Mucho más que Lolita

Vladimir Nabokov pertenece a esa clase de personajes cuya verdadera existencia queda sepultada bajo algunos tópicos demasiado poderosos para permitir examinar el resto de los detalles sustanciales de su biografía. La idea aproximada que algunos tienen del escritor es la de un extravagante cazador de mariposas, cuando no la de un acechador de nínfulas que atienden por el nombre de Lolita, lo que, a fin de cuentas, viene a ser la misma cosa.

La fotografía de un Nabokov senil en pantalón corto, disfrazado de lepidopterólogo y con un cazamariposas en la mano, se superpone con la visión del maduro profesor Humbert Humbert acosando a la Lolita novelesca. Ambas imágenes encierran un germen de patetismo, lo que distaba mucho de la realidad del exiliado ruso en Estados Unidos que era un hombre serio, sensato, nada aficionado a las jovencitas, y sí a los lepidópteros, tal como tuvo que aclarar en repetidas ocasiones, y absolutamente fiel a su mujer, Vera.

Es cierto que con el escándalo que supuso la publicación de Lolita, Nabokov, que ya había cumplido los 56 años, logró el reconocimiento y la fama internacional. Pero por esa misma razón le empezaron a insultar algunos críticos y se vio obligado a asegurar en numerosas entrevistas que su novela no era en absoluto autobiográfica. Pese a ciertas escaramuzas con la censura, y aunque en la época de gestación de la obra había intentado quemar el manuscrito cuando en un momento se le había resistido, Lolita era uno de sus libros más queridos.

PROFESOR EXPERTO
No cabe duda de que Nabokov conocía de primera mano las reacciones del menorero Humbert Humbert, y lo que es más sorprendente, al autor no se le escapó ni un solo matiz de la compleja psicología de su Lolita. Es muy posible que Nabokov adquiriese sus profundos conocimientos sobre el despliegue de la seducción femenina, en sus múltiples variedades desde nínfulas a conquistadoras expertas, durante sus años como profesor de literatura en Wellesley College, la prestigiosa universidad norteamericana que imparte clases exclusivamente a mujeres. Sin embargo, tras su itinerancia de ruso blanco exiliado, primero en Cambridge, donde estudió zoología y literatura rusa y francesa, y más tarde en Alemania y Francia, y por debajo del éxito posterior como escritor en su asentamiento en Estados Unidos, emerge la verdadera personalidad de Vladimir Nabokov: un hombre desposeído de una considerable fortuna familiar que tuvo que abandonar el territorio seguro de la infancia al tiempo que era arrancado de sus paisajes y sus afectos. Porque Vladimir Nabokov había sido un niño muy rico. Inmensamente rico, habría que apostillar. Nació el 23 de abril de 1899 en la casa de campo de la familia, Vyra, en la provincia de San Petersburgo, atendido por un ejército de más de 50 criados y pasó su primera infancia educado por institutrices inglesas y francesas, que serían sustituidas más tarde por preceptores rusos y alemanes.
Su padre era Vladimir Dmitrievich Nabokov, jurista y estadista, hijo de un ministro de Justicia bajo los zares y de la baronesa María Bon Korff. Impartió clases en la Escuela Imperial de Jurisprudencia de San Petersburgo, fue codirector del diario liberal Rech y diputado activo del primer Parlamento ruso, por lo que tuvo problemas con el Zar. Llegó a ser ministro de Justicia del gobierno regional de Crimea, antes de marchar a su exilio londinense y ser asesinado, años después, casi por azar, por dos fascistas que pretendían atentar contra un conferenciante en el Berlín de 1922. El padre de Nabokov se interpuso y encontró su destino en una bala que no iba dirigida a él. Los antepasados del escritor por parte de madre pertenecían a la aristocracia terrateniente de la provincia de Kazan y poseían minas de oro en el lado siberiano de los Urales.

HABLEN, TIENEN TRES MINUTOS

Hablen, tiene tres minutos
De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.


Julio Cortázar



Julio Florencio Cortázar (Municipio de Ixelles, en la Región de Bruselas-Capital, Bélgica, 26 de agosto de 1914 – París, Francia, 12 de febrero de 1984)

AUTOBIOGRAFÍA - Macedonio Fernández

EI Universo o Realidad y yo nacimos el 1 de junio de 1874 y es sencillo añadir que ambos nacimientos ocurrieron cerca de aquí y en una ciudad de Buenos Aires. Hay un mundo para todo nacer, y el no nacer no tiene nada de personal, es meramente no haber mundo. Nacer y no hallarlo es imposible; no se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo, por lo que creo que la Realidad que hay la traemos nosotros y no quedaría nada de ella si efectivamente muriéramos, como temen algunos.
En vano diga la historia, en volúmenes inmensos, sobre el mucho haber mundo antes de ese 1 de junio; sus tomos bobalicones es lo único que yo conozco (no sus hechos), pero los conocí, después de nacer, como todo lo demás. Lo que me podría convencer sería el Arte, más gracioso y verdadero: un preludio de Rachmaninoff, una mirada creada por Goya, pero no es tan crédulo el arte, no abre la boca ante los cortejos de pompas fúnebres, como la historia.
Nací, otros lo habrán efectuado también, pero en sus detalles es proeza. Lo tenía olvidado, pero lo sigo aprovechando a este hecho sin examinarlo, pues no le hallaba influencia más que sobre la edad. Mas
las oportunidades que ahora suelen ofrecerse de presentar mi biografía (en la forma más embustera de arte que se conoce, como autobiografía, solo las Historias son más adulteradas) háceme advertir lo injusto que he sido con un hecho tan literario como resulta la natividad. (El dato de la fecha de ésta se me ha pedido tanto y con una sonrisa tan juguetona, que tuve la ilusión de que ello significaba que era posible una fecha mejor de nacimiento mío y se me alentaba a elegirla y pedirla, que se me habría de conseguir. Por si acaso, aunque no han progresado ni declarándose estas cortesías, dejo dicho que me gustaría haber nacido en 1900).
Como no hallo nada sobresaliente que contar de mi vida, no me queda más que esto de los nacimientos, pues ahora me ocurre otro: comienzo a ser autor. De la Abogacía me he mudado; estoy recién entrado a la Literatura y como ninguno de la clientela mía judicial se vino conmigo, no tengo el primer lector todavía. De manera que cualquier persona puede tener hoy la suerte, que la posteridad 1e reconocerá, de llegar a ser el primer lector de un cierto escritor. Es lo único que me alegra cuando pienso la fortuna que correrá mi libro: "No toda es vigilia la de los ojos abiertos". No se olvide: soy el único literato existente de quien se puede ser el primer lector. Pero además mi libro, y es más inusitado esto todavía, es la única cosa que en Buenos Aires puede encontrarse aún no inaugurada por el Presidente. Se están imprimiendo todos los certificados de primer lector mío que se calcula serán necesarios. Y para retener al libro el segundo precioso mérito que lo adorno, el Editor ha puesto vigilancia en todos los caminos por donde pueda acercarse una Inauguración Presidencial infortunada.

"Carta a Borges" de Susan Sontag

Este es un fragmento del libro póstumo de Susan Sontag: "Cuestión de Énfasis", trata de una serie de ensayos y ficciones rescatados de los archivos de la autora.


