APROXIMACIONES A LA CUENTÍSTICA DE JUAN A. FLORIANI


El segundo libro que publicó Juan Floriani es una novela titulada Los esperanzados –1956-. En el año 2003 el escritor volvió sobre ese género con Urdimbre, entretejido de relatos que tienen como probable escenario la ciudad de Río Cuarto en un turbulento día de enero de 2001. Pero el género que practicó con mayor rigor y asiduidad fue la narración breve, el cuento. Entre 1952 y 2001 Floriani publicó siete libros en los que desplegó su frondosa producción cuentística –ochenta y un textos en total, cinco de los cuales fueron corregidos y publicados nuevamente en Un río, dos cauces (2001)-.


La obra cuentística de Floriani es densa y diversa –tanto desde el punto de vista formal como temático- pero también presenta continuidades y problemas que evolucionan a medida que transcurre el tiempo y los libros. Un camino posible para trabajar esta obra es centrarse, por un lado, en un núcleo temático perdurable sobre el que Floriani vuelve con insistencia y, por otro, en cierto carácter abarcativo de los cuentos en la medida en que contienen un mapa de una vida –o varias vidas encarnadas por distintos personajes- casi completa.

Por una parte se trata de atender a la acción de los personajes hacia el exterior, la dimensión pública de su actividad que está casi siempre orientada a la lucha política y sindical. Por otra parte, se puede hacer hincapié en la dimensión privada y existencial de los personajes, detenerse en la descripción de sus esfuerzos por comprenderse y reacomodarse a nuevas situaciones en distintas etapas de la vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez, ancianidad. Desde luego que esta distinción obedece a una necesidad metodológica de abordar un conjunto de cuentos sumamente amplio y complejo, pero es obvio que los dos ámbitos mencionados –la dimensión pública y la privada- se entrecruzan y afectan mutuamente. Veremos más adelante cómo un conflicto vinculado con la acción sindical, por ejemplo, repercute en la vida sentimental y familiar de los personajes.



A. La militancia

En su primer libro, Cuentos de sangre y aurora, aparece uno de los temas centrales de la poética de Floriani: la militancia. El tema se transformará en problema a lo largo de los sucesivos libros y será tratado desde múltiples perspectivas durante más de cincuenta años. En dos de los mejores cuentos de su primer libro, “A mediodía” y “Sin miedo”, unos obreros se encuentran en una situación crítica. En el primero, el relato comienza cuando unos empleados de un molino llevan a cabo una huelga y el patrón manda a la policía para desalojarlos. Se da una situación de extrema tensión: por un lado, el comisario y sus hombres armados, por el otro, el piquete de trabajadores. Finalmente, la férrea resistencia de los huelguistas triunfa y la policía se retira entre los gritos jubilosos de los obreros. “Sin miedo”está situado en un pisadero de barro para hacer ladrillos. El encargado –la figura de un superior despótico e insensible aparece reiteradamente en los cuentos del autor- despide sin miramientos a los empleados. La situación ya de por sí es crítica pero se agrava aún más porque hay una gran sequía y por lo tanto les será imposible a los desocupados conseguir changas en el campo. Entonces los trabajadores no tienen más remedio que reunirse en el sindicato y luchar por sus derechos: “En los rostros curtidos se translucía una serena firmeza. Evidentemente, estaban dispuestos a luchar, seguros del triunfo”. El remate del cuento trasluce una convicción que nos permite situar –aunque sea de manera provisoria- ideológicamente al autor: los cuentos de Floriani –sobre todo los primeros- parecen estar sustentados por la idea de que la solidaridad, el compromiso político, la suspensión de los intereses personales en pos del bien común, constituyen las actitudes y valores necesarios para que la sociedad avance hacia la igualdad y la justicia. Y los cuentos son “de sangre” –porque hay violencia y muerte en algunos- pero también, y sobre todo, “de aurora”, porque portan la fuerza de una luz nueva llena de esperanza –hay que recordar que el siguiente libro de Floriani se titula justamente Los esperanzados y tiene como protagonistas a un grupo de obreros militantes-.

