Jorge Luis Borges-24 de agosto de 1899/14 de junio de 1986


El hacedor (fragmento)

" Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologias del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Asi mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página. "

Aprendizaje, desafío y viaje de las palabras, por Eduardo Galeano

Para expresar mi gratitud a esta alegría inmensa que me han regalado no encuentro mejor manera que contar tres historias. No son inventadas por mí, sino que son por mí vividas.

La primera es sobre mi aprendizaje. Yo no tuve la suerte de conocer a Sherezade. No aprendí el arte de narrar en los palacios de Bagdad. Mis universidades fueron los viejos cafés de Montevideo. Los cuentacuentos anónimos me enseñaron. En la poca enseñanza formal que tuve –porque no pasé de primero de Liceo– fui un pésimo estudiante de historia. Y en los cafés descubrí que el pasado era presente. Y que la memoria podía ser contada de tal manera que dejara de ser eterna para convertirse en ahora.

No recuerdo la cara ni el nombre de mi primer profesor. Pero él contó una historia de 1904 –por la edad se veía que él no había nacido en aquel entonces–, pero la contaba como si hubiera estado ahí. Fue mi primera lección: el arte es una mentira que dice la verdad. Y escuchando aprendí que se puede contar lo que pasó de tal manera que vuelva a ocurrir cuando uno lo cuenta. Que pueda uno escuchar ese remoto trueno de los cascos de los caballos. Y que pueda uno ver las huellas de arena aunque el suelo sea de baldosa o de madera.

Y aquel hombre para decir la verdad mintió que él había recorrido las praderas ensangrentadas después de la batalla y había visto los muertos. Y uno de los muertos dijo –era un ángel, un muchacho bellísimo con la hincha blanca, roja de sangre–: Por la patria y por ella más.

Un segundo relato sobre mi primer desafío en el arte de narrar. En un pueblo boliviano, un día de laguna –Laguna devoraba a sus hijos metidos en los socavones de las tripas del estaño–, los mineros perseguían las betas de estaño y en esa cacería perdían en pocos años los pulmones y la vida. Yo había pasado un tiempo ahí, me había hecho algunos amigos y había llegado la hora de departir. Estuvimos toda la noche leyendo, los mineros y yo, cantando y contando chistes, a cual más malo. Cuando ya estábamos cerca del amanecer, cuando poco faltaba para que el chillido de la sirena los llamara al trabajo, mis amigos callaron todos a la vez y alguno preguntó, pidió, mandó: Y ahora hermanito, dinos cómo es la mar. Yo me quedé mudo, pero insistían, cuéntanos, cuéntanos cómo es la mar. Ninguno de ellos iba a verla nunca. Todos iban a morir temprano. Y yo no tenía más remedio que traerles la mar. La mar estaba lejísimos y yo tenía que encontrar palabras que fueran capaces de mojarlos.

Y la tercera historia sobre los extraños viajes de las palabras. Hace pocos meses, ante los estudiantes mexicanos leí algunos relatos. Uno de ellos, de mi libro Bocas del tiempo, contaba que el poeta español Federico García Lorca había sido fusilado y prohibido durante la larga dictadura de Franco. Y que un grupo de teatreros del Uruguay había estrenado una obra suya en un teatro de Madrid, al cabo de tantos años de obligado silencio. Y al fin de la obra esos teatreros no habían recibido los aplausos esperados; el público español había aplaudido con los pies pateando el piso. Y ellos se habían quedado estupefactos. No entendían nada. Tan mal habían actuado –pensaban–. Cuando me lo contaron pensé que quizás el trueno sobre la tierra había sido para el autor fusilado por rojo, por marica, por raro… Una manera de decirle: Para que sepas Federico lo vivo que estás. Y cuando lo conté en la Universidad de México me ocurrió lo que nunca me había ocurrido en las otras ocasiones en que había contado esa historia. Los estudiantes aplaudieron con los pies. Miles de pies pateando el piso con alma y vida. Y así continuaron mi relato y continuaron lo que mi relato contaba como si eso estuviera ocurriendo en un teatro de Madrid unos cuantos años antes. Ese segundo trueno sobre la tierra estaba también dirigido al poeta fusilado y era también una manera de decirle: Para que sepas, Federico, lo vivo que estás.

Uno y el universo - Ernesto Sabato

"La noticia de que los físicos habían descubierto un misterioso principio de indeterminación fue recibida alegremente por ciertas escuelas teológicas y filosóficas, creyéndose que la propia ciencia proclamaba su bancarrota y que el libre-albedrismo tomaba nueva fuerza. Ignoro por qué razón el hecho de que el hombre pueda tener libre albedrío y ser responsable de todas las tonterías que comete constituye un motivo de satisfacción para muchos filósofos. Pero dejando de lado esta cuestión, creo que la alegría es precipitada, ya que ni los propios hombres de ciencia han logrado ponerse de acuerdo, todavía, sobre el contenido y el nombre del principio: los que proponen denominarlo Principio de Indeterminación creen que es la exteriorización de una indeterminación esencial de la Naturaleza; los otros opinan que debe interpretarse como una fórmula taxativa, quizá como una medida de impotencia humana o actual de alcanzar el mundo físico, y por eso proponen que se denomine Principio de Incerteza. Los malentendidos a que ha dado origen se deben a que deriva de la hipótesis cuántica, que tiene la desgracia de ser oscura cuando es rigurosa y de ser totalmente falsa cuando todo el mundo la comprende"

Uno y el universo

(fragmento)

Ernesto Sabato

-Rojas, Provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1911 - Santos Lugares, 30 de abril de 2011-

Reflexiones de Virginia Woolf en su diario

“Estas lesbianas estiman a las mujeres. Con ellas, la amistad siempre queda teñida de pasión y de deseo. Me gusta Vita y me gusta estar con ella y su esplendor, me gusta su caminar a grandes pasos con sus largas piernas que parecen hayas, una Vita rutilante, rosada, abundosa como un racimo, con perlas por todos lados. ¿Qué efecto me produce todo eso? Muy ambiguo. Veo una Vita florida, madura, con su abundante pecho: sí, como un gran velero con las velas desplegadas, navegando, mientras que yo me alejo de la costa. Quiero decir que tiene mundo, que sabe estar… en una palabra: ella es (y yo no lo he sido nunca) una mujer de verdad. Mentalmente no tiene mi clarividencia, pero bien, ella se da cuenta de todo y me prodiga esta protección maternal que, por los motivos que sea, es lo que más he deseado siempre, de quien fuese. Vita, a su manera, me da aquello que me dan Leonard y Nessa, mi hermana...”

Virginia Wolf y Vita Nicholson

De Virginia a Vita. 6 de Marzo de 1927

Este año me pareces más inalcanzable, empolvada, con las piernas más blancas, más galante y aventurera que nunca. Me echo en la cama e invento historias sobre ti. Envíame un montón de hechos: ya sabes cómo los amo… He tenido una semana aburrida. Ninguna fiesta salvo una, ofrecida por L. para seducirme y obligarme a gustar de un rosado muchacho suyo –uno nuevo, claro- pero fue inútil, estos sodomitas siempre están medio dormidos y resultan fatigosos. ¿Es que agotan su encanto en narices y cosas así?
Han surgido dos mujeres extrañas: una de ellas es una mala cantante, que me pide vaya a verla en la cama ¿lo haré? La otra ¡qué importa! Yo quiero a Vita; quiero al insecto, al crepúsculo. Dejo ésta abierta a la espera de las tuyas. Ninguna. Ahora debo terminar esta carta. Y no he dicho mucho de nada ni te he dado una idea de las altísimas y aterradoras olas y los profundos pozos infernales a los que asciendo y desciendo en pocos días. Como todos. Subimos y bajamos violenta, incesantemente, y me siento algo avergonzada, ahora que trato de escribirlo, de ver qué minúsculo egoísmo hay en el fondo de todo eso, por lo menos en mi caso: que no puedo escribir mi novela, que debo salir a tomar el té, que tendría que comprar un sombrero. Ah, pero también está Vita. Quererla no es un egoísmo minúsculo.
¿Sabes que esta mañana sufrí un verdadero golpe de decepción? Estaba segura de que tendría una carta tuya, la abrí, y en su lugar encontré la carta de una mujer que hace diez años se sentó frente a mí en un ómnibus azul y que ahora quiere venir a hacer un busto mío. Pero la adulación implícita me enfadó tanto, que otra vez estuve maldiciendo: no hay intimidad, siempre hay gente que viene y no hay carta tuya. ¿Por qué no? Sólo una nota y un gemido salvaje y melancólico a lo lejos. Y tampoco ninguna fotografía.
Adiós, queridísima criatura lanuda.

Milonga del muerto-Jorge Luis Borges

Lo he soñado en esta casa
entre paredes y puertas.
Dios les permite a los hombres
soñar cosas que son ciertas.

Lo he soñado mar afuera
en unas islas glaciales.
Que nos digan lo demás
la tumba y los hospitales.

Una de tantas provincias
del interior fue su tierra.
(No conviene que se sepa
que muere gente en la guerra).

Lo sacaron del cuartel,
le pusieron en las manos
las armas y lo mandaron
a morir con sus hermanos.

Se obró con suma prudencia,
se habló de un modo prolijo.
Les entregaron a un tiempo
el rifle y el crucifijo.

Oyó las vanas arengas
de los vanos generales.
Vio lo que nunca había visto,
la nieve y los arenales.

Oyó vivas y oyó mueras,
oyó el clamor de la gente.
Él sólo quería saber
si era o si no era valiente.

Lo supo en aquel momento
en que le entraba la herida.
Se dijo "No tuve miedo"
cuando lo dejó la vida.

Su muerte fue una secreta victoria.
Nadie se asombre
de que me dé envidia y pena
el destino de aquel hombre.

Vallejo en la narrativa peruana actual

Yo creo que podemos hablar de César Vallejo como autor importante y vigente dentro de la narrativa peruana actual. Su legado no es antiguo, ni siquiera viejo; es reciente, y a medida que desde hace más de veinticinco años se le estudia como escritor en prosa, Vallejo resulta siendo uno de los pocos escritores peruanos cuya intención fue totalizadora, es decir, que él practicó diversas formas y géneros, luego de nítidos lapsos de ejercicio y experimentación en cada caso, y por ello, no sólo su enorme valor artístico es ya un legado para el lector, sino que es notable su apego a la literatura como instrumento sucesivo de meditación, de confrontación lingüística, y de búsqueda permanente de calidad estética.

Así, ascendiendo paso a paso los niveles, primero fue escritor de estampas, digo, de prosas quietas, sin dinamismo, y enseguida, a pocos, fue aprendiendo a "relatar", a "contar", a respetar gradualmente la línea argumental. Aprendió a no ser siempre un invasor poético de la prosa, y así escribió cuentos emotivos, penumbrosos, luego una novela corta psicológica y asimismo sombría, después una novela larga también andina, ambientada en un foco minero, donde confluyen a la vez los intereses de indios primitivos, de obreros a la hora del despertar humano y sindical, y de una posible y próxima liberación social; y todavía fue más adelante, logró juntar la poesía y la prosa de modo genial, pocas veces visto en lengua española, escribió el ahora llamado cuento-ensayo y los famosos "poemas en prosa" que anteceden a los Poemas humanos (1938).

