Pronunciar Lezama Lima es invocar no sólo un estilo particular. Es apenas la punta de un iceberg. Es carga estructural y semántica.
Si bien la poesía se ha visto diversificada en diversas estéticas y escuelas, me quiero detener únicamente en las dos antípodas generales. La primera es aquella poesía, digamos, limpia en donde el poema (objeto) es un cuerpo desnudo, transparente, sencillo. Entre más austeridad y simpleza en la utilización de recursos más se cumple el objetivo de esta vertiente, entre menos accesorios, más pureza. Entre más diáfana la imagen y su contenido, mejor.
La segunda es el extremo. Entre más sofisticación, más complejidad, entre más estado de delirio y recursos estéticos, más eficaz es el poema. El derroche y la superposición neo-barroca no sólo del estilo, si no también de la estructura semántica en el texto son marcas explicitas que definen una cosmovisión estética del mundo poético. A esta marca correspondería la línea literaria de José Lezama Lima, en donde la exquisitez del producto radica en su sofisticación y originalidad.
A raíz de mi acercamiento al poeta con Muerte de Narciso, poemas dispersos y la selección de poemas realizada por Cobo Borda fui descubriendo y comprobando la intensidad y el equilibrio lírico que caracteriza la estética lezamiana. Estamos pues ante una solida unidad conceptual y estilística que identifica y etiqueta la inconfundible pluma de este poeta a lo largo de la construcción de su obra. Y si a esto le agregamos el contexto socio-político las virtudes resaltan aún más en la poesía de Lima. Porque sabemos que la historia de la literatura cubana ha atravesado momentos claves que han pretendido definirla, sin embargo tomando en cuenta el asenso de la revolución castrista en 1959 y el proceso de cambios dirigidos por la ideología del comunismo, nos damos cuenta que las aspiraciones y ejecuciones de Lezama Lima se mantuvieron intactas, lo que da a su obra una particularidad y un valor agregado debido al contexto en que fue escrita. Pero más que la vida y el entorno social del poeta, el objetivo principal del presente ensayo es acercarme a los lineamientos generales, a la base que sustenta la poesía de Lezama Lima.
Nos dice Ramón Xirau en “José Lezama Lima: De la imagen y la semejanza” , que la poética lezamiana empieza por ser “poética de la metáfora y de la imagen. La metáfora entendida como transposición, analogía, metamorfosis.
Es decir que “en el sistema poético del mundo que propone Lezama, el origen y el fin están en una sola palabra: imago, imagen”. Si bien otros poetas como Rubén Darío cimentaron su poesía en la musicalidad (apelando al sentido del oído) en Lezama Lima el alfa y omega radica en la imagen, a como señala Xirau. Y evidencia de esto son sus poemas, pues cada uno se encuentra cargado de un ramillete de imágenes completamente novedosas, auténticas y propias, y lo que es más sorprendente conducidas por un hilo racional casi imperceptible, como si la razón fuese de cristal y estuviera a punto de romperse en cualquier momento. En este sentido para Lezama el proyecto racional, a la manera clásica, es secundario y prima ante todo la estética de una imagen lírica aparentemente irracional.
Otro aspecto a destacar es la cuestión de la apariencia, a este respecto Cintio Vitier (citado por Xirau) afirma que con Lezama “ el poeta busca una imitación verbal de la insondable apariencia”. Y aquí se nos plantea otro cimiento de la poética de Lima, que enlazado con la imago nos lleva a deducir que una de las principales acciones lezamianas consiste en la búsqueda y en la representación de la apariencia metafísica y/o de lo espiritual. Pareciera pues que Vitier le resta un porcentaje de creación al proceso de producción poética lezamiana pues podríamos interpretar que Lezama, el poeta, según Vitier, pretende imitar verbalmente la imagen “insondable”, aquello misterioso e intangible que está más allá de nosotros pero que ya existe, es decir que Vitier establece categorías fijas (prefijadas) de la apariencia, del supuesto “look” del contenido al que Lezama da forma en el poema. Dicho en otras palabras el contenido espiritual ya está ahí desde antes (esto nos plantea muchas dudas pues habría que preguntarse las causas del origen y los sujetos activos de “eso que ya existe” y en definitiva es otro tema), tiene su autonomía e historia propia, Lezama lo busca, lo identifica, lo filtra a través de la forma original que él fabrica, lo imita pues con lenguaje poético y lo (re) presenta. Lo que significa que para Vitier esa “insondable apariencia” es “parecida” a la poesía de Lezama. Pareciera pues que la insondable apariencia es la “apariencia superior” (las comillas son todas mías), lo que nos revelaría más del pensamiento de Vitier que de Lezama propiamente. Lezama, entonces, en la mente de Vitier imita cómo luce o cómo le parece que luce “lo más allá”, más no la cuestión en sí, se trata entonces de la esencia de la apariencia, en donde Lezama sería el destilador, el (trans) formador, el convertidor, el traductor del contenido de la imagen (del contenido de la imagen, no el contenido del contenido) de la apariencia a nuestro y/o a su mundo poético. Lezama pues produce y crea forma, no temática. Aunque yo prefiero inclinarme a creer que la estructura semántica en Lezama es también una propuesta legítima y original de cómo él percibe “lo más allá”, es decir que más que verdad, es, digamos, ficción fabricada también por Lezama. Lezama no es entonces un simple traductor, un simple imitador verbal de “superficialidades espirituales” (las comillas también son mías) aunque no haya sido precisamente ésta la intención (consciente) crítica de Vitier, de plantear o sugerir lo antes dicho.