El resto de los cuentos del primer libro y varios del segundo –La invasión 1966- avanzan, para usar términos que le agradan al autor, más o menos por los mismos cauces. “La invasión” –cuento que le da título al libro- puede ser considerado un texto emblemático porque está narrado por la tierra. El suelo, símbolo de la fertilidad y sustento de los hombres, narra las desventuras de una joven pareja de campesinos cuyos terrenos han sido invadidos por una plaga inclemente. Los cuentos van mostrando estampas de la gente simple y trabajadora, la gente que esta tierra ve sufrir a diario –un hombre encarcelado que roba para comer, una madre que ve morir a su bebé enfermo, un albañil que se accidenta- y retorna a narrar la unión y la lucha como vías posibles para superar los problemas.

Pero ya en La invasión el tema de la militancia comienza a complejizarse. El compromiso político no produce mecánicamente la resolución de las dificultades sino que también implica riesgos y conlleva pérdidas. Esta problemática ya se insinúa en “Solamente así”1 –del primer libro- pero se manifiesta cabalmente en “Conflicto”. Aquí un obrero se niega a formar parte de una huelga por temor a perder el trabajo. Es una situación crítica para el hombre: siente que debería unirse a los demás en la lucha pero a su vez sabe que es el único sostén de su familia y no puede correr riesgos. En otro cuento, “1972”, de El tiempo y la aventura, reaparece el conflicto del militante. Si bien estamos en un contexto totalmente distinto –la turbulenta década del ´70- la comparación es útil en la medida en que también expone la tensión entre un necesidad personal y un “compromiso” –que se transforma en presión- con los pares. “1972” narra el intento fallido de unos militantes por dejar un “paquete” –probablemente un artefacto explosivo- en un edificio. Hay pocos datos sobre el atentado en sí porque el eje del relato es la imposibilidad de uno de los integrantes de la misión de cumplir su rol. El compañero que lo reemplaza muere de un balazo en la espalda. Paralelamente se cuenta lo que ocurre horas después: en el entierro del “guerrillero” muerto, un compañero –probablemente el mismo que no pudo cumplir su rol en la misión- analiza los sentimientos confusos que lo dominan. El sobreviviente, que además es escritor, se siente parte del mismo pueblo con sus compañeros y el caído, pero es incapaz de ejercer la lucha armada. El escritor habla de un “anhelo marchando por distintos cauces, fervor fluyendo a idéntico estuario”. El obrero de los ´60 y el escritor de los ´70 se sienten uno con sus compañeros, pero el primero no quiere arriesgar su trabajo y el segundo no está de acuerdo con ejercer la violencia, que es el método –“cauce”- que utilizan sus compañeros. Así cada cuento que vuelve sobre el tema de la lucha política nos lo muestra con un matiz distinto, como si este núcleo duro de la obra de Floriani fuera visto en cada relato y sucesivamente a través de un cristal distinto: los obreros en lucha, los “guerrilleros” de los `70, los jóvenes que militan en la universidad, los que participan en las asambleas barriales y hasta las marchas que organizan los jubilados para protestar ante el PAMI. Estas luchas sectoriales –de mayor o menor alcance- están narradas, como vimos, desde perspectivas personales distintas. No se cuenta sólo lo que hace un grupo en lucha, sino también las vivencias personales de cada personaje en relación a la lucha.2