13 de junio de 1996
Nueva York

Querido Borges:

Dado que siempre situaron su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle una carta. Si alguna vez un contemporáneo pareció destinado a la inmortalidad literaria, ése fue usted. Fue en gran medida el producto de su tiempo, de su cultura y, sin embargo, supo cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo que parece del todo milagroso. Esto tenía algo que ver con la amplitud y la generosidad de su atención. Fue el menos egocéntrico, el más transparente de los escritores, así como el más ingenioso. Algo tuvo que ver asimismo con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante un tiempo más bien largo, perfeccionó las prácticas de la exigencia y la indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental a otras eras. Tuvo un sentido del tiempo diferente del de los demás. Las ideas comunes de pasado, presente y futuro parecían nimias bajo su mirada. A usted le gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro, citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como “elpresente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”. Eso, por supuesto, era parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las ideas de otros escritores.
Esa modestia era parte de la seguridad de su presencia.
Fue un descubridor de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no precisaba de indignación.
Más bien, tenía que ser inventivo... y usted era, sobre todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia de la identidad que usted encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró que no es necesario ser infeliz, aunque se pueda ser completamente esclarecido y desengañado sobre el terrible estado de todo. En alguna parte usted dijo que un escritor –delicadamente agregó: todas las personas– debe pensar que toda cosa que le sucede es un recurso. (Estaba hablando de su ceguera.)
Usted ha sido un gran recurso para otros escritores. En 1982 –es decir, cuatro años antes de su muerte– dije en una entrevista: “En la actualidad no hay otro escritor que importe más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el escritor vivo más importante... Muy pocos de hoy no han aprendido de él o lo han imitado”. Eso sigue siendo cierto. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos imitando.
Usted le ofreció a la gente nuevas maneras de imaginar, al tiempo que proclamaba una y otra vez nuestra deuda con el pasado, sobre todo con la literatura. Afirmó que le debemos a la literatura casi todo lo que somos y lo que hemos sido. Si los libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy segura de que tiene razón. Los libros no son sólo la suma arbitraria de nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos ofrecen el modelo de la propia trascendencia. Algunos creen que la lectura es sólo una manera de evadirse: una evasión del mundo diario “real” a uno imaginario, al mundo de los libros. Los libros son mucho más. Son una manera de ser del todo humano.
Lamento tener que decirle que los libros en la actualidad son considerados una especie en extinción. Por libros también quiero decir las condiciones de la lectura que posibilitan la literatura y sus efectos en el espíritu. Pronto, nos dicen, tendremos en “pantallas-libros” cualquier “texto” a nuestra disposición, y se podrá cambiar su apariencia, formularle preguntas, “interactuar” con él. Cuando los libros se conviertan en “textos” con los que “interactuamos” siguiendo criterios utilitarios, la palabra escrita se habrá convertido simplemente en otro aspecto de nuestra realidad televisada regida por la publicidad. Éste es el glorioso futuro que se está creando, y que nos prometen, como algo más “democrático”. Por supuesto, ello implica nada menos que la muerte de la introspección... y del libro. Esta vez no habrá necesidad de una gran conflagración.
Los bárbaros no tienen que quemar los libros. El tigre está en la biblioteca. Querido Borges, créame que no me satisface quejarme. Pero ¿a quién podrían estar mejor dirigidas estas quejas sobre el destino de los libros –de la lectura misma– que a usted?
Todo lo que quiero decir es que lo echamos de menos. Yo lo echo de menos. Su influencia decisiva continúa. La época en que ahora estamos entrando, este siglo 21, pondrá a prueba al espíritu de maneras nuevas. Pero, se lo aseguro, algunos no vamos a abandonar la GranBiblioteca.
Y usted seguirá siendo nuestro patrono y nuestro héroe.

Wislawa Szymborska

  "Nada sucede dos veces ni va a suceder, por eso sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos"

YUGO Y ESTRELLA - José Martí

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y de la Creaciòn suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la lumbre naciò de la montaña,
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vaciò ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacò contento y grave
Su propio corazòn: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtiò su voz sagrada,—
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

Nocturno - Oliverio Girondo

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.

El extranjero - Albert Camus

(…) El fiscal se volvió entonces hacia el jurado, y declaró: “El mismo hombre que al día siguiente de la muerte de su madre se entregada al más vergonzoso desenfreno mató por razones fútiles para liquidar un asunto incalificable de costumbres inmorales”.

Se sentó. Pero mi abogado, agotada su paciencia, exclamó alzando los brazos de modo que sus mangas al caer descubrieron los pliegues de una camisa almidonada: “¿Se le acusa, en fin, de haber enterrado a su madre o de haber matado a un hombre?”. El público rió. Pero el fiscal se levantó de nuevo, se envolvió en su toga y afirmó que era necesaria la ingenuidad del honorable defensor para no advertir que había entre los dos órdenes de hechos una relación profunda, patética, esencial. “Sí –exclamó con fuerza-, acuso a ese hombre de haber enterrado a una madre con un corazón de criminal”. Esta declaración pareció tener un considerable efecto entre el público. Mi abogado se encogió de hombros y enjugó el sudor que cubría su frente. Pero él mismo parecía quebrantado y comprendí que las cosas no iban bien para mí.

Se levantó la sesión. Al salir del Palacio de Justicia para subir al coche, reconocí por un breve momento el olor y el color de la tarde de verano. En la oscuridad de mi prisión móvil, volví a encontrar uno a uno, como desde el fondo de mi cansancio, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba y de una cierta hora en la que solía sentirme contento. El grito de los vendedores de periódicos en el aire ya sosegado, los últimos pájaros en la plazoleta, el reclamo de los mercaderes de bocadillos, el lamento de los tranvías en los altos virajes de la ciudad y este rumor del cielo antes de que la noche caiga sobre el puerto, todo recomponía para mí un itinerario de ciego, que conocía perfectamente antes de entrar en la cárcel. Sí, era la hora en la que, hacía ya mucho tiempo, me sentía feliz. Lo que me esperaba entonces era un sueño ligero y sin imágenes. Y, no obstante, algo había cambiado, pues en la espera del siguiente día, fue mi celda lo que volví a encontrar. Como si los caminos familiares trazados en los cielos del estío pudieran llevar lo mismo a las prisiones que a los sueños inocentes.
(…)

Albert Camus
“El extranjero”, 1942

Henry Miller

-Entonces confesó algo que era –bien lo sabía yo- una puñetera mentira, pero aun así, interesante. Una de esas “deformaciones” o “trasposiciones” propias de los sueños. Sí, cosa bastante curiosa, las otras chicas, verdad, sintieron lástima de ella… lástima de haberla metido en aquél fregado. Sabían que no estaba acostumbrada a acostarse con todo quisqui. Así, que pararon el coche y cambiaron de asiento para que se sentara delante, con el tipo peludo, que hasta entonces había parecido decente y tranquilo. Ellas se sentaron detrás en las rodillas de aquellos hombres, con las faldas alzadas, mirando hacia delante y, mientras fumaban sus cigarrillos y reían y bebían, les dejaba ponerse las botas.
“¿Y qué hizo el otro tipo, mientras sucedía eso?”, me sentí obligado a preguntar al final.
“No hizo nada”, dijo. “Le dejé que me cogiera la mano y le hablé lo más rápido que pude para quitárselo de la cabeza.”
“Venga, hombre”, dije, “déjate de cuentos. A ver, ¿qué hizo? ¡Cuenta!¡Cuenta!”
Bueno, el caso es que le tuvo cogida la mano mucho tiempo, lo creáis o no. Además, ¿qué podía hacer? ¿Es que no iba conduciendo el coche?
“¿Quieres decir que en ningún momento se le ocurrió parar el coche?”
Claro que sí. Lo intentó varias veces, pero ella lo convenció para que no lo hiciese… Ése era el rollo. Estaba pensando desesperadamente cómo pasar a la verdad.
“¿Y al cabo de un rato?”, dije, para allanar el terreno.
“Pues, de repente, me soltó la mano…” Hizo una pausa.
“¡Sigue!”
“Y después volvió a cogerla y se la colocó sobre la pierna. Llevaba la bragueta abierta y tenía el aparato tieso… y estremeciéndose. Era un aparato enorme. Me entró un susto tremendo, pero no me dejaba retirar la mano. Tuve que hacerle una paja. Después paró el coche e intentó arrojarme fuera. Le rogué que no lo hiciese. “Sigue conduciendo despacio”, dije, “Haré lo que quieras… después. Estoy asustada”. Se limpió con un pañuelo y reanudó la marcha. Entonces empezó a decir las guarrerías más soeces…”
“¿Como por ejemplo?¿Qué dijo exactamente?¿Lo recuerdas?”
“Oh, no quiero hablar de eso… era repugnante.”
“Después de lo que me has contado, no veo por qué vacilas por unas palabras”, dije, “¿Qué diferencia hay? Igual podrías…”