Lezama por su lado llegó a decir que “el poeta anda en busca del eterno reverso enigmático tanto de lo oscuro o lejano como de lo claro o cercano”. Y apunta Xirau que “habría que añadir, con todo, que “la insondable” apariencia” y el “reverso enigmático” son expresiones metafóricas para referirse y referirnos a lo que de verdad le importa a Lezama Lima: para referirse a Dios”.
Saúl Yurkievich lo plantea así: “ Sus personales mezclas transculturales, transhistóricas actúan como transporte extrañador y sublimante. Si algún conocimiento proponen es el fantasmal de lo fantástico o de la maravilla esotérica”.
La poesía sería pues –una especie de- religión, y así lo señala Julio Ortega en “Lezama y la biblioteca de Cemi”: (…) “esa necesidad unitaria se cumple en Lezama por lo menos a partir de dos fuentes proyectivas. La primera hunde sus raíces en nuestra tradición más característica: el pensamiento cristiano; la segunda, en la tradición órfica: la fe en la poesía como camino de revelación. Ambas fuentes se unen en su obra, porque se equivalen: la experiencia poética es una forma equivalente a la experiencia religiosa”.
A su vez, Guillermo Sucre en Lezama Lima: El logos de la imaginación, afirma que: “ejercer toda autonomía verbal dentro de un verdadero sistema poético del mundo: esto es lo que intenta hacer Lezama Lima. La poesía como lo real absoluto y la filosofía como operación absoluta (Novalis). Mas radical aun: solo este sistema podría reemplazar a la religión”.
¿Se trataría entonces del conocimiento, búsqueda y representación de la apariencia (poética) de Dios? ¿De la búsqueda incesante de la imagen de la forma divina? ¿Serían estos los verdaderos propósitos lezamianos? Dejo las preguntas al aire para ahondarlas en otra ocasión.
Lezama Lima, su obra en todo caso, pretende alejarse de los filtros de la razón hegemónica, y en otro ámbito, del paisaje o realidad en estado puro. Para Lezama no hay poesía sin transformación o alteración de la realidad, sea esta poética u de otra índole. Y lo que es todavía más interesante, cada creación tiene sus propias leyes, lo que nos conduce a emparentar a Lezama Lima con el estructuralismo europeo. Yurkievich escribe: “Abolida toda censura racional y realista, la imaginación sin ataduras se libra al imperio de su propio dinamismo”.
Una vez apartada la razón, entramos al placer y sus principios. O mejor dicho al principio del placer en la poética lezamiana. Al respecto anota Yurkievich: “Es esta una poesía empedernidamente hedónica. De inmediato se propone como objeto estético, halagador, sensual, suntuario. Deleite ocioso, desinteresado gozo, (…) Posibilita el contacto con otra realidad por desacato al orden del realismo utilitario (...) triunfo total del principio de placer sobre el principio de realidad: Lezama Lima se aleja al máximo de la verosimilitud realista (…) abandona cabalmente el ámbito de lo real convenido para instalarse en el imperio de lo fabuloso”. Y por placer, por el sencillo gesto creativo de lo sensual y lo sublime. Lo sensual ubicado en la temática fantasmal pero con forma erótica (subrayo forma, no fondo). La forma en Lezama es placer, es desborde, es derroche, es exceso equilibrado, exquisitez. Su religión poética se integra a una expresión verbal del placer.
La poesía es pues un misterio (un misterio que le y que produce placer) y hay que entregarse a ese misterio “que se revela y se vela”. La poesía en él es pues un camino y el camino también se corresponde o correlaciona con la poesía.
Una vez considerado todo lo anterior, podría establecer que con la poesía de Lezama Lima entramos en un complejo mundo de recreación estética. En su poesía prima la sofisticación de la imagen. La imagen es el medio y al mismo tiempo es el fin. La imagen es el medio que nos conduce a la sofisticación estética. El fin es un instrumento del medio para que el medio brille y protagonice el poema. Ambos brillan en el escenario literario.
