Una carta de amor - JULIO CORTÁZAR

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

Los placeres y los días - MARCEL PROUST


Como la naturaleza, la inteligencia tiene sus espectáculos. Nunca las auroras, nunca los claros de luna que me han hecho delirar tan a menudo hasta las lágrimas, han sobrepasado para mí en apasionada ternura ese amplio incendio melancólico que durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma, que el sol cuando se pone, hace brillar en el mar. Entonces precipitamos nuestros pasos en la noche. Más que un jinete al que aturde y embriaga la velocidad creciente de un animal adorado, nos entregamos temblando de confianza y alegría a los pensamientos tumultuosos a los que, cuanto más los poseemos y los dirigimos, sentimos pertenecer cada vez más irresistiblemente. Es con emoción afectuosa que recordaremos el campo oscuro y saludaremos las encinas llenas de noche, como el campo solemne, como los testigos épicos del impulso que nos arrastra y que nos embriaga. Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos: nos hundimos cada vez más rápido en el campo, y el perro que nos sigue, el caballo que nos lleva o el amigo que se ha callado, más aún, cuando a veces no hay ningún ser viviente a nuestro lado, la flor de nuestra solapa o el bastón que revolotea alegremente en nuestras manos febriles, reciben en miradas y en lágrimas el tributo melancólico de nuestro delirio.

Marcel Proust
Los placeres y los días (fragmento)

Lo inacabable - ALFONSINA STORNI




No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores...
el tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!

SILVINA OCAMPO

Diálogo

Te hablaba del jarrón azul de loza,
de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.

Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.

Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.

Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.

Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.
Y mientras proseguían los catálogos
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.

Silvina Ocampo




GIOCONDA BELLI



Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones, 
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio 
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo 
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el oxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero 
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate 
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

José Saramago

"Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal.
El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder"

José Saramago

La mujer y su expresión. Victoria Ocampo



 "Creo que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la mujer. empieza por un "no me interrumpas" de parte del hombre. Hasta ahora el monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión adoptada por él. Durante siglos, habiéndose dado cuenta cabal de que larazón del más fuerte es siempre la mejor (por más que no debiera serlo), la mujer se ha resignado a repetir, por lo común, migajas del monólogo masculino disimulando a veces entre ellas algo de su cosecha. Pero a pesar de sus cualidades de perro fiel que busca refugio a los pies del amo que la castiga, ha acabado por encontrar cansadora e inútil la faena. Luchando contra esas cualidades que el hombre ha interpretado a menudo como signos de una naturaleza inferior a la suya, o que ha respetado porque ayudaban a hacer de la mujer una estatua que se coloca en un nicho para que se quede ahí "sage comme une image"; luchando, digo, contra esa inclinación que la lleva a ofrecerse en holocausto, se ha atrevido a decirse con firmeza desconocida hasta ahora: "El monólogo del hombre no me alivia ni de mis sufrimientos, ni de mis pensamientos. ¿Por qué he de resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar. Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías la han iluminado desde hace siglos"
La mujer y su expresión. Victoria Ocampo. Fragmento

TEORÍA SENTIMENTAL - MIRTA ROSENBERG




El arte sería tocarte, un invento,
insignificante si el olvido lo demora. Lo siento
porque es ahora estallido de la rosa
presurosa del instante,
extraviada en el jardín

y devuelta por el sinfín
de las horas transcurridas: una... dos... tres...
Si te toco, ¿cómo es? Hay lo mucho de lo poco, digo
el beso, el exceso del miraje y... ¿puede ser, ahora sigo,
el encaje de tu aliento

en el reloj del oleaje? Atravieso
los celajes, el fervor, las profecías (¿el amor?
¿no será la porfía de la "máquina del dolor"?)
y llego acá: "El arte sería tocarte". Silencio. No
confundo confetti con maná

pero igual estoy perdida
entre viejas cartografías de la ruta de la seda
y la pasión como centro. ¡Ah corazón, me decía,
explícate como yo, que estoy adentro de un cuerpo
y sin embargo con vida!


No sabía
que el diamante fuera pájaro
ni tampoco que muriera
de una muerte que no fuera
natural:

un diamante
tiene la suerte del brillo
de la centella, aunque alguna estrella
se enfríe y la sal de la vida sea
lo que se lea

como novela
por el rabillo del ojo
de un gran lector
cenital. Adivinó que era amor
y se

ríe:
se pudiera, escribiría en potencial,
y si no, sería contante. Me enojo,
hago mal y digo para
adelante:

ese
pájaro se ha muerto y no es augurio
de Lázaro ni de santa ni sabbath. Lo cierto
es que yo te extraño y que es Maureen la que canta
pelirroja

con esplín,
la verdad de lo ocurrido "You'll never know
how much I miss you" You es tu, sos vos,
SOS, como un pedido de auxilio,
miss,