Pero la visión de Floriani excede el punto del vista del militante, también explora los acontecimientos políticos –sobre todo de los ´70- desde el punto de vista de los integrantes del aparato represor estatal y de los familiares de las víctimas. “El jardín”, por ejemplo, narra la historia de una pareja madura cuyo hijo está desaparecido. Contrariamente a lo que el lector podría esperar, este acontecimiento no motivó la denuncia de los padres sino la vergüenza. Este cuento pone en escena una moral media argentina que en cierta medida se mantiene vigente hasta nuestros días: un hombre severo, “decente”, trabajador, políticamente conservador y respetuoso de la familia. Ese hombre prototípico argentino –la esposa por supuesto a su sombra- repite el discurso del estado represor3 y se avergüenza de que sus conocidos sepan que su hijo está desaparecido por razones políticas: “Hemos sido siempre correctos, respetuosos. Nunca le enseñamos nada mal. Y él... Sus ideas...”, dice el hombre. Pero será su mujer –que desde un principio quiso unirse a la Madres de Plaza de Mayo- la que quebrará la resistencia del marido. Hay una escena en la que el hombre –que cuida con amorosa paciencia las plantas del jardín4- encuentra enterrados unos huesos de pollo: “Nada sorprendente -piensa el hombre-, desde luego. Sin embargo, como un trueno alterando mi sangre, esos huesos se transformaron en otros”. La escena es de una sutileza y una intensidad extraordinaria. Si en los primeros cuentos Floriani era directo para aludir a situaciones dolorosas y narraba de un modo lineal5 –en general mediante un narrador omnisciente-, en los libros sucesivos, progresivamente comenzó a escamotear datos, a trabajar con los implícitos, a sugerir más que a decir, a usar con destreza los objetos en un sentido simbólico. Al mismo tiempo abandonó el relato que avanza en un solo sentido cronológico y que está a cargo de una sola voz. Poco a poco comenzó a narrar las historias desde dos puntos de vista y, más tarde, a componer obras en base a fragmentos aparentemente dispersos ejecutados por múltiples narradores; hay narraciones que cuentan historias ocurridas en distinto tiempo y lugar y protagonizadas por personajes que aparentemente no tienen vínculo alguno. Se puede mencionar como antecedente de este tipo de relatos a “Poliedro” –que aparece en El tiempo y la aventura- y como ejemplo de textos que requieren mayor esfuerzo interpretativo por parte del lector –y que por que ende presentan mayor grado de apertura- “Pedro y Pedro”, de Aquí.

En la misma línea de los cuentos que indagan sobre las consecuencias de las luchas políticas de los ´70, más precisamente sobre sus secuelas, aparece “Un hijo” –que forma un díptico con “Onírico”-. El primero narra los encuentros imaginarios de un niño con su padre, desaparecido durante la dictadura militar, y el segundo es el relato pesadillezco de una sesión de tortura que sufre un escritor cincuentón. En otro cuento, “El acoso”, Floriani se interna en un terreno interesantísimo que podríamos situar en la frontera entre lo fantástico y el desequilibrio psíquica. “El acoso” narra la historia de un ex torturador que ha sometido a tormento a un niño con el objeto de que el padre brinde cierta información que es de interés para los militares. El torturador intenta reinsertarse en su vida cotidiana, volver a la normalidad, pero no puede. Fracasa en un encuentro amoroso con una mujer y se siente perseguido por “un hueco”, un especie de vórtice oscuro del que surge el llanto de un niño. Lo sobrenatural o fantástico aparece con absoluta naturalidad, pero como su aparición está narrada en relación con los personajes afectados, podría ser una mera alucinación producto de una alteración psíquica. Lo cierto es que en este caso la aparición del hueco oscuro que despide el llanto es una imagen sumamente efectiva para representar el remordimiento y la imposibilidad de olvidar del torturador. La aparición de la muerte en “De la vejez” y el clima general de “Naturalmente, Satanás” y “Síndrome” (este pertenece ya al último libro de cuentos) también funcionan en esta zona indeterminada entre lo onírico, lo fantástico y la alucinación –producto de un trauma psíquico o de la senilidad-. En la misma línea están cuentos como “Bajo la llovizna”y“Ana María”– ambos relatos de viudos que mantienen diálogos con sus mujeres como si estuvieran vivas, uno habla con una fotografía y el otro con una escultura- “Don Manuel conversa”–narra la historia de un hombre que habla con un viejo amigo muerto-, “Reencuentro”–cuenta la supuesta conversación entre dos viejos amigos que se disputaron una mujer hace muchos años, al final se descubre que hay solamente un anciano hablando solo- y “El mueble”. Este merece especial mención porque, al igual que “Retaguardia”6, narra hechos vinculados con la guerra de Malvinas. En “El mueble” se logra a la perfección ese clima que mencionábamos más arriba, en donde la presencia de lo extraño aparece naturalizada por la posibilidad de que obedezca a una perturbación psíquica. En este caso se narra la historia de un viudo –abundan los viudos en las cuentos de Floriani- que ha perdido un hijo en la guerra. El hombre comienza a escuchar un zumbido en un mueble, algo así como un bisbiseo que va en aumento hasta transformarse en la voz del hijo. Así se va construyendo un clima enrarecido en el que el hombre repite el ritual de enfrentarse al mueble para oír la única palabra que de allí surge: “papá... papá”.