Fazal Sheikh

Fazal Sheikh nació en 1965 en Nueva York, se graduó en Princeton en 1987 y ha viajado por Pakistán, Afganistán, Brasil, Cuba e India, así como por diversos países de Africa, buscando comunidades de personas refugiadas o desplazadas de sus hogares por las guerras civiles, la sequía y el hambre, luchando por sobrevivir durante años en los campamentos de refugiados donde el equilibrio tradicional de su vida ha sido completamente destruido.
Ha trabajado en los campamentos de Kenia, Malawi y Tanzania, donde se reunieron las personas que huyeron de los conflictos de Sudán, Etiopía, Somalia, Mozambique y Ruanda. A mediados de la década de 1990 visitó los campamentos de refugiados afganos que habían escapado después de la invasión soviética de su país. Cuando regresó a los campamentos donde los refugiados somalíes en Kenia han estado viviendo durante una década, encontró a los niños que había fotografiado diez años antes, ahora convertidos en adolescentes que no conocían nada más que la vida en los campamentos. Desde entonces ha trabajado en Mexico, Cuba, Brasil y, más recientemente, la India. Su último libro, Moksha, examina la vida de las viudas de los desposeídos de la India.
“Una cosa es fotografíar personas y otra tratar de entenderlas. Para esto se necesita tiempo y paciencia, y un innato respeto a la diferencia, el abismo entre su propia religión, política, posición económica, idioma y los de la persona frente a uno. Tratar de cruzar ese abismo con una cámara invita a la sospecha y al malentendido. Pero en una época en que la fotografía tradicional a menudo se limita a una breve escala y la búsqueda de imágenes sensacionalistas, es mayor que nunca la necesidad de tener tiempo y representar y comprender a las personas cuyas vidas y valores son muy diferentes a los nuestros.”
Fazal Sheikh no sólo hace fotos, sino que entrevista a las personas que fotografía, les pregunta sobre sus vidas, e incluye las transcripciones en sus libros y exposiciones, a las que añade su propio comentario sobre su pueblo, su país, y la situación en la que se encuentra.

Kirmen Uribe

Kirmen Uribe se ríe todo el rato. Es alegre y además hoy está sobresaltado. Patxi López ha escogido su poema 'Maiatza' para jurar como lehendakari. "Ha sido un detalle y me honra", dice el escritor.
Patxi López y Kirmen Uribe habían coincidido una vez. Fue en los premios Ramón Rubial cuando López le dijo que le gustaba su libro 'Mientras tanto dame la mano'. "Me contó que su poema preferido era 'Te quiero no', que habla de un tío mío que trabajaba en Altos Hornos y a él le recordaba a su abuelo", cuenta el poeta. Y es que el País Vasco es un lugar pequeño en el que las personas más distintas pueden haber tenido un pasado común. Por eso, más allá del significado político que López haya querido dar al poema, lo importante para Kirmen es que al elegir a un autor vasco que escribe en euskera el lehendakari ha hecho "un guiño al mundo euskaldún. En Euskadi hay dos culturas, dos lenguas que tienen que convivir. En eso coincido con él".
No obstante, cree que la lectura de 'Maiatza' —mayo en euskera— no significa "que la gente vaya a asociar ni a mi obra ni a mí con una corriente política", explica, porque él está fuera de eso. Escribe para lectores diferentes, y más en un lugar como el País Vasco donde parece que la diferencia es lo único en que todos coinciden. Además, una vez un poema está publicado "pertenece al lector. Eso es lo bonito de la poesía, que cada uno pueda interpretarla".
Y eso es lo que ha hecho Patxi López escogiendo este poema que habla, como dice el autor, "sobre empezar de cero. Sobre cómo los fallos del pasado hay que enmendarlos en el futuro". Pero el poeta ve aún más significado en la elección de estos versos. "Se publicó en el New Yorker y yo creo que él lo sabía. Con eso también está diciendo que somos una cultura pequeña, pero que quiere ser universal".
Lo dice uno de los abanderados de traspasar fronteras. El poeta, de 39 años, ha vivido en Nueva York, donde "vuelve cada año" y donde organiza —entre otras ciudades del mundo—recitales de poesía musicada con la poetisa y traductora de su obra, Elisabeth Macklin, y los músicos Bingen Mendizabal, Mikel Urdangarín, Rafa Rueda. Además su obra ha sido traducida a varias lenguas —alemán, italiano— y su libro 'Mientras tanto dame la mano' está publicado en castellano por la editorial Visor. Su última obra, la novela Bilbao-New York-Bilbao, que se traducirá próximamente al castellano, tiene también ese componente viajero, y a la Gran Manzana como escenario.
Porque la idea de Kirmen es que la poesía debe salir de los libros, estar en la calle, "que es donde está el público". Por eso colabora con artistas plásticos, videoartistas, músicos y otros escritores euskaldunes. "La poesía y la narrativa en Euskadi vive un buen momento. Por primera vez convergemos varias generaciones, la de Atxaga, una intermedia, la mía con Harkaitz Cano, Unai Elorriaga, y otra más joven. Todo esto es muy enriquecedor", cuenta. Esta escena literaria hace que algo se mueva, que la gente se interese, y en el caso de Kirmen Uribe, esto de que Patxi López haya recitado unos versos suyos ayude a su poesía a llegar a más calles. Él se ríe otra vez: "sí, ojalá sea para bien".
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Te quiero, no
Aunque trabajó durante cuarenta años
en los Altos Hornos,
en su interior había todavía un labrador.

En octubre, asaba pimientos rojos
con un soldador
en el balcón de su casa de barrio.

Su voz era capaz de hacer callar
a cualquiera.
Sólo su hija se atrevía con él.

Él nunca decía te quiero.

El tabaco y el polvo de acero
quemaron sus cuerdas vocales.
Dos amapolas a punto de caer.

Cuando se jubiló,
su hija se casó en otra ciudad.
Él le hizo un regalo.

No eran rubíes, ni siquiera seda roja.
Había ido sacando piezas de la fábrica.
Poco a poco, sus manos soldaron una cama de acero.

Él nunca decía te quiero.

Fuente: SOFÍA RUIZ DE VELASCO (SOITU.ES)

Premio Cervantes para el chileno Nicanor Parra


Con 97 años, obtuvo el galardón más prestigioso de las letras hispanas, otorgado por España. Compitió contra Ernesto Cardenal, Fernando Vallejo, Eduardo Galeano y Fina García Marruz.

EL CONDUCTOR DEL RAPIDO - Horacio Quiroga

«Desde 1905 hasta 1925 han ingresado en el Hospicio de las Mercedes 108 maquinistas atacados de alienación mental».

«Cierta mañana llegó al manicomio un hombre escuálido, de rostro macilento, que se tenía malamente en pie. Estaba cubierto de andrajos y articulaba tan mal sus palabras que era necesario descubrir lo que decía. Y, sin embargo, según afirmaba con cierto alarde su mujer al internarlo, ese maquinista había guiado su máquina hasta pocas horas antes».

«En un momento dado de aquel lapso de tiempo, un señalero y un cambista alienados trabajaban en la misma línea y al mismo tiempo que dos conductores, también alienados».

«Es hora, pues, dados los copiosos hechos apuntados, de meditar ante las actitudes fácilmente imaginables en que podría incurrir un maquinista alienado que conduce un tren».

Tal es lo que leo en una revista de criminología, psiquiatría y medicina legal, que tengo bajo mis ojos mientras me desayuno.

Perfecto. Yo soy uno de esos maquinistas. Más aun: soy conductor del rápido del Continental. Leo, pues, el anterior estudio con una atención también fácilmente imaginable.

Hombres, mujeres, niños, niñitos, presidentes y estabiloques: desconfiad de los psiquiatras como de toda policía. Ellos ejercen el contralor mental de la humanidad, y ganan con ello: ¡ojo! Yo no conozco las estadísticas de alienación en el personal de los hospicios; pero no cambio los posibles trastornos que mi locomotora con un loco a horcajadas pudiera discurrir por los caminos, con los de cualquier deprimido psiquiatra al frente de un manicomio.

Cumple advertir, sin embargo, que el especialista cuyos son los párrafos apuntados comprueba que 108 maquinistas y 186 fogoneros alienados en el lapso de veinte años, establecen una proporción en verdad poco alarmante: algo más de cinco conductores locos por año. Y digo ex profeso conductores refiriéndome a los dos oficios, pues nadie ignora que un fogonero posee capacidad técnica suficiente como para manejar su máquina, en caso de cualquier accidente fortuito.

Visto esto, no deseo sino que este tanto por ciento de locos al frente del destino de una parte de la humanidad, sea tan débil en nuestra profesión como en la de ellos.