Su primer libro en prosa Escalas (1923) está compuesto de seis estampas y de seis cuentos. Inclusive, siendo un primerizo en la nueva forma, Vallejo sabe muy bien la diferencia entre estampa y cuento, entre darnos una impresión y contarnos un argumento. Pero esas seis estampas que uno supone frías, estáticas, son incluso quemantes, lacerantes, pues tocan el duro tema del hombre injustamente preso, palpitando dentro de la cárcel, como un pájaro herido dentro de la jaula. La metáfora vale para todos nuestros pueblos; el hombre común sabe lo que es un encierro interminable, sabe que la injusticia y la pobreza son los encierros naturales de gran parte de nuestra población, y ahí, dentro, el narrador revive su historia personal, que no es muy distinta de la historia común. Para vivir, para protegerse, para durar, el prisionero se vale de los sueños, del recuerdo de su casa hogareña donde fue feliz con su madre y sus hermanos, y así sueña que ha sido ya fusilado, pero su angustia no concluye, hasta la muerte es falsa para no traer consigo la libertad, y descubre que sus compañeros de celda, más allá de su apariencia benigna, son asesinos, algo que él nunca será ni podrá ser.

Con esta angustia pasamos a los cuentos, que a su vez son cuadros dramáticos, aguafuertes donde se mezclan la vida y la muerte, la luz y la sombra, el recuerdo con la realidad presente, el hombre con su pariente el mono, y asimismo el mundo del jugador de azar con la asfixia en la garganta.

En conjunto, es un libro novedoso en nuestra literatura, experimental en las manos de Vallejo, quien se lanza enseguida a otra aventura, la de la novela corta Fabla salvaje (1923), pionera en destrezas psicológicas para pintarnos un proceso enfermizo, pero de algún modo imaginario, es decir, nos da un trasfondo mental de cómo surgen ideas y emociones penumbrosas, y el pequeño libro es en verdad toda una herencia para la novela peruana, pues antes de él sólo Abraham Valdelomar había logrado descripciones psicopatológicas que recuerdan a su vez atmósferas y personajes de Edgar Allan Poe.

Carta abierta a mi nieto, por Juan Gelman

Carta publicada en el semanario Brecha, Montevideo, el 23 de diciembre de 1998.
Esta carta había sido escrita por Juan Gelman en abril de 1995, cuando todavía no sabía que su nieto había podido nacer en Uruguay. Se enteró de esa posibilidad a finales de 1998 y empezó sus trámites con el presidente uruguay Julio María Sanguinetti en 1999.

 Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado "el Jardín". Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras "papá" a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

Elizabeth Taylor

1932/2011

Virginia Wolf y Vita Nicholson

De Virginia a Vita, miércoles 2 de Febrero.
No hubo carta tuya ni hoy ni ayer. Me desperté muy melancólica en medio de la noche. Se está yendo el efecto de mi narcótico. ¿Por qué se ríe de mí la gente?, pregunto. Sabes, es una gran cosa ser un eunuco, como yo; quiero decir, no saber cuál es el derecho o revés de una falda, eso hace que las mujeres confíen en mí. Aquí en mi cueva, veo las cosas cuya luz vosotras, criaturas resplandecientes, ocultáis tras vuestra luz.
No, no tengo un resfriado pero estar aquí escribiéndote en medio de todo este desorden, es como tener uno. Hasta el momento no he podido abrir un libro sin ser interrumpida. Y luego tú no estás… Me encuentro a merced de la gente, sola. Como un objetivo lamentable, incapaz de expresar sus necesidades. Cómo me has desmoralizado. En cierta época yo era una mujer vigorosa, pero ahora todo me resulta frágil y laborioso mientras pierdo el tiempo levantando la tapa de mi cerebro para ver si hay allí un pez flotando, un nuevo libro. No, por el momento no hay nada.

Virginia Wolf y Vita Nicholson

Hannover, de Vita a Virginia, 29 de enero de 1927.

Trabajaré duro, en parte para complacer, en parte para complacerme, en parte para hacer que pase el tiempo, en parte para tener algo con lo que compensarte. Atesoro tu repentino discurso sobre literatura de ayer en la mañana, una especie de afectuosa despedida, como un Polonio a Laertes. Es más que una verdad que tú has influido intelectualmente en mí infinitamente más que cualquier otra persona, y por eso te amo, y siento endurecerse mis músculos.


'Il poeta e un' artiere’
Che al mestiere
Fece i muscoli d'acciaio . . . .'


Sí, mi Virginia muy querida, estaba en una encrucijada en el momento justo en que te conocí. ¿A ti te gustaría que yo escribiera bien, o no? Y yo detesto escribir mal –y haber escrito tan mal en el pasado. Pero ahora, al igual que la Reina Victoria seré buena. ¡Diablos! Desearía que estuvieras aquí –el grupo de potros da brincos con ímpetu. Envíame cualquiera de tus papeles y envía “Sobre la lectura”. Por favor. Espero que mis cartas te lleguen rápido y pronto. Dime si escribo demasiado a menudo, te amo.
V.

Virginia Wolf y Vita Nicholson

 
Trieste, Milán. De Vita a Virginia, 21 de enero 1926.

Estoy reducida a ser una cosa que quiere a Virginia. Escribí una carta durante las opresivas horas insomnes de la noche, y todo se ha ido: sólo te extraño de una manera desesperadamente humana. Tú con todas tus expresivas cartas, jamás escribirías una frase tan elemental como ésa. Probablemente ni siquiera la concebirías. De todas maneras creo que serías capaz de hacerte cargo de un pequeño bache. Pero tú lo cubrirías de frases tan exquisitas que terminaría por perder un poco de su realidad, en tanto que conmigo es algo absolutamente implacable: te extraño aún mas de lo que hubiera creído, y estaba preparada para extrañarte mucho. Esta carta es tan solo un aullido de dolor. Es increíble cuan imprescindible te has vuelto para mí. Supongo que tú estás acostumbrada a que la gente te diga eso. Maldición, criatura peligrosa. No lograré que me ames más, entregándome a mi misma de esta forma. Pero oh, mi amor, no puedo ser lista e indiferente contigo: te amo demasiado para eso. Verdaderamente. Tú no tienes ni idea de cuan indiferente puedo ser con la gente que no amo. Lo he convertido en una especie de exquisita destreza. Pero has derribado todas mis defensas. Y realmente no lo resisto. De todos modos no te aburriré más.
Reemprendemos el viaje, el tren nuevamente se mueve, tendré que escribir en la estaciones –que son muchas afortunadamente a lo largo de las llanuras lombardas. Venecia. Las estaciones eran muchas, pero no contaba con el hecho que el Orient Express no se detendría en ellas. Y aquí estamos en Venecia tan sólo por diez minutos. Unos desgraciados minutos durantes los que puedo intentar escribir. Ni siquiera tengo tiempo para comprar una estampilla italiana, así que esto tendré que enviarlo desde Trieste. Las cascadas en Suiza estaban heladas, convertidas en una especie de iridiscentes y compactas cortinas de hielo, colgando sobre las rocas; realmente encantador.
Italia está toda cubierta de nieve. Nuevamente reemprendemos el viaje. Tendré que esperar hasta mañana en Trieste. Por favor Perdóname por escribir una carta tan mísera.
V.”

Virginia Wolf y Vita Nicholson

De Virginia a Vita, Martes 5 de enero 1927

¿Por qué piensas que no siento o que hago las frases? “Frases encantadoras”, dices, que le roban la realidad a las cosas. Es todo lo contrario. Siempre, siempre trato de decir lo que siento. Por alguna razón, todo es aburrido y triste. Te he echado de menos. Te echo de menos. Te echaré de menos. A medida que te alejas me resulta más difícil visualizarte, y pensar en ti con fondo de pirámides y camellos me abruma un poco. Pero vamos a dejar eso y a concentrarnos en el presente ¿Qué he hecho? He sido muy laboriosa. Creo que en parte debes haber desorganizado mi vida doméstica, porque en cuanto te fuiste cayó sobre mí un torrente de obligaciones. No tienes idea la cantidad de colchones, mantas, sábanas, fundas y enaguas que he tenido que comprar. Por algún motivo mi incompetencia y el hecho de que los vendedores no me crean me transforman en una arpía fastidiosa. Escribo rápido, todo de golpe, (¿Has visto lo apretado de mis letras?) Es porque quiero decir muchas cosas pero no aburrirte. Entonces pienso que, si las aprieto bien, no verás lo larga que es esta carta. ¿Si he visto a alguien? Sí, a muchos. Hay tantos manuscritos que leer y cartas que escribir, y Doris, una pobre y desaliñada mujer que tuvo la increíble impertinencia, en parte falta de educación y también lo que ella cree talento y yo considero un cerebro respetablemente despierto pero vulgar, de decir: pero, señora Wolf ¿tengo, en su opinión, talento suficiente para dedicar mi vida a la literatura? A lo que con mi voz más decidida respondí que mejor se hiciese cocinera. En cuanto a mis encuentros, no me he enamorado de nadie… aunque ésa no es mi línea exactamente. ¿Lo habías adivinado? No soy fría; no soy farsante, ni débil, ni sentimental. Qué soy. Quiero que me lo digas tú.…Voy a tener un pequeño grupo dramático. Me gusta la profusión de esas pobres criaturas: pintadas e irreales, todas desesperadas porque no tienen trabajo o están enamoradas. Creen que soy una gárgola grotesca, semihumana, rígida como un demonio en una catedral. A ellas les parece increíblemente excitante que yo mueva las piernas y hable como un libro. Pero no durará mucho. Es parte de mi esnobismo adornar toda la sociedad salvo la mía propia. Pero (volviendo a tu carta) siempre supe que eras distante. Sólo que me dije: insisto por pura amabilidad. Con ese objetivo fui a verte.


* Abre el primer botón de tu blusa y allí me verás anidando, como una ardilla de hábitos inquisitivos pero de todos modos adorable.

Isidore Ducasse - "Los cantos de Maldoror"

 Isidore Ducasse, con alias apócrifo de conde de Lautreamont, se convirtió con sólo dos obras (fallece con veinticuatro años) en la cumbre del romanticismo francés y en el icono y bandera de los surrealistas. Así como "Los cantos de Maldoror" es una obra fácil de encontrar, su otra obra, "Poesías", no se suele editar como tal, aunque aparece en ocasiones como apéndice en algunas ediciones de "Los cantos de Maldoror".


