Entrevista a Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras



Los planes de la Academia, y los nuevos vocablos de la crisis, son algunos de los temas que se pueden disfrutar en la entrevista


En esta entrevista, Barcia cuenta cuáles son los proyectos actuales y futuros de la AAL. Con un estilo único que los caracteriza explica los significados de palabras como "corralito" o "cacerolazo", que surgiendo de la crisis se implantaron en el lenguaje cotidiano de los argentinos.



U: ¿Cuál es la labor esencial de la Academia?

Nuestro estatuto, en su artículo primero, apunta que, entre los fines de la Academia están: a) el de contribuir a los estudios lingüísticos y literarios en nuestro país, b)"conservar y acrecentar el tesoro del idioma y de las formas vivientes de nuestra cultura", c) estimular los múltiples aspectos de la creación literaria, como elementos esenciales de la cultura argentina, d) velar por el uso correcto y pertinente de la lengua, interviniendo o asesorando a las autoridades nacionales, provinciales, municipales o a los particulares que lo soliciten y e) fomentar y estimular la labor intelectual. En rigor, se cumplen todos ellos, y más aún.

Tenemos una línea telefónica abierta permanente para consultas idiomáticas, por la que se evacuan más de 4000 al año. Atendemos un caudal de cerca de 700 consultas sobre nombres propios, particularmente para bautismos. La Academia entrega un premio a la creación literaria y a la trayectoria creativa de escritores argentinos, alternando los géneros. Además, cada dos años, se entregan premios a los mejores egresados de carreras de Letras del país, de universidades oficiales y privadas. Los académicos suelen actuar como miembros de jurados de premios internacionales, nacionales y municipales. Participan en congresos, jornadas y seminarios. Cuando hay invitaciones del interior, gustosos viajamos a colaborar en labores culturales. Existe la costumbre de trasladarse toda la Academia y sesionar en una ciudad que no sea la capital federal. Así se ha hecho en Mendoza, varias veces en Córdoba, en Tucumán, etc. Es una experiencia interesante. Además, se concierta con al universidad local el disponer mesas redondas para dialogar con los alumnos de letras. Suele ocurrir que las entidades oficiales recurren directamente a la Real Academia Española, teniendo en casa la posibilidad del allanamiento de las dudas. Si se trata de cosas vinculadas al idioma en el país, la Real nos reenvía la consulta: este circuito es propia y graciosamente "argentino". En estos tiempos de la electrónica, se corre el riesgo al hablar de la Real, y no ver la mayúscula, que el resto de las academias seamos consideradas "virtuales". Bueno, no está mal, porque aquí y ahora lo estamos siendo, gracias a UNIVERSIA. Pero también tenemos vida fuera del maravilloso mundo de internet. Vamos teniendo y creciendo, en realidad, en "una doble vida"; las dos buenas, sin que una sea la del doctor Jekyll y la otra la de Mr. Hyde.



U:¿Qué investigaciones se realizan actualmente?

Hay dos tipos de investigaciones que se llevan adelante en la Academia. Las institucionales y las personales. Las primeras son las planificadas y asumidas por la Corporación. Las hay permanentes y de proyectos acotados en el tiempo. Las investigaciones permanentes son las referidas a las cuestiones lingüísticas del español, particularmente en sus modalidades de uso argentino. Nosotros nos referimos a esta materia como "el habla de los argentinos", es decir el conjunto de particularidades que, en el manejo del sistema de la lengua española, se dan en nuestro territorio. Los resultados de estas investigaciones se vuelcan en obras de conjunto, editadas por la Real Academia Española de la Lengua, como son el Diccionario de la lengua ?publicado en su última versión el año pasado- que incluye usos, modismos y vocablos de nuestro país; la Gramática, una de cuyas coordinadoras es de origen argentino, en la que colaboró activamente nuestra antecesora Dra. Ofelia Kovacci y la Ortografía. A su vez, hay obras elaboradas por el conjunto colegiado de todas las academias, que están en proceso de concreción. Muy avanzado ya, y a punta de cerrarse su primera edición, el Diccionario panhispánico de dudas. Este se constituirá en un instrumento utilísimo para toda consulta respecto de dificultades, indecisiones, problemas que supone el uso hablado o escrito de nuestra lengua. Algo más demorado está el Diccionario de americanismos. Para todas estas empresas trabajan la Academia y los académicos argentinos, en el seno de las comisiones que organiza la Asociación de Academia de la Lengua Española.

