Mario Vargas Llosa



Concha García Campoy: He leído Los cuadernos de don Rigoberto y le puedo asegurar que me he divertido mucho. No sé si sus lectores esperaban un libro de estas características, con un gran erotismo, un gran sentido del humor y también, un gran sentido crítico.







Mario Vargas Llosa: El punto de arranque de esta novela fue Elogio de la madrastra, en la que se trata de combinar una historia erótica con el humor, y con una elaboración que vincula el erotismo con todas las otras experiencias humanas sin que lo aísle, algo que, por desgracia, no suele ser muy frecuente en el erotismo contemporáneo. El erotismo es un elemento fundamental de la vida, un elemento enriquecedor, pero si se aísla de los otros aspectos de la vida, resulta algo muy monótono y, generalmente, muy vulgar. Yo traté de escribir esta historia en la que el erotismo fuera un protagonista de la historia, pero en el que no hubiera vulgaridad y en el que estuviera también presente todo el otro espectro de la vida humana, no erótico.






C.G.C: En esta novela tiene cabida el mundo de la pintura, de la literatura, de los viajes, de la filosofía, incluso algunas obsesiones que no sé si son particulares. ¿Por qué esas obsesiones?






M.V.Ll: Toda la novela tiene siempre una dimensión un poco secreta porque se alimenta de una parte muy íntima de la propia personalidad. Con esto no quiero decir que don Rigoberto sea un alter ego mío, ni mucho menos, pero sí que he utilizado en el personaje de don Rigoberto muchas obsesiones personales, muchas fantasías. En cambio, otras se las he inventado enteramente, pero en los sueños, en las fantasías, en las fobias, en las obsesiones de don Rigoberto, sí hay una cierta proyección de mis fantasmas secretos.






C.G.C: Usted dice que el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa, citando a Hölderlin, y establece un mundo de fantasías, de ficciones que son necesarias para combatir la banalidad, las miserias de la vida cotidiana.






M.V.Ll: Quizá ése sea el tema más profundo de la novela. Los seres humanos tenemos un arma maravillosa para defendernos de las frustraciones, de los reveses continuos que nos infringe la vida, que es la imaginación. Es ese recurso que nos permite trascender nuestra circunstancia pequeñita y convertirnos en reyes, en dioses, habitar un dominio que se pliegue enteramente a nuestros caprichos, para construir una realidad mejor de la que vivimos todos los días. Es el tema profundo de una novela que tiene un contexto mucho más serio que su apariencia ligera.






C.G.C: A través de una serie de cartas del protagonista, se describen algunas de las que pueden ser sus fobias, con críticas muy divertidas. Por ejemplo, hablando de erotismo, realiza una crítica feroz contra los estereotipos de PlayBoy, de Penthouse... contra este tipo de mujeres perfectas de sexualidad programada.






M.V.Ll: Exactamente. El erotismo es perfectamente definible, es un enriquecimiento del amor físico con ayuda de la imaginación, ésa podría ser una de las definiciones del erotismo. El amor puramente físico es el aspecto más animal del amor y del placer, pero se enriquece en gran medida cuando se rodea de rituales, de ceremonias, de una cierta teatralidad, con ayuda de la imaginación y, por supuesto, de los deseos secretos. Ese erotismo no sólo es una fuente de placer, también ha sido la fuente de una literatura riquísima, de la pintura, del cine, de la música. Ha aumentado enormemente la creatividad del ser humano. También hay un erotismo banalizado, que se ha convertido en un producto industrial e impuesto a la sociedad a través de la publicidad. Para mí es la banalización total del erotismo porque ya no permite que se ejerza esa creatividad de los propios individuos de acuerdo con sus propios fantasmas, y eso lo veo simbolizado en una revista como PlayBoy o como Penthouse, que reflejan un erotismo programado, banal, superficial y, muchas veces, de un pésimo gusto.






C.G.C: En la historia hay una parte deliciosa, una propuesta de un viaje, un viaje fantástico, quizá con un punto hortera [cursi], pero que podría corresponder a un deseo común: París, Venecia, Estados Unidos... con lo mejor y más exquisito de los tópicos de cada lugar.






M.V.Ll: La cursilería es también muy humana, forma parte de la humanidad misma. Hay un aspecto un poco tierno en toda cursilería que es muy aprovechable también en el arte, siempre que uno tenga sentido de los límites.






C.G.C: En ese viaje hay mucha trasgresión, es una trasgresión del propio protagonista, quien lanza al adulterio a su propia compañera ¿Por qué lo hace, por qué utiliza ese sistema?






