Lo feminista en la obra de Rosario Ferré



El camino de cada artista trae consigo el proceso de encontrar su propia identidad y formar su propia voz, dentro de su mundo artístico respectivo. Es un proceso de asimilar todas las ideas, rasgos, y características que se han fomentado anteriormente en la mente del artista, y proyectarlas en el conjunto de la obra. Estas ideas surgen de alguna fuente, a la cual está conectada la personalidad del artista, y son adaptadas y empleadas por el artista según su propio ser. Sin embargo, hay muchos elementos que influyen al artista en cuanto a cómo crea su obra; quizás lo que influye más es el medio ambiente en que se crece. En este sentido medio ambiente quiere decir el mundo social, político, y cultural que lo rodea. Desde todos estos diversos mundos el artista forja una identidad propia. Ocurre a veces que surge un rasgo especial que destaca el artista del resto de sus contemporáneos por alguna razón. Eso es lo que se ve en el caso de la escritora Rosario Ferré. Ferré viene de Puerto Rico y ha sido influido mucho por el medio ambiente de ese país, y sus obras reflejan la cultura y la situación social que existen allí. Ella ha sido destacado actualmente por ser una de las más eminentes autoras latinoamericanas que se consideran “feministas.” Su clasificación como escritora feminista tiene que ver con los temas que ella ha tratado del estado social y cultural de Puerto Rico. Predomina en sus obras la preocupación por la mujer en la opresiva sociedad masculina, y por eso se suele clasificar la escritura de Ferré como feminista. Sin embargo, ella rechaza que exista diferencias biológicas inherentes entre la literatura de las mujeres y la de los hombres, y propone que se acerque al estudio de las obras literarias de una manera objetiva y neutra por ambos sexos.







Desde el momento en que empezó a construir su primer cuento por primera vez, Ferré ha intentado encontrar su propia identidad como escritora. Estaba recién divorciada y buscaba una manera de aliviar el dolor que sentía del amor perdido. Además, en su ensayo La cocina de la escritura Ferré describe qué papel tenía que hacer como esposa y madre en la sociedad puertorriqueña, y como ese rol le dejaba sin una identidad propia, hasta el punto en que “…había dejado de existir, había renunciado a las obligaciones privadas del alma” (Ferré 2). Ella creía que, como mujer puertorriqueña, tenía que ser “la esposa perfecta,” lo cual resultó en que ella tenía que renunciar su “propio espacio intelectual y espiritual” (Ferré 2). Sin duda, esa experiencia con su primer marido le dio a Ferré el ímpetu de hacerse escritora y influyó su punto de vista y estilo de escribir que se pueden nombrar “feministas.” También, así ella empezó a formar un concepto de sí misma a través del acto de escribir; dice: “es [la palabra] quien me ha hecho posible una identidad propia, que no le debo a nadie sino a mi propio esfuerzo” (Ferré 1). Efectivamente, Ferré explica que su propósito con escribir es para crecer y edificarse, lo cual no es lo normal y aceptado en su país en cuanto a la posición social de las mujeres. Lamenta que es lo común que siempre los hombres pueden vivir y tener todo tipo de experiencias, mientras la mujer se queda “…protegida…en el seno del hogar.” Ferré relaciona el estado de la mujer en su sociedad como estar en un tipo de limbo; dice que “…el Paraíso era de los buenos y el Infierno de los malos, de esos hombres que se habían ganado arduamente la salvación o la condena, pero que en el Limbo sólo había mujeres” (Ferré 2). Sin embargo, ella dio un paso muy valioso al entrar en dos mundos concéntricos dominados por hombres: en el mundo literario masculino y en el mundo y la sociedad patriarcal de Puerto Rico que lo contiene, y que consideraría a ella, como mujer escritora feminista, como inferior y marginada de los otros escritores masculinos.






Entonces Ferré tenía una tarea bastante grande, la de introducir una nueva manera de pensar a la sociedad en cuanto al estado de la mujer, y hacer la sociedad en general consciente de que se puede cambiar la posición tradicional de la mujer, la cual ella considera inferior y que falta de libertad. Ferré miró a sus influencias en el mundo literario, pero no encontró a ninguna escritora que consideraba feminista dentro de su propio país, ni siquiera de toda iberoamérica. En su ensayo El coloquio de las perras lamenta una de las protagonistas que “there has never been a single bitch among us that could write like Virginia Woolf, George Eliot or Emily Brontë, for example, whose characters -male and female- are profoundly individual and human” (Ferré 896). Luego Ferré sigue esa idea con una crítica de las obras de Isabel Allende y Laura Esquivel, y su falta de poder crear personajes reales que no son solamente una construcción de estereotipos. Dice: “what we read in the novels…is a dramatization of cultural roles that are unfortunately still prevalent in our countries today. Male characters, as well as female characters, are too often hollow absences around which stereotypes are developed” (Ferré 897).