Salvo “Pedro y Pedro” –que narra dos historias paralelas, una de las cuales está situada en una época remota, probablemente en la invasión española en América: ¿se trata de Pedro de Mendoza? - el resto de los cuentos, con mayor o menor número de datos precisos, están situados en la provincia de Córdoba en épocas relativamente cercanas a las fechas de producción de los cuentos. De modo que el conjunto de las narraciones de Floriani constituye un testimonio –en clave literaria- de más de medio siglo de la historia –desde la perspectiva subjetiva de un escritor- de esta región. Se trata de una voz que ininterrumpidamente ha estado imaginando historias, creando ficciones literarias sin abandonar la observación atenta de la sociedad, brindando una visión alternativa a la propuesta por los centros culturales dominantes –Buenos Aires, Córdoba capital-. La obra de Floriani se nos presenta, entonces, como un cúmulo de historias que atrapan los modos en que se vivieron las luchas políticas y los grandes cambios a nivel social de la gente de provincia, pero también sus maneras de hablar, de relacionarse, de desarrollarse cotidianamente. Lejos de la crónica costumbrista, Floriani habla incesantemente de su tierra; apartado de la mera literatura panfletaria, Floriani expone las tensiones políticas de más de medio siglo.



B. La vida entera.

El otro camino posible para abordar los cuentos puede ser, no la militancia –el impulso del sujeto hacia el exterior- sino una dimensión íntima de los personajes vueltos sobre sí mismos en un esfuerzo por comprenderse, elaborar pérdidas, analizar la cercanía de la muerte. La actividad literaria de Floriani fue, pese a que entre un libro y el siguiente llegaron a pasar en algunos casos diez años, muy regular. Sin ser un autor demasiado prolífico es constante en su producción. No es infrecuente que los escritores produzcan intensamente en la juventud y luego pasen largos períodos sin publicar libros, tampoco lo es que comiencen su búsqueda artística por la poesía y luego viren hacia el cuento y más tarde hacia la novela. En el caso de Floriani, se trata de un escritor que jamás abandonó la escritura de cuentos a lo largo de su vida. De modo que es posible rastrear en su obra cuentística la visión, las preocupaciones y los conflictos de las distintas etapas de la vida, no pretendiendo identificar marcas autobiográficas –que sin dudas puede haberlas- sino aceptando que el escritor no puede desembarazarse de sus sentimientos personales cuando escribe. Muy por el contrario, el arte es el resultado de la necesidad de plasmar experiencias, inquietudes, dudas, ideas, deseos, temores. De modo que en los cuentos del autor se puede percibir desde la perspectiva del joven escritor hasta la visión del hombre maduro y de gran experiencia, pasando por todos los matices intermedios.

Muchas textos de Floriani cuentan historias de niños, protagonizadas por ellos y narradas desde su punto de vista. Es obvio que desde la perspectiva de los niños el mundo tiene otras dimensiones, otros valores, otras fuentes de placer y otros modos de ser peligroso. El punto sobresaliente con respecto a estos cuentos sobre la infancia es la centralidad de los vínculos familiares –sobre todo la presencia de abuelos. Hay incluso algunos cuentos sobre personas adultas o mayores que –por la percepción de un perfume que les recuerda la niñez o por encontrarse invadidos por un gran sentimiento de desprotección- se retrotraen a esa época concebida como un paraíso perdido donde se reencuentran con los abuelos. Ejemplo en este sentido son cuentos como “De la inocencia”,“Volviendo”,“Un hijo”, “La tarea”,“Los ojos del abuelo” –único caso en el que el abuelo es una figura temeraria-, “Un día de José”, “Realidad”.

