Poeta, escritor, ensayista y pensador cubano. Nació en, Cayo Hueso, La Florida, el 25 de septiembre de 1921. En 1938 publicó su primer libro, Poemas, con una presentación de Juan Ramón Jiménez. Está casado con Fina García Marruz. Perteneció al grupo de poetas que hizo la revista Orígenes (1944-1956). Ha trabajado como profesor en la Escuela Normal para Maestros de La Habana y en la Universidad Central de las Villas. De 1962 a 1977 fue investigador literario en la Biblioteca Nacional José Martí. Dirigió la edición crítica de las Obras completas de Martí en el Centro de Estudios Martianos hasta 1987 y la edición crítica de Paradiso, de José Lezama Lima (Madrid, Colección Archivos, 1988). Traducido a varios idiomas. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1988. Le ha sido conferido el Premio de Literatura Iberoamericana y del Caribe "Juan Rulfo" correspondiente al año 2002. Preside el Centro de Estudios Martianos.
Cintio Vitier es una de las grandes voces de la poesía latinoamericana contemporánea. Junto con José Lezama Lima, su fundador, Eliseo Diego, Octavio Smith, Julián Orbón, Cleva Solís y Fina García Marruz, con quien está casado desde 1947, formó el Grupo Orígenes, uno de los colectivos poéticos y culturales más sólidos que ha dado la cultura cubana.
Vitier comenzó sus estudios en el colegio Froebel, fundado por su padre, Medardo Vitier, en Matanzas. En 1935 se trasladó a La Habana. Estudió en el colegio La Luz, donde conoció al poeta Eliseo Diego. Se graduó de Bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto de La Habana. Se graduó como doctor en Derecho Civil en la Universidad de La Habana en 1947, pero nunca ha ejercido la carrera.
Entre los reconocimientos que ha recibido en su país están el Premio Nacional de Literatura (1988) y la Orden José Martí, la más alta distinción que otorga el Estado cubano.
Bibliografía. Poesía. Vísperas. Compilación. (1953). La luz del imposible (1957). Testimonios. Compilación. (1968). La fecha el pie (1981). Antología poética (1981). Hojas perdidizas (1988). Vísperas y Testimonios (1988). Nupcias (1993). Antología Poética (1993). Dama Pobreza (1994). Poesía (1997). Poesía Escogida (1999).
Ensayo. Experiencia de la poesía (1944). Lo cubano en la poesía (1958; 1970). Poética (1961; 1973). Temas martianos (1981). Puerto Rico (1981). Crítica sucesiva (1971). Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana. (1975). Temas martianos (1982). Crítica cubana (1988). Prosas leves (1993). Para llegar a Orígenes (1994). Lecciones cubanas (1996). Obras 1. Poética (1997)
Obras 2. Lo cubano en la poesía (1998). Obras 3. Crítica 1 (2000). Resistencia y libertad (2000).
Narrativa. Antologías. Diez poetas cubanos (1948). Cincuenta años de poesía cubana (1952). Las mejores poesías cubanas (1959). Poetas románticos cubanos (1960). Flor oculta de la poesía cubana (1978). José Martí. Obra literaria (1978). De Peña Pobre (1980). Los papeles de Jacinto Finalé (1984). Rajando la leña está (1986). Cuentos soñados (1992).
Traducciones. Iluminaciones, de Arthur Rimbaud (1961). Compilación: Juan Ramón Jiménez en Cuba. (1987).
Algunas distinciones: Orden de Primer Grado "Félix Varela". Medalla "Alejo Carpentier". Orden "Carlos J. Finlay" del Consejo de Estado. Distinción por la Cultura Nacional. Distinción "Raúl Gómez García". Medalla"Fernando Ortiz" de la Academia de Ciencias de Cuba. Medalla "30 Aniversario" de la Academia de Ciencias de Cuba. Distinción "Mahadahonda" 1936 de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Orden "Juan Marinello". Sello del Laureado del SNTC. Hijo adoptivo de Bayazo. Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana, de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas y de la Universidad Soka de Japón. Oficial de Artes y Letras de la República Francesa. Diploma de la Universidad de Turín, Italia como participante en el Homenaje a Antonio Machado (1980). Orden "José Martí" del Consejo de Estado.
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Palabras A La Aridez
No hay deseos ni dones
que puedan aplacarte.
Acaso tú no pidas (como la sed
o el amor) ser aplacada. La compañía
no es tu reverso arrebatador, donde tus rayos,
que se alargan asimétricos y ávidos
por la playa sola, girasen melodiosamente
como las imantadas puntas de la soledad
cuando su centro es tocado. Tú no giras
ni quieres cantar, aunque tu boca
de pronto es forzada a decir algo,
a dar una opinión sobre los árboles, a entonar en la brisa
que levemente estremece su grandioso silencio,
una canción perdida, imposible, como si fueras
la soledad, o el amor, o la sed. Pero la piedra
tirada en el fondo del pozo seco, no gira
ni canta; solamente a veces, cuando la luna baña los siglos,
echa un pequeño destello como unos ojos que se abrieran
cargados de lágrimas.
Tampoco eres
una palabra, ni tu vacío quiere ser llenado
con palabras, por más que a ratos ellas
amen tus guiños lívidos, se enciendan como espinas
en un desértico fuego,
quieran ser el árbol fulminado,
la desolación del horno, el fortín hosco y puro.
No, yo conozco
tus huraños deseos, tus disfraces. No he de confundirte
con los jardines de piedras ni los festivales
sin fin de la palabra. No la injurio por eso. Pero tú no eres ella,
sino algo que la palabra no conoce,
y aunque de ti se sirva, como ahora, en mí, para aliviar
el peso de los días, tú le vuelves la espalda,
le das el pecho amargo, la miras como a extraña, la atraviesas
sin saber su consistencia ni su gloria. La vacías.
No se puede decir lo que tú haces
porque tu esencia no es decir ni hacer. Antigua,
estás, al fondo, y yo te miro.
Todo lo que existe pide algo.
La mano suplicante es la sustancia de los soles
y las bestias; y de la criatura que en el medio
es el mayor escándalo. Sólo tú,
aridez,
no avanzas ni retrocedes,
no subes ni bajas,
no pides ni das, piedra calcinada,
hoguera en la luz del mediodía,
espina partida,
montón de cal que vi de niño
reverberando en el vacío de la finca,
velándome la vida, fondo de mi alma, ardiendo siempre,
diurna, pálida, implacable,
al final de todo.
Y no hay reposo para ti,
única almohada
donde puede mi cabeza reposar. Y yo me vuelvo
de las alucinantes esperanzas
que son una sola,
de los actos infinitos del amor
que son uno solo,
de las velocísimas palabras devorándome
que son una sola,
despegado eternamente de mí mismo,
a tu seno indecible, ignorándolo todo,
a tu rostro sin rasgos, a tu salvaje flor,
amada mía.