Filón de Alejandría

La vida y el pensamiento de Filón se ubican en la encrucijada de tres tradiciones culturales que aparecerán una y otra vez en sus obras: el helenismo, el legalismo romano y la fe judía.



Nacido hacia el año 20 a. C. en el seno de una familia judía acomodada, su formación quedará sellada tanto por el judaísmo propio de la diáspora, que en el caso de Filón, se complementa con una admiración profunda hacia el ideal moral de los esenios, así como por el hecho de haber nacido en el centro de la cultura griega: Alejandría. A la xenofobia y al orgullo nacional, propios del judaísmo en Palestina, Filón opone un verdadero espíritu universal. Como señala Daniélou: "Su lengua es el griego. Su ciudad el imperio romano".


Su originalidad radica en reformar la filosofía griega tradicional adaptándola a las exigencias de la Palabra de Dios y en su preocupación por presentar a los griegos la fe judía de tal forma que les resulte aceptable. "Su ambición es precisamente unir la religión de Israel, la cultura griega, la ciudadanía romana. Equivalía a intentar en favor del judaísmo lo que el cristianismo realizaría cuatro siglos más tarde". Crear y expandir toda una civilización judía, es una empresa cuyo espíritu será asimilado por las escuelas y los pensadores cristianos que de una u otra forma bebieron de su pensamiento: apologistas como san Justino, o más directamente, los alejandrinos Clemente y Orígenes y, a través de éstos, los cristianos del siglo IV.






Designado jefe de una delegación de judíos de Alejandría para aclarar ciertos problemas de éstos ante Roma, siendo emperador Calígula, se embarcó y permaneció en esta ciudad durante un tiempo. Se sabe de su regreso exitoso a Alejandría a fines del 41 d. C., pero se desconoce la fecha de su muerte.


Formado dentro de los esquemas de la filosofía griega helenística, su posición, para algunos ecléctica, parece inclinarse a un estoicismo abierto a las influencias platónicas, tal como se manifestaron en Posidonio y en un contemporáneo de éste, Antíoco de Ascalón, en el siglo I a. C. Este carácter platónico de su pensamiento, unido a su formación hebrea, le permitirá partir de ciertos supuestos distintos al de los estoicos, que darán a su doctrina sobre el logos un matiz especial.


En primer lugar, a diferencia de los estoicos, el logos en Filón será entendido dentro de un marco espiritual, como razón inmaterial más que como razón material cósmica.


Por otro lado, como veremos en seguida, el logos se comprenderá ahora como una realidad distinta e inferior que " participa" de la razón divina. Situación ajena a un estoico, pero no a un platónico desde el momento mismo en que éstos piensan, desde Platón, en una realidad superior, única e incomprensible.


Por último, Dios se da a conocer a sí mismo por una suerte de acción interior en el alma a través del logos spermatikós. Esta suerte de iluminación espiritual le permitirá referirse a los spermata en un sentido inmaterial y no material como en los estoicos.


Todas estas ideas influirán de manera decisiva en el platonismo medio posterior a Filón: Plutarco (m. 125), Numenio (m. 150) y Albino (m. 180).


Filón comienza por sentar la absoluta trascendencia de la naturaleza divina. Esto supone, inmediatamente, la incomprehensibilidad de Dios. Dios es el todo otro: "Dios está solitario, separado, porque es único y nada semejante a Él". Es increado, no se parece en nada a las cosas creadas sino que las trasciende tan completamente que incluso la inteligencia más penetrante está muy lejos de aprehenderle y debe confesar su impotencia. Por hallarse encerrada dentro de las categorías de espacio y tiempo, la inteligencia no puede aprehender la ousía divina.


Con estas ideas, Filón se presenta como el gran precursor de la teología negativa que tan grande influencia ejercerá en las escuelas posteriores: en el neoplatonismo, en la escuela de Alejandría y, a través de ésta, en los capadocios, especialmente en san Gregorio de Nisa.


Sin embargo, si bien la esencia divina es incomprensible, no se sigue que no podamos conocer nada de Dios. Y es aquí, precisamente, donde aparece el papel mediador del logos. Según Daniélou:


No hay ningún otro aspecto del pensamiento de Filón que no haya sido estudiado tanto. Es imposible, en efecto, hacer la exégesis del capítulo I de san Juan o estudiar los orígenes del dogma de la Trinidad sin encontrarse con ella, Hay que añadir también que tampoco hay otra que siga siendo tan oscura. Se discute sobre los orígenes de la doctrina: sus relaciones con las especulaciones rabínicas sobre la Memra o las concepciones griegas de la razón inmanente.


