Los mejores datos sobre los orígenes y formación cultural de
Amado Nervo, se encuentran en dos de sus breves autobiografías
escritas en España. Dice en una de ellas: "Nací en Tepic,
pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870.
Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modíficó, encogiéndolo.
Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo,
y, esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-,
y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna
literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de
Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez".
En su otra confesión autobiográfica, casi desconocida, dice más
aún: "Soy descendiente de una vieja familia española que se
estableció en San Blas a principios del siglo pasado. Hice mi
instrucción primaria en las modestas escuelas de mi ciudad natal;
muerto mi padre cuando yo tenía nueve años, mi madre me envió a
un Colegio de Padres Romanos, al de Jacona, en Michoacán, que
entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en
el seminario de Zamora, Michoacán, hice mis estudios preparatorios,
empezando, naturalmente, por el latín. Quise seguir la carrera de
abogado y estudié dos años, pero el quebrantamiento rápido de la
herencia paterna me obligó a volver a Tepic a ponerme al frente
de lo poco que nos quedaba y a trabajar para ayudar a mi
familia, que era numerosa. Después, buscando mejor destino,
marché a Mazatlán, donde escribí en el Correo de la Tarde
mis primeros artículos. Más tarde me dirigí a la Capital (en 1894)
y ahí con los esfuerzos y penalidades consiguientes, logré abrirme
camino".
Con frecuencia se refieren sus biógrafos a estas penalidades, entre
las que mencionan que tuvo que lucrar el pan de "estanquillero" y
hasta de "tablajero" en el Rastro, y quizás a ello alude el mismo
Nervo cuando asegura que el escritor "vive regularmente o de un
empleo, o de algo más prosaico; a veces es tendero, a veces
carnicero, a veces "coyote" y a veces, muy raras... negociante
en grande". Mayores aún fueron sus penas morales, como la pérdida
de su hermano Luis -comerciante ocasional y asimismo poeta-,
quien, sin la fortaleza de Amado, desertó de la vida en plena lucha.
Años después consignará en sus Apuntes para un libro que no escribiré
nunca, estas palabras: "Yo he visto el rayo verde, que
trae ventura. Lo vimos en una playa mazatleca mi hermano
y yo, una tarde de julio. Mi hermano se suicidó y yo... etcétera".
Escribió en EL Mundo Ilustrado, El Nacional, El Mundo, EL Imparcial
y en las mejores revistas literarias. Fue copiosa su producción
y variada: cuentos, semblanzas, artículos humorísticos, reseñas
teatrales, crítica de libros, artículos dialogados, crónicas, etc.
Y, además, muchos versos. Los que leyó ante el sepulcro de Manuel
Gutiérrez Nájera, en el primer aniversario de su muerte,
merecieron el aplauso unánime de los poetas y señalaron el punto
de partida de su ascensión lírica.
Pero, en realidad, su nombre comenzó a difundirse en 1895 con la
publicación de su primer libro, que no fue una colección poética,
sino una novela corta: El Bachiller. "Por lo audaz e imprevisto de
su forma -dice Nervo-, y especialmente de su desenlace, ocasionó
en América tal escándalo, que me sirvió grandemente para que me
conocieran". Juzgada a la distancia de los años, queda como una
buena obra inicial que refleja mucho del ambiente zamorano y de
sus propias vivencias de seminarista.
Místicas fue su primer libro de versos publicado (1898), si bien
no el primero que escribió, pues tal prioridad corresponde a
Perlas Negras -obra de adolescencia- que salió a luz en el mismo
año. Místicas le situó desde luego entre los poetas jóvenes de
más claro porvenir: allí aparecía diferente a los demás y sin
competidores en la poesía religiosa, que en este libro sonaba de
una manera insólita y refinada.
Después de El Bachiller publicó su atrayente narración fantasista
titulada El Donador de Almas. Ambas novelitas, juntas con Pascual
Aguilera -obra primeriza- formaron el volumen impreso en Barcelona
con el título de Otras Vidas. En esta época comienza a manifestar
sus conocimientos astronómicos en que fue iniciado por Luis G. León.
En 1899 se representó en el Teatro Principal una zarzuela
suya, Consuelo, con la que pretendía ensayarse en otro género
literario y trabajar por al advenimiento de un arte racional.
No insistió en estos propósitos.
Como todos los poetas finiseculares, amaba a París y pudo conocerlo
en 1900. Fue enviado como corresponsal de El Mundo; pero, no obstante
que Nervo cumplía eficazmente con su encargo y de que a los lectores
les parecían muy bellas sus correspondencias –"de México me dicen
que dicen que se ha desàrrollado mucho mi talento en París"-, pronto
fue despedido en forma inopinada por el gerente de la empresa.