El ruido de un trueno - Ray Bradbury

El anuncio en la pared parecía temblar bajo una móvil película de agua caliente. Eckels sintió que parpadeaba, y el anuncio ardió en la momentánea oscuridad:

SAFARI EN EL TIEMPO S.A. SAFARIS A CUALQUIER AÑO DEL PASADO. USTED ELIGE EL ANIMAL NOSOTROS LO LLEVAMOS ALLÍ, USTED LO MATA.

Una flema tibia se le formó en la garganta a Eckels. Tragó saliva empujando hacia abajo la flema. Los músculos alrededor de la boca formaron una sonrisa, mientras alzaba lentamente la mano, y la mano se movió con un cheque de diez mil dólares ante el hombre del escritorio.

-¿Este safari garantiza que yo regrese vivo?

-No garantizamos nada -dijo el oficial-, excepto los dinosaurios. -Se volvió-. Este es el señor Travis, su guía safari en el pasado. Él le dirá a qué debe disparar y en qué momento. Si usted desobedece sus instrucciones, hay una multa de otros diez mil dólares, además de una posible acción del gobierno, a la vuelta.

Eckels miró en el otro extremo de la vasta oficina la confusa maraña zumbante de cables y cajas de acero, y el aura ya anaranjada, ya plateada, ya azul. Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano.

-¡Infierno y condenación! -murmuró Eckels con la luz de la máquina en el rostro delgado-. Una verdadera máquina del tiempo. -Sacudió la cabeza-. Lo hace pensar a uno. Si la elección hubiera ido mal ayer, yo quizá estaría aquí huyendo de los resultados. Gracias a Dios ganó Keith. Será un buen presidente.

-Sí -dijo el hombre detrás del escritorio-. Tenemos suerte. Si Deutscher hubiese ganado, tendríamos la peor de las dictaduras. Es el antitodo, militarista, anticristo, antihumano, antintelectual. La gente nos llamó, ya sabe usted, bromeando, pero no enteramente. Decían que si Deutscher era presidente, querían ir a vivir a 1492. Por supuesto, no nos ocupamos de organizar evasiones, sino safaris. De todos modos, el presidente es Keith. Ahora su única preocupación es...

Stanley Kubrick, la cámara meticulosa

No es común, en las personalidades ligadas al ámbito cinematográfico, hallar la discreción y el enclaustramiento que caracterizaron a Stanley Kubrick. El director de obras clave del cine mundial como La naranja mecánica y 2001: una odisea del espacio murió repentinamente en su casa en Hertfordshire, en circunstancias poco claras, el 7 de marzo. Contaba 70 años de edad. El portavoz familiar simplemente informó: "Stanley Kubrick ha muerto esta mañana. No habrá más comentarios al respecto". Sólo su esposa, Christiane Herlan, y sus tres hijas, Katherine, Anya y Vivian, además de un séquito de apenas unas cien personas, pudieron asistir al funeral.

Crítico acérrimo del estilo de vida hollywoodense, enemigo de las marquesinas y un apasionado de la meticulosidad en su trabajo, decía en uno de sus primeros filmes que "la individualidad es como un monstruo que debe ser estrangulado en la cuna para que los que te rodean se sientan cómodos". Kubrick se marchó a Inglaterra en 1961. Estableció su residencia en Harpenden, Hertfordshire, y allí se convirtió en un ilustre ermitaño que se negó el resto de su vida a conceder entrevistas y asistir a los múltiples reconocimientos que obtenía por sus obras.

El ser y la nada - Jean Paul Sartre

El ser humano y la libertad

1.

El estudio de la voluntad ha de permitirnos, al contrario, adelantarnos más en la comprensión de la libertad. Por eso lo que ante todo reclama nuestra atención es que, si la voluntad ha de ser autónoma, es imposible considerarla como un hecho psíquico dado, es decir, en-si. No podría pertenecer a la categoría de los "estados de conciencia" definidos por el psicólogo. En éste como en todos los demás casos comprobamos que el estado de conciencia es un mero ídolo de la psicología positiva. La voluntad es necesariamente negatividad y potencia de nihilización, si ha de ser libertad. Pero entonces no vemos ya por qué reservarle la autonomía. Mal se conciben, en efecto, esos agujeros de nihilización que serían las voliciones y surgirían en la trama, por lo demás densa y plena, de las pasiones y del "pathos" en general. Si la voluntad es nihilización, es preciso que el conjunto de lo psíquico lo sea también. Por otra parte, - y volveremos pronto sobre ello -, ¿de dónde se saca que el "hecho" de pasión o el puro y simple deseo no sean niihilízadores? ¿La pasión no es, ante todo, proyecto y empresa, no pone, justamente, un estado de cosas como intolerable, y no está obligada por eso mismo a tomar distancia con respecto a ese estado y a nihilizarlo aislándolo y considerándolo a la luz de un fin, es decir, de un no-ser? ¿Y la pasión no tiene sus fines propios, que son reconocidos precisamente en el momento mismo en que ella los pone como no-existentes? Y, si la nihilización es precisamente el ser de la libertad, ¿cómo negar la autonomía a las pasiones para otorgársela a la voluntad?

2.

Pero hay más: lejos de ser la voluntad la manifestación única o, por lo menos, privilegiada de la libertad, supone, al contrario, como todo acaecimiento del para-sí, el fundamento de una libertad originaria para poder constituirse como voluntad. La voluntad, en efecto, se pone como decisión reflexiva con relación a ciertos fines. Pero estos fines no son creados por ella. La voluntad es más bien una manera de ser con respecto a ella: decreta que la prosecución de esos fines será reflexiva y deliberada. La pasión puede poner los mismos fines. Puede, por ejemplo, ante una amenaza, huir a todo correr, por miedo de morir. Este hecho pasional no deja de poner implícitamente como fin supremo el valor de la vida. Otro comprenderá, al contrarío, que es preciso permanecer en el sitio, aun cuando la resistencia parezca al comienzo más peligrosa que la huida: "se hará fuerte". Pero su objetivo, aunque mejor comprendido y explícitamente puesto, es el mismo que en el caso de la reacción emocional: simplemente, los medios para alcanzarlo están más claramente concebidos; unos de ellos se rechazan como dudosos o ineficaces, los otros son organizados con más solidez. La diferencia recae aquí sobre la elección de los medios y sobre el grado de reflexión y explicación, no sobre el fin. Empero, al fugitivo se le dice "pasional", y reservamos el calificativo de "voluntario" para el hombre que resiste. Se trata, pues, de una diferencia de acritud subjetiva con relación a un fin trascendente. Pero, si no queremos caer en el error que denunciábamos antes, considerando esos fines trascendentes como prehumanos y como un límite a priori de nuestra trascendencia, nos vemos obligados a reconocer que son la proyección temporalizadora de nuestra libertad. La realidad humana no puede recibir sus fines, como hemos visto, ni de afuera ni de una pretendida "naturaleza" interior. Ella los elige, y, por esta elección misma, les confiere una existencia trascendente como límite externo de sus proyectos. Desde este punto de vista - y si se comprende claramente que la existencia del Dasein precede y condiciona su esencia-, la realidad humana, en y por su propio surgimiento, decide definir su ser propio por sus fines. Así, pues, la posición de mis fines últimos caracteriza a mi ser y se identifica con el originario brotar de la libertad que es mía. Y ese brotar es una existencia: nada tiene de esencia o de propiedad de un ser que fuera engendrado conjuntamente con una idea. Así, la libertad, siendo asimilable a mi existencia, es fundamento de los fines que intentaré alcanzar, sea por la voluntad, sea por esfuerzos pasionales. No podría, pues, limitarse a las actos voluntarios. Al contrario, las voliciones son, como las pasiones, ciertas actitudes subjetivas por las cuales intentamos alcanzar los fines puestos por la libertad original. Por libertad original, claro está, no ha de entenderse una libertad anterior al acto voluntario o apasionado, sino un fundamento rigurosamente contemporáneo de la voluntad o de la pasión, que éstas, cada una a su manera, manifiestan. Tampoco habrá de oponerse la libertad, a la voluntad o a la pasión como el "yo profundo" de Bergson al yo superficial: el para-sí es íntegramente ipseidad y no podría haber "yo-profundo", a menos de entender por ello ciertas estructuras trascendentes de la psique. La libertad no es sino la existencia de nuestra voluntad o de nuestras pasiones, en cuanto esta existencia es nihilización de la facticidad, es decir, la existencia de un ser que es su ser en el modo de tener de serlo. Volveremos sobre ello. Retengamos, en todo caso, que la voluntad se determina en el marco de los móviles y fines ya puestos por el para-si en un proyecto trascendente de sí mismo hacia sus posibles. Si no, ¿cómo podría comprenderse la deliberación, que es apreciación de los medios con relación a fines ya existentes?