Canto cuarto
(...)
Soy sucio. Los piojos me corroen. Los cerdos cuando me miran vomitan. Las costras y las escaras de la lepra han descamado mi piel, cubierta de pus amarillento. No conozco el agua de los ríos ni el rocío de las nubes. En mi nuca, como en un estercolero, crece un enorme hongo, de pedúnculos umbelíferos. Sentado en un mueble deforme, no he movido mis miembros desde hace cuatro siglos. Mis pies han echado raíces en el suelo, y componen, hasta la altura de mi vientre, una especie de vegetación vivaz, llena de innobles parásitos, que no deriva aún de la planta, y tampoco es ya carne. Sin embargo mi corazón late. Pero ¿cómo latiría si la podredumbre y las exhalaciones de mi cadáver (no me atrevo a decir cuerpo) no lo nutrieran abundantemente? Bajo mi axila izquierda una familia de sapos ha fijado su residencia, y, cuando uno de ellos se mueve, me hace cosquillas. Tened cuidado de que no se escape uno y vaya a arañar con su boca el interior de vuestro oído: sería capaz de penetrar a continuación en vuestro cerebro. Bajo mi axila derecha hay un camaleón que les da caza perpetuamente para no morirse de hambre: es preciso que cada uno viva. Pero cuando una parte hace que fracase la astucia de la otra, al no encontrar nada mejor con que molestarse, chupan la grasa delicada que recubre mis costillas: ya estoy acostumbrado. Una víbora perversa ha devorado mi verga y ha ocupado su lugar: la infame me ha convertido en un eunuco. Oh, si hubiera podido defenderme con mis brazos paralíticos; aunque creo más bien que se han transformado en dos leños. Sea lo que sea, lo que importa es constatar que la sangre ya no llega hasta ellos para pasear su rubor. Dos pequeños erizos, que no crecen más, arrojaron a un perro, que no lo rechazó, el interior de mis testículos: lavada cuidadosamente la epidermis, ellos se alojaron dentro. El ano ha sido obstruido por un cangrejo; animado por mi inercia, custodia la entrada con sus pinzas y me hace mucho daño. Dos medusas atravesaron los mares, súbitamente atraídas por una esperanza que no les ha defraudado. Examinaron con cuidado las dos partes carnosas que forman el trasero humano, y, asiéndose con fuerza a su contorno convexo, las han aplastado de tal forma por medio de una presión constante, que los dos trozos de carne han desaparecido, quedando dos monstruos surgidos del reino de la viscosidad, iguales en color, forma y ferocidad. ¡De mi columna vértebral no habléis, pues es una espada! Sí, si... no le prestaba atención... vuestra demanda es justa. ¿Deseáis saber, no es cierto, cómo se encuentra implantada verticalmente entre mis riñones? Yo mismo no lo recuerdo muy bien; sin embargo, si me decido a tomar por un recuerdo lo que acaso no es más que un sueño, sabed que el hombre, cuando supo que yo había hecho votos de vivir enfermo e inmóvil hasta haber vencido al Creador, caminó detrás de mi, de puntillas, pero no tan suavemente como para que yo no lo oyese. Después no percibía nada durante un breve instante. El agudo estoque se hundió hasta la empeñadura entre las paletillas del toro de la fiesta, y su osamenta se estremeció lo mismo que un temblor de tierra. La hoja quedó adherida tan fuertemente al cuerpo que nadie, hasta ahora, ha podido extraería. Los atletas, los mecánicos, los filósofos, los médicos han intentado sucesivamente los procedimientos más diversos. ¡ No sabían que el daño que hace el hombre no puede deshacerse! Les perdoné la profundidad de su innata ignorancia y les saludé con mis párpados. Viajero, cuando pases cerca de mí, no me dirijas, te lo ruego, ni una palabra de consuelo: debilitarías mi audacia. Déjame avivar mi tenacidad en la llama del martirio voluntario. Vete... que no te inspire ninguna piedad. El odio es más altivo de lo que crees; su conducta es inexplicable, como la aparente quebradura de un bastón sumergido en el agua. Tal como me ves, yo puedo hacer todavía excursiones hasta las murallas del cielo, a la cabeza de una legión de asesinos, y regresar para adquirir esta postura y meditar de nuevo sobre los nobles proyectos de la venganza. Adiós, no te retendré por más tiempo, y, para instruirte y preservarte, reflexiona en la suerte fatal que me ha conducido a la rebeldía, cuando acaso yo había nacido siendo bueno. Contarás a tu hijo lo que has visto, y, tomándolo de la mano, hazle admirar la belleza de las estrellas y las maravillas del universo, el nido del petirrojo y los templos del Señor. Te extrañarás de verlo tan dócil a los consejos de la paternidad, y lo recompensarás con una sonrisa. Pero, cuando él crea que no es observado, échale una mirada, y lo verás escupir su baba sobre la virtud; te ha engañado el que es descendiente de la raza humana, pero no te engañará más: tú sabrás en adelante lo que llegará a ser. Oh padre infortunado, prepara, para acompañar los pasos de tu vejez, el cadalso indeleble que cortará la cabeza de un criminal precoz, y el dolor que te mostrará el camino que conduce a la tumba.
(...)

María Elena Walsh, una artista inolvidable

María Elena Walsh por María Elena Walsh

 Su infancia.  "Fue una infancia feliz y muy rica. También había enormes peleas, porque yo tenía un montón de hermanos con los que podía canalizar todas las agresividades, las bromas..."

Sus inicios en la literatura. "Mientras estudiaba Bellas Artes, dibujaba y pintaba, pero después eso no se transformó en creación. En cambio, la música quedó muy profundamente y tiene mucho que ver ese comienzo con lo que hice después: ligar las palabras con la música. Yo consumía mucho versito, mucha nursery rhyme en inglés. No creo que me contaran cuentos, pero vale una cosa por la otra".

La poesía y la canción, de la mano. "La poesía, como género, es algo que se ejerce en total libertad. De ideas, de forma, de sensaciones, de hermetismo. En cambio, una canción tiene que ser más sencilla, más directa. Por eso digo que me pareció maravilloso llevar ese oficio a la canción, un género menos complicado en cuanto a su carga de profundidad".

El punto clave de su vida. "Hay uno que yo llevo desde mi nacimiento: la preocupación política. En mí pesó mucho toda esa parte tétrica del siglo: la Guerra española, la Guerra Mundial, el régimen soviético, tan adorado por los intelectuales que ahora lo niegan. Fue una carga permanente. Y después, al terminar el siglo, la desilusión total. Durante un largo momento juvenil, pensé: "Bueno, esto tiene que cambiar. Ya más gente no se puede matar, ya no puede durar mucho la desigualdad social, va a venir una sociedad un poco más pareja".

El contacto con sus lectores. "Es más difícil en la medida en que el público se hace más numeroso. Me ha pasado en la Feria del Libro, como en algunos lugares del interior, de hacer una charla y siempre me da un poco de nerviosismo. Estoy acostumbrada, pero mirar cara a cara a los lectores siempre tiene sus aristas".

 Sobre su manera sincera de opinar.  "Yo creo que la opinión es lo de menos. Lo de más es el sufrimiento que las cosas que pasan nos ocasionan. Porque no estoy sola en este estado de decepción. Entonces, más grave es lo que sentimos muy profundamente. Podríamos no interesarnos, pero, no sé, es una característica mía estar pendiente de todo cuanto sucede, como es lógico, y más cuando está encaminado a perjudicarnos masivamente.".

Su capacidad de síntesis poética. " Ocurre que para llegar a esa concisión uno necesita haber vivido y trabajado muchos años. No es fácil ser conciso. Lleva media hora y toda la vida, como dijo Picasso, con perdón de la comparancia. Entonces uno llega a esa síntesis, porque se puede decir lo mismo dando muchas vueltas, con un discurso más prudente, más político...".

La cultura en nuestro país. "Yo creo que a la gente de la cultura no la para nadie. Todos seguimos haciendo cosas. De manera más dificultosa, perdiendo muchas energías. Pero no nos para nadie, como no nos paró tampoco la censura, que impidió el contacto con el público, pero no la producción".

La juventud. "Yo noto una gran diferencia en la nueva generación, que es menos maltratante que las anteriores. Estos jóvenes que trabajan en los negocios, en los bares, me parece que son, en general, más amables, que tienen otro tono, que nadie les enseñó a prepotear. Y a veces si te tratan mal es porque les falta autoridad, les falta un jefe que les dé normas".

GOTTFRIED BENN

El poemario Morgue y otros poemas de Gottfried Benn (1886-1965) se publicó en 1912 en Berlín, causando un escándalo tan violento como pocos en la historia de la literatura. La edición de 500 ejemplares se agotó en una semana y fue prohibida y confiscada a en 1916. La conmoción pública le dio a este médico de 26 años una temprana celebridad. Para el público lector, Morgue significó una ruptura radical con los parámetros literarios vigentes. La combinación novedosa de temas grotescos y macabros tomados de la praxis médica, con estereotipos líricos y frases tradicionalmente poéticas revelaba no sólo la posibilidad de romper y transformar el lenguaje, sino que, además, señalaba el vacío semántico de la expresión poética tradicional.

Frases hechas, valores comunes, como "hermosa juventud", "la felicidad del primer amor", "delirio y patria", "fe amor esperanza", se relacionaban con imágenes del despojo humano, cadáveres y dolencias físicas para expresar una crítica feroz al imaginario lírico del momento, trazando por lo demás un cuadro muy diferente del ser humano, de un ser ahora desprovisto de toda trascendencia.

La concepción del ser humano que se revela en estos poemas, un ser reducido a carne enferma o carroña, despojado no sólo de alma y trascendencia sino de todo valor convencionalmente relacionado a su supuesta condición de ser superior, puede leerse como extrema manifestación de un nihilismo radical. Pero detrás de la dura superficie de los versos, de los cadáveres y cancerosos, de la patología humana, surge otro tono, otra intención. Y posiblemente sea aquí donde radique la fascinación de estos poemas para el lector actual. Pues una de las motivaciones ocultas para estos juegos combinatorios se vincula con un profundo e inconfesable sentimiento de piedad, piedad con ese ser despojado y reducido a lo más carnal de su existencia. El médico Benn, consciente de la vacuidad de todo ideal, logra con la destrucción del lenguaje poético niveles más profundos de comprensión. Al describir fríamente la incongruencia evidente entre la realidad y la palabra, su mirada clínica, pero también piadosa enfrenta las terribles consecuencia de tal incongruencia. De la distancia existente entre el dolor real y el sueño ideal surge el presentimiento de una condición humana que trasciende las convenciones culturales aceptadas.

POEMAS

Ciclo
El molar solitario de una ninfa
muerta no identificada
tenía un arreglo de oro.
Los demás se habían marchado como a una cita furtiva.
El sirvecadáveres se lo arrancó a golpes
lo empeñó, y se fue p`al baile.
Total, dijo sólo el polvo ha de volver al polvo...

Réquiem
Por mesa, hay dos. Varones y hembras
en cruz. Juntos, nudos, más sin pena.
Partido el cráneo. Deshecho el pecho. Los cuerpos
Están de parto en su vez postrera.

Cubetas llenas. Del seso al huevo
Y el templo de Dios y el establo del diablo.
pues pecho a pecho el fondo de una tierra
de Gólgota y Caída hacen escarnio.

El resto en cajas. Renacimientos:
Androspiernas, pecho de niño y pelo de hembra:
de dos que un día se amancebaron
lo vi allí, como surgido de un regazo.

Novia del negro
Entonces yacía sobre almohadas de sangre oscura
la nuca rubia de una mujer blanca.
El sol rabiaba en su pelo
y le lamía largamente el muslo claro,
y se hincaba en torno de sus más parduscos senos
intactos aún de vicio y parto.
A su lado un negro: por coz de pezuña equina
ojos y frente destrozados. Penetraba
con dos dedos de su inmundo pie izquierdo
en el interior de su pequeña oreja blanca.
Pero ella yacía y dormía como una novia:
en el festón de su dicha del primer amor
y como al umbral del inicio de muchas Ascensiones
de la tibia sangre joven.
Hasta que le
hundieron el cuchillo en la blanca garganta
y le echaron un mandil púrpura de sangre muerta
en torno a las caderas.