En Lezama el espejo de la realidad es “reformado y transformado”. Lo trascendente fluctúa entre los polos, entre la metafísica, el espíritu, la materia y los cuerpos.
Si bien la poesía se ha visto diversificada en diversas estéticas y escuelas, me quiero detener únicamente en las dos antípodas generales. La primera es aquella poesía, digamos, limpia en donde el poema (objeto) es un cuerpo desnudo, transparente, sencillo. Entre más austeridad y simpleza en la utilización de recursos más se cumple el objetivo de esta vertiente, entre menos accesorios, más pureza. Entre más diáfana la imagen y su contenido, mejor.
La segunda es el extremo. Entre más sofisticación, más complejidad, entre más estado de delirio y recursos estéticos, más eficaz es el poema. El derroche y la superposición neo-barroca no sólo del estilo, si no también de la estructura semántica en el texto son marcas explicitas que definen una cosmovisión estética del mundo poético. A esta marca correspondería la línea literaria de José Lezama Lima, en donde la exquisitez del producto radica en su sofisticación y originalidad.
A raíz de mi acercamiento al poeta con Muerte de Narciso, poemas dispersos y la selección de poemas realizada por Cobo Borda fui descubriendo y comprobando la intensidad y el equilibrio lírico que caracteriza la estética lezamiana. Estamos pues ante una solida unidad conceptual y estilística que identifica y etiqueta la inconfundible pluma de este poeta a lo largo de la construcción de su obra. Y si a esto le agregamos el contexto socio-político las virtudes resaltan aún más en la poesía de Lima. Porque sabemos que la historia de la literatura cubana ha atravesado momentos claves que han pretendido definirla, sin embargo tomando en cuenta el asenso de la revolución castrista en 1959 y el proceso de cambios dirigidos por la ideología del comunismo, nos damos cuenta que las aspiraciones y ejecuciones de Lezama Lima se mantuvieron intactas, lo que da a su obra una particularidad y un valor agregado debido al contexto en que fue escrita. Pero más que la vida y el entorno social del poeta, el objetivo principal del presente ensayo es acercarme a los lineamientos generales, a la base que sustenta la poesía de Lezama Lima.
Nos dice Ramón Xirau en “José Lezama Lima: De la imagen y la semejanza” , que la poética lezamiana empieza por ser “poética de la metáfora y de la imagen. La metáfora entendida como transposición, analogía, metamorfosis.
Es decir que “en el sistema poético del mundo que propone Lezama, el origen y el fin están en una sola palabra: imago, imagen”. Si bien otros poetas como Rubén Darío cimentaron su poesía en la musicalidad (apelando al sentido del oído) en Lezama Lima el alfa y omega radica en la imagen, a como señala Xirau. Y evidencia de esto son sus poemas, pues cada uno se encuentra cargado de un ramillete de imágenes completamente novedosas, auténticas y propias, y lo que es más sorprendente conducidas por un hilo racional casi imperceptible, como si la razón fuese de cristal y estuviera a punto de romperse en cualquier momento. En este sentido para Lezama el proyecto racional, a la manera clásica, es secundario y prima ante todo la estética de una imagen lírica aparentemente irracional.
Otro aspecto a destacar es la cuestión de la apariencia, a este respecto Cintio Vitier (citado por Xirau) afirma que con Lezama “ el poeta busca una imitación verbal de la insondable apariencia”. Y aquí se nos plantea otro cimiento de la poética de Lima, que enlazado con la imago nos lleva a deducir que una de las principales acciones lezamianas consiste en la búsqueda y en la representación de la apariencia metafísica y/o de lo espiritual. Pareciera pues que Vitier le resta un porcentaje de creación al proceso de producción poética lezamiana pues podríamos interpretar que Lezama, el poeta, según Vitier, pretende imitar verbalmente la imagen “insondable”, aquello misterioso e intangible que está más allá de nosotros pero que ya existe, es decir que Vitier establece categorías fijas (prefijadas) de la apariencia, del supuesto “look” del contenido al que Lezama da forma en el poema. Dicho en otras palabras el contenido espiritual ya está ahí desde antes (esto nos plantea muchas dudas pues habría que preguntarse las causas del origen y los sujetos activos de “eso que ya existe” y en definitiva es otro tema), tiene su autonomía e historia propia, Lezama lo busca, lo identifica, lo filtra a través de la forma original que él fabrica, lo imita pues con lenguaje poético y lo (re) presenta. Lo que significa que para Vitier esa “insondable apariencia” es “parecida” a la poesía de Lezama. Pareciera pues que la insondable apariencia es la “apariencia superior” (las comillas son todas mías), lo que nos revelaría más del pensamiento de Vitier que de Lezama propiamente. Lezama, entonces, en la mente de Vitier imita cómo luce o cómo le parece que luce “lo más allá”, más no la cuestión en sí, se trata entonces de la esencia de la apariencia, en donde Lezama sería el destilador, el (trans) formador, el convertidor, el traductor del contenido de la imagen (del contenido de la imagen, no el contenido del contenido) de la apariencia a nuestro y/o a su mundo poético. Lezama pues produce y crea forma, no temática. Aunque yo prefiero inclinarme a creer que la estructura semántica en Lezama es también una propuesta legítima y original de cómo él percibe “lo más allá”, es decir que más que verdad, es, digamos, ficción fabricada también por Lezama. Lezama no es entonces un simple traductor, un simple imitador verbal de “superficialidades espirituales” (las comillas también son mías) aunque no haya sido precisamente ésta la intención (consciente) crítica de Vitier, de plantear o sugerir lo antes dicho.
