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Los inéditos del Che Guevara



Rebelión


14 de junio del 2003, 75° aniversario del nacimiento del Che Guevara



El Che, después del diluvio neoliberal

Fue asesinado hace 36 años. Sigue incomodando. Después del neoliberalismo salvaje, el Che Guevara retorna. Con su sonrisa irónica, típicamente argentina, mira desde lejos a quienes pretendieron olvidarlo con el supuesto “fin de la historia”.

Ernesto Guevara, tironeado entre quienes lo admiran como un teórico de la revolución y quienes lo venden como un objeto de consumo, continúa asombrándonos.

Cuando ya nada quedaba por saber sobre él (existen numerosas biografías de casi 1.000 páginas cada una) aparecen nuevos escritos, hasta ahora desconocidos e inéditos. Su pensamiento irreverente vuelve a encender pasiones encontradas.

Miles de jóvenes, hastiados de la vieja política, hartos del sistema capitalista, a la búsqueda de una nueva alternativa de vida, enarbolan en estadios de fútbol, en plazas, en parques, en recitales y en movilizaciones políticas, casi fanáticamente, la bandera del Che.

No sólo en Argentina. En varias de las rebeliones contra el capitalismo globalizado (Seattle, Génova, Florencia, Barcelona, etc.) muchedumbres de jóvenes, de todas las tribus, de todos los colores, comienzan a identificarse con él. Su figura, estrechamente vinculada a la revolución cubana, vuelve a proyectarse –como en los ’60- hacia todas las latitudes, donde hoy se persigue la utopía de “otro mundo posible”.



Las completas… no eran completas





En 1997 –a 30 años de su asesinato- todos los kioscos y librerías se abarrotaron de videos, posters, biografías y folletos. Aparecieron varias ediciones de sus Obras Completas. Allí estaba todo lo que escribió y dijo.

Sin embargo, gracias al Centro de Estudios Che Guevara (ubicado en la antigua casa del Che en La Habana y presidido por Aleida March) hoy nos enteramos que aquellas obras… no eran completas.



Además de todos sus manuscritos y textos originales, en ese mismo Centro se encuentra la biblioteca personal del Che. Los volúmenes que él, pacientemente, leía y anotaba. Desde las obras de Hegel y Marx hasta las de Lenin, Trotsky, Deutscher, Stalin o Mao Tse Tung, pasando por aquel famoso texto de Louis Althusser (Pour Marx) donde el filósofo francés arremetía contra los marxistas humanistas…Un texto que el Che anota críticamente en sus márgenes.



Dirigido por la socióloga María del Carmen Ariet, el Centro Che Guevara de La Habana ha roto definitivamente el silencio. Mediante un proyecto conjunto con la editorial Ocean Press (con filiales en Nueva York, Londres y Melbourne) ha comenzado a editar todo lo que quedaba inédito del Che, que es mucho más de lo que se conoce.



La tarea del archivo tiene como meta recuperar, sistematizar y publicar toda la obra de Guevara. En dicha institución también se impulsan y asesoran Cátedras Libres Che Guevara, dedicadas a estudiar su vida y su obra.

La iniciativa de publicación no es ajena a Fidel Castro, quien incluso revisó personalmente el diario del Che -inédito hasta 1999- Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo. Fue el mismo Fidel Castro quien, en 1987, sugirió públicamente dejar atrás la bibliografía de factura fundamentalmente soviética (que predominó en las instituciones educativas cubanas a partir de 1971) para volver al pensamiento del Che. En aquel famoso discurso de 1987, el principal dirigente político de Cuba reclamó estudiar minuciosamente las formulaciones teóricas que Guevara elaboró durante la década del ’60.



Incluso Carlos Rafael Rodríguez, uno de los principales cuadros históricos del comunismo cubano (polemista contra el Che en los ’60) reconoció en ese mismo 1987, a partir de las intervenciones públicas de Fidel Castro, que Guevara había pronosticado el fracaso de las políticas soviéticas en el terreno económico.



Desde allí en adelante comenzaron a ver la luz pública muchos materiales que permanecían sin editar.



En 1997, la revista cubana Contracorriente publicó una carta inédita de Guevara a Armando Hart Dávalos (el responsable de la alfabetización en Cuba) escrita en Tanzania en diciembre 1965. Allí el Che se queja de “los ladrillos soviéticos” (alusión a los manuales de filosofía oficiales en la Europa del Este) y propone reemplazarlos por una nueva manera de estudiar la filosofía, más histórica y menos metafísica. Para ello le acerca a Armando Hart un plan tentativo con unidades y nombres de autores.