Gottfried Benn - Del ciclo Morgue - Traducción de Susana Romano

'Al Troesma desde la mitad del mundo', CARLOS GARDEL

Cuando el entusiasmo y la admiración desbordan, el transcurso de un siglo es apenas una excusa para celebrar una efeméride. Y un centenario es el motivo que permitió reunir en este volumen a un conjunto de destacadas personalidades de las letras, las artes y la vida pública del Ecuador, el centenario del nacimiento de Carlos Gardel.

El proyecto surgió del encuentro desmelenado y fraterno, como una charla de café, mantenido con los amigos de Tango Club, una asociación cargada de ensueños y nostalgias como la música que la inspira. Después, la idea se fue extendiendo en conversaciones informales con otros gardelianos notables y confesos hasta germinar en este compendio que hoy llega a Internet. El espontáneo deseo de rendir un homenaje al Maestro superó todas las expectativas y la convocatoria al recuerdo constituyó, por sí sola, un éxito.

Un llamado oportuno a Don Hermenegildo Sabat, a fin de solicitarle su autorización para utilizar los dibujos de su autoría como ilustración en estas páginas, sumó a un hombre de la Banda Oriental a la obra que -hasta ese momento- era una empresa exclusiva de ecuatorianos. Con el sentimentalismo propio de un tanguero irremediable, nuestro amigo oriental, transformó el discreto pedido en una generosa donación y nos envió el grabado que ornamenta la introducción. Gesto cariñoso, arranque emocional que vino a enlazar a Ecuador y Uruguay en un mismo envión de afecto dedicado a un cantor popular, más universal que argentino.

Este entretejido de coincidencias inspiró el título del homenaje. "Al Troesma con cariño" se llama la obra en la que Sabat reunió, hace casi dos décadas, sus magistrales dibujos consagrados a representar la simbiosis del canto y el ídolo.

"Troesma" es maestro al revés. "Al vesre" como se expresa en la intimidad de su ciudad el hombre de Buenos Aires. Y "Maestro" es el título que se prodiga a quienes se consideran modelos en el arte y en la creación. Por la solemnidad con que se la pronuncia la mención equivale a un doctorado "honoris causa" de la famosa "universidad de la calle". A Gardel se lo llama "Carlitos", "Idolo", "Bronce", "Mudo", "Maestro", "Troesma". Por eso, siguiendo la onda sabatiana, se nos ocurrió dedicar el homenaje "Al Troesma desde la mitad del mundo", desde este punto geográfico Y espiritual del continente donde la República del Ecuador y su gente se abrazan al compás del dos por cuatro con los restantes hermanos del continente.

En un alarde de tautología tanguera podría decirse que de los que están no falta nadie. Hombres de todas las latitudes del país, diestros de la pluma y el pincel, se arrimaron con el tributo de sus emocionados recuerdos para obsequiar al "Troesma". Prestigiosas figuras de la sierra y de la costa y hasta de las estribaciones de la entreverada selva amazónica hicieron un alto en sus siempre afanosas tareas para cumplir con el dictado del afecto y la memoria. Pero también nos acompañan los que no llegaron. Los que enterados a última hora de esta improvisada celebración no pudieron traspasar, aunque quisieron, el límite infranqueable de los rígidos plazos establecidos para su edición. Pero igual ayudaron, igual empujaron e hicieron posible, con sus opiniones y su aliento, la realización del proyecto. A todos ellos, presentes y ausentes, unidos en la común devoción por la musa rea, nuestro más sincero y agradecido reconocimiento.

Como debe ser en una reunión de amigos, la distribución de los puestos no indica preferencia. Cada uno de los asistentes a este peculiar encuentro atesora, en sus respectivas actividades, los suficientes méritos y consagraciones como para eximirnos de imposibles discernimientos La caravana de artículos y remembranzas se acomoda, entonces, por riguroso orden alfabético y son en definitiva las primeras letras de los apellidos las que determinan su ubicación en el contexto.

Por las intenciones que lo animan, los elementos que lo informan y la desinteresada entrega de sus autores este trabajo está destinado a reproducir, en su modesta dimensión, el fenómeno que cotidianamente experimentan quienes a través del disco o de viejas películas vuelven a sentir el encanto de Carlos Gardel. Al recorrer estas páginas se podrá evocar esa voz y esa imagen tocadas por el misterio de la magia que a pesar del tiempo transcurrido, siguen expresando nuestras emociones más profundas y rescatando nuestros sentimientos más recónditos y universales.

Pero además, como testimonio del sentir y el pensar de la comunidad ecuatoriana, estrechamente ligada por la historia y la esperanza a sus vecinos del sur, los pueblos rioplatenses, la obra constituye un mensaje de amistad y entendimiento que se larga a rodar fraternalmente por los empedrados de América Latina.

Que su lectura sirva para inspirar realizaciones similares.

Que la evocación de esta memoria compartida contribuya a recuperar familiares identidades.

Que la eterna sonrisa del "Troesma", honra y prez de comunes arrabales, nos sirva de bandera para encarar, con actitud viril y confianza en nuestras fuerzas, la conquista de un futuro sin fronteras, son los tres deseos que expresamos al conmemorar este primer centenario gardeliano.

Prólogo
Por Miguel Unamuno
Embajada de la República Argentina - Quito, Ecuador

Arte de las putas

"Mas porque putas hay tan imposibles al parecer (que en realidad ninguna hallarás imposible ni aun difícil); porque al hacer valer la mercancía pretenden ser rogadas, y el putero no ha de gastar ni tiempo ni dinero, más que comer, entonces son precisas las alcahuetas de rosario en mano que hacen novenas y oyen muchas misas. Estas te ponen el camino llano si no quieres cansarte en ir con ruegos.
(...)
Ya sabe el mundo la perversa gente que son los alguaciles y escribanos; éstos persiguen a las pobres putas, no con deseos de extinguir lo malo, pues comen con delitos, y su vida pende de hombres sin ley, facinerosos, y la santa virtud es su homicida; y aunque saben que no es el estafarlas medio de corregirlas, pues quedando pobres, prosiguen siempre puteando, las roban con achaque de enmendarlas"

Nicolás Fernández de Moratín
(fragmento)

IVONNE BORDELOIS, CONTINÚA SU LUCHA CONTRA LA DEGRADACIÓN DE LA PALABRA: ‘LOS MEDIOS COMETEN UN GENOCIDIO CON EL LENGUAJE’

LA AUTORA DE LA PALABRA AMENAZADA ACABA DE PUBLICAR UN NUEVO LIBRO DE ENSAYOS, EL PAÍS QUE NOS HABLA, EN EL QUE ANALIZA LA HISTORIA LINGÜÍSTICA DE LA ARGENTINA, REFLEXIONA SOBRE EL LUNFARDO Y EL LENGUAJE ELECTRÓNICO Y PROPONE UNA NUEVA ALIANZA ESTRATÉGICA ENTRE LA POESÍA Y LA MÚSICA.

Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Ivonne Bordelois realizó estudios literarios y lingüísticos en la Sorbonne. Colaboró en la revista Sur y junto con Alejandra Pizarnik realizó traducciones y entrevistas para publicaciones nacionales y latinoamericanas. En 1968, se trasladó, gracias a una beca del Conicet, a Boston, donde se doctoró con Noam Chomsky, en el MIT, en 1974. Desde 1975 ocupó por trece años una cátedra de lingüística obtenida por concurso internacional en el Instituto Iberoamericano de la Universidad de Utrecht, Holanda. En 1983 recibió la beca Guggenheim. Entre sus libros figuran el poemario El Alegre Apocalipsis (GEL, 1995), Correspondencia Pizarnik (Planeta, 1998), Un triángulo crucial: Borges, Güiraldes y Lugones y el ensayo La palabra amenazada (Libros del Zorzal, 2003).

Es una lucha vital: quien no habla bien su lengua no ha aprendido a vivir. Y ella sabe que no está sola en esta pelea. Desde que la lingüista y poeta Ivonne Bordelois publicó La palabra amenazada (Libros del Zorzal), la conciencia lingüística se fue transformando en una prioridad. Cuando una sociedad se siente despojada de todo, necesita volver al útero inalienable del lenguaje. Muchos poetas, músicos, escritores, talleristas, docentes, psiquiatras y miembros de asambleas barriales formaron una resistencia subterránea, comprendieron que el trampolín al sometimiento emerge en el preciso instante en que la palabra –asiento de la conciencia crítica– se degrada. Bordelois, que asistió a reuniones y debates, comprobó que la repercusión del libro crecía, tomó nota de comentarios y sugerencias, pensó y repensó las causas de esa degradación. El resultado es un puñado de ensayos, El país que nos habla (Sudamericana), en los que analiza la historia lingüística de la Argentina (a través de la generación del ’37, la del ’80 y los debates Florida-Boedo), alienta un diálogo entre el inglés y el español, reflexiona sobre el lunfardo y el lenguaje electrónico y propone una alianza estratégica: la poesía y la música, por ejemplo las canciones de Jorge Drexler o Leda Valladares, como fuentes invalorables de reconquista de la lengua.

“No estoy tratando de salvar la literatura sino la lengua, que es mucho más que la literatura”, dice Bordelois en la entrevista con Página/12. “Intuitivamente todos sabemos que el cuidado por el lenguaje es la llave hacia el entendimiento más lúcido de nuestras posibilidades como comunidad y como individuos”, plantea la lingüista.

–Al mismo tiempo que aumenta la conciencia crítica respecto de la devaluación de la palabra, ¿por qué el lenguaje se transforma en una prioridad?
La misma devaluación de la palabra ha incentivado esta prioridad. La palabra achatada, aplanada, que recibimos de la televisión, no es solamente el efecto de una cultura consumista; la palabra, además, es comunicación, es la manera que tenemos de ser un grupo humano importante. No nacemos de un repollo: somos más de 400 millones de hablantes del español, es decir que uno nace dentro de una lengua y por la lengua estamos ligados necesariamente a esos hablantes. La primera base de lo comunitario es el lenguaje y cuando te lo tocan a fondo y te lo degradan, saltás como una persona violada.

–¿Qué actitud tienen los adolescentes ante el lenguaje?
Como están en sublevación con la familia y con los valores que de alguna manera la sociedad trata de comunicarles, hacen todo lo posible para repudiar esos valores, rechazarlos o reinterpretarlos a su manera. Los adolescentes tienen la tendencia a plegarse a la cultura de la gesticulación, de la imagen, del cuerpo; se expresan mucho más desde el punto de vista físico, y eso me preocupa porque pienso que limitan la posibilidad de entrada a un campo de reflexión más profundo. Pero por otro lado, el adolescente tiene una capacidad de innovar muy grande, y esa capacidad se ve en el tipo de modismos que han implantado, como por ejemplo “genia” o “ídola”, donde ciertos valores de la mujer que estaban totalmente suprimidos de golpe afloran. Los adolescentes ahora usan “te amo”, pero para mi generación decir “te amo” era un quemo total, lo único que podíamos decir es “te quiero”. No todo es negativo, lo que pasa es hay que saber escuchar a los chicos. La escuela y los medios de comunicación cometen un genocidio con los adolescentes, cuando en las telenovelas aparecen parejas que se expresan con un lenguaje terriblemente pobre, de una pobreza que te hace llorar porque no pueden entender sus propios sentimientos por la carencia de léxico.