Con la convicción de querer crear una nueva literatura escrita por una mujer pero que no contenía rasgos “feministas,” Ferré siguió los estilos de sus influencias más grandes: Virginia Woolf y Simone de Beauvoir. De la influencia de Beauvoir Ferré intentó escribir de una manera en que evitaría los temas tradicionalmente considerados feministas. También Ferré intentó emular la manera en que Beauvoir se enfoca más en una “realidad exterior” que una interior, en la cual suelen escribir las mujeres. De Woolf Ferré aprendió de escribir desde un punto de vista más objetivo, y no enfocarse todo el tiempo en su sexo. En La cocina de la escritura explica que “es funesto para todo aquel que escribe pensar en su sexo” (Ferré 3). Con estas dos influencias grandes en la mente, Ferré intentó escribir su primer cuento, La muñeca menor, sin ninguna característica que se pudiera identificar como feminista. Sin embargo, después de terminar la obra, Ferré encuentra muchos rasgos feministas, lo cual lamentó y le hizo sentir como si hubiera traicionado a sus influencias. Pero ese episodio fue sólo el principio de su carrera, y después de muchos años Ferré ha desarrollado unas ideas y opiniones más profundas de lo que es realmente la literatura “feminista,” de donde proviene, y como acercarse a ella como escritora.






Algo que ha influido a sus presentes creencias y opiniones sobre la literatura feminista es como ha sido aceptada Ferré misma y otras escritoras dentro de la sociedad puertorriqueña, y de una manera más amplia, la sociedad de toda iberoamérica. Habla extensamente en El coloquio de las perras del estado de las escritoras en el mundo literario de iberoamérica. Menciona a Sor Juana Inés de la Cruz, quien es considerada la primera escritora “feminista,” aunque concluye Octavio Paz (uno de los escritores modernos más famosos y respetados) en uno de sus ensayos que ella, por ser monja, no era ni masculino ni femenina sino un ser neutro (Ferré 890). Esta manera de negar lo que ha logrado una escritora como mujer es algo que Ferré ha tenido que confrontar durante toda su carrera. Más tarde en el ensayo las protagonistas hablan de como las escritoras tienen que producir una obra mucho más bien escrita para ser consideradas sólo en el mismo nivel que los escritores; “we have to make our novels ten times better than those written by men, in order for them to be considered any good” (Ferré 891). Luego las protagonistas explican como las escritoras iberoamericanas pueden competir con la fama que han recibido muchos de los escritores contemporáneos. Exclama Fina que “two poor anonymous bitches like us will never be able to stand against Fuentes’ international fame” (Ferré 893). Ferré misma ha sentido el desdén de y la marginación de los críticos en cuanto a su obra. En La cocina de la escritura habla de un crítico que le preguntó una vez, enfrente de muchas personas en un banquete formal y de una manera muy sexista, si lo que escribía ella era pornográfico en su contenido, y si era, que lo mandase a él por que lo quería leer.


Desde toda la marginación que han sentido las autoras iberoamericanas, Ferré ha sentido la necesidad de investigar por sí misma lo que significa realmente el término “literatura feminista,” y si de verdad existe, y de donde proviene. Ferré rechaza la idea de que hay una diferencia biológica inherente entre la escritura de los hombres y la de las mujeres. En lugar de dos naturalezas distintas por ambos sexos, Ferré propone que sólo se trata de una diferencia en cuanto a las experiencias de los hombre y las mujeres. Cree que los dos grupos tienen las mismas aptitudes y habilidades de escribir, y que vienen de la misma fuente biológica. Dice en La cocina de la escritura que “en realidad sus capacidades son las mismas, porque estas son ante todo fundamentalmente humanas” (Ferré 10). Luego Ferré elabora en lo que quiere decir con “experiencias.” Dice que el papel tradicional que han hecho las mujeres, el de ser madres, criar a los niños, y ser amas de casa, ha resultado que se enfocan más en sus cuerpos y en “experiencias interiores.” Por eso cree que la literatura femenina anterior siempre ha tratado temas que tienen más que ver con la intuición y la emoción, temas que “tienen poco que ver con lo histórico, con lo social, y con lo político” (Ferré 10). También discuten este aspecto las perras de Coloquio de las perras; dicen que “our femalecondition makes us respond to specific interests, as well as to an unresolved situation which often thwarts our access to a more universal approach” (Ferré 897).






Para combatir esa marginación que siente Ferré frente a los críticos iberoamericanos, ha tomado un modo distinto de acercarse a la literatura feminista. Cree que se debe analizar la literatura de una manera completamente objetiva, sin prejuicios basados en el sexo. “They were looking for an honest writer,” dice Franca en El coloquio de las perras, con énfasis en el término neutro (Ferré 890). Al final las perras deciden que es necesario intentar tratar la literatura de los sexos de un modo igual: “…even though it may be altogether impossible for dogs to bark like bitches and bitches to bark like dogs…it’s important to try to do so” (Ferré 898). Ya se puede reconocer que este manera de escribir de Ferré ha tenido consecuencias positivas en el mundo literario. Ella ya tiene una bibliografía bastante extenso, y sus obras han tenido bastante influencia y éxito. Y ha crecido también el número de escritoras en latinoamérica. Como dicen las perras, “the growing number of anthologies about female Latin American writers published recently, as well as the surprising number of excellent novels published by them, is testimony to the great interest that our art has awakened in the reading public” (Ferré 898). La crítica Maria I. Acosta Cruz lo comenta así: “[las] escritoras , cuya fama, en lo que respecto a Ferré, Vega, y García Ramis, alcanza o supera la de sus colegas masculinos” (Acosta Cruz 265). Otra crítica, Suzanne Hintz, postula que “cuando el péndulo [de la crítica literaria] llegue al punto medio de su arco, no habrá diferencia entre la literatura masculina y la literatura femenina, solamente habrá una diferencia entre la literatura estéticamente superior y la inferior” (Hintz 7). Y eso será un tipo de justificación por Rosario Ferré como escritora latinoamericana feminista.