Poco después, en 1999, apareció publicado el diario del Congo, donde Guevara analiza su participación personal en la ayuda cubana a los revolucionarios africanos que luchaban contra el colonialismo europeo. El diario incluye una carta inédita de Fidel al Che donde le pide que regrese a Cuba para prepararse antes de ir a Bolivia.



En 2000 apareció, también por iniciativa de este Centro, Otra vez (El diario inédito del segundo viaje por América Latina 1953-1956). Un texto fundamental para comprender el impacto que produjo en el joven Guevara el proceso político de Guatemala en tiempos de Árbens y la intervención de Estados Unidos para derrocarlo en 1954.



En 2001 Orlando Borrego, uno de los antiguos y más estrechos colaboradores del Che en el Ministerio de Industrias, publicó una pequeña selección de las Notas críticas al Manual de economía política de la Academia de Ciencias de la URSS como apéndice a su excelente libro Che, el camino del fuego. Estas notas son imprescindibles para comprender cuán lejos había llegado Guevara en el análisis crítico de la Unión Soviética y sus países aliados de Europa. En ese texto, el Che polemiza con los que pronosticaban en aquel tiempo una caída inminente del imperialismo norteamericano por su estancamiento, sus crisis de sobreproducción y su caída de la tasa de ganancia. Mientras le asigna al imperialismo gran vitalidad, sostiene que en la URSS “se está regresando al capitalismo”. Esas líneas premonitorias fueron escritas más de dos décadas antes de la Perestroika de Gorvachov.



Toda la obra del Che constituye una crítica implacable tanto al imperialismo capitalista occidental como al stalinismo soviético, que terminó reemplazando el rojo encendido de la bandera del socialismo por el gris opaco de la burocracia y la mediocridad.

Coronando esas primeras tentativas, en esta nueva iniciativa editorial de Ocean Press y del Centro Che Guevara, aparecerán textos inéditos que, seguramente, generarán nuevos debates y polémicas.



Lo más sugerente del nuevo material reside en el acceso al laboratorio mental donde Guevara iba ensayando nuevas aproximaciones a la filosofía y al marxismo, a partir de un pobladísimo abanico de lecturas autodidactas. Esas libretas y cuadernos hasta ahora inéditos permiten apreciar cómo el Che aprovechaba cada momento libre para estudiar y para formarse teóricamente. Ya sea encima de su motocicleta de mochilero, en un campamento guerrillero en la Sierra Maestra, en su despacho del Ministerio de Industrias, en su escondite clandestino en Praga, o en la propia selva sudamericana donde fue asesinado por agentes de la CIA y el ejército boliviano.



En todos esos lugares repite una misma obsesión por la lectura. Siempre la idea fija: anotar, registrar y pensar en voz alta, proponiendo permanentemente planes de estudio teóricos y formación política.



El médico revolucionario y la filosofía



Uno de los materiales, hasta ahora desconocido, es su libro inconcluso La función social del médico en América Latina (1954-1956). Analizando el papel del “médico revolucionario en lucha contra el capital”, este texto que nunca terminó, bosqueja la necesaria inserción política del profesional en el conflicto de clases.



Otro de los textos que verán la luz, gira en torno a una pasión que jamás lo abandonó, desde su primera juventud hasta su muerte en Bolivia: la filosofía.



A los 17 años comenzó a elaborar en varios cuadernos escolares un Diccionario de filosofía, que continuó reescribiendo hasta que se incorporó al Movimiento 26 de julio. Después de tomar el poder en 1959, no continuó su redacción, pero sí mantuvo el proyecto de alentar la escritura de manuales propios, latinoamericanos, para estudiar a los clásicos del pensamiento. La carta a Armando Hart de 1965 marca la continuidad de esa preocupación que comenzó a desarrollar desde los 17 años (en 1945).



En esas páginas adolescentes que ahora ven la luz, el joven Guevara escribe en forma manuscrita pequeñas biografías de grandes pensadores (las modifica y las mecanografía en la década del ‘50). Les dedica un espacio central a Carlos Marx y a Federico Engels (donde los contrasta con la descripción de “la doctrina judía del marxismo” que hace Hitler en Mi lucha), al marxismo de Lenin, pero también a Sigmund Freud, a José Ingenieros, a Arturo Shopenhauer y a Platón. Llama poderosamente la atención este cruce inesperado de intereses teóricos donde el marxismo convive con el psicoanálisis. Una conjunción explosiva –ajena a la izquierda tradicional de aquellos años- que también se encuentra en los escritos de Deodoro Roca (el redactor del célebre Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918, en cuya biblioteca cordobesa incursionó extensamente el joven Ernesto Guevara, amigo de su hijo Gustavo Roca) o también en José Carlos Mariátegui, para citar tan sólo dos nombres emblemáticos de la cultura política latinoamericana.