Y volvió a encontrarse con la pobreza, pero también se encontró
con el amor; con el grande amor "para toda la vida"; es decir,
con Ana Cecilia Luisa Dailliez, la dulce mujer que fue su compañera
durante más de diez años- "encontrada en el camino de la vida el 31
de agosto de 1901. Perdida (¿para siempre?), el 7 de enero de 1912"-
y cuya muerte le causó "la amputación más dolorosa de sí mismo".
Fruto de este dolor fue un libro de versos muy leído: La Amada Inmóvil.
En París conoció a Verlaine, a Moreas, a Wilde, etc., y fue amigo de
los escritores y poetas hispanoamericanos que residían o pasaban por
aquella Lutecia que tanto encandiló a la generación de los modernistas.
Allí selló su amistad con Rubén Darío; amistad sin quebrantos ni
recelos, excepcional entre los grandes artistas y justamente calificada
de ejemplar. En París publicó la versión francesa de El Bachiller
-con el título de Orígene- y una obra poética, Poemas, que había de
extender su celebridad en los países de habla española. Uno de estos
poemas, La Hermana Agua, cuenta entre sus mayores aciertos.
Ya de regreso en México (1902), publicó su bello libro de prosa y
verso llamado El Exodo y Las Flores del Camino y colaboró asiduamente
en la Revista Moderna, compartiendo después su dirección con Jesús
E. Valenzuela. En el mismo año publicó Lira Heroica. Merced a los
sufragios del grupo modernista, en 1903 alcanzó el triunfo de
primacía entre los poetas mexicanos. De 1902 a 1905 trabajó
nuevamente en El Mundo, El Imparcial y El Mundo Ilustrado.
Sacó a luz otro libro de versos: Los Jardines Interiores,
que es el mismo que había comenzado a preparar con el título de
Savia Enferma. En esa misma época obtuvo, por oposición, el cargo
de profesor de lengua castellana en la Escuela Nacional Preparatoria.
En 1905 ingresó en el servicio diplomático con la categoría de segundo
secretario adscrito a la Legación de México en Madrid. De allá enviaba
sus correspondencias a su periódico, El Mando, y a la vez escribía
jugosos informes sobre lengua y literatura para el Boletín de la
Secretaría de Instrucción Pública. Más tarde colaboró en periódicos
de Buenos Aires y La Habana. En España escribió muchos de sus mejores
libros, entre los cuales descuellan En Voz Baja, Juana de Asbaje,
Serenidad, La Amada Inmóvil, Elevación y Plenitud.
En I9I4, con motivo de los sucesos políticos de nuestro país, cesó
en su cargo de primer secretario y volvió una vez más a su bien amada
pobreza. El cariño que había sembrado inspiró a sus amigos españoles
la idea de solicitar de las Cortes una pensión para el poeta; pero
éste, con el decoro propio de su carácter, se apresuró a declinarla
gentilmente. Más tarde fue restituido en su puesto por el Gobierno
de México y, en I918, llamado para conferirle un nuevo cargo. Con
credenciales de Ministro Plenipotenciario y Enviado Plenipotenciario
ante los Gobiernos de Argentina y Uruguay, partió de México a
principios de 1919. Fue recibido en ambos países con insólitas
muestras de admiración y afecto.
Minado por sus males, tuvo fuerzas, sin embargo, para amar una vez
más; en Buenos Aires encontró -dice Alfonso Méndez Plancarte-
"su último amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes
iguales de admiración, piedad y ternura". Murió en Montevideo el
24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales
constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la
Rotonda de los Hombres Ilustres.
Tópico muy repetido por Amado Nervo en sus diversas páginas
autobiográficas, fue el de que carecía de historia. En 1895
escribía: "Semejante al rey del cuento de Juan de Dios Peza,
soy un hombre a quien jamás le sucedió cosa alguna". En su
breve autobiografía de 1906, insistía: "Mi vida ha sido muy
poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres
honradas, yo no tengo historia", palabras que después puso
en sílabas contadas: ¿Versos autobiográficos? Ahí están mis
canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo
historia: nunca me ha sucedido nada.
No obstante la afirmación, en su vida se entretejieron armoniosamente
los sucesos dignos de mención, ya adversos, ya venturosos. Escribió
muchos libros; fue combatido, pero a la vez amado y ensalzado;
fue afortunado capitán en las filas del movimiento literario más
importante que ha tenido América.