Jean Paul Sartre - El ser y la nada, 1943, cuarta parte. Cap. I, l.

(fragmento)

La Rebelión de los Angeles. Anatole France

El ángel emprendió su camino por las calles invadidas de una bruma rojiza, salpicada de luces amarillas y blancas, y en las que los caballos resoplaban su aliento humeante y los faros de los autos pasaban a gran velocidad.
[…] Buscó en un pequeño restaurante pero como no encontraba el rostro que andaba buscando, pues en la sala no había ningún ángel, tomó asiento en un pequeño velador de mármol que quedaba libre.
Cuando les aguijonea el hambre, los ángeles necesitan comer igual que los animales terrestres, y los alimentos que ingieren, transformados por el calor digestivo, se asimilan a su sustancia celestial. […]
Cuando estaba terminando su frugal cena, un joven con aspecto de pordiosero y ropas raídas entró en el restaurante y, tras buscar con la mirada entre las mesas, se aproximó al ángel y le saludó llamándolo Abdiel, pues él también era un espíritu celeste.
[…]
Su caída, producida hacía dos años, había sido repentina. Pertenecía al octavo coro de la tercera jerarquía, y tenía como misión transmitir la gracia a los fieles, que todavía perduran en buen número en Francia, especialmente entre los oficiales superiores del ejército de tierra y de la armada.
-Una noche de verano –contó-, cuando descendía del cielo para repartir consuelos, perseverancias e indulgencias  a varias personas piadosas del barrio de l’Etoile, mis ojos, aunque estaban acostumbrados a los resplandores inmortales, se deslumbraron ante las flores de fuego que sembraban los Campos Elíseos. Grandes candelabros que señalaban bajo los árboles la entrada a los cafés y restaurantes, conferían a las hojas los preciosos destellos de las esmeraldas. Largas guirnaldas de perlas luminosas delimitaban los recintos a cielo abierto, en los que se apretaba una multitud de hombres y mujeres ante una orquesta festiva y cuyas canciones llegaban confusamente a mis oídos. La noche era calurosa; mis alas empezaban a acusar descanso. Descendí hasta uno de esos conciertos y me mezclé, invisible, entre el auditorio. En ese momento apareció una mujer en el escenario, vestida con un traje corto de lentejuelas. Los reflejos de las candilejas y la pintura de su rostro impedían ver de ella otra cosa que su mirada y su sonrisa. Su cuerpo era flexible y voluptuoso. Cantó y bailó… Arcadio, siempre disfruté con la música y la danza; pero la voz corrosiva y los movimientos insinuantes de aquella criatura me provocaron una turbación desconocida. Palidecí, enrojecí, mis ojos se nublaron, la lengua se me secó en la boca; me quedé paralizado.
Y Teófilo le contó entre lamentos que había caído poseído por el deseo de aquella mujer y que no había regresado al cielo; pero, como había adoptado la forma humana se adaptó a la vida terrestre, pues está escrito: «En aquel tiempo, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas».
Era un ángel caído, y a pesar de haber perdido su inocencia al tiempo que la contemplación de Dios, conservaba al menos el candor espiritual. Se vistió con unos harapos que sustrajo del escaparate de un revendedor israelí y fue al encuentro de aquella a quien amaba. Se llamaba Bouchotte y vivía en un pisito, en Montmartre. Se arrojó a sus pies y le dijo que era adorable, que cantaba de forma deliciosa, que la amaba con locura, que por ella renunciaba a su familia y a su patria, que era músico y no carecía de medios de subsistencia. Conmovida por tanta pasión y candor, por tanta miseria y amor, Bouchotte le dio de comer, le vistió y le amó.

Fragmento de La Rebelión de los Angeles
Anatole France
(1844 – 1924)
Poeta, periodista y novelista francés. Premio Novel de Literatura.

La Tentación de Existir - Émile Cioran

Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada. Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.

Steve Jobs, la mente que revolucionó los hábitos de la humanidad

Redacción Internacional, 6 oct (EFE).- Steve Paul Jobs, cofundador y presidente de Apple Computer, uno de los mayores innovadores en la industria informática, ha fallecido hoy después de transformar los hábitos de consumo de varias generaciones con productos como el iPod, el iPhone o el iPad.
Jobs revolucionó el mundo de los ordenadores con el lanzamiento del Macintosh y en el siglo XXI la industria de consumo con tres de los aparatos electrónicos más exitosos de la historia: el iPod, el iPhone y el iPad.
Nacido el 24 de febrero de 1955 en Los Altos (California, EEUU), fue adoptado a los pocos meses de vida por Paul y Clara Jobs. Tras terminar el bachillerato en el instituto Homestead de Mountain View, ingresó en el Reed College en Portland, Oregón, pero abandonó los estudios universitarios un semestre más tarde. En esa época, se interesó por la filosofía y la contracultura, llegando a viajar a la India en busca de iluminación espiritual.
Después de unas prácticas en 1974 en la empresa Hewlett-Packard en Palo Alto, fue contratado por Atari Inc. como diseñador de videojuegos. En compañía del ingeniero Steve Wozniak, un viejo amigo del instituto con quien compartía su pasión por la electrónica y la mística religiosa, y de Ronald Gerald Wayne, se volcó desde 1974 en el desarrollo de una computadora dirigida a usuarios sin grandes conocimientos informáticos. La capacidad visionaria de Jobs y la preparación técnica de Wozniak dieron sus frutos en 1976 con la creación en un garaje del Apple I, que consistía en un teclado combinado a un microprocesador y con conexión a un monitor. Ese año fundaron Apple Computer. El Apple II, sucesor del I, se convirtió en el primer ordenador de consumo masivo, los pedidos llovieron y Apple pasó a ser la empresa de mayor crecimiento en EEUU, facturando en 1983 2.000 millones de dólares. Tras el Apple II, Jobs y Wozniak revolucionaron el mundo de la industria informática con el lanzamiento en 1984 del "Macintosh", considerado el primer ordenador que responde al concepto de PC (ordenador personal). El nombramiento en 1983 del ex presidente de Pepsi-Cola, John Sculley, como máximo ejecutivo de la empresa, trajo las primeras desavenencias entre Jobs y la compañía de la manzana. Además los roces con su antiguo compañero y amigo, Steve Wozniak, tuvieron como resultado la salida en 1985 de Apple de este último, el mismo año en que Jobs presentó su dimisión.
Tras abandonar Apple, creó en 1986 los Estudios de Animación Pixar, fundados sobre la división de animación de "Lucas Film" comprados a George Lucas por 50 millones de dólares. En 1989 la nueva empresa consiguió el Óscar a la mejor película de animación con el cortometraje "Tin Toy" y en 1996 el segundo con "Toy Story", el primer largometraje realizado íntegramente por ordenador. En 2005 vendió Pixar a Disney por 7.400 millones de dólares, lo que le convirtió en el mayor accionista de Disney. Su otra aventura empresarial, NeXTComputer, fue menos exitosa y cerró su división de máquinas en 1993, tras lanzar su primer ordenador en 1989. Steve Jobs volvió a Apple en diciembre de 1996 con el cargo de asesor interino y mas tarde como presidente con el sueldo de 1 dólar, lo que le hizo pasar al libro Guiness de los Records como el ejecutivo peor pagado.
En agosto de 1997 anunció un acuerdo con su hasta entonces rival Microsoft, que invirtió 150 millones de dólares en Apple. El lanzamiento en 1998 del iMac, un PC de diseño vanguardista y ordenador multimedia completo, levantó a la compañía, un éxito de ventas que revalorizó un 50% las acciones de Apple. El Imac tuvo en el Ibook su continuación en el mercado de los ordenadores portátiles.
La consolidación de Apple como marca de referencia de la electrónica de consumo empezó en 2001 con el lanzamiento del Ipod, un reproductor de música y contenidos multimedia del que se han vendido más de 220 millones de unidades hasta 2009. Su siguiente paso para convertir los productos de la compañía de la manzana en iconos del consumo más sofisticado y fetichista fue el Iphone, un teléfono inteligente de pantalla táctil con conexión a internet, que se lanzó en 2007 y del que se vendieron 50 millones de unidades hasta abril de 2010. Del Ipad, un ordenador tipo tableta con conexión inalámbrica a internet, se vendieron más tres millones de unidades en todo el mundo en los primeros tres meses en el mercado.
Steve Jobs, que ya había sufrido un cáncer de páncreas, anunció el 14 de enero de 2009 su retirada temporal, al empeorar su salud. Tras recibir un trasplante de hígado y experimentar una mejoría retomó su trabajo el 29 de junio de 2009, aunque el 17 de enero de 2011 anunció de nuevo su baja temporal.
Abandonó el cargo de consejero delegado de la compañía el 25 de agosto de 2011, aunque se reservó la presidencia de la junta directiva.
La respuesta de los mercados ante las bajas médicas y su abandono de las responsabilidades en la misma han dejado claro lo íntimamente ligado que está el nombre de Steve Jobs al futuro de Apple. EFE