Ya en esta época temprana Ernesto Guevara comienza a confeccionar un índice de libros, tarea que continuará hasta los últimos momentos de la selva boliviana.



Los cuadernos de lectura, entre Sarmiento y el Martín Fierro



En los Apuntes de lecturas (redactados en México entre 1954 y 1956), el Che escribe críticas bibliográficas. Entre otros encontramos allí una nota sobre Sarmiento y otra sobre José Hernández, además de varios textos sobre el Perú de los incas, el México de los mayas y aztecas, el Chile de los araucanos, y la obra poética de Pablo Neruda que tanto lo sedujo.



Cuando analiza el Facundo de Sarmiento, Ernesto Guevara intenta romper amarras tanto con el liberalismo mitrista que sólo tiene ojos para su tarea de educador como con el nacional-populismo rosista, que únicamente lo dibuja como un asesino de gauchos. El intento de lectura de Guevara sobre Sarmiento, distante de esa dicotomía, se dirige por un camino muy similar al que propondrá David Viñas en Literatura argentina y realidad política, una década más tarde (en 1964). En esos tempranos Apuntes de lecturas Guevara afirma que: “De su obra histórica habrá que recordar su amor por la educación popular; de su obra política, la entrega de la Argentina a la voracidad imperialista de los ferrocarriles; de su obra literaria, la que hará que su nombre sobreviviera aun cuando toda lo demás quedara olvidado, el Facundo”.



Algo análogo sucede en sus apuntes sobre el Martín Fierro. Guevara –quien seguramente debe haber leído a Ezequiel Martínez Estrada- destaca cómo en la segunda parte del poema José Hernández ha envejecido y su personaje Fierro olvida “el grito de angustiosa rebelión”. En ese sentido, agrega que para entender la segunda parte del Martín Fierro hay que recordar que “se acercaba la bárbara campaña de Roca y todos los preparativos debían hacerse”. Además de caracterizar al viejo Vizcacha como “el Sancho Panza argentino” (es conocida la admiración del Che por la obra Don Quijote) y de sostener que es el personaje mejor logrado del libro, Guevara cierra su escrito afirmando que a pesar de que “Los consejos son el final de su claudicación de lucha”, todo el Martín Fierro constituye “el instrumento artístico de protesta, por el que una clase derrotada hace su intencionada defensa”.



Este abigarrado conjunto de materiales inéditos permite observar el índice de lecturas que el Che redactó entre marzo de 1965 y su muerte. Allí nos encontramos con una nutrida biblioteca de marxismo: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, Mehring, Plejanov, John Reed, Malcolm X, Mondolfo, Lukács, Althusser y Wright Mills. Junto a ellos, textos clásicos de Clausewitz, Hegel, José Gaos, Maquiavelo, Giordano Bruno, Erasmo y Lucrecio, así como también Martí, Homero, Goytisolo, Shakespeare, Goethe, García Lorca, una biografía de Túpac Amaru de Boleslao Lewin y Todos los fuegos, el fuego de Julio Cortázar, entre muchísimos otros. Las notas del Che se detienen en Bolivia con un último libro: Fuerzas secretas de Federico Nietzsche.



El plan de edición



Este ambicioso proyecto de edición del Centro Che Guevara se propone publicar nueve volúmenes: Justicia global: Liberación y socialismo; El gran debate: sobre la economía en Cuba; Notas de viaje; América Latina: despertar de un continente; Notas críticas sobre la economía política; Punta del Este: proyecto alternativo de desarrollo para

América Latina; Los dejo ahora conmigo mismo: el que fui; Che Guevara: Antología mínima y Che en la memoria de Fidel Castro.



Quizás después de leer todos sus papeles, incluyendo ahora los inéditos, pueda llegar a explicarse porqué, 36 años después de su asesinato, los jóvenes de cualquier parte del mundo siguen identificándose, de manera tan insistente, terca y obstinada, con su figura y con su ejemplo.











Pablo Kilberg, un imprescindible

Pablo Kilberg acaba de fallecer. Si hubiera más Pablos, estaríamos mucho más cerca de la revolución de lo que estamos en este país tan cruel, en este mundo tan cruel.




Pablo Kilberg acaba de fallecer. Bah! Qué fórmula vacía, burocrática y formal para alguien tan lleno de vida.