M.V.Ll: Lo que trata don Rigoberto es de enriquecer constantemente una relación, que es una relación conyugal, porque, realmente, el protagonista de todos sus sueños eróticos y de sus fantasías es su mujer en la vida real. No es un hombre que busque el placer fuera del matrimonio. Para él el matrimonio es un mundo potencialmente riquísimo que puede perfectamente alojar todos los excesos, las fantasías más audaces y descabelladas, siempre y cuando la imaginación sea la reina, que la imaginación determine unos rituales, unas conductas que se plieguen a sus caprichos. Ésa es la historia de la novela. Cómo este hombre anodino, con una vida que parece formalísima, tiene una vida secreta, la que cultiva cada tarde y cada noche en su estudio, con la ayuda de la pintura, lo que realmente le gusta, lo que catapulta su imaginación y lo que alimenta sus deseos . Una vida complementaria, de placer, compensatoria de su mediocre y rutinaria vida. En esta doble vida que lleva don Rigoberto aparecen todas sus excentricidades. Él ha construido ese mundo de sueños con sus libros, con sus grabados, con sus reproducciones. Creo que todos, o por lo menos una gran parte de los seres humanos, hacemos cosas parecidas para defendernos de la mediocridad de la existencia.






C.G.C: En algún momento llega a decir que se hace mejor el amor en los países católicos que en los protestantes ¿Qué importancia tienen los tabúes para el erotismo? ¿Qué importancia tiene la religión?






M.V.Ll: Don Rigoberto es un hombre que, en el secreto de su estudio, se siente un ser enteramente libre. Desde allí, lanza teorías constantemente, se divierte, lanza filípicas, exorcismos, condenas, y también filosofía sobre el amor. Él tiene una teoría: que el amor se enriquece con los tabúes y las prohibiciones. Es una teoría que yo comparto en buena parte, aunque quizá no de la manera tan dogmática como la expresa don Rigoberto en la novela. George Bataille también defendió esa idea en Francia cuando decía que la sociedad permisiva iba a matar el erotismo, que en el momento que no hubiera trabas, frenos, prejuicios contra los excesos amorosos, ya no iba a haber excesos y, por lo tanto, el amor se iba a banalizar enteramente y existía el riesgo de que el amor se convirtiera en una especie de deporte que aburriera a los jóvenes, quienes entonces buscarían la excitación en otros campos, en la violencia, por ejemplo, en lugar de en el amor. Creo que, en parte, eso ya ha sucedido. Es la misma tesis de don Rigoberto. Para el, en los países de una tradición católica muy fuerte, donde los tabúes, los frenos, los prejuicios, las prohibiciones en torno al amor han sido tan firmes, es donde el amor, por reacción, ha desarrollado unas formas extraordinariamente sutiles, sublimes, y que el verdadero erotismo ha nacido en países con una cultura represiva en materia amorosa, no en los países más bien de tradición abierta y tolerante. Creo que en eso don Rigoberto no está fuera de la verdad.






C.G.C: Y como don Rigoberto, ¿usted tiene tanto terror al gregarismo que supone el asociacionismo, a la pertenencia a un colectivo, a la pérdida de la individualidad.






M.V.Ll: Él considera que la defensa del individuo, de la soberanía individual, debe ser una defensa sin concesiones. La historia de la civilización humana es una historia hacia la creación del individuo, hacia la creación de una mujer o un hombre que cada vez pueda eleglr más su propia vida sin estar condicionado por el lugar donde nació, por su lengua o por sus creencias, porque la vida se ha ido internacionalizando y hay más posibilidades de elección de formas de vida diferentes. Al mismo tiempo, frente a eso, se oponen obstáculos enormes que tienen que ver con las ideologías, con las religiones o simplemente con el desarrollo de una técnica, de una ciencia, de una industria, que tienden a volver al ser humano a la masa, a ser simplemente un producto indiferenciado entre otros. Ése es uno de los terrores y uno de los combates de don Rigoberto, que también yo comparto.






C.G.C: En esa idea antigregaria, hay una crítica a ciertos deportes y, sobre todo, al fútbol. Ridiculiza las figuras de esos 22 personajes corriendo: "payasos desindividualizados por uniformes y colorines sirven de pretexto para el exhibicionismo de la irracionalidad colectiva".






M.V.Ll: Él ridiculiza no tanto el deporte como el culto de los deportes. Ve en ese culto, que se ha convertido en una religión contemporánea, una manifestación de la imbecilidad colectivista. Él piensa que el ser humano, cuando es gregario, cuando es masa, se vuelve idiota. No le falta razón en buena parte. Es lo que ha ocurrido en los deportes. Si del cultivo del cuerpo magnífico, del deporte como una actividad enriquecedora del organismo, ha derivado a lo que es el fútbol en la época contemporánea, eso es algo ya aterrador, porque realmente es una cultura que está suplantando a otras formas de cultura que, en lugar de enriquecer intelectualmente a las personas, las disminuye considerablemente.