El Ché Guevara, líder revolucionario

Es imposible separar hoy la historia de la Revolución Cubana de la figura indiscutible del Ché Guevara. Mucho se habla de Fidel Castro, pero tal vez sin la presencia del Ché, marxista y revolucionario argentino, la imagen del dictador jamás hubiera pasado a la historia de la humanidad. No creo que haya en el mundo nadie que no reconozca la famosa silueta del Ché.

Parece que no pasa el tiempo, porque el líder revolucionario sigue siempre muy presente en el corazón de todos sus seguidores. Sus ideas revolucionarias han ido pasando de generación en generación. Quién se lo iba a decir a aquella familia de clase media quien, el 14 de junio de 1928, traía al mundo al Ché Guevara en la ciudad argentina de Rosario.

Aquel joven Ché Guevara creció entre los artículos sobre la Guerra Civil española que escribía su tío, además de otras novelas y libros de novelistas británicos, entre los que contaba como sus favoritos a Rudyard Kipling y Robert Louis Stevenson. Desde pequeño sufrió de asma crónica, lo que no le imposibilitó asistir a una escuela médica y graduarse como médico.

Después de terminar sus estudios de medicina, el Ché Guevara comenzó a recorrer Sudamérica. No es de extrañar que aquellos viajes fueran el germen de su estilo revolucionario, al comprobar la pobreza, la marginación y el hambre que pasaban sus hermanos de patria. Fue el momento de la revolución en la vida del guerrillero.

En 1954 el Ché se encontraba en Guatemala, siendo testigo directo del derrocamiento del presidente guatemalteco Jacob Arbenz por el presidente norteamericano, Eisenhower. Aquellos disturbios, en los que intervino la CIA, trajo consigo la muerte de cientos de guatemaltecos inocentes. La furia del Ché Guevara no pudo estarse ya quieta.


El Ché marchó a México y comenzó a leer a Marx y Lenin. Una vez allí se reunió con una serie de revolucionarios cubanos que preparaban el asalto para derrocar a Fulgencio Batista, puesto en el gobierno de Cuba por mediación de Estados Unidos. Entre esos revolucionarios se hallaban Fidel Castro y su hermano Raúl.

A bordo del Granma se dirigieron a Cuba, contando en su expedición con el médico Ché Guevara. Pero este no pudo quedarse simplemente como doctor de la expedición, y se unió a la lucha de los revolucionarios. El 2 de enero de 1959 derrocaron a Batista, y seis días más tarde Fidel Castro llegó al poder en Cuba.

Con el inicio de la Revolución Cubana, el Ché pasó a formar parte del grupo de colaboradores de Castro, conformando el Grupo Tarará y llegando a ser Ministro de Industrias y Agricultura. En uno de sus muchos discursos, el Ché abogó por la destrucción total del imperialismo, como lema de su política y sus ideales. Llegó incluso a embarcarse rumbo a la República Democrática del Congo en abril de 1965.

En noviembre de 1966 sus ideales revolucionarios le llevaron a una nueva guerrilla, esta vez en Bolivia, bajo el alias de Adolfo Mena González. Sin embargo, el 8 de octubre de 1967, el Ché fue capturado por las tropas bolivarianas apoyadas por la CIA. Nada más conocerse su identidad real, el presidente boliviano René Barrientos ordenó su ejecución inmediata.

La ejecución se produjo a la 01.10 de la madrugada del 9 de octubre de 1967, en una pequeña casa del pueblo de La Higuera. Su cuerpo fue exhibido para que todos supieran de su muerte. Dicen que su ejecutor, el Sargento Teran disparó hasta en nueve ocasiones sobre el Ché.

A su muerte Cuba dispuso de tres días de luto nacional. Fue la vida de un líder revolucionario que, acertadas o no, luchó por las ideas en las que siempre creyó, dando su vida por ellas.

Fuente: Jose Manuel Breval-http://historiageneral.com/

Émile Durkheim

Émile Durkheim nació el 15 de abril de 1858 en Épinal (Lorena, Francia), en el seno de una familia de origen judío. En 1879 ingresó en la Escuela Normal Superior de París, donde estudió, entre otros, con Fustel de Coulanges. Lo apodaban "El Metafísico" debido a su marcado interés por las cuestiones filosóficas. En 1882 se licenció en Filosofía, disciplina en la que se formó bajo la influencia del positivismo y el evolucionismo.

Para abordar el análisis de la realidad social, cursó estudios específicos en Francia y Alemania durante 1785 y 1786, leyendo las obras de algunos de los precursores de la Sociología, entre ellos de los franceses Montesquieu y Tocqueville y de los alemanes Simmel, Tonnies y Wundt. Pero fue Auguste Comte quien lo marcó más profundamente, transformándolo en su heredero y continuador.

Enseñó Pedagogía y Ciencias Sociales en la Facultad de Letras de la Universidad de Burdeos desde 1887. En 1893 publicó su tesis doctoral, La división del trabajo social, y dos años después Las reglas del método sociológico. Durante 1896, sus cursos sobre Sociología se convirtieron en la primera cátedra de esta disciplina en Francia. Al año siguiente (1897) publicó El suicidio.

Al comenzar el siglo XX (1902) fue nombrado profesor suplente de la Cátedra de Pedagogía de la Sorbona de París, donde obtendría la titularidad en 1906. En 1911 publicó su comunicación al Congreso de Filosofía de Bologna, Juicios de realidad y juicios de valor, y, en 1912, Las formas elementales de la vida religiosa. En 1913 se le permitió cambiar el nombre de su cátedra por el de "Sociología".

La muerte de su hijo (1915), en el frente de Salónica durante la Primera Guerra Mundial, lo sumió en la depresión y debilitó su salud causando su propia muerte (París, 1917).

A su muerte fueron publicados Educación y Sociología (1922), Sociología y Filosofía (1924), La educación moral (1925) y El socialismo (1928).

Durkheim fue un ferviente defensor de la aplicación del método científico al estudio de los fenómenos sociales, a los que consideraba "hechos sociales que deben ser tratados como cosas".

Al igual que Comte, Durkheim se interesó por el estudio de las bases de la estabilidad social. Y creyó encontrarlas en la moralidad y la religión, en los valores compartidos por cada sociedad. Esta conciencia colectiva es —según su interpretación— la que da a la sociedad cohesión y orden. Cuando una sociedad sufre la pérdida de los valores compartidos cae en un estado de "anomia" (sin norma, sin ley) y los individuos que la componen experimentan un creciente grado de ansiedad e insatisfacción. En El suicidio estudia, con una base cuantitativa brindada por los registros oficiales de suicidios de países de la Europa occidental, el crecimiento de la tasa de suicidios en los países protestantes y lo compara con la tasa de suicidios de los países con mayor proporción de población católica. Ello le permite relacionar el mayor grado de libertad que brinda el protestantismo con el mayor nivel de anomia, la consiguiente agudización de la ansiedad y la más elevada tasa de suicidios que se registra en los países de mayoría protestante.