Otros cuentos exploran el paso de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez. En esta serie se destaca el “Tríptico adolescente” que se compone de “La experiencia”, “Alegría”7 y “Comienzo”. Esta serie había aparecido originalmente en el libro La invasión y fue corregida para ser publicada nuevamente en Un río, dos cauces8. Se trata de un impecable trabajo que trascurre en un época donde todo aparece por primera vez: la sórdida casa de una prostituta, el corrompido mundo de la política –no como acción trasformadora sino como un ámbito apto para el clientelismo y la degradación-, el futuro como una abanico de posibilidades, el amor, el sexo. También sobre adolescentes son “El regalo”, un cuento sobre la solidaridad entre unos jóvenes amigos; “Un destino”, relato de formación de un niño pobre que recibe la influencia de un anarquista catalán; “Primer sueldo”y “¿Comprende usted?”. Este último es la evocación de un hombre sobre su conflictiva iniciación sexual con una mujer mayor.

Varios cuentos de Floriani trabajan sobre historias de matrimonios jóvenes: el ya mencionado “Primavera, 1943”,“Relaciones”, “Agua”. En ellos se plantean las dificultades de la vida en pareja, la llegada de los primeros hijos, el temor a que las relaciones se entibien y el amor decaiga. “Agua” tiene especial importancia porque en él se plantean relaciones entre la paternidad, la literatura y el lugar en el que vive el personaje. Un dato no casual es que el libro en el que aparece se llama Aquí, además el protagonista menciona a Roberto Payró como un escritor que lo ha ayudado a vincularse con su tierra y su gente; al mismo tiempo, la noticia de que será padre termina de darle al personaje esa impresión de que echará raíces en esta tierra.9

Otros narran historias sobre matrimonios mayores u hombres que enviudaron recientemente. Aparecen con claridad en estos textos cuestiones vinculadas con los matrimonios que perduran más por hábito que por amor, parejas arrepentidas de haberse casado que van alimentando un sordo rencor y suelen buscar consuelo en ocasionales amantes. Pero también hay matrimonios fundados en el verdadero amor, donde la compañía y el entendimiento mutuo son el fundamento de una dicha amenazada por la por la muerte. Algunos de los cuentos que exploran esta etapa de la vida son “Hipermercado”, “Cumpleaños 50”, “A una mujer dormida”,“Ocurre”, “Ana María”.

Asimismo hay varios cuentos sobre la vejez. Como si se quisiera ejemplificar lo expresado por Erasmo10, algunos de los relatos de esta serie intercalan vivencias de personas muy mayores con sensaciones semejantes de niños muy pequeños. Como si los cuentos intentaran decirnos que los viejos y los niños son a veces igualmente caprichos, igualmente indefensos e injustamente menospreciados por los adultos jóvenes. “Síndrome”, “Ahora”, “Vida”, “De la vejez”, son algunos de los cuentos que tienen como protagonistas a personas grandes cuyas cansadas mentes a menudo les juegan una mala pasada. Es interesante remarcar “De la vejez” porque en él parecen confluir los dos pilares de una vida que está en su última etapa. Este texto narra un día de un viejo pintor que se empeña en mantenerse en forma. Aunque haya tormenta y su esposa rezongue, él sale a caminar sus cincuenta cuadras diarias. Tal como se lo había advertido la mujer, en el transcurso de su caminata comienza a llover; el hombre sin embargo sigue su camino y se cruza con ella -la muerte- que lo observa furtivamente durante la caminata. Su orgullo y su voluntad férrea le posibilitan llegar al bar de costumbre, encontrarse con un amigo, apartarse de esas charlas típicas de la gente mayor –enfermedades, medicamentos-, bromear y hasta planificar una marcha para ir a reclamar sus derechos ante la sede de la Obra Social. Camino de regreso a su casa, se vuelve a cruzar con ella que se deja ver como una posibilidad cercana. Luego hay una escena en el hogar: resuenan los reproches de la esposa que le asegura que es un porfiado y que se va a enfermar, que ya no es un muchacho, le dice. Pero él no cede, se deja cuidar y retar, juega ese juego de la ternura y el amor que no se dice porque se da cotidianamente. Ya en su cuarto, mientras se pone ropa seca, el viejito piensa: “¡Al diablo con ella! Si asomaba de nuevo le sacaría la lengua y le haría pito catalán. Que esperara, carajo”. Como el viejo maestro de Madadayo, la película de Kurosawa, el pintor le sigue diciendo a la muerte que todavía no ha llegado su tiempo. El amor de la esposa y el arte lo sostienen: “al día siguiente tendría ante sí el espléndido desafío de la superficie desnuda” de la tela.



