Un Arlt recuperado*
por Miguel Ángel Bustos
Entre los fundadores de la lengua Argentina, un territorio singularísimo es dominado por Roberto Arlt. Cuando su habla incorpora el violento expresionismo de las Aguafuertes porteñas o Los siete locos al minucioso impresionismo de las Aguafuertes españolas, su visión se hace lejana, interior frente a los objetos.
Todo pareciera indicar que Arlt hubiera estado esperando este viaje para abandonar, aparentemente, la ironía costumbrista ejercitada con las cosas de Buenos Aires, asumiendo, en cambio, un murmullo de observador errante en esa España anterior a la Guerra Civil.
Enviado por el diario El Mundo, recorre Cádiz, Marruecos y Granada. El Roberto Arlt porteño describió una niñez y una experiencia detalladamente registradas, como en su libro El juguete rabioso, donde las primeras lecturas de un Salgari o un Verne originaron ese fabuloso sentido de lo descomunal que poseyó siempre.
En sus Aguafuertes españolas procede en forma absolutamente distinta: el paisaje lo obliga a imaginar de algún modo lo que ve, “uno se pregunta si el cuadro que los ojos contemplan –torres, cubos, triángulos- no es la creación de un sueño que será llorado cuando desaparezca como las hermosas fantasías de la niñez”. Es decir: lo contemplado se convierte, a pesar suyo, en materia poética y por lo tanto provoca un sueño constante.
Dos pequeñas maestrías contienen las Aguafuertes españolas: la primera son aquellos fragmentos de su paseo por Tetuán, donde se tiene la “impresión de vagar en una ciudad lunar. Camino de sueño en sueño bajo techos de pasadizos, entre muros embadurnados de leche celeste, con puertas claveteadas al fondo de rústicos porches de ladrillos”, relato que induce a aceptar un silencio marino, inmóvil”.
El “Diálogo extraordinario con Lola la Chata” es un cuadro de costumbres hiriente, mordaz que desnuda el supuesto misterio de los gitanos del Sacro Monte y sus célebres cuevas transformándolas en respetables propiedades horizontales de la raza vagabunda, sólo dignas de ser visitadas por los turistas. Sin embargo, con los gitanos y las gitanas hay que “ser frío y ardiente. Amarlos. Perciben sagazmente el amor, y entonces hay que ser imparcial. Un favor a uno en especial los enferma a los otros. En síntesis, fieras maravillosas. Artistas”.
Tal vez Arlt en España haya encontrado una prosa que unía sueño y realidad semejante a la de los antiguos.