Durkheim entiende a la sociedad como una realidad espiritual que no puede reducirse a la mera suma de los individuos que la componen. Las leyes que rigen esta realidad espiritual difieren de las que rigen la psiquis del individuo. La tarea del científico social consiste, justamente, en estudiar las representaciones colectivas (derecho, moral, religión, etc.) que la sociedad impone al individuo.

En toda sociedad se da una solidaridad básica, que varía según sea el tipo de sociedad. En las sociedades primitivas se da una solidaridad que él denomina mecánica, por el lazo de sangre o parentesco. En las sociedades modernas, la solidaridad es orgánica y se funda en la división del trabajo, en la complementación para la obtención de los medios de subsistencia.

Durkheim consideraba a la religión como un componente esencial de la vida social. Por eso afirmaba: «Mientras haya hombre, habrá religión.» Según él, mediante la religión es la propia sociedad la que se diviniza a sí misma.

Émile Durkheim fue, sin lugar a dudas, uno de los principales responsables del surgimiento y reconocimiento de la Sociología como ciencia. Hizo todo lo que estuvo a su alcance por dotarla de un método científico que la pusiera en estrecha relación con los "hechos", con el fundamento empírico, y la distanciara de los juicios de valor. Su influencia se extendió más allá del campo sociológico, proyectándose sobre la Antropología, la Pedagogía, la Historia, el Derecho y la Filosofía.

 Sociólogo y filósofo francés; positivista, seguidor de Comte, profesor de la Sorbona. Durkheim afirmaba que la sociología debía estudiar la sociedad como realidad espiritual singular, cuyas leyes son distintas de las leyes de la psique del individuo. Toda sociedad, según él, se basa en representaciones colectivas de valor general; el hombre de ciencia se ocupa de hechos sociales y representaciones colectivas (derecho, moral, religión, sentimientos, costumbres) impuestas con carácter forzoso a la conciencia humana por el medio social. Durkheim explicaba el desarrollo de la sociedad por tres factores: densidad de población, desarrollo de las vías de comunicación y conciencia colectiva. Toda sociedad se caracteriza por la solidaridad social. En la sociedad primitiva, la solidaridad era «mecánica» y se basaba en el parentesco de sangre. En el mundo moderno, la solidaridad es «orgánica» y se basa en la división del trabajo, es decir, en la colaboración de clases en pro de la obtención de los medios de existencia. Durkheim consideraba que uno de los aspectos importantes de la vida social es la religión. Cambiando sus formas en función del desarrollo de la sociedad, la religión existirá mientras exista el hombre, pues en ella la sociedad se diviniza a sí misma. Obras principales: «La división del trabajo social» 1893) «Las reglas del método sociológico» (1895), «Las formas elementales de la vida religiosa» (1912).

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Diccionario soviético de filosofía

Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965, página 129.

El Pibe Juan - JUAN GELMAN

Las sirenas de los barcos bufan, las embarcaciones sueltan amarras en una calle polvorienta en la que inician un camino José Gelman y Paulina Burichson, junto a sus hijos Boris y Teodora, padres y hermanos del poeta. En la bitácora del barco alguien anota el testimonio de la infancia: el ambiente familiar en la casa de Villa Crespo, el niño turbado por el amor, el que junta papeles plateados en la calle, las manos pequeñas en el océano del piano, el olor del primer poema, el murmullo del barrio, los inicios del grupo El Pan Duro.



El único argentino de la familia soy yo. Mis padres y mis dos hermanos eran ucranianos. Emigraron en 1928. Mi padre era un socialrrevolucionario que había participado en la revolución de 1905. Yo no lo supe sino mucho después, en 1957, cuando encontré en Moscú a dos tías y a una prima que aún vivían en la casa de madera donde mi padre se había refugiado, y de la que debió escapar porque la policía del zar le pisaba los talones. Después anduvo por otras regiones de Rusia, vaya a saber por dónde, hasta que decidió ir a Buenos Aires. Llegó por primera vez en 1912, escapando del servicio militar.

Con un pasaporte falso partió hacia Génova. Ahí supo que zarparían dos barcos: uno hacia Nueva York y otro a Buenos Aires. El de Buenos Aires salió primero y en él se fue. Vivió en la capital argentina hasta que regresó a su tierra de origen, en los inicios de la revolución rusa, Volvió esperanzado porque eran momentos de cierto pluralismo. Como todo mundo sabe, los espacios se fueron cerrando.

Lo que lo desilusionó fue, sobre todo, la expulsión de Trotsky del Partido Comunista y su destierro en Alma Ata, en la frontera de Manchuria. Aunque él no era trotskista en absoluto, admiraba a Trotsky y pensaba que con su salida de escena se terminaban las últimas posibilidades de un debate democrático en la Unión Soviética. Entonces se fueron todos con pasaportes falsos, inaugurando así la tradición de pasaportes falsos en la familia. Mi hermana tenía tres años.

UNA PROMESA A REINALDO ARENAS

"Antes que me hagas la entrevista, tengo que decirte algo: tengo sida..." Con esa advertencia se inicio mi extraña entrada, hace más de una década, en el sobrecogedor mundo del escritor cubano Reinaldo Arenas.

Arenas había acudido a las oficinas de Radio Martí en Washington, cuando aun la radio emisora no había sido trasladada a Miami, no para promocionar sus libros que comenzaban a ser famosos en Estados Unidos, luego de haber triunfado en Francia y otras naciones europeas, sino para hablar del único tema que le importaba" la falta de libertad en Cuba..." y para denunciar a Fidel Castro". Había una urgencia especial en el escritor. Quería dejar un testamento oral para sus compatriotas y el mundo.

Pero antes de entrar a una pequeña cabina de grabación, en la que solo cabíamos el y yo, se volvió y me miro. Muy serio y en tono grave me advirtió, "tengo sida. Te importa entrar a un lugar tan chiquito conmigo? No tienes miedo que se te pegue?". No pude dejar de reírme por lo solemne de la advertencia. "Te lo digo en serio" agrego, sin entrar todavía en el mini estudio. Me encogí de hombros y le dije que no.

Su compañero Lázaro se quedó afuera con un portadocumentos lleno de panfletos. Era fines de la década de los 80, cuando se especulaba mucho sobre el sida. La mortal enfermedad estaba todavía rodeada de misterio, temor y malos entendidos.
"Creo que me voy a morir", me dijo simplemente.
"Todos nos tenemos que morir", le contesté.

Primer manifiesto surrealista de André Breton

Los sueños y el azar en el arte

André Breton (1896-1966) fue el principal fundador del surrealismo. Su liderazgo atrajo a una constelación de artistas e intelectuales que le ayudaron a postular los lineamientos para el movimiento surrealista. En el primer manifiesto surrealista (1924) defiende la escritura automática como expresión del funcionamiento del pensamiento, revalora la fuerza de las imágenes por el poder de la imaginación y cita a varios colaboradores de su ismo como Robert Desnos, Philippe Soupault, Roger Vitrac, entre otros.

Breton proclama la originalidad de su movimiento que une el sueño con la vigilia en la literatura, sin depender exclusivamente de la observación, reflexión y generalización, así mismo recomienda evitar glosar las frases generadas por este procedimiento para que el lector participe en el juego propuesto por el escritor y descubra la solidaridad entre las palabras del texto. Declara que su movimiento continúa la obra de Guillaume Apollinaire y Gerard de Nerval, quienes se interesaron en los sueños.

La influencia de Freud: Sigmund Freud descubrió el psicoanálisis en psiquiatría, lo que motivó el desarrollo del flujo de conciencia en la narrativa. Se daba densidad a la psicología de los personajes, estos cavilaban y nos mostraban sus facetas ocultas, enriqueciendo los puntos de vista de la novela. En poesía, se destacó el significado de los sueños, la velocidad del pensamiento y la importancia de los mensajes ocultos que en el arte son verdades trascendentes y de autoconocimiento.

