TEORÍA SENTIMENTAL - MIRTA ROSENBERG




El arte sería tocarte, un invento,
insignificante si el olvido lo demora. Lo siento
porque es ahora estallido de la rosa
presurosa del instante,
extraviada en el jardín

y devuelta por el sinfín
de las horas transcurridas: una... dos... tres...
Si te toco, ¿cómo es? Hay lo mucho de lo poco, digo
el beso, el exceso del miraje y... ¿puede ser, ahora sigo,
el encaje de tu aliento

en el reloj del oleaje? Atravieso
los celajes, el fervor, las profecías (¿el amor?
¿no será la porfía de la "máquina del dolor"?)
y llego acá: "El arte sería tocarte". Silencio. No
confundo confetti con maná

pero igual estoy perdida
entre viejas cartografías de la ruta de la seda
y la pasión como centro. ¡Ah corazón, me decía,
explícate como yo, que estoy adentro de un cuerpo
y sin embargo con vida!


No sabía
que el diamante fuera pájaro
ni tampoco que muriera
de una muerte que no fuera
natural:

un diamante
tiene la suerte del brillo
de la centella, aunque alguna estrella
se enfríe y la sal de la vida sea
lo que se lea

como novela
por el rabillo del ojo
de un gran lector
cenital. Adivinó que era amor
y se

ríe:
se pudiera, escribiría en potencial,
y si no, sería contante. Me enojo,
hago mal y digo para
adelante:

ese
pájaro se ha muerto y no es augurio
de Lázaro ni de santa ni sabbath. Lo cierto
es que yo te extraño y que es Maureen la que canta
pelirroja

con esplín,
la verdad de lo ocurrido "You'll never know
how much I miss you" You es tu, sos vos,
SOS, como un pedido de auxilio,
miss,

cualquier
daño fue anterior. Estoy a un tris
de entender (¿un diamante es doble amante,
o dos veces sin objeto o sólo un reto
a la

repetición?)
que por ejemplo otra vez, algo
me está esperando –corazón-mata-callando—
y se va, como en inglés, "sobre su ala",
vale decir,

se nos vuela.
La textura del tiempo, Vladimir, es rala,
una usura del instante y de sufrir cuando apela
a no sé qué: nunca volver es lo mismo
que

irse
para adelante. Me tocaste, ¿te toqué?
¿Compartimos un abismo? Dame, diste,
dí, diré: las facetas del diamante
son,

no sé,
mejor hablame y te creo. Así como quien reza
sin un deseo de asceta: todo poema es de amor,
toda guerra es interior, toda palabra
está presa.