–¿En qué momento empezó a gestarse esta limitación y pobreza en el léxico?
Hay una cierta tendencia a decir que el menemismo arrasó con el lenguaje, y ciertamente es verdad. Pero en realidad esto sucede en todo el mundo. En Francia se está debatiendo la degradación del lenguaje, justamente en el país que más “vigilancia” ejerce y el que más orgullo siente del cuidado del lenguaje. Si les pasa eso a los franceses quiere decir que esto es mucho más profundo. El menemismo se insertó en una ola general, en una especie de tsunami que está barriendo el mundo. Una civilización capitalista fundamentalista como la nuestra necesita borrar los mecanismos más profundos del lenguaje, porque con el lenguaje viene la reflexión, la crítica y un sentido estético. El lenguaje está amenazado porque es una amenaza, hay que entender esto: si nosotros nos asentamos en las riquezas naturales del lenguaje, nos constituimos en una gran amenaza.

–Al analizar el lenguaje que prevalece en el chat, usted descubrió que, a veces, al acortar lo escrito se recupera el origen de las palabras, como sucede con noche, que se escribe “nox”, igual que en el nominativo del latín. ¿Cómo explica que suceda esto?
Aunque sea azaroso, en la búsqueda de la reducción al núcleo de la palabra muchas veces se comprueba que la evolución fonética no es arbitraria sino que se corresponde con ciertos mecanismos biológicos y ciertos fenómenos fonéticos que son universales. Necesariamente, los chicos, al desandar ese camino para acortar la palabra, llegan al nox, pero también es cierto que sonó la flauta por casualidad (risas), pero no deja de ser notable e interesante. Yo pongo el ejemplo de las lenguas semíticas, donde la grafía excluye las vocales y la gente tiene que imaginar cuáles son las vocales que faltan. Y eso, a veces, produce grandes ambigüedades. El mecanismo es absolutamente natural en las lenguas humanas; la gente quiere condensar la información escrita que es tan complicada, que es cara, que es lenta, que comparada con la palabra oral siempre pierde en velocidad.

–¿Cómo incide la velocidad en la cultura?
El gran tema es que ésta es una cultura de la velocidad. Los países más ricos no son los que han ganado más dinero sino más tecnología de velocidad. El problema está en que la palabra ahora tiene que competir con la imagen, que la velocidad de la imagen es infinitamente más grande que la de la palabra. Habría que ver hasta qué punto se produce una especie de calentamiento de la superficie lingüística global al tratar de condensar y alcanzar más velocidad en el lenguaje. Borges decía que el inglés le ganaba al español en velocidad, porque es un idioma que tiene una enorme cantidad de monosílabos, pero que el español le ganaba en claridad, porque naturalmente usamos palabras de tres o cuatro sílabas. Si vos perdés el principio o el final de la palabra en español, no es tan difícil reconstruirla a través del contexto. Esta es una cultura que tiene que decidir si quiere comunicar más, o más rápido.

–Pero el riesgo de esta decisión es que si se opta por la velocidad, para llegar más rápido, se pierda profundidad...
Sí, pero el hecho de que el inglés haya escogido una estructura prácticamente monosilábica no ha incidido en una falta de profundidad la prueba está en los grandes escritores que tiene la literatura inglesa. El peligro está en el campo de la comunicación verbal. Me parece que el siglo XXI va a ser el siglo de los problemas de comunicación a nivel muy profundo, del diálogo de las grandes lenguas.

–¿Ese diálogo sería entre el inglés y el español?
No, me parece que el acontecimiento más importante del siglo va a ser el dominio de los chinos y nuestra preparación es flagrantemente pobre. Nosotros no sabemos nada de los chinos y vamos a tener un gran problema porque el diálogo de las culturas estará sometido a una prueba feroz, si no tenemos un poco más de comprensión de lo que está ocurriendo.

–¿Esto se agravaría por la idiosincrasia de los argentinos que tienden a rechazar el aprendizaje de otras lenguas?
Sí, en cierto sentido somos parecidos a los Estados Unidos, donde la enseñanza de lenguas, de acuerdo con el caudal técnico y económico que tienen, debería estar mucho más difundida. Pero como a cualquier parte del mundo a la que viajan la gente habla inglés, ellos creen que no es necesario conocer otras lenguas, y ahí se pierden un enorme cauce de comprensión y acercamiento. Los argentinos somos muy etnocéntricos y eso desgraciadamente viene de una tradición bastante mezquina. El gran Borges tenía un gran desprecio a nuestras culturas indígenas. Tenemos que desandar un largo camino y volver a andar en otra dirección.

–Usted afirma en el libro que la puja entre Florida y Boedo la ganó Borges.
El problema de Florida fue crear una especie de entonación criolla dentro del ámbito general del español para diferenciarse de los inmigrantes. En ese momento ellos estaban “ahogados” por una inmigración masiva; hay que pensar que dos de cada tres personas hablaban una lengua que no era el español y el núcleo criollo se sentía asfixiado. Pero fue una noción clasista y sobre todo muy porteña; lo que trató de salvarse fue el paradigma porteño por encima de lo que podría ser un paradigma nacional donde se agruparan las entonaciones de todo el país. Por eso digo que ganó la posición unitaria, porteña y burguesa de Borges.

–En el libro analiza letras de Leda Valladares o Jorge Drexler por el compromiso que tienen con la poesía, con la palabra. ¿La música parecería ser la vía masiva de rescate y recuperación del lenguaje?
Sí, es la única vía de rescate. A mí lo que me preocupa es la palabra oral. No estoy tratando de “salvar” la literatura sino la lengua, que es mucho más que la literatura. La canción no es una catacumba, por suerte todavía tiene muchísima vitalidad. Cuando vino Drexler, fui pensando que iríamos sólo unos cuantos viejos porque es demasiado poético. Lo que me gustó fue que la única vieja era yo (risas), estaba lleno de chicos jóvenes que coreaban la mayoría de las canciones. Estos son los destellos de esperanza que uno tiene.

Fragmento de El país que nos habla

El lenguaje es el depósito sagrado de nuestra conciencia, la condición de nuestra sabiduría, la garantía de nuestra identidad y de nuestra libertad, y también una fuente de placer inagotable, si sabemos encontrarla. Pero lo malo es que, en gran parte, esta sociedad, efectivamente, ha abierto la luz verde en este sentido, y lo que presenciamos es un arrasamiento masivo de nuestra comunicación con el propio lenguaje, nudo fundamental de nuestra comunicación con nosotros mismos. Lo que se nos impide es el contacto con lo digno y lo hermoso del lenguaje. Y lo que urge es elegir entre un lenguaje cómplice o un lenguaje resistente. Pero en realidad no es el lenguaje lo que está en crisis, ya que la historia demuestra que pasan los gobiernos, los países, los siglos y el lenguaje sobrevive, siempre con la misma energía maravillosa. Los que estamos en crisis somos nosotros, los que abrimos las puertas a los saqueadores de ese petróleo último del habla que es el lenguaje, los que pretenden erradicarlo de la conciencia colectiva porque temen su vitalidad, su creatividad, su capacidad de juego y de denuncia, todo lo que nos aparte del triste mercado de bienes inútiles y suntuarios con que se nos persigue y aplasta cotidianamente.
El testimonio más fuerte de la totalidad que nos reúne es, precisamente, el lenguaje. Cada uno de nosotros es un recorte subjetivamente único dentro de un todo. Las partes no constituyen el todo, sino que el todo constituye a las partes. Partículas hablantes de ese gran todo que nos congrega, nos corresponde enfrentar sus crisis, reparar sus heridas, restaurar su luminosidad que será también nuestra.

Fuente: suplemento "Radar" del diario "Página 12"

El deseo de la palabra - Alejandra Pizarnik

La noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido.
Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui.

Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.
Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la aurora salmodiaba: Si no vino es porque no vino. Pregunto. ¿A quién? Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los agonizantes.

He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vía. Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros. Ninguna flor crece ni crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.

En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.


De: Figuras del presentimiento

Juan Carlos Bustriazo Ortiz, el gran poeta pampeano

“Me gustaría ser recordado como una buena persona. Como un anciano de gran corazón”, decía Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Ayer su corazón dejó de latir. Quiso el destino que muriera a los 81 años, arrebatándole el sueño de llegar a los 100 ó 101.
Sin embargo, la muerte de quien es quizá el más grande poeta pampeano es el renacimiento del mito que acompañó durante años a este artista gigante, a veces esquivo, hereje bebedor de una enroscada riqueza y que juraba -aún poeta maldito- que se limitaba a escribir los dictados de Dios.
Bustriazo Ortiz es “el” poeta pampeano. El valor de su obra -con mucho de misterio, y de una especial creatividad- lo distingue incluso en el concierto nacional, a lo que suma la popularidad que encontraron algunas de sus letras que forman parte del más gustoso cancionero.
Las anécdotas, además, le dan aire a la leyenda del poeta nochernícola, de austera sal, de halo melancólico. Cuentan, por ejemplo, que siempre usaba el mismo vaso para tomar su vino. Lo guardaba en un portafolios ya mítico y a su vez, en su interior, le protegía la boca con un platillo. El vaso, con el tiempo, adquirió la tonalidad del vino tino: la borra se instaló en su fondo y en los bordes. Y Bustriazo siempre usaba su tapita, con un objetivo tan práctico como romántico: que no huyeran los espíritus de la bebida.
“Cuando tomo vino tinto, aunque esté solo, digo: ’¡yapai peñi!’, que significa ’¡salud hermano!’, en mapuche. También me gusta mucho la ginebra”, aclaraba Bustriazo.
“El Penca” Bustriazo decía que no tenía buen humor. Nació el 3 de diciembre de 1929 en Santa Rosa. Decidió firmar Ortiz, como su madre. Y recordaba que Bustriazo, apellido de origen italiano, significa tres bueyes grandes.
Fue radiotelegrafista y eso le permitió recorrer buena parte del territorio pampeano. También fue corrector y linotipista en el diario “La Arena”, animó culturalmente varios boliches y peñas de la ciudad. Se enamoró de Rosita, pero ella se fue con otro hombre: “Yo era muy enamoradizo. Me gustaban las muchachas... El amor tiene un poder extraordinario. La comida y el amor tienen grandes poderes, sexualmente hablando, ¡tienen poderes extraordinarios!”.
Numerosos de sus poemas fueron musicalizados por músicos locales. Su obra fue declarada de interés provincial.
La profesora Teresa Girbal lo incluye en el texto de investigación Estudios de Literatura Pampeana (1974), 1981. Fue publicado en las revistas Bardo, La Danza del Ratón, Alguien llama, carpeta de poesía argentina, Diario de Poesía; patagonia/poesía; Museo Salvaje, Alter Ego. Tiene editados “Elegías de la piedra que canta”, 1969; “Aura del estilo”, 1970; “Unca bermeja”, 1984; “Poemas Puelches”, “Cantos del añorante”, 1991; “Libro del Ghenpín”, 1977 (editado en 2004), y “Canto Quetral tomo I”, publicado el año pasado.
Pero la mayoría de su obra permanece inédita. Y ha sido, como su vida, motivo de dimes y diretes, conflictos, reflexiones, moralejas y moralinas.
Sus últimos años los vivió con Lidia Hernández, enfermera. “Chiquita”. Se conocieron en el hospital “Dr. Lucio Molas”: su trabajo era cuidarlo. Después se fueron juntos a la coqueta casa de la calle Stieben. La mujer, que en los últimos años había entrado en polémicas con los antiguos poseedores de la obra del poeta, explicó que él había pedido que cuando llegara la hora no hubiera un velatorio tradicional, sino con lugar sólo para los íntimos. El sepelio será hoy a las 10 de la mañana en el cementerio local. Se comunicó, por parte de la viuda, la decisión de no realizar un velatorio. Los escritores y sus hermanas, Yolanda y Juanita, lamentaron esto. “La viuda nos dijo que fue su última voluntad. Nosotros no sabíamos, al menos Juan Carlos no nos dijo. Es una injusticia que no podamos despedirnos”, dijo Yolanda.