James Ellroy

Clandestino (fragmento)

" Abrí. Lorna alzó los ojos de la máquina de escribir, me vio y saltó hacia la puerta intentando bloquearme el paso. La esquivé y cayó al suelo.
—Mierda, oh mierda. Dios mío —dijo, al tiempo que se arrastraba hacia la pared para sentarse apoyada en ella—. ¿Qué demonios quieres hacerme?
—Acechar tu corazón — respondí, lanzando el ramo de rosas sobre su escritorio— Vamos, deja que te eche una mano.
Me agache, tomé a Lorna por las axilas y, con cuidado, la ayudé a levantarse. Hizo unos leves intentos de apartarme, pero etaba claro que eran fingidos. La abracé con fuerza y no se resistió.
— Teníamos una cita, ¿recuerdas? —susurré entre sus cabellos castaños.
— Sí, lo recuerdo.
— ¿Estás lista para salir?
— Pienso que...
— Ya te dije anoche que no pensaras.
— No me digas lo que debo hacer, Underhill —murmuró— No sé lo que quieres, pero sé que me subestimas. He vivido lo mío. Tengo treinta y un años. He catado la promiscuidad y el amor verdadero, y ambas cosas son como mi pierna mala, no funcionan. No necesito un amante caritativo. No necesito un amante de las deformaciones. No necesito compasión, y lo que menos necesito es un policía".

GILLES DELEUZE: LA MAQUINA SOCIAL

A finales del año pasado falleció el filósofo francés Gilles Deleuze. Quisiera, por tanto, dedicar a su memoria el mejor agradecimiento que le hacemos a un escritor, mantener viva la discusión de su pensamiento. Deleuze fue una de las personalidades más destacadas de la filosofía francesa del siglo XX. Dentro de la corriente pos-estructuralista afincó su pensamiento desarrollando aspectos decisivos de la obra de Nietzsche, reinterpretando desde ahí a Spinoza, Leibniz y Kant. Amigo de Michel Foucault, nos ayuda a entenderlo, interpretarlo y profundizarlo. Para establecer la difícil relación entre Foucault y Marx seguí la guía de Deleuze cuando nos dice que "No es posible conciliación alguna entre Hegel y Nietzsche". No era posible para Foucault conservar el hegelianismo de Marx y a la vez ser un nietzscheano que se aplicó a concretizar muchas de sus ideas. Afincado en la genealogía nietzscheana, no era posible conciliaciones reconfortantes con la dialéctica. Es el propio Deleuze quien ilumina la crítica de la dialéctica tanto en Nietzsche como en Foucault.

Gracias por tu legado, Facundo Cabral

“ Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor, es un soldado menos. Todo esto y mucho más, lo aprendí de mi madre, se llamaba Sara, la elegí como madre por la misma razón por la que Dios la eligió como hija. Nunca pudo aprender nada puesto que, cada vez que estaba por aprender, llegaba la felicidad y la distraía. Nunca usó agenda porque hacía sólo lo que amaba y eso, se lo recordaba el corazón. Se dedicó sólo a vivir y no le quedó tiempo para otra cosa ”

Facundo Cabral

Jorge Luis Borges-24 de agosto de 1899/14 de junio de 1986


El hacedor (fragmento)

" Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologias del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Asi mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página. "

Aprendizaje, desafío y viaje de las palabras, por Eduardo Galeano

Para expresar mi gratitud a esta alegría inmensa que me han regalado no encuentro mejor manera que contar tres historias. No son inventadas por mí, sino que son por mí vividas.

La primera es sobre mi aprendizaje. Yo no tuve la suerte de conocer a Sherezade. No aprendí el arte de narrar en los palacios de Bagdad. Mis universidades fueron los viejos cafés de Montevideo. Los cuentacuentos anónimos me enseñaron. En la poca enseñanza formal que tuve –porque no pasé de primero de Liceo– fui un pésimo estudiante de historia. Y en los cafés descubrí que el pasado era presente. Y que la memoria podía ser contada de tal manera que dejara de ser eterna para convertirse en ahora.

No recuerdo la cara ni el nombre de mi primer profesor. Pero él contó una historia de 1904 –por la edad se veía que él no había nacido en aquel entonces–, pero la contaba como si hubiera estado ahí. Fue mi primera lección: el arte es una mentira que dice la verdad. Y escuchando aprendí que se puede contar lo que pasó de tal manera que vuelva a ocurrir cuando uno lo cuenta. Que pueda uno escuchar ese remoto trueno de los cascos de los caballos. Y que pueda uno ver las huellas de arena aunque el suelo sea de baldosa o de madera.

Y aquel hombre para decir la verdad mintió que él había recorrido las praderas ensangrentadas después de la batalla y había visto los muertos. Y uno de los muertos dijo –era un ángel, un muchacho bellísimo con la hincha blanca, roja de sangre–: Por la patria y por ella más.

Un segundo relato sobre mi primer desafío en el arte de narrar. En un pueblo boliviano, un día de laguna –Laguna devoraba a sus hijos metidos en los socavones de las tripas del estaño–, los mineros perseguían las betas de estaño y en esa cacería perdían en pocos años los pulmones y la vida. Yo había pasado un tiempo ahí, me había hecho algunos amigos y había llegado la hora de departir. Estuvimos toda la noche leyendo, los mineros y yo, cantando y contando chistes, a cual más malo. Cuando ya estábamos cerca del amanecer, cuando poco faltaba para que el chillido de la sirena los llamara al trabajo, mis amigos callaron todos a la vez y alguno preguntó, pidió, mandó: Y ahora hermanito, dinos cómo es la mar. Yo me quedé mudo, pero insistían, cuéntanos, cuéntanos cómo es la mar. Ninguno de ellos iba a verla nunca. Todos iban a morir temprano. Y yo no tenía más remedio que traerles la mar. La mar estaba lejísimos y yo tenía que encontrar palabras que fueran capaces de mojarlos.

Y la tercera historia sobre los extraños viajes de las palabras. Hace pocos meses, ante los estudiantes mexicanos leí algunos relatos. Uno de ellos, de mi libro Bocas del tiempo, contaba que el poeta español Federico García Lorca había sido fusilado y prohibido durante la larga dictadura de Franco. Y que un grupo de teatreros del Uruguay había estrenado una obra suya en un teatro de Madrid, al cabo de tantos años de obligado silencio. Y al fin de la obra esos teatreros no habían recibido los aplausos esperados; el público español había aplaudido con los pies pateando el piso. Y ellos se habían quedado estupefactos. No entendían nada. Tan mal habían actuado –pensaban–. Cuando me lo contaron pensé que quizás el trueno sobre la tierra había sido para el autor fusilado por rojo, por marica, por raro… Una manera de decirle: Para que sepas Federico lo vivo que estás. Y cuando lo conté en la Universidad de México me ocurrió lo que nunca me había ocurrido en las otras ocasiones en que había contado esa historia. Los estudiantes aplaudieron con los pies. Miles de pies pateando el piso con alma y vida. Y así continuaron mi relato y continuaron lo que mi relato contaba como si eso estuviera ocurriendo en un teatro de Madrid unos cuantos años antes. Ese segundo trueno sobre la tierra estaba también dirigido al poeta fusilado y era también una manera de decirle: Para que sepas, Federico, lo vivo que estás.

Uno y el universo - Ernesto Sabato

"La noticia de que los físicos habían descubierto un misterioso principio de indeterminación fue recibida alegremente por ciertas escuelas teológicas y filosóficas, creyéndose que la propia ciencia proclamaba su bancarrota y que el libre-albedrismo tomaba nueva fuerza. Ignoro por qué razón el hecho de que el hombre pueda tener libre albedrío y ser responsable de todas las tonterías que comete constituye un motivo de satisfacción para muchos filósofos. Pero dejando de lado esta cuestión, creo que la alegría es precipitada, ya que ni los propios hombres de ciencia han logrado ponerse de acuerdo, todavía, sobre el contenido y el nombre del principio: los que proponen denominarlo Principio de Indeterminación creen que es la exteriorización de una indeterminación esencial de la Naturaleza; los otros opinan que debe interpretarse como una fórmula taxativa, quizá como una medida de impotencia humana o actual de alcanzar el mundo físico, y por eso proponen que se denomine Principio de Incerteza. Los malentendidos a que ha dado origen se deben a que deriva de la hipótesis cuántica, que tiene la desgracia de ser oscura cuando es rigurosa y de ser totalmente falsa cuando todo el mundo la comprende"

Uno y el universo

(fragmento)

Ernesto Sabato

-Rojas, Provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1911 - Santos Lugares, 30 de abril de 2011-