Es curioso advertir que, no obstante el género escogido, era más bien un hombre de ciudad. Nació en la capital el 7 de febrero de 1834, hijo de padre porteño, don Estanislao del Campo, y madre tucumana, doña Gregoria Luna. Se educó aquí mismo en la Academia Porteña Federal empleándose luego como dependiente de tienda según era costumbre entre los jóvenes de buena familia de esos tiempos. Muy porteño lo vemos en 1852 tomar parte en la defensa de la ciudad cuando el general Lagos le puso sitio. Concluido éste entró a prestar servicio en la aduana. Más tarde fue secretario de la cámara de diputados cuando ya militaba abiertamente en las filas alsinistas, alternando la carrera administrativa con las más animadas acciones de Cepeda y pavón donde se batió con entusiasmo. Llegó así a capitán en 1861. En 1874 es ascendido a teniente coronel saliendo a campaña con motivo de la revolución de ese año. Luego tuvo una corta actuación como diputado nacional y terminando su mandato fue nombrado oficial mayor del Ministerio de Gobierno de la Provincia. Se desempeña en todos estos cargos con escrupulosidad y competencia y toma asimismo parte activa en las luchas políticas, pero sin abandonar la poesía que es sin duda su vocación más íntima.
Murió joven aún el 6 de noviembre de 1880 y los mejores poetas de la época, José Hernández y Guido y Spano, pronunciaron conmovedoras oraciones en su tumba. Mereció también fuera del aplauso popular y de la crítica del país, grandes elogios de un crítico español tan severo como Menéndez y Pelayo.
(Literatura argentina del siglo 19)
ESTANISLAO DEL CAMPO (1834-1880)
Estanislao del Campo, escritor argentino, nacido en Buenos Aires, que perteneció a la generación del 80 y llevó a su culminación el juego dialogado de los poetas gauchos.
Inició su carrera literaria con versos gauchescos que aparecieron bajo el seudónimo de Anastasio el Pollo y es a raíz de esa actividad que se vincula con Ascasubi.
Entre sus obras son de destacar: Los debates de Mitre y Carta de Anastasio el Pollo, ambas de 1857; esta última es una anticipación de Fausto (1866). En Fausto, un paisano, Anastasio el Pollo, que por casualidad, asiste a una función en el Teatro Colón de Buenos Aires, en donde se representaba la ópera "Fausto" de Gounod.
El hombre conversa largamente con Don Laguna, un gaucho amigo al que se encuentra en la soledad del campo bonaerense, y le relata lo visto en el teatro. Anastasio no distingue entre realidad y ficción e, impresionado, habla del Diablo, de las transformaciones de Fausto y de las vicisitudes de Margarita como si todo fuera verdad.
FAUSTO
-Fragmento-
En un overo rosao,
Flete nuevo y parejito,
Caía al bajo, al trotecito,
Y lindamente sentao,
Un paisano del Bragao,
De apelativo Laguna:
Mozo jinetazo ¡ahijuna!,
Como creo que no hay otro,
Capaz de llevar un potro
A sofrenarlo en la luna.
¡Ah criollo! si parecía
Pegao en el animal,
Que aunque era medio bagual,
A la rienda obedecía
De suerte, que se creería
Ser no sólo arrocinao,
Sino tamién del recao
De alguna moza pueblera.
¡Ah Cristo! ¡quién lo tuviera!...
¡Lindo el overo rosao!
Como que era escarciador,
Vivaracho y coscojero,
Le iba sonando al overo
La plata que era un primor;
Pues eran plata el fiador,
Pretal, espuelas, virolas
Y en las cabezadas solas
Traiba el hombre un Potosí:
¡Qué!... Si traía, para mí,
Hasta de plata las bolas.
En fin: -como iba a contar,
Laguna al río llegó,
Contra una tosca se apió
Y empezó a desensillar.
En esto, dentró a orejiar
Y a resollar el overo,
Y jué que vido un sombrero
Que del viento se volaba
De entre una ropa, que estaba
Más allá, contra un apero.
Dió güelta y dijo el paisano:
-¡Vaya "Záfiro"! ¿qué es eso?
Y le acarició el pescuezo
Con la palma de la mano.
Un relincho soberano
Pegó el overo que vía,
A un paisano que salía
Del agua, en un colorao,
Que al mesmo overo rosao
Nada le desmerecía.
Cuando el flete relinchó,
Media güelta dió Laguna,
Y ya pegó el grito: -¡ahijuna!
¿No es el Pollo?
-Pollo, no,
Ese tiempo se pasó.
(Contestó el otro paisano),
Ya soy jaca vieja, hermano,
Con las púas como anzuelo,
Y a quien ya le niega el suelo
Hasta el más remoto grano.