Juan Carlos Bustriazo Ortiz falleció en junio de 2010 a los 81 años. Es probablemente el más grande de los poetas pampeanos. Escribió una voluminosa obra, la mayor parte de la cual sigue inédita. Aportó alcancionero popular y su vida es ya casi una leyenda. Mañana, elsuplemento cultural “Kresta” hará una edición especial en su homenaje.

Romance Lorquiano

La desconocida y poco estudiada vida amorosa del poeta granadino esconde una historia parecida a la de los trágicos dramas que escribió en muchas de sus obras.
“Las relaciones homosexuales de Federico García Lorca componen un romancero oscuro, un misterio del que sólo se conocen algunos testimonios y escasos documentos, pero lo cierto es que sentía verdadera pasión por aquellas personas a las que amó. En pocas ocasiones fue correspondido y no siempre eligió a la persona adecuada. Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rafael Rodríguez Rapún y Eduardo Rodríguez Valdivieso fueron, en algún momento, los hombres de su vida y de sus obras.
La familia García Lorca durante años evitó toda referencias a las inclinaciones sexuales del poeta, para evitar, según indicó Laura García Lorca, que «se confundiera su asesinato con un crimen sexual». La misma Laura reconoció que, pasados los años, la familia asumió el tema «con toda naturalidad».

LOS CUATRO HOMBRES DE FEDERICO GARCÍA LORCA.

SALVADOR DALÍ: El amor que no pudo ser.

Federico García Lorca y Salvador Felipe Dalí vivieron su particular “Brokeback Mountain” en la España de los años veinte. Su relación trascendió la simple amistad. Se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes de Madrid (cuando tenían 24 y 18 años, respectivamente). Fue una gran historia de amor aunque nunca llegara a consumarse. Lorca, menos temeroso al erotismo, fue mucho más consciente del amor que sentía hacia su amigo. Pero éste no aceptaba su homosexualidad, entre otras cosas por la influencia de un padre muy severo. Mantuvieron, a pesar de todo, una estrechísima relación personal y artística primero; y un complejo debate estético después, hasta 1928, cuando se produjo el alejamiento entre los dos.

Dalí había comenzado el servicio militar, pero tuvo tres meses de permiso que pasó con su amigo Federico entre Figueras, Cadaqués y Barcelona. En este momento llevaban más de un año sin verse y pasaron unos meses en íntima amistad. Según el pintor, en mayo de 1926 el poeta intentó estar físicamente con él y aunque Dalí se sentía halagado, no accedió a sus deseos, ya que no se consideraba homosexual, lo que Lorca respetó siempre profundamente.

Dalí era muy crítico con la obra de García Lorca. Cuando se publicó el ‘Romancero gitano’, Salvador le dijo a Federico: «Tú eres un genio y lo que se lleva ahora es la poesía surrealista. Así que no pierdas tu talento con pintoresquismos». Y Federico le hizo caso; dio un golpe de timón a su obra y surgió ‘Poeta en Nueva York’. Dalí se alió con Buñuel en ‘Un perro andaluz’, lo que le distanció de Lorca, que entendió que, con el título de la película, se referían a él. En esa época Salvador conoció a Gala en París.

Con todo, cuando los dos amigos se reencontraron en Barcelona, en el año 1934, ni el tiempo ni la distancia habían borrado esa relación. «Somos dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba: siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiéramos estado hablando diariamente…».

EMILIO ALADRÉN: La gran pasión.

En 1928, Federico se desentiende en Madrid de la revista ‘Gallo’ hasta tal punto que será requerido por el director de la publicación vanguardista, su hermano Francisco García Lorca. Federico, aunque en su interior seguía estando atraído por el joven Dalí, se sentía estrechamente relacionado con el escultor Emilio Aladrén Perojo, que había ingresado en la Escuela de Bellas Artes en 1922, el mismo año que Salvador. Ocho años más joven que Lorca, Aladrén, nacido en 1906, era un chico llamativamente guapo, de cabello negro, ojos grandes y algo oblicuos que le prestaban un aire ligeramente oriental, pómulos marcados y temperamento apasionado.

Federico lo había conocido allá por 1925, pero intimaron en 1927. A Lorca le sedujeron el físico, encanto personal y aire «entre tahitiano y ruso», que decía la pintora Maruja Mallo, quien fue novia de Aladrén hasta que vino el momento en que Federico se lo «robó» sin más miramientos.

La mayoría de amigos de Lorca despreciaban a Aladrén como artista y persona, y consideraban que ejercía una influencia muy adversa sobre el poeta. A Federico le encantaba llevar a Emilio a fiestas y presentarlo como uno de los jóvenes escultores españoles más prometedores. La relación levantó los celos en algunos amigos del poeta y fue causa de escenas violentas.

Una joven inglesa llamada Eleanor Dove, llegada a Madrid como representante de la empresa de cosmética Elizabeth Arden, fue la causa de la ruptura de la relación entre el poeta y el escultor. Es el verano de 1928 y Lorca se ve sumido en una gran depresión, que le llevará a Nueva York. En esa época escribió una carta a José Antonio Rubio Sacristán, uno de sus amigos de la Residencia de Estudiantes, donde dice, entre otras cosas: «Ahora me doy cuenta de qué es eso del fuego del amor del que hablan los poetas eróticos y me doy cuenta, cuando tengo necesariamente que cortarlo de mi vida para no sucumbir».

Paradojas de la vida, Aladrén fue escultor y tuvo algún éxito haciendo bustos en bronce de prohombres franquistas. Murió prematuramente al finalizar la década de los años cuarenta.

RAFAEL RODRÍGUEZ RAPÚN: La gran atracción.

Función especial de “El amor brujo” en la Residencia de Estudiantes allá por 1933. Entre el público se encontraba un apuesto estudiante de Ingeniería, Rafael Rodríguez Rapún, “el tres erres”, que le decían. Nacido en Madrid en 1912, Rodríguez Rapún es de constitución atlética, buen futbolista y socialista apasionado. Hacía unos meses que se había incorporado a La Barraca. No era homosexual pero, según su íntimo amigo Modesto Higueras, acabó sucumbiendo a los encantos lorquianos: «A Rafael le gustaban las mujeres más que chuparse los dedos, pero estaba cogido en esa red, no cogido, inmerso en Federico. Lo mismo que yo estaba inmerso en Federico, sin llegar a eso, él estaba inconsciente en este asunto. Después se quería escapar pero no podía… Fue tremendo».

Sólo se ha encontrado una carta cruzada entre Lorca y Rapún, la escrita desde la añoranza del poeta, en aquellos días a Argentina: «Me acuerdo muchísimo de ti. Dejar de ver a una persona con la que ha estado uno pasando, durante meses, todas las horas del día es muy fuerte para olvidarlo. Máxime si hacia esa persona se siente uno atraído tan poderosamente como yo hacia ti». Lorca regresa de Argentina y se retoma la relación. Cuando el poeta es invitado a Italia a un congreso teatral, la esposa de Ezio Levi, quien le cursó la invitación, le transmitió que podía «acudir con su esposa», a lo que Lorca le respondió que era soltero, pero que asistiría con su secretario personal, Rafael Rodríguez Rapún.

El poeta no dejó de querer a aquel muchacho, quien según algunos testimonios, como los de la escritora y esposa de Alberti, María Teresa León, quedó profundamente afligido al conocer la noticia del asesinato de Federico. Rapún recibió formación militar, paradójicamente en la localidad de Lorca, y dicen que se marchó a morir al frente del Norte, donde encontró a “la flaca”, el 18 de agosto de 1937, justo un año después que García Lorca.


EDUARDO RODRÍGUEZ VALDIVIESO: El “amigo” de Granada.

Fue el amigo granadino del poeta, y conservó sus cartas hasta su muerte, en 1997. Rodríguez Valdivieso, catorce años más joven que Lorca, era alto y apuesto, con ojos oscuros y una sensibilidad a flor de piel. Trabajaba a regañadientes en un banco granadino, amaba la literatura y era pobre e infeliz. Según Ian Gibson, conocer y enamorar a Lorca, ser amigo predilecto suyo durante aproximadamente un año, fue una de las experiencias fundamentales de su vida.

Se conocieron en febrero de 1932, en un baile de disfraces, en el Hotel Alhambra Palace. Él iba vestido de Pierrot y el poeta, de Dominó. Rodríguez Valdivieso recordaba que la fiesta duró hasta la madrugada: «Se bebió tanto que, al día siguiente, pocos se acordaban de la pasada aventura».

Muestra de aquella relación es el contenido de una de las siete cartas que Lorca envió al granadino: «Recibí tu carta que contesto enseguida, muy contento de que te hayas acordado de mí, pues yo creía que casi me habías olvidado. Yo, como siempre, te recuerdo, quiero saber de ti y tener lazo de unión contigo».

El 18 de julio de 1936 Rodríguez Valdivieso visitó la Huerta de San Vicente para celebrar junto con su amigo la festividad de San Federico. Una de aquellas tardes terribles de guerra y represión Federico bajó de su dormitorio y le dijo que había tenido un sueño inquietante: un grupo de mujeres enlutadas enarbolaban unos crucifijos, también negros, con los que le amenazaban”.

Dulce María Loinaz

Nació en La Habana, hija del mayor general del Ejército Libertador de Cuba, Enrique Loinaz del Castillo, el creador del Himno Invasor. Nunca asistió a una escuela hasta pasar a la Universidad de La Habana donde obtuvo, en 1927, el título de Doctor en Leyes. Permaneció en la Isla viviendo en su vieja casona del Vedado hasta el día de su muerte ocurrida el 27 de abril de 1997 a los 93 años de edad. En 1959 fue elegida miembro de la Real Academia Española y presidió en Cuba hasta el momento de su muerte la filial local de esa institución. Durante su vida recibió innumerables premios y honores; entre otros se destacan el Premio Cervantes (1992), la Cruz de Alfonso X, el Sabio y el premio Isabel la Católica de periodismo. En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura. En 1944 recibió el premio González Lanuza que otorgaba el Colegio Nacional de Abogados de Cuba. Entre las grandes figuras de la literatura universal que pasaron por su casa se cuentan Federico García Lorca y los premios Nobel de literatura, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez.
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Isla


Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
puedo volar o hundirme... Puedo a veces,
morder mi cola en signo de infinito.
Soy tierra desgajándose... Hay momentos
en que el agua me ciega y me acobarda
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero ahora a mareas y ciclones,
hinco en el mar raíz de pecho roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo,
¡para volverme en nudos desatados!...
¡Me come un mar batido por las olas
de arcángeles sin cielo, naufragados!