Pista de despegue: epílogo.

Un libro de poemas de Paul Auster se titula Ground work, un traductor me dice que eso quiere decir: “cimiento, trabajo de preparación, donde subyace la idea de suelo o tierra como sostén”. El editor ha querido que el libro aparezca con el nombre Pista de despegue, que no me parece mal. Tampoco me parece descabellado aplicar esa denominación a todo texto literario. Un texto es la pista de despegue hacia el sentido, hacia las múltiples significaciones; el texto es el punto de apoyo, pero el salto hacia el sentido le corresponde al lector, y cada uno toma su rumbo, aunque orientado por el texto.

Si cada cuento es, como dije, un universo único, autosuficiente y al mismo tiempo abierto; la tarea de sintetizar el sentido de todos los cuentos de Floriani en una nota resulta imposible. Digo que los cuentos de Floriani entrelazan las obsesiones de un escritor a lo largo de su vida, que son una muestra de abnegación, de amor por la palabra, de fe en el arte como vehículo de un cambio. Pero eso no basta. Digo que en los cuentos de Floriani la belleza destella con singularidad reiteradamente, que el sufrimiento y la esperanza se vinculan en estos mundos posibles propuestos por el autor, que los cuentos son para el lector espejo y proyección, muestras del pasado y utopías luminosas. Y digo poco. Cuento solamente mi viaje al sentido a partir de sus cuentos. Por eso repito que estas notas constituyen mi lectura de los cuentos y son aproximaciones. Que no pretendo agotar su sentido sino trasmitir el placer y el valor que me provocó leerlos. Y reafirmar en los lectores de esta nota una certeza -hay obras deslumbrantes en París, Grecia y Roma- pero, sobre todo, infundir una sospecha: puede haber también otras pistas de despegue en lugares no tan lejanos.

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Notas



1 En este cuento se narra la ruptura de una pareja de novios. Cuando la muchacha se reencuentra con una vieja amiga que participa de unas reuniones en donde se discute sobre la paz y la igualdad de los hombres, el novio, poeta que le canta a la belleza natural, comienza a sentirla distante. La chica toma una postura radical: el artista debe comprometerse con sus semejantes, el arte no puede marchar por una vía distinta que las miserias de los hombres. Ella continuaría con la relación si él aceptara unirse a la lucha, solamente así.

2 En el cuento Primavera, 1943 también queda expuesta la tensión entre las necesidades personales y las exigencias del grupo del cual se forma parte. Después del golpe de Estado de 1943 el nuevo gobierno disuelve todos los partidos políticos. Por esta razón, los miembros de un partido se reúnen clandestinamente para comenzar a reorganizarse después de que muchos de sus compañeros cayeron presos. En una reunión partidaria se designa a un joven para que viaje a una ciudad del sur de Córdoba para rearmar los cuadros del partido disuelto. Entonces el personaje se ve jaqueado: por una parte está su joven y amada esposa que lo reclama, que le pide que no vuelva a abandonarla –es evidente que la participación política del marido no es nueva y eso está desgastando terriblemente la pareja- y por otro el grupo que le asigna una tarea que él no puede dejar de cumplir. El hombre sabe que “cuando regrese –la mujer- ya no estará aquí y el dolor que ello me cauce permanecerá en mí para siempre, como una sombra”. En este caso, como en Solamente así, el militante pone por encima del amor de su pareja la lucha política. Es evidente que los personajes involucrados en la acción política se sacrifican –en el sentido de suspender sus propios intereses- por el bien de todos. El militante no puede separar sus ideas políticas de su vida privada, por eso tampoco puede tener una doble moral. (Ver al respecto la nota Las formas del realismo. Una lectura de Los esperanzados y de Urdimbre, de J. Di Marco. En la sección “Las pequeñas historias” se presenta un conflicto similar en el personaje Carlos Báez).
3 En un cuento de El tiempo y la aventura titulado Conducta se nos presenta a un padre de familia prototípico: recto, preocupado por sus hijos, relativamente cariñoso. El impactante final nos muestra a ese señor absolutamente normal yendo a trabajar: su trabajo consiste en torturar gente.