Lo conocí militando. Eran los tiempos en que de la mano de las madres de plaza de mayo nos encontrábamos delirantes, locos y locas de todas las tribus y tendencias. Gente dispuesta a dar la vida (no la cuenta bancaria) por el socialismo. Gente que no está de moda. Pablo fue de los más honestos, de los más queribles, de los más nobles.



Pablo nos ayudó muchísimo a difundir la Cátedra Che Guevara, de la que desgrabó (en forma anónima, gratuita y voluntariamente) muchísimas clases. Además, él armó durante años la página web de las madres de plaza de mayo. Sin jamás dejar de hacer solidaridad militante y sistemática con la revolución cubana, a la que amaba profundamente. Gran amigo de Celia Hart (esa otra indomesticable que también nos dejó), de los cinco prisioneros cubanos en Estados Unidos, de muchos militantes anónimos de cualquier parte del mundo que han decidido dedicar sus vidas simplemente a luchar contra el imperialismo capitalista en donde haga falta.



Recuerdo muchos de sus gestos cotidianos, sus anécdotas, sus miradas. Pero hay un gesto suyo que lo pinta de lleno y marca una actitud entera y completa ante la vida. Una vez Pablo me confesó, con toda la seriedad del mundo, que tenía un plan para atacar la embajada de Estados Unidos. Era un delirio absoluto. Como muchos otros de sus delirios y sus locuras. Pero cuando me lo contaba no pude dejar de recordar aquella anécdota del viejo Guillot (padre de Manolo Guillot), militante cubano de la revolución de 1933 y de la generación de Antonio Guiteras. Resulta que un acorazado norteamericano, de esos barcos de guerra inexpugnables, navegaba prepotente e insultante por la bahía de La Habana marcando la humillante presencia imperial en el Caribe para imponer presidentes en la isla que muchos años después supo hacer la primera revolución socialista y anticapitalista en Occidente. Corrían los años ’30. Fidel y el Che eran apenas dos niños que estaban aprendiendo a caminar. Y resulta que el joven Guillot desde el malecón de La Habana le disparó al acorazado yanqui, monstruoso, demoledor, inexpugnable, con... ¡una pistola! ¡Una pistola contra un acorazado...! Ese gesto de voluntad, escribió alguna vez el pensador Raúl Roa, se convirtió en el símbolo de toda una generación. Soñar lo imposible. Enfrentar a los poderosos como David contra Goliat. No pude dejar de recordar aquella anécdota cuando Pablo me contaba su delirio mientras yo lo escuchaba en silencio. ¿No fueron acaso las revoluciones grandes delirios? ¿No dijo Marx que la Comuna de París fue simplemente el intento de... “tomar el cielo por asalto”?



Pablo militó todo lo que hizo, en todos los partidos y movimientos en los que se involucró hasta el cuello, de manera voluntaria, gratuita, abnegada, sin jamás pedir nada a cambio. Huía del dinero como de la peste, de la fiebre, del cólera y de la gripe porcina. Con un convencimiento digno de imitar. No fue un militante rentado. Jamás fue un burócrata. Tenía una ética no sólo a prueba de balas, sino a prueba de algo mucho más poderoso que las balas, la mugre contagiosa del dinero. Amaba a Cuba, donde después vivió algunos años. Amaba la revolución latinoamericana y mundial. Admiraba profunda y sinceramente a la insurgencia colombiana. Comunista convencido, tenía un respeto enorme por Mario Roberto Santucho y sus compañeros y compañeras. Quiso mucho, mucho, mucho a las madres de plaza de mayo, de donde se fue con muchísimo dolor en el pecho, en los ojos y en la garganta, me consta. Se fue llorando de tanto que le dolía. Pero jamás aceptó renunciar a sus principios. Jamás aceptó alabar al gobierno de turno ni atacar al movimiento piquetero, espacio político y social donde terminó militando. Sus últimos suspiros fueron pensando en la libertad de los cinco revolucionarios cubanos infiltrados en las entrañas del monstruo imperial.



Pablo era inflexible. Quizás demasiado. Había que decirle “aflojá un poco”. Jamás aflojó, por suerte. Un imprescindible.

¡Abrazo grande Pablo! Quizás ahora te encuentres con otros delirantes, planeando insurrecciones y levantamientos populares vaya uno a saber donde.



Ojalá haya muchos Pablos en el futuro. Si los hubiera, estaríamos mucho más cerca de la revolución de lo que estamos en este país tan cruel, en este continente tan cruel, en este mundo tan cruel.