Manuel Alexandre, uno de los intérpretes históricos del cine español

Un actor excelente, un hombre bondadoso. La cultura española destaca la "brillante" carrera de un intérprete que supo ganarse el respeto de la profesión.
Numerosas personalidades del cine, la política y otros sectores lamentaron ayer el fallecimiento de Manuel Alexandre y recordaron su enorme talento y su singular personalidad.

"Mi querido Manolo Alexandre nos deja muy solos", afirmó el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el telegrama que dirigió a los familiares del actor. Zapatero destacó del artista su "valor cívico para situarse siempre delante mirando a la libertad". "Manuel Alexandre llenó Moncloa de alegría la mañana en la que su familia, sus compañeros de profesión y tantos admiradores anónimos pudimos agradecerle su cariño y su talento", recordó el presidente del Gobierno en referencia al homenaje en el que se le otorgó la Gran Cruz de Alfonso X.

El presidente del Gobierno destacó asimismo la "ironía y la dulzura de su inigualable sonrisa". Según afirmó, tras su muerte esas características suyas se guardarán "como un tesoro". "Desde la pantalla o desde el escenario nos llegaba al centro mismo de nuestro corazón", añadió.

El presidente del PP, Mariano Rajoy, lamentó también el fallecimiento del actor y recordó su "brillante" carrera. En Alexandre "coincidieron felizmente el talento innato, el amor a su profesión y el trabajo bien hecho que, a lo largo de muchos años, varias generaciones de espectadores españoles pudieron disfrutar", señaló Rajoy.

La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, destacó que, además de "una persona muy querida por su profesión", el actor, que amaba la poesía, era "un hombre muy culto, que perteneció a la vida intelectual de Madrid, y un asiduo de la tertulia del Café Gijón". "Los directores de cine más importantes de nuestro país contaron con él y Alexandre participó en algunas de las mejores películas", añadió la ministra.

También la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España recordó a Alexandre. En un comunicado, la institución señaló que con el fallecimiento del madrileño se va "un actor de carácter" y desaparece "uno de los últimos supervivientes de esa estirpe de actores llamados cómicos". "El cine español está de luto. No pudo este imprescindible de nuestro cine, medio que alternó con el teatro y la televisión a lo largo de más de seis décadas, cumplir su deseo de vivir hasta los 101 años como su padre, que hasta los noventa se tomaba copa y puro, y ya se sabe que todo está en los genes", señaló el comunicado de la Academia.

Alexandre "era el último representante de una raza de actores excelentes", según el director José Luis Cuerda, que trabajó con él en varias películas. Cuerda subrayó su "gran temperamento y bondad maravillosa".

El realizador Fernando Colomo señaló que Alexandre era "un tío especial", que "siempre" mantenía un sentido del humor marcado por su trabajo con el director José Luis Berlanga. Por su parte, el empresario teatral Enrique Cornejo subrayó que Alexandre fue un "hombre tan limpio en toda su ejecutoria que se ha marchado con la misma limpieza con la que vivió". Cornejo apuntó que Alexandre "daba y recibía amor". Y la actriz Emma Cohen, que era una buena amiga suya, indicó que el madrileño "consiguió ser protagonista de películas magníficas al final de su carrera". Además, "fue feliz y tenía un gran encanto y una gran bondad con familiares y amigos".

Las Aguas profundas, las aguas durmientes, las aguas muertas, "El agua Pesada", en la ensoñación de Edgar Poe

Es una gran ventaja para un psicólogo que estudia una facultad variable móvil, diversa como la imaginación, encontrarse con un poeta, con un genio dotado de la más rara de las unidades: la unidad de imaginación. Edgar Poe es ese poeta, ese genio. En él, la unidad de imaginación está enmascarada a veces por construcciones intelectuales, por el amor de las deducciones lógicas, por la pretensión de un pensamiento matemático. A veces el humor exigido por los lectores anglosajones de revistas disparatadas encubre y esconde la tonalidad profunda de la ensoñación creadora. Pero desde que la poesía recobra sus derechos, su libertad y su vida, la imaginación de Edgar Poe recupera su extraña unidad.

Marie Bonaparte, en su minucioso y profundo análisis de las poesías y de los cuentos de Edgar Poe, ha descubierto la razón psicológica dominante de esta unidad, demostrando que esta unidad de imaginación provenía de la fidelidad a un recuerdo imperecedero. No se nos ocurre cómo podría profundizarse una investigación que ha triunfado sobre todas las anamnesis, que ha penetrado en el más allá de la psicología lógica y consciente. Utilizaremos, pues, sin tasa las lecciones psicológicas acumuladas en el libro de Marie Bonaparte.
Pero, junto a esta unidad inconsciente, creemos poder caracterizar en la obra de Edgar Poe una unidad de los medios de expresión, una tonalidad del verbo que hace que la obra sea de una monotonía genial. Las grandes obras tienen siempre ese doble signo: la psicología descubre en ellas un fuego secreto, la crítica literaria un verbo original. La lengua de un gran poeta como Edgar Poe es sin duda rica, pero en ella hay una jerarquía. Bajo sus mil formas, la imaginación esconde una sustancia privilegiada, una sustancia activa que determina la unidad y la jerarquía de la expresión. Comprobaremos fácilmente que en Poe esta materia privilegiada es el agua o más exactamente un agua especial, un agua pesada, más profunda, más muerta, más adormecida que todas las otras aguas dormidas, que todas las aguas muertas, que todas las aguas profundas que encontramos en la naturaleza. El agua, en la imaginación de Edgar Poe, es un superlativo, una especie de sustancia de sustancia, una sustancia madre. La poesía y la ensoñación de Edgar Poe podrán servirnos, pues, de tipos para caracterizar un elemento importante de esta química poética que cree poder estudiar las imágenes fijando para cada una de ellas su peso de ensoñación interna, su materia íntima.
II
No tememos parecer dogmáticos, porque podemos disponer de una prueba excelente: en Edgar Poe, el destino de las imágenes del agua acompaña con toda exactitud el destino de la ensoñación principal, es decir, la ensoñación de la muerte. En efecto, lo que con más claridad ha demostrado Marie Bonaparte es que la imagen que domina la poética de Edgar Poe es la imagen de la madre moribunda. Todas las otras amadas que la muerte le arrebatará: Helen, Francis, Virginia, renovarán la imagen primera, reanimarán el dolor inicial, el que marcó para siempre al pobre huérfano. Lo humano, en Poe, es la muerte. Describe una vida por la muerte. Incluso el paisaje —lo vamos a demostrar— está determinado por el sueño fundamental, por la ensoñación que sigue viendo sin cesar a la madre moribunda. Y esta determinación es tanto más instructiva en cuanto no corresponde a nada de la realidad. En efecto, tanto Elizabeth, la madre de Edgar Poe, como Helen, su amiga, como Francis, la madre adoptiva, como Virginia, la esposa, murieron en su lecho, de una muerte ciudadana. Sus tumbas están en un rincón del cementerio, de un cementerio americano que no tiene nada en común con el cementerio romántico de Camaldunes donde descansará Lelia. Edgar Poe no encontró, como Lelia, un cuerpo amado entre los juncos del lago. Y sin embargo, alrededor de una muerta, por una muerta, todo un lugar se anima, se anima durmiéndose, en el seno de un reposo eterno; todo un valle se ahonda y se oscurece, ganando una insondable profundidad para sepultar toda la desdicha humana, para convertirse en la patria de la muerte humana.
Por último, es un elemento material el que recibe la muerte en su intimidad, como una esencia, como una vida sofocada, como un recuerdo de tal modo total que puede vivir inconsciente, sin ir nunca más allá de la fuerza de los sueños.
Por lo tanto, toda agua primitivamente clara es para Edgar Poe un agua que tiene que ensombrecerse, un agua que va a absorber el negro sufrimiento. Toda agua viviente es un agua cuyo destino es hacerse lenta, pesada. Toda agua viviente es un agua a punto de morir. Ahora bien, en poesía dinámica, las cosas no son lo que son sino que son aquello en lo que se convierten. Y llegan a ser en las imágenes lo que llegan a ser en nuestra ensoñación, en nuestras interminables ilusiones. Contemplar el agua es derramarse, disolverse, morir.
A primera vista, en la poesía de Edgar Poe, podemos creer en la variedad de las aguas tan universalmente cantada por los poetas. Podemos descubrir, sobre todo, las dos aguas, la de la alegría y la de la pena. Pero hay un solo recuerdo. Nunca el agua pesada llega a ser un agua ligera, nunca se aclara un agua sombría. Siempre ocurre lo contrario. El cuento del agua es el cuento humano de un agua que muere. La ensoñación comienza a veces delante del agua limpia, llena de inmensos reflejos, que murmura con músicas cristalinas. Concluye en el seno de un agua triste y sombría que transmite extraños y fúnebres murmullos.
La ensoñación cerca del agua, al reencontrar a sus muertos, muere, también ella, como un universo sumergido.
III
Vamos a seguir en sus detalles la vida de un agua imaginaría, la vida de una sustancia muy personalizada por una poderosa imaginación material; veremos que reúne los esquemas de la vida atraída por la muerte, de la vida que busca morir. Más exactamente, veremos que el agua proporciona el símbolo de una vida especial atraída por una muerte especial.
En primer lugar y como punto de partida, señalemos el amor de Edgar Poe por un agua elemental, por un agua imaginaria que realiza el ideal de una ensoñación creadora porque posee lo que podríamos llamar el absoluto del reflejo. En efecto, parecería, al leer ciertos poemas, ciertos cuentos, que el reflejo es más real que lo real porque es más puro. Como la vida es un sueño dentro de un sueño, el universo es un reflejo en un reflejo; el universo es una imagen absoluta. Al inmovilizar la imagen del cielo, el lago crea un cielo en su seno. El agua en su joven limpidez es un cielo invertido en el que los astros cobran nueva vida. También Poe, en esta contemplación al borde de las aguas, forma este extraño doble concepto de una estrella-isla (star-isle), de una estrella líquida prisionera del lago, de una estrella que sería una isla del cielo. Edgar Poe le murmura a un ser querido, desaparecido:
Lejos, entonces, mí querida
¡Oh! vete lejos,
Hacia algún lago aislado que sonríe,
En su sueño de profundo reposo,
En las innumerables islas-estrellas
Que enjoyan su seno.

(Al Aaraaf.)

¿Dónde está lo real: en el cielo o en el fondo de las aguas? En nuestros sueños, el infinito es tan profundo en el firmamento como bajo las aguas. Nunca será demasiada la atención que prestemos a estas dobles imágenes como la de la isla-estrella, dentro de una psicología de la imaginación. Son como bisagras del sueño que, gracias a ellas, cambia de registro, cambia de materia. Aquí, en esta bisagra, el agua sube al cielo. El sueño le da al agua el sentido de la patria más lejana, de una patria celeste.