4 Nótese la ironía del personaje: ama las plantas, la vida en sus formas más elementales, y al mismo tiempo consiente la muerte de su propio hijo.

5 Los primeros cuentos de Floriani son “clásicos”, entendiendo por éstos los que se ajustan aproximadamente a la preceptiva de E. A. Poe. Hay una fuerza de totalidad, unidad de asunto, pocos personajes actuando en un lapso relativamente breve de tiempo. El cuento es conciso para mantener la tensión y acrecentar la expectativa sobre el final. Sin embargo, Floriani no pone el acento en esta última regla, en “concebir un cierto efecto único y singular” al final, como dice Poe. Salvo algunos pocos ejemplos (mi preferido es Un incidente, cuento que logra a la perfección el clima tenso generado por la inminencia del horror a la manera de Lovecraft, Howthorne o el mismo Poe), los demás cuentos no buscan el final sorpresivo sino más bien captar el estado conflictivo de un personaje en relación con una situación –generalmente adversa-. Floriani narra el dilema de los personajes, los momentos en que deben optar, dar pasos decisivos. Y por eso los puntos de mayor tensión ocurren en general apenas pasada la mitad del cuento y el final propiamente dicho ya no depara sorpresas.

6 El cuento es en apariencia trivial porque nada extraordinario ocurre. Un señor de clase media sigue las alternativas de la guerra, comenta el buen papel de los aviadores argentinos, se propone colaborar con el Fondo Patriótico y siente que renace “el ser nacional” y la “estirpe argentina”. Es un cuento cuyo efectividad está dada por el contraste entre los detalles de la vida cotidiana del hombre durante la guerra –la cual es aceptada como algo necesario y positivo- y la información que el lector maneja una vez que la farsa montada por los medios de comunicación y el estado ha aparecido, grotesca, a la vista de todos.

7 No hay grandes modificaciones en los cuentos corregidos, algunos ajustes de sintaxis, algún retoques en la forma de adjetivar. En “Alegría” se da un dato preciso sobre la filiación política del funcionario que le promete un favor político al personaje –favor que el adolescente desprecia porque quiere seguir su propio camino y no obtener un puesto en la burocracia estatal-. En la versión corregida, decíamos, se especifica que el funcionario pertenece al gobierno de Aramburu, militar que presidió el gobierno que derrocó a Perón en 1955.

8 Esta obra tiene dos partes, dos géneros literarios y dos autores. Los cuentos de Floriani en la segunda parte y una serie de poemas de Susana Michelotti.

9 “A veces, desvelado, releo algún libro de Payró...Y hoy, ¡cosa curiosa!, pareciera que sus páginas tuvieran un nuevo y más rico sentido... ¿Será acaso porque ahora tengo un mayor sentido de la continuidad, porque siento a mis raíces buscando con ahínco la tierra-esta tierra- para hundirse y permanecer?”.


 
10 Ya habíamos mencionado la recurrencia de los intensos vínculos entre niños y sus abuelos, quizá eso se deba, como dice Erasmo, a que el anciano y el niño se parecen y suelen recibir un trato similar. “Los ancianos gozan indeciblemente con los niños, y los niños, a su vez, se deleitan con los ancianos, pues la divinidad siempre coloca a un semejante con otro semejante”. Erasmo de Rótterdam, Elogio de la locura.