En cuanto a las investigaciones lingüísticas dadas a conocer en publicaciones propias de nuestra Academia, cabría recordar que en nuestro Boletín, editado semestralmente, hay una sesión fija de "Acuerdos acerca del idioma", donde se anticipan los resultados de las investigaciones que se van realizando permanentemente. La Academia acaba de concluir la primera versión de un caudaloso Diccionario de argentinismos, que habrá de editarse en el curso de este año, y que contiene unos 6.000 artículos. Es una tarea larga, fruto de años de investigación paciente y ordenada. Estimo que será una valiosa contribución a la lexicografía. Pero esta sola obra requeriría todo un tratamiento independiente.



U:¿Qué estima usted acerca de la opinión de que son los periodistas y no los escritores los que moldean actualmente el idioma?

Los medios tiene un poder "impresivo", digamos, en el receptor. Una capacidad de fijar usos, vocablos, expresiones. El periodismo escrito y el oral son hoy una fuerza de peso pesado en la configuración de la lengua de los hablantes. Los diarios, en general, se han preocupado de componer sus manuales de estilo para mantener ciertas pautas y criterios en el uso del idioma. Es una loable intención. Ahora solo falta, en algunos casos, que los difundan entre sus colaboradores y los pongan en práctica. Pero se trata de un esfuerzo ponderable. Por lo demás, lo escrito permite volver correctivamente sobre ello y enmendar el error. De hecho los diarios lo hacen incluyendo cartas de lectores o la propia fe de erratas. El peligro mayor en los diarios radica en títulos y subtítulos, que por su capacidad de impronta visual, se graban en el lector, con efectividad, pues su intención es impresionarlo, atraerle la atención. Si hay allí alteraciones idiomáticas, se los graba con ellas. Los dislates repetidos se hacen costumbre y concluyen por imponerse. La gota permanente horada la piedra.

El caso de la radio y la televisión es más grave, pues no hay posibilidad correctiva. Cualquier desaforado verbal, sin ningún conocimiento o, con una ignorancia precisa y universal, del manejo del sistema del mayor instrumento de comunicación inventado por el hombre, que es la lengua, se lanza a improvisar y a decir "lo suyo". Y como decía el entendido en ello: "Miente, miente, que algo queda", parejamente digamos: "Altera, macanea en el manejo idiomático, que algo, y mucho, queda en los receptores y hablantes". El sistema se va alterando desde arriba hacia abajo, con la salvedad de que el de arriba, muchas veces, es un discapacitado verbal.

En muchos de nuestros medios ?el fenómeno es general, pero ello no descarga nuestra conciencia- la lengua es una mujer golpeada, que suele estar abandonada a sí misma sin respaldo legal ninguno.



U: Si el idioma es el reflejo de la sociedad que lo habla, ¿cómo afecta la problemática actual de nuestro país a la lengua que hablamos los argentinos?

Es verdad que la lengua del pueblo está siempre a la altura de las circunstancias, en el sentido de que sigue, acompaña las realidades de la hora. Nuevas situaciones promueven nuevas expresiones. Lo inédito o lo insólito requiere neologismos, bien se trate de vocablos nuevos o de nuevas acepciones de viejos vocablos.

No quisiera afirmar que las crisis sociales, políticas, humanas, generan creatividad lingüística. Porque va a aparecer algún lingüista, entusiasta y despistado, promoviendo y dando alas a las crisis para disponer de nuevos materiales de estudio. Pero algo de esto se da en la realidad. La tensión que se vive en determinados momentos incita a la búsqueda y hallazgo de vocablos y dichos expresivos.

Todos padecemos en estos días el duro, salvaje ajuste económico. Esta apretura se manifiesta en vocablos significativos: "corralito", "cacerolazo", "piquetero", "corrida", "escrache", "arbolito", etc.