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90 años de un misterio poético
Hace 90 años, el 24 de mayo de 1919, murió el poeta mexicano Amado Nervo, en Montevideo, Uruguay, en donde fungía labores diplomáticas. Amado Nervo, relacionado directamente con el grupo de escritores modernistas, había nacido en Tepic, Nayarit, el 27 de agosto de 1870. Muchas personas pensaban que su nombre era un seudónimo, pues “Amado Nervo” sonaba como todo un poeta, todo un romántico, pero en realidad, ése era el nombre que su padre le puso al acortar apropósito su apellido: Ruiz de Nervo.
Amado Nervo
Hacia la década de 1890, Amado ingresó a un seminario en Michoacán para estudiar ciencia y filosofía, de ahí tal vez el origen de su pensamiento místico y religioso que abordó a lo largo de su vida a través de la poesía.
En esta misma década y tras abandonar sus estudios seminaristas, llegó a la ciudad de México en 1894 en donde de inmediato fue reconocida su buena pluma y se asoció con poetas de la llamada corriente modernista: Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, José Juan Tablada, fueron sus compañeros de bohemia, charlas y de época alrededor de la revista Azul, que encabezaba el mismísimo Duque Job (MGN).
Además, Nervo mantuvo desde esos años una relación estrecha con dos de los patriarcas de esta vanguardia literaria netamente americana: con Rubén Darío y con el poeta peruano José Santos Chocano.
A través de sus crónicas y relatos consiguió diversos trabajos en periódicos nacionales cono en El Universal, El Nacional y El Mundo. En los albores del siglo XX fundó junto con el también poeta Chucho T. Valenzuela la famosa Revista Moderna, receptáculo de toda una generación de escritores y artistas de finales del XIX y principios de XX, y heredera exclusiva de la revista Azul.
En 1900 el periódico El Imparcial le ofrece una misión, cubrir la Exposición Universal desarrollada en la ciudad luz: París. Ahí se reencuentra con Darío y conoce al poeta argentino Leopoldo Lugones. Además se encuentra con Oscar Wilde, Catulle Menedés, Moréas, y otros escritores más. Fue ahí cuando conoció a Ana Celia Luisa Daillez, que probablemente fue el amor de su vida y cuya prematura muerte en 1912 le inspiró a escribir uno de sus poemas más entrañables: “La amada inmóvil”.
Su carrera como diplomático inició en 1905, cuando fue nombrado secretario de la embajada de México en Madrid. La revolución mexicana y otros acontecimientos hicieron que este escritor peregrinara entre América y Europa. Pero en 1918 fue nombrado embajador plenipotenciario de México en Argentina y en la Republica Oriental del Uruguay. E inesperadamente a sus 48 años de edad, Amado Nervo murió en la capital de aquel país oriental el 24 de mayo de 1919. Su cuerpo fue traslado a México a través del corbeta “Uruguay”. Dicen los que saben que su cuerpo pasó por varios puertos de América, mientras que llegaba a su destino final en la ciudad de México. Por cierto, el barco que trasladaba sus restos fue escoltado por otras embarcaciones provenientes de países como Cuba, Brasil, Venezuela y Argentina, esto a manera de tributo al poeta.
Sus restos llegaron a la Rotonda de los Hombres Ilustres hasta el 14 de noviembre de ese 1919. Amado Nervo amante de la ciencia y la tragedia, de la plegaria y el amor, del deseo y la pasión.
Hasta luego don Amado
Como todo un bohemio y modernista, la vida y la poesía de Amado estuvo cargada de una tela de misterio. El debate entre la vida y la muerte siempre surcaron su cabeza y sobre todo, la muerte siempre lo acompañó de una manera lenta y sutil. El suicidio de su hermano Luis y la muerte de su amada le marcaron por el resto de vida.
