ALEJANDRA PIZARNIK

Nacida en la ciudad de Buenos Aires el 29 de abril de 1936, Alejandra Pizarnik, una de las figuras más emblemáticas de la literatura hispánica, publicó sus primeros poemas cuando apenas tenía veinte años. A comienzos de la década del ‘60 vivió en París, donde entabló amistad con André Pieyre de Mandiargues, Octavio Paz, Julio Cortázar y Rosa Chacel. De regreso a Buenos Aires, pasó el resto de su vida dedicada a escribir.  Fallece en la misma ciudad, el 25 de septiembre de 1972.

Pero su voz inconfundible sigue viva, sigue marcando presencia.

Controvertida, polémica, su escritura se caracteriza por un hondo intimismo. Motivos y figuras recurrentes aparecen en su prosa y su poesía: la tentación del silencio, la escritura concebida como espacio ceremonial donde se exaltan la vida, la libertad y la muerte, la infancia y sus espejismos, las sombras, el jardín, el viento, los pájaros, la lluvia, los espejos y el doble amenazador.

Transparencia, luminosidad que traspasa.

Como ella misma confesaba en uno de sus textos, buscaba una “escritura densa y llena de peligros a causa de su diafanidad excesiva”. De que lo logró da fe su obra, dice Ana Nuño en el prólogo a su Prosa Completa. Es el suyo un trabajo de escritura de alta concentración que busca exaltar los poderes del lenguaje. Este es -y no la muerte o la locura o el suicidio- el gran motor de la obra de Alejandra.



SALVACIÓN

Se fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilación
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.


LA ÚLTIMA INOCENCIA

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!


SOMBRAS DE LOS DÍAS A VENIR

-a Ivonne A. Bordelois-

Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores,
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiració
de un animal que sueña.