Esta última, "arbolito" había desaparecido del uso desde la década de 1980. Se trata de una palingenesia -hay que hablar así para parecer un Académico-, un resurgimiento porque la situación ha vuelto a asemejarse, en la "disparada" del dólar, a la vivida quince o veinte años atrás. Esta palabra, como la Bella Durmiente, desapareció del espacio de uso, pero no murió: se amorteció, pasó a una vida latente y potencial. Ahora, en que las circunstancias se repiten, el vocablo reflota. Y la realidad muestra a los "arbolitos" plantados en Florida. El nombre alude, sin duda, al color verde de los dólares que compran y venden, y, también, al hecho de estar parados, al borde de la vereda, como plantados en la acera.

El vocablo "cacerolazo" exhibe una estructura simple: un sufijo que indica "golpe con". Gráficamente representa el gesto de golpear la cacerola, no "con la cacerola". La cacerola vacía indica la inexistencia de materia para poner en ella y cocinar el alimento. Es el instrumento de preparar la comida el que sirve, con otro uso, para reclamar la falta de ella. La palabra y la costumbre se expandió a países vecinos: Chile y Paraguay, expuesto por los diarios que comentaban hechos similares al nuestro. Se trata de toda una liturgia, en la que comienza el oficio con una y otra persona haciendo sonar sus ollas o las tapas de ollas. Se van sumando gradualmente otras, hasta hacer, en el allegamiento en medio de la calle, un ruido ensordecedor. Acusan su protesta con el sonido del golpeteo, sin necesidad siquiera de pancartas ni estribillos. Aunque, también suelen integrarse éstos al rito. "Corralito", es un diminutivo, que alude al pequeño cerco en el cual se depositaba el bebé, para contenerlo y evitar que tuviera accidentes. Ese diminutivo, inclusive es afectivo porque nos recuerda a la infancia y porque empequeñece la realidad que menciona. Hoy día al hablarnos de "corralito" se nos trata como infantes incapaces de manejarnos por nosotros mismos sin la imprescindible potestad y acción paterna del Estado. De esta manera el vocablo atempera el peso de la medida brutal. Y disimula el carácter totalitario, inconsulto de la disposición económica.

En cuanto a "escrache", proviene de "escracho", que inicialmente significó "fotografía de una persona". Con posterioridad en nuestro país se la utilizó para aludir a la mujer fea o a la persona desagradable. El verbo "escrachar" aludía a "romper o inutilizar algo", golpear a alguien, casi tanto como "amasijar". La acepción se fue desplazando al acto de dejar a alguien mal delante de los demás, particularmente por algún rasgo negativo de su persona o de sus actos. En nuestros días el sustantivo "escrache" asocia varias de estas acepciones, en el acto público, ruidoso, revoltoso de denunciar a alguna persona por su inconducta o supuestas inconductas, para lo cual se exhibe su fotografía, como forma de identificación inesquivable, y se lo golpea a través de los insultos, de las pintadas y de otros gestos de agresión. Toda esta acción tiene por objeto ponerlo al "escrachado" en evidencia, identificarlo frente a todos y escarnecerlo públicamente.

En cuanto a "piquetero", hay una acepción de mi provincia natal, Entre Ríos, que está absolutamente distante del uso actual. "Piquete" es una "diversión jovial y ligera", y "piquetero" es el que motiva esta entretenida diversión jocosa. Nosotros decimos, los entrerrianos, "armar piquete", que vale por "alegrar un poco el ambiente, generar diversión fácil. Muy otra cosa es la acepción del acto que dificulta la circulación por la vía pública. Hoy "piquetero" es aquel que participa de los actos de interrupción de la circulación de calles y caminos, junto a un conjunto nutrido de compañeros con igual aplicación. El "piquete" es el conjunto de estos y la operación de cierre de la autopista, avenida o ruta.

Vez pasada, se me preguntaba en Alicante, si este tipo de palabras quedaría en el uso argentino. Yo respondí que era deseable que ello no ocurriera, merced a que se superaran las situaciones socioeconómicas a las que esos vocablos aludían y en las que se generaban. Desapareciendo la cosa, estas palabras serían incorporadas o no, a los léxicos argentinos. Y sería deseable que las marcas que las acompañaran dijeran: "en desuso" o "arcaísmo".