Este aire de misterio fue reconocido por quienes le conocieron. Entre ellos el poeta Carlos Pellicer. En ese mismo 1919 el poeta militante del trópico tenía 21 años y cuando se enteró de la muerte de Nervo se encontraba de intercambio estudiantil en Bogotá. Colombia. Consternado, pues don Amado, como él decía, fue una especie de maestro, además de que charlaron y se saludaron en diversas ocasiones. Desde Colombia, Pellicer le escribe a su madre una carta fechada el 31 de mayo. En la misiva, Carlos recuerda un par de ocasiones en que se encontró con Amado Nervo y además, da a conocer un dato curioso que Pellicer interpreta como el saludo de la muerte hacia Nervo:
Mi amigo adorado, el inmenso poeta y buenísimo hombre Amado Nervo, murió hace cinco días en Montevideo, Uruguay. Su muerte me tenía sumamente abatido. Te juro que yo habría dado mi pobre existencia por retardar la de él algunos años más. Parece que ha muerto alguien de nuestra familia, así está mi corazón de tristeza. Estoy de luto y estaré un mes cuando menos. Nervo tenía 49 años ¿te acuerdas que lo vimos arrodillado en la Basílica de Guadalupe el día en que me llevaste a despedirme de la santísima virgen? Muchas personas han venido a darme el pésame como mexicano que soy y amigo que fui del gran poeta. Aquí ha causado mucho dolor la muerte de Amado Nervo, pues es muy conocida su obra poética y muy admirada, estoy muy triste? ya nunca volveré a estrechar la mano del artista que para mí tuvo atenciones reveladoras de verdadero afecto. En Nueva York pasee con él algunas veces y la última vez que nos vimos al pie del puente de Brooklyn, me despedí de él diciéndole: “¡Hasta pronto don Amado!” Y el me contestó abrazándome: “Usted y yo, hasta siempre”. Parece que algo terrible presentía. Y yo no pude despedirme de él, por la violencia de mi viaje.
Bibliografía y las Obras completas
Entre los libros que Nervo publicó en vida se pueden mencionar. El bachiller, novela de juventud, Perlas negras, poesía, Mística, El éxodo y las flores del camino, Los jardines interiores, Serenidad, Plenitud, Elevasión, En voz baja, Juana de Asbaje (ensayo sobre la obra de Sor Juana Inés de la Cruz).
Después de la muerte de Nervo y en ese mismo 1919, el español José Ruiz Castilla, editor de Biblioteca Nueva, encargó al escritor Alfonso Reyes realizar una tarea monumental: recopilar todos los textos del poeta nayarita para editar las Obras completas de Amado Nervo. La noticia emocionó de inmediato a Reyes quien algunos años antes había escrito un artículo sobre el poeta modernista titulado “Las serenidad de Amado Nervo”, además de que lo había conocido personalmente.
Tarea complicada, pero Alfonso Reyes echó manos a la obra. Alfonso, quien se había autoexiliado en Europa desde 1913, comenzó la labor de recoger los textos de Nervo que se encontraban principalmente en Madrid. Él mismo le escribió a su gran amigo, Genaro Estrada, para que le ayudara a recolectar los materiales para la empresa, y así lo hizo también con sus conocidos en toda América. Al final salieron 29 tomos con las obras de Amado Nervo y editados bajo la Biblioteca Nueva. Entre éstos se encuentra el tomo dedicado a “La amada inmóvil”, texto escrito en memoria de Ana Cecilia Luisa Daillez. Años más tarde, ya en la década de 1930, Alfonso Méndez Plancarte concluyó la tarea emprendida por Reyes, y fue editado el tomo XXX que incluía poesía y cuentos inéditos de don Amado, esto por ediciones Botas.
Amado desatándonos los nudos de la vida
El Nudo
Apretado era el nudo
apenas si al mirar atentamente
se advertía el camino
de las diversas cintas
entrelazadas en estrecho abrazo
(como si en su inconsciencia se adoraran)
Y formando una sola
Protuberancia, que, maciza y fuerte,
Desafiaba mis dedos.
Apretado era el nudo,
y yo estaba anheloso
de saber lo que, envuelto
en el blanco papel sujetaba,
podría contenerse.
Apretado era el nudo y grande, grande,
La tentación de hacer lo que Alejandro
Hizo con el Gordius, rey de Frigia.
Apretado era el nudo;
Pero no lo corté. Pacientemente
Con los índices ágiles
Y los chatos pulgares, lo deshice,
Después de largo tiempo de faena.
Y quedé satisfecho de mí mismo
y me dije: no más he de cortar
los nudos, por difíciles que sean
de desatarse, cuidadosamente,
hábilmente, serenamente, puestas
en ello la atención y la paciencia,
habré de deshacerlos.
Jamás los filos rudos
de mis tijeras forzarán la unida
red de cintas.
Jamás cortaré nudos,
por estrechos que sean en la vida.
[Carta de Carlos Pellicer a Deifilia Cámara de Pellicer tomada de la revista literaria Palestra, no. 9-10, año 3, 2007. Esta carta se encuentra en el archivo Carlos Pellicer que resguarda la Biblioteca Nacional].
[Poema "El nudo" tomado del tomó XI de las Obras completas de Amado Nervo "Serenidad"].
FUENTE: Noticias 22