El cine documental cubano se llama Santiago Álvarez





En muchos festivales de cine del mundo se dedican espacios a recordar al destacado cineasta cubano.






Cuando en Cuba y otros países del mundo se menciona el nombre del habanero Santiago Álvarez, enseguida vienen al presente los éxitos de un cineasta fuera de liga, que fueron cosechados a fuerza de conocimientos y tesón, a lo largo de varias décadas y ahora le dan el sobrenombre de maestro del cine documental.






De este hombre polifacético se habla en presente, aunque su andar por diversos puntos de la geografía de nuestro planeta concluyó el 20 de mayo de 1998, después de rendir 79 primaveras, como el nombre de su famoso documental.






Santiago disfrutó una larga vida en la que fue aprendiz de linotipista y cajista; minero en las minas de carbón de Pennsylvania, en Estados Unidos; lavaplatos en Brooklyn; estudiante de Medicina y Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, y de Psicología en la de Columbia, Nueva York.






Luego, la suma de sus múltiples experiencias y el deseo de conocer algo nuevo en el mundo de la creación le llevaron de la mano hasta el cine, desde que en marzo de 1959 e fundó el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC),






Sobre su peculiar modo de trabajar, Santiago Álvarez dijo en cierta ocasión que no tenía un estilo, sino que el resultado en cada una de sus realizaciones era solo la confrontación con la realidad nacional e internacional, y que el internacionalismo es una constante en sus obras, que son, ante todo, políticas.






Un ejemplo de su trabajo es el documental “Now”, que dura los seis minutos de la canción de igual nombre interpretada por la cantante Lena Horne. Otra muestra es el que se conoce como “79 Primaveras”, que realizó sobre el líder vietnamita Ho Chi Minh, cuando éste arribó a esa respetable edad.






Acerca de su modo de actuar y sentirse vital, a pesar del cúmulo de trabajo que siempre le esperaba, Santiago dijo una vez ante un grupo de amigos, que le proporcionaba un inmenso placer reunirse con los jóvenes y discutir con ellos sus principales ideas sobre la vida, el trabajo y el amor. Luego destacó que se sentía joven cuando podía compartir con los de menos edad, pues siempre es necesario unirse a lo nuevo, y añadió que quien se deja aplastar por la edad biológica, seguramente transmite vejez y decadencia.