Esta construcción del reflejo absoluto es más instructiva aún en los cuentos, dado que éstos reivindican a menudo cierta verosimilitud, cierta lógica, cierta realidad. En el canal que lleva al dominio de Arnheim: "El barco parecía prisionero de un círculo encantado, formado por infranqueables e impenetrables muros de follaje, con un techo de seda azul ultramar y ningún piso; la quilla se balanceaba con admirable exactitud como sobre la de un barco fantasma que, habiéndose invertido por algún accidente, flotara en constante compañía de la nave real, con el fin de sostenerla."' De la misma manera, el agua por medio de sus reflejos duplica el mundo, duplica las cosas. También duplica al soñador, no simplemente como una vaga imagen, sino arrastrándolo a una nueva experiencia onírica.
En efecto, un lector distraído verá en esto tan sólo una imagen muy usada, pero será porque no ha gozado de veras de la deliciosa opticidad de los reflejos. No habrá vivido el papel imaginario de esta pintura natural, de esta extraña acuarela que humedece los más brillantes colores. Un lector semejante, ¿cómo podría seguir al cuentista en su tarea de materialización de lo fantástico? ¿Cómo podría subir en la barca de los fantasmas, en esta barca que de pronto se desliza —cuando al fin se cumple la inversión imaginaria— debajo de la barca real? Un lector realista no admitirá el espectáculo de los reflejos como una invitación onírica: ¿cómo podría sentir la dinámica del sueño y las sorprendentes impresiones de ligereza? Si el lector sintiera como reales todas las imágenes del poeta, si hiciera abstracción de *su realismo, terminaría por experimentar físicamente la invitación al viaje, y pronto estaría también él envuelto en una exquisita sensación de extrañeza. El concepto de naturaleza subsistía aún, pero alterado y como si padeciera una curiosa modificación en su carácter; había una simetría misteriosa y solemne, una conmovedora uniformidad, una corrección mágica en sus obras nuevas. No se veía ni una rama muerta, ni una hoja seca, ni un guijarro perdido, ni un terrón de tierra negra. El agua cristalina resbalaba sobre el granito liso o sobre el musgo inmaculado con una acuidad de línea que asombraba al ojo y lo cautivaba al mismo tiempo.
Aquí la imagen reflejada está sometida a una idealización sistemática: el espejismo corrige lo real; haciendo caer los sobrantes y miserias. El agua otorga al mundo así creado una solemnidad platónica. Le da también un carácter personal que sugiere una forma schopenhaueriana: en un espejo tan puro, el mundo es mi visión. Poco a poco, me siento el autor de lo que veo a solas, de lo que veo desde mi punto de vista. En La isla del hada, Edgar Poe conoce el precio de esta visión solitaria de los reflejos: "El interés con el cual... he contemplado el cielo reflejado de muchos límpidos lagos era el interés acrecentado por el pensamiento... de que lo estaba contemplando a solas." 2 Pura visión, visión solitaria, en eso consiste el doble don de las aguas que reflejan. Tieck, en Los viajes de Stembald, también subraya el sentido de la soledad.
Si proseguimos el viaje por el río de innumerables meandros que conduce al dominio de Arnheim, tendremos una nueva impresión de libertad visual. Llegamos en efecto a un estanque central en el cual la dualidad del reflejo y de la realidad va a equilibrarse totalmente. Creemos que tiene un gran interés presentar en el campo literario un ejemplo de esta reversibilidad que para Eugenio d'Ors debía ser prohibida en pintura: "Ese estanque tenía una gran profundidad, pero el agua era tan transparente que el fondo, que al parecer consistía en una capa espesa de pequeños guijarros redondos de alabastro, se hacía claramente visible por relámpagos —es decir, cada vez que el ojo lograba no ver, muy al fondo del cielo invertido, la floración reflejada de las colina" (op. cit.).
Insistamos: hay dos maneras de leer textos semejantes: podemos leerlos prosiguiendo una experiencia positiva, en un espíritu positivo, intentando evocar, entre los paisajes que la vida nos ha dado conocer, un sitio en el que pudiéramos vivir y pensar de la misma manera que el narrador. Con semejante principio de lectura, el texto presente parece tan pobre que nos costaría terminar de leerlo. Pero también podemos leer estas páginas intentando simpatizar con la ensoñación creadora, intentando penetrar hasta el núcleo onírico de la creación literaria, entrando en comunicación con la voluntad creadora del poeta, mediante el inconsciente. Entonces esas descripciones devueltas a su función subjetiva separadas del realismo estático, dan otra visión del mundo, la visión de otro mundo. Siguiendo la lección de Edgar Poe, percibimos que la ensoñación materializante —esta ensoñación que sueña la materia— está más allá de la ensoñación de las formas. Para ser breves, la materia es el inconsciente de la forma. No es la superficie sino toda el agua desde su masa la que nos envía el insistente mensaje de sus reflejos. Sólo una materia puede recibir la carga de las impresiones y de los sentimientos múltiples. Se trata de un bien sentimental. Y Poe es sincero al decirnos que en esa contemplación "las impresiones producidas sobre el observador eran impresiones de riqueza, de calor, de color, de quietud, de uniformidad, de dulzura, de delicadeza, de elegancia, de voluptuosidad y de una milagrosa extravagancia de cultura" (op. cit.).
En esta contemplación en profundidad, el sujeto también toma conciencia de su intimidad. Esta contemplación no es pues una Einfühulung inmediata, una fusión sin reserva, sino, más bien, una perspectiva de profundización para el mundo y para nosotros mismos. Nos permite mantenemos distantes ante el mundo. Delante del agua profunda, eliges tu visión; puedes ver, según te plazca, el fondo inmóvil o la corriente, la orilla o el infinito; tienes el ambiguo derecho de ver y de no ver; tienes el derecho de vivir con el barquero o de vivir con "una raza nueva de hadas laboriosas, dotadas de un gusto perfecto, magníficas y minuciosas". El hada de las aguas, guardiana del espejismo, tiene en su mano todos los pájaros del cielo. Un charco contiene un universo. Un instante de sueño contiene un alma entera.

Después de tal viaje onírico, al llegar al corazón del dominio de Arnheim, se descubre el Castillo interior, construido por los cuatro arquitectos de los sueños constructores, por los cuatro grandes maestros de los elementos oníricos fundamentales: "Parece sostenerse en los aires como por milagro, centelleando en el poniente rojo con sus cien torrecillas, minaretes y pináculos, como obra fantasmal de silfos, hadas, genios y gnomos." Pero la lenta introducción, dedicada a la gloria de las construcciones aéreas del agua, dice claramente que ésta es la materia con la que la naturaleza, con conmovedores reflejos, prepara los castillos del sueño.
A veces la construcción de los reflejos es menos grandiosa; entonces la voluntad de realización es todavía más sorprendente. Así el pequeño lago del cottage de Landor reflejaba "tan perfectamente todos los objetos superiores, que era muy difícil determinar dónde concluía la verdadera orilla y dónde comenzaba la reflejada. Las truchas y otras variedades de peces con los que este estanque parecía, por así decirlo, hervir, tenían todo el aspecto de verdaderos peces voladores. Era casi imposible imaginar que no estuvieran suspendidos en el aire". El agua se transforma, entonces, en una especie de patria universal al poblar el cielo con sus peces. Una simbiosis de imágenes coloca al pájaro en el agua profunda y al pez en el firmamento. La inversión que actuaba sobre el concepto ambiguo e inerte de la isla-estrella actúa ahora sobre el concepto ambiguo y viviente de pájaro-pez. Si nos esforzamos en formar en la imaginación ese concepto ambiguo sentiremos la deliciosa ambivalencia que de pronto alcanza una imagen bastante pobre. Gozaremos con un caso particular de la reversibilidad de los grandes espectáculos M agua. Si pensamos en esos juegos productores de repentinas imágenes, comprenderemos que la imaginación tiene una incesante necesidad de dialéctica. Para una imaginación bien dualizada, los conceptos no son centros de imágenes acumuladas por semejanza; los conceptos son puntos de cruce de imágenes, de cruzamientos en ángulo recto, incisivos, decisivos. Después del cruzamiento, el concepto tiene un carácter más: el pez vuela y nada.
Ese fantasma de pez volador, del que ya estudiamos un ejemplo bajo su forma caótica, a propósito de los Cantos de Maldoror, no se produce en Edgar Poe dentro de una pesadilla. Es el don de la más dulce, de la más lenta de las ensoñaciones. La trucha voladora aparece, con la naturalidad de una ensoñación familiar, en un relato sin drama, en un cuento sin misterio. ¿Existe acaso un relato, existe un cuento bajo el título La casa Landor? Por lo tanto, este ejemplo es muy oportuno para mostrarnos cómo la ensoñación sale de la naturaleza, pertenece a la naturaleza; cómo una materia fielmente contemplada produce sueños.
Muchos otros poetas han sentido la riqueza metafórica de un agua contemplada al mismo tiempo en sus reflejos y en su profundidad. Leemos, por ejemplo, en el Preludio de Wordsworth: "El que se inclina sobre el borde de una barca lenta, sobre el seno de un agua tranquila, complaciéndose en lo que su ojo descubre en el fondo de las aguas, ve mil cosas bellas -hierbas, peces, flores, grutas, guijarros, raíces de árboles— e imagina aún más". Imagina aún más porque todos esos reflejos y todos esos objetos de la profundidad lo ponen en el camino de las imágenes, dado que de ese matrimonio del cielo y del agua profunda nacen metáforas a la vez infinitas y precisas. Así Wordsworth continúa:
Pero a menudo queda perplejo y no siempre puede separar la sombra de la sustancia, distinguir las rocas y el cielo, los montes y las nubes, reflejados en las profundidades de la corriente clara, de las cosas que allí habitan, teniendo allí su verdadera morada. A veces es atravesado por el reflejo de su propia imagen, a veces por un rayo de sol y por las ondulaciones venidas no se sabe de dónde, obstáculos que se agregan a la dulzura de su tarea.
¿De qué mejor modo decir que el agua cruza las imágenes? ¿Cómo hacer comprender mejor su poder de metáfora? Por lo demás, Wordsworth ha desarrollado este vasto cuadro para preparar una metáfora psicológica que nos parece la metáfora fundamental de la profundidad. "De este mismo modo, con la misma incertidumbre —dice— me he inclinado complacido sobre la superficie de un tiempo pasado." ¿Podríamos acaso describir el pasado sin recurrir a imágenes de la profundidad? ¿Y podríamos tener una imagen de la profundidad plena sin haber meditado antes al borde de un agua profunda? El pasado de nuestra alma es un agua profunda.
Y luego, cuando hemos visto todos los reflejos, de pronto miramos la propia agua; creemos sorprenderla mientras fabrica belleza; caemos en la cuenta de que es hermosa en todo su volumen, con una belleza interna, con una belleza activa. Una especie de narcisismo volumétrico impregna la materia misma. Atendemos entonces con todas las fuerzas del sueño al diálogo maeterlinckiano de Palomides y Aladina:

El agua azul

está llena de flores inmóviles y extrañas... ¿Has visto aquélla más grande que se abre sobre las otras? Parece que viviera una vida acompasada... Y el agua... ¿Es agua?... parece más hermosa y más pura y más azul que el agua de la tierra...
-Ya no me atrevo a mirarla.
¡El alma es una materia tan grande! No se atreve uno a contemplarla.