Lezama por su lado llegó a decir que “el poeta anda en busca del eterno reverso enigmático tanto de lo oscuro o lejano como de lo claro o cercano”. Y apunta Xirau que “habría que añadir, con todo, que “la insondable” apariencia” y el “reverso enigmático” son expresiones metafóricas para referirse y referirnos a lo que de verdad le importa a Lezama Lima: para referirse a Dios”.
Saúl Yurkievich lo plantea así: “ Sus personales mezclas transculturales, transhistóricas actúan como transporte extrañador y sublimante. Si algún conocimiento proponen es el fantasmal de lo fantástico o de la maravilla esotérica”.
La poesía sería pues –una especie de- religión, y así lo señala Julio Ortega en “Lezama y la biblioteca de Cemi”: (…) “esa necesidad unitaria se cumple en Lezama por lo menos a partir de dos fuentes proyectivas. La primera hunde sus raíces en nuestra tradición más característica: el pensamiento cristiano; la segunda, en la tradición órfica: la fe en la poesía como camino de revelación. Ambas fuentes se unen en su obra, porque se equivalen: la experiencia poética es una forma equivalente a la experiencia religiosa”.
A su vez, Guillermo Sucre en Lezama Lima: El logos de la imaginación, afirma que: “ejercer toda autonomía verbal dentro de un verdadero sistema poético del mundo: esto es lo que intenta hacer Lezama Lima. La poesía como lo real absoluto y la filosofía como operación absoluta (Novalis). Mas radical aun: solo este sistema podría reemplazar a la religión”.
¿Se trataría entonces del conocimiento, búsqueda y representación de la apariencia (poética) de Dios? ¿De la búsqueda incesante de la imagen de la forma divina? ¿Serían estos los verdaderos propósitos lezamianos? Dejo las preguntas al aire para ahondarlas en otra ocasión.
Lezama Lima, su obra en todo caso, pretende alejarse de los filtros de la razón hegemónica, y en otro ámbito, del paisaje o realidad en estado puro. Para Lezama no hay poesía sin transformación o alteración de la realidad, sea esta poética u de otra índole. Y lo que es todavía más interesante, cada creación tiene sus propias leyes, lo que nos conduce a emparentar a Lezama Lima con el estructuralismo europeo. Yurkievich escribe: “Abolida toda censura racional y realista, la imaginación sin ataduras se libra al imperio de su propio dinamismo”.
Una vez apartada la razón, entramos al placer y sus principios. O mejor dicho al principio del placer en la poética lezamiana. Al respecto anota Yurkievich: “Es esta una poesía empedernidamente hedónica. De inmediato se propone como objeto estético, halagador, sensual, suntuario. Deleite ocioso, desinteresado gozo, (…) Posibilita el contacto con otra realidad por desacato al orden del realismo utilitario (...) triunfo total del principio de placer sobre el principio de realidad: Lezama Lima se aleja al máximo de la verosimilitud realista (…) abandona cabalmente el ámbito de lo real convenido para instalarse en el imperio de lo fabuloso”. Y por placer, por el sencillo gesto creativo de lo sensual y lo sublime. Lo sensual ubicado en la temática fantasmal pero con forma erótica (subrayo forma, no fondo). La forma en Lezama es placer, es desborde, es derroche, es exceso equilibrado, exquisitez. Su religión poética se integra a una expresión verbal del placer.
La poesía es pues un misterio (un misterio que le y que produce placer) y hay que entregarse a ese misterio “que se revela y se vela”. La poesía en él es pues un camino y el camino también se corresponde o correlaciona con la poesía.
Una vez considerado todo lo anterior, podría establecer que con la poesía de Lezama Lima entