo Rojas, en el cual el lector puede divisar, después de la exposición hecha, otra manifestación del sentimiento de lo numinoso, palabra ésta que intenta ser el eje significativo del valor y de la categoría en las aproximaciones de lo absoluto trascendente al espíritu humano. El poema se titula Oscuridad hermosa:



Anoche te he tocado y te he sentido

sin que mi mano huyera más allá de mi mano,

sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído,

de un modo casi humano,

te he sentido.



Palpitante,

no sé si como sangre o como nube

errante,

por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,

oscuridad que baja, corriste, centellante.





Corriste por mi casa de madera,

sus ventanas abriste

te sentí latir la noche entera,

hija de los abismos, silenciosa,

guerrera, tan terrible, tan hermosa

que todo cuanto existe,

para mí, sin tu llama, no existiera.