cualquier
daño fue anterior. Estoy a un tris
de entender (¿un diamante es doble amante,
o dos veces sin objeto o sólo un reto
a la

repetición?)
que por ejemplo otra vez, algo
me está esperando –corazón-mata-callando—
y se va, como en inglés, "sobre su ala",
vale decir,

se nos vuela.
La textura del tiempo, Vladimir, es rala,
una usura del instante y de sufrir cuando apela
a no sé qué: nunca volver es lo mismo
que

irse
para adelante. Me tocaste, ¿te toqué?
¿Compartimos un abismo? Dame, diste,
dí, diré: las facetas del diamante
son,

no sé,
mejor hablame y te creo. Así como quien reza
sin un deseo de asceta: todo poema es de amor,
toda guerra es interior, toda palabra
está presa.

El ausentismo de los muchos


"Odio a los indiferentes, creo que (...) Vivir significa tomar partido. No pueden existir solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano y de participar. La indiferencia es abulia, parasitismo, ruindad; no es vida.(...)"

"La indiferencia actúa potentemente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad; es aquello que con lo que no se puede contar; es lo que descompone los programas, subvierte los planes mejores construidos; es la materia bruta que se revela frente a la inteligencia y la destroza.
Lo que ocurre, no ocurre tanto porque algunos quieren que ocurra, como porque la masa de hombres abdica de su voluntad, deja hacer, deja anudar lo que únicamente la espada puede cortar, deja promulgar leyes que solo la revuelta puede luego abrogar, deja acceder al poder a los hombres que luego un amotinamiento podrá únicamente derrocar."
(...)
"Los hechos maduran en las sombras, pocas manos no vigiladas por ningún control urden la tela de la vida colectiva, y la masa no se entera porque se despreocupa de esto. Los destinos de una época son manipulados según visiones estrechas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos; y la tela urdida en las sombras se completa; Entonces parece que es la fatalidad la que viene a sacudir a todo y a todos, al que quiso y al que no quiso, al que sabía y al que no sabía, al que había sido activo y al que permaneció indiferente."

Antonio Gramsci
Extracto del primer y único editorial de “La Cittá Futura”, periódico de cultura obrera escrita y dirigida por el mismo Gramsci.
11 de febrero de 1917

Retrato de mujer - Wislawa Szymborska



Debe ser a elección.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale un intento.
Sus ojos son, si cabe, una vez azules, otra vez grises,
negros, alegres, sin causa llenos de lágrimas.
Duerme con él como una cualquiera, única en el mundo.
Le parirá cuatro hijos, ningún hijo, uno.
Ingenua, mas la que mejor aconseja.
Débil, mas podrá con el peso.
No tiene cabeza, pues la tendrá.
Lee a Jaspers, y revistas de mujeres.
No sabe el porqué de este tornillo y construirá un puente.
Joven, como siempre joven, todavía joven.
Sostiene en sus manos un gorrión alirroto,
su propio dinero para un viaje largo y ajeno,
un mazo, una compresa y una copa de vodka.
¿A dónde corre? ¿no está cansada?
Que no, un poco, mucho, no pasa nada.
O le quiere o se empeña.
Por lo bueno, por lo malo y por el amor de Dios.

Fragmento de RAYUELA - Julio Cortázar

"Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba. En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano. Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o se queda fijo o cambia de forma."
de: Rayuela
Julio Cortázar

EDUARDO GALEANO


“Hay criminales que proclaman tan campantes -la maté porque era mía-, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”
Eduardo Galeano

Simone de Beauvoir

Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia 
que la separa del hombre. 
El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.

Simone de Beauvoir 

El suéter azul de papá - ANNE CARSON



El suéter azul de papá
Hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina
donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.
Me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.
Me lo pongo y me siento en la oscuridad.
Él no haría esto.
Lajas de frío caen desde el hueso de la luna.
Sus leyes eran un secreto.
Pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.
Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.
Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta
el cuello.
No sólo porque era una calurosa tarde de julio
pero la mirada en su rostro...
como un niño a quien la tía vistió temprano en la mañana
antes de un largo viaje
en trenes fríos y venteados andenes
sentado muy tieso en la orilla de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,
sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja mirando hacia atrás.


Anne Carson

GIOCONDA BELLI



Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones, 
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio 
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo 
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el oxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero 
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate 
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

JOSÉ SARAMAGO




Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica
 y su vida centrada en su triunfo personal. 

José Saramago

Simone de Beauvoir

Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia 
que la separa del hombre. 
El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.