En eso también comparto algunas de las fobias de don Rigoberto.






M.V.Ll: Sí, totalmente. Soy un hombre de ciudad, nací en la ciudad, he vivido en la ciudad, me gusta la ciudad, y el campo, aunque parezca una herejía porque es uno de los mitos contemporáneos, me gusta más en cine o en televisión que en la realidad, salvo de paso. No creo que pudiera vivir en el campo, lejos de las bibliotecas, de las librerías, de los cines, de los cabos, de ese contacto con el mundo que ha creado la ciudad, para mí el más estimulante, el más placentero. O sea que, en eso, también estoy más cerca de don Rigoberto.






C.G.C: A usted le gusta mucho el cine, ¿qué tipo de cine?






M.V.Ll: Sí, me gusta mucho el cine, desde luego, pero con el cine me ocurre una cosa que no me ocurre con los libros o con los cuadros. Yo puedo ver malas películas y divertirme, en cambio no puedo leer malas novelas, las tengo que dejar, y los cuadros que son malos me irritan, pero, en cambio, las malas películas, si no son pretenciosas, las puedo ver perfectamente. Ahora, hay un cine, el más difícil de hacer, que es el cine de autor, el cine en el que el director es capaz de proyectar, como hace un poeta o como hace un novelista, como hace un gran pintor, su mundo personal, sus fantasmas, su propia visión... En el cine, eso es muchísimo más difícil que en cualquier otro género porque hay que pasar por toda una tecnología, por toda una maquinaria de producción en la que los fantasmas se diluyen. Pero cineastas como Buñuel o como Berlanga sí han conseguido esa cosa extraordinaria que es utilizar el cine como lo hace un creador. Son las excepciones y no las reglas.






C.G.C: Y en ese mundo, ¿cuál es el mundo de ficción donde Mario Vargas Llosa se encuentra más cómodo, cuál es su mundo más confortable?






M.V.Ll: Si tengo que elegir algo, que nunca debemos hacer de una manera excluyente, por supuesto, me quedo con la literatura. Para mí, los libros han sido realmente mi felicidad, creo que no he gozado tanto en ninguna parte como dentro de las grandes ficciones. Todavía, encontrarme con una buena novela es para mí un placer supremo. Como a don Rigoberto los cuadros, a mí los libros me han ayudado a vivir, ha sido una manera de refugiarme en un mundo rico, más íntimo, más coherente, más próximo en muchas ocasiones que el mundo real. Así que, sí, sin ninguna duda, para mí, la literatura ha sido una forma de felicidad y, por supuesto, me gustaría que mi literatura les dijera a los lectores lo que a mí me han dicho los libros. Eso es a lo que aspira todo escritor cuando escribe, conseguir con sus libros lo que los libros que él admira han conseguido con uno a la hora de la lectura.






C.G.C: Usted sigue siendo muy polemista, le podemos leer en periódicos, mojándose en cuestiones muy concretas...






M.V.Ll: Pero es un poco a pesar de mí mismo, la verdad es que no busco las polémicas. Defiendo las cosas que creo con mucha convicción y eso me ha llevado muchas veces a polemlzar, pero no soy un polemista profesional, además no tengo mucha simpatía por los polemistas profesionales. A lo que no he rehusado nunca es a defender mis convicciones en el campo intelectual. Eso puede ser hasta enriquecedor, confrontar, cotejar las ideas propias con las ajenas.






C.G.C: Estamos prácticamente a un cuarto de hora del tercer milenio: ¿qué perspectiva, qué visión tiene usted de lo que puede traernos?






M.V.Ll: Por una parte, hay que abordarlo con optimismo. Probablemente nunca la humanidad ha tenido tantos recursos científicos, tecnológicos, pero también políticos con la caída de los grandes totalitarismos, para crear una humanidad mejor, para combatir mejor a los enemigos de la prosperidad, de la libertad, de la legalidad. Al mismo tiempo, hay que mantener la guardia y ser conscientes de que hay enemigos tremendos para esa cultura democrática tolerante, que son, por ejemplo, los integrismos religiosos, los nacionalismos, todas esas ideologías o actitudes intolerantes, exclusivistas, que tratan de levantar fronteras, de crear divisiones, exclusiones, anatemas... Son enemigos muy poderosos que, en el siglo que va a comenzar muy pronto, van a ser, seguramente, los mayores peligros contra el establecimiento a escala planetaria de una cultura de la libertad y de la democracia.






C.G.C: ¿Cuántas novelas tendrá ya escritas para cuando llegue el tercer milenio? Porque ya está en otro proyecto...






M.V.Ll: Siempre tengo muchos proyectos en carpeta, lo que me temo es que no voy a tener tantos años para poder materializarlos, pero proyectos no me van a faltar, eso es seguro.