El logos, afirma Filón, es el más antiguo de los seres; es el hijo primogénito de Dios; es la imagen de éste. El logos, sin embargo, es inferior a Dios, se halla en la frontera que separa la creación de lo creado. No es ingénito como el Padre, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre los dos extremos:


Al logos arcángel y muy antiguo es a quien el Padre que lo ha engendrado todo ha hecho el don insigne de estar situado en la frontera para separar la creación del Creador. Intercede sin cesar cerca del incorruptible por la naturaleza mortal y frágil y es enviado por el Señor al servidor. No es ingénito como Dios, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre dos extremos, y comunica con el uno y con el otro.


El mismo logos es obra del Padre. Éste ha creado todo primero en su logos, que lo contiene todo y a través del cual llegará a la existencia. El logos es el principio de toda la creación inteligible y sensible. Es


arquetipo (nous) en cuanto encierra en sí las ideas ejemplares de todas las realidades: "El mundo de las ideas no podría tener otro lugar más que el logos divino".


Este carácter instrumental del logos en relación al Padre aparece por primera vez en Filón, quien de esta forma abrirá las puertas a todas las teorías subordinacionistas posteriores. Es clara la relación de esta teoría con los defensores de la teología negativa. Tres razones muy ligadas entre sí pudieron orientar a Filón en esta dirección:


1. Salvar la unidad y simplicidad divinas.


2. Escapar a toda acusación de idolatría por su misma formación hebrea.


3. La distinción en Dios de su ousía antes del acto de crear y de su ousía en el momento que decide crear.


Sea de ello lo que fuere, para Filón:


El mundo ha sido creado y es producido enteramente por una causa. El logos mismo del Creador es el sello (sphragis) por el que cada ser ha sido informado. Por eso, cada una de las criaturas posee desde el principio su forma (eidos) perfecta, por cuanto es la impronta y la imagen del logos perfecto.


De esta manera, a su carácter instrumental con respecto a la creación, se agrega ahora su carácter instrumental con respecto a la providencia. A través del logos, Dios crea y gobierna todas las cosas. La tradición hebrea y pagana se une en Filón en una magistral síntesis judeo-helenística.


Sin embargo, si bien es cierto que su deuda hacia el estoicismo es fundamental para destacar el carácter providencial del logos, no lo es para explicar su constitución intrínseca. Entre Dios y el logos no se da


una diferencia de atributos o de potencias. El logos no es una potencia divina sino una verdadera hipóstasis. Esto aparece desde el momento mismo en que se concibe como palabra creadora (en hebreo dâbâr), distinta al Padre como una densidad ontológica inferior que le permitirá cumplir con su función mediadora.


El carácter hipostático del logos será una consecuencia necesaria de personificación, tal como se manifiesta en los escritos sapienciales. Esta personificación marca, definitivamente, una gran distinción con toda la tradición pagana, incluida la platónica. Tanto en Proverbios (8, 22-31), cuyo prólogo (1-9) fue escrito (siglo V a. C.) en época posterior al exilio, como en Sabiduría (7, 22-30; 8, 1), cuyo autor es un judío helenizado hacia el 50 a.C., se sigue una tradición que hace de la sabiduría o logos una hipóstasis, palabra creadora y por tanto personificada.


En síntesis, encontramos en el pensamiento de Filón que al logos spermatikós estoico se agrega ahora la idea del logos como palabra, no inmanente sino trascendente en tanto hipostático y personificado, pero inferior al Padre


Por otra parte, como señalábamos al principio, a través del logos Dios se da a conocer así mismo por una acción interior en el alma. Esta iluminación espiritual se explica con la teoría estoica del logos spermatikós, si bien ya los spermata son entendidos inmaterialmente.


Será en este ambiente, donde confluyen ideas estoicas, judeo-helenísticas y un gnosticismo ya en gestación, que escribirá san Juan el prólogo a su Evangelio, aunque la originalidad de su doctrina, ya plenamente cristiana, supera con mucho las semejanzas con la tradición pagana y hebrea.


Entre Filón y san Justino media el Evangelio de San Juan.