Simone de Beauvoir 

JOSÉ SARAMAGO

"Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio, que es bueno para mi salud. 
Pero nunca he oído a nadie decirle a un deportista: tienes que leer"

José Saramago

Afrodita


Bajo el mantel, las rodillas se rozan por azar y ese contacto, casi imperceptible, los golpea como una corriente poderosa; una llamarada iracunda sube por los muslos y enciende los vientres. Nada cambia en sus posturas, pero el deseo es tan intenso, que puede verse, palparse, como una niebla caliente borrando los contornos del mundo circundante.
Sólo ellos existen.
El mesonero se acerca para escanciar más vino, pero no lo ven. Tiemblan. Ella levanta el tenedor, abre los labios y desde el otro lado de la mesa él adivina el sabor de su saliva y la tibieza de su aliento, siente la lengua de ella moviéndose en su propia boca como un molusco sofocante y terrible. Se le escapa un gemido que, de inmediato, disimula tosiendo con discreción y llevándose la servilleta a la cara.
Ella tiene la vista fija en la última ostra del plato de su compañero, una vulva hinchada, palpitante, indecente, mojada de leche oceánica, síntesis de su propio desvarío. Nada revela la turbación de ambos. En silencio cumplen con decoro, paso a paso, los ritos precisos de la etiqueta; pero no oyen las notas del pianista animando la noche desde un rincón del salón palaciego, los aturde el estrepitoso huracán del deseo en sus pechos.
Fuerzas primitivas se han desencadenado: tambores y jadeos de guerra, un soplo de selva, de humus, de nardos podridos insinuándose a través del aroma delicado de la comida y el perfume femenino; imágenes de carne desnuda, de abrazos crueles, de lanzas inflamadas y flores carnívoras. Sin tocarse, el hombre y la mujer perciben el olor y el calor del otro, las formas secretas de sus cuerpos en el acto de la entrega y del placer, las texturas de la piel y el cabello aún desconocidas; imaginan caricias nuevas, jamás antes experimentadas por nadie, caricias íntimas y atrevidas que inventarán sólo para ellos.

ISABEL ALLENDE / FRAGMENTO DE AFRODITA

La mujer sin miedo



“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”


Eduardo Galeano

La primera elegía - Rainer María Rilke


¿Quién, si yo gritara, me escucharía desde los órdenes angélicos?
Y suponiendo que un ángel de pronto me tomase contra su corazón:
me extinguiría ante su existencia más fuerte.
Porque lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, que todavía podemos soportar
y admirarnos tanto, pues impasible desdeña destruirnos. Todo ángel es terrible.
Y así me contengo y trago el reclamo de un oscuro sollozo. ¡Ay! ¿A quién podremos pues recurrir?
Ni a los ángeles ni a los hombres; y las bestias, más sagaces, advierten ya
que nos hallamos muy inseguros en el mundo interpretado. Nos queda, quizás,
un árbol cualquiera en la cuesta, que pudiéramos
verlo diariamente; nos queda la senda de ayer, y la fidelidad demorada de la costumbre,
que complacida con nosotros se quedó para no irse,
¡Oh!, y la noche, la noche cuando el viento lleno de espacio cósmico nos consume el rostro,
¿con quién quedaría ella, la anhelada, la que dulcemente nos desengaña, la que arduamente
se anuncia al corazón aislado? ¿Es ella más ligera para los amantes?
¡Ay! ellos no hacen más que ocultarse el uno al otro su destino.
¿No lo sabes todavía? Arroja desde los brazos el vacío hacia los espacios que respiramos;
quizá las aves sientan con su vuelo más ferviente el aire dilatado.

Sí, las primaveras te requerían. Algunas estrellas exigían que las percibieras.
Se levantó hacia ti una oleada desde el pasado, o, cuando pasabas junto a la ventana abierta,
un violín se te entregaba. Todo esto era misión. Pero, ¿es que la cumpliste?
¿No estabas siempre distraído por la espera, como si todo te anunciara un amante por llegar?
¿Dónde quieres esconderla, si los grandes y extraños pensamientos entran y salen
en ti, y permanecen más a menudo en la noche?
Pero si sientes la nostalgia, entonces canta a los amantes;
aún no es bastante su renombrado sentimiento.
Canta -casi los envidias- a los abandonados, que hallaste mucho más amantes que los satisfechos.
Inicia siempre de nuevo, inicia la inalcanzable alabanza; piensa: el héroe se mantiene aún
en su misma caída,
fue un pretexto solamente para ser: su nacimiento último.
Pero la naturaleza exhausta recoge a los amantes en su seno, como si no hubiera fuerzas
para cumplir esto dos veces. ¿Has pensado, pues, bastante en Gaspara Stampa?*
Que alguna muchacha, a quien el amante abandonara,
sintiese ante el ejemplo exaltado de esta amante: ¡ojalá llegara a ser yo como ella!
Estos dolores muy antiguos, ¿no deberán finalmente sernos más fecundos? No es tiempo ya
de que amorosamente nos libremos del amado, y de que estremecidos resistamos:
tal como a la cuerda resiste la flecha, para que en la tensión del salto sea más que ella misma.
Pues un detenerse no existe.
¡Voces, voces! Escucha, corazón mío, como antes sólo escuchaban los santos,
hasta que el inmenso llamado los levantaba del suelo; pero ellos, inconmovibles, permanecían arrodillados,
sin atender a nada: así pudieron oír.
No es que tú soportaras la voz de Dios, ni remotamente. Pero escucha el soplo de la brisa,
escucha el mensaje incesante que se forma de silencio.
Ahora susurra hacia ti desde aquellos jóvenes muertos.
En donde entrabas, en las iglesias de Roma y Nápoles ¿no te hablaba serenamente su destino?
O bien una inscripción se te imponía, sublimemente, como hace poco el epitafio en Santa María Formosa.**
¿Qué quieren de mí aquellos muertos?
Quedamente debo quitarles la apariencia de injusticia, que en ocasiones
estorba un poco el movimiento puro de sus espíritus.

Ciertamente que es extraño no habitar ya más la tierra,
no ejercitar ya costumbres apenas aprendidas, no dar más a las rosas y a otras cosas
en sí prometedoras la significación del porvenir humano; no ser ya lo que se era
en manos infinitamente temerosas, y abandonar hasta el propio nombre, como un juguete roto.
Extraño es no seguir deseando los deseos.
Extraño ver aletear tan sueltamente en el espacio todo lo que tenía relación.
Y el estar muerto es penoso y está lleno de recuperación,
para que gradualmente se sienta un poco de eternidad.
Pero los vivos cometen todos el error de distinguir demasiado intensamente.
Los ángeles (se dice) no saben a menudo si andan entre los vivos o los muertos.
La corriente eterna arrastra siempre consigo todas las edades por los dos reinos
y hace acallar a ambos.

Finalmente, los muertos prematuramente ya no nos necesitan.
Uno se deshabitúa suavemente a lo terreno,
igual que cuando con dulzura se emancipa del pecho de la madre.
Pero nosotros, que necesitamos de tan grandes misterios, para quienes
desde la misma tristeza brota un progreso dichoso, ¿podríamos existir sin ellos?
¿Fue inútil la leyenda, cuando en el luto por Lino,*** su balbuciente música atravesó
la seca rigidez de la materia?
¿Fue en vano que sólo en el espacio aterrado, del que una vez para siempre
salió un doncel casi divino,
lo vacío haya entrado en aquella vibración, que ahora nos arrebata, nos consuela y nos ayuda?


* Dama italiana abandonada por el conde Collatino de Collato, vertió su pasión en sonetos
que tradujo el propio Rilke.

** Iglesia en Venecia.

*** Semidiós y poeta mítico, como Orfeo. Homero menciona en la Ilíada su lamento de extinción. 

El suéter azul de papá - ANNE CARSON


El suéter azul de papá
Hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina
donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.
Me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.
Me lo pongo y me siento en la oscuridad.
Él no haría esto.
Lajas de frío caen desde el hueso de la luna.
Sus leyes eran un secreto.
Pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.
Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.
Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta
el cuello.
No sólo porque era una calurosa tarde de julio
pero la mirada en su rostro...
como un niño a quien la tía vistió temprano en la mañana
antes de un largo viaje
en trenes fríos y venteados andenes
sentado muy tieso en la orilla de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,
sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja mirando hacia atrás.


Anne Carson

JOSÉ SARAMAGO


"Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal.
El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder"


José Saramago

Otoño juntos - Tomás Segovia




Otoño vuelve a colocarlo todoMucho más en su sitioDespués de barrer bien
Aprovecha el frescorPara hacer con el aire cuenta nuevaAntes que el año acabe
Otra vez sus caminos son de estrenoOtra vez sonreímos de acordarnosQue antes que a todo lo demásvenimos
A abrir las puertas y salir al frescoDejar sin aprensión nuestro envoltijoenvueltoY surcar ágilmenteEstas límpidas pozas cegadoras
Donde toda jugada está siempreempezando
Pues remover la luz y el alborozoEn este libre golfo zambullidosEs la animosa empresa másrectamente nuestraY correr al azar sin reticenciaPor un jardín azul florido dellamadosFue siempre la mejor manerade estar juntos.

Alejandra Pizarnik - Piedra Fundamental


No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. 

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo. 

Un canto que atravieso como un túnel. 

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles. 

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos, aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío, no, he de hacer algo, no, no he de hacer nada, algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella. 

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos. 

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes. 

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado. 

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados? 

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.) 

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas. (Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.) 

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...) 

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero). 

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar. 

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más. 

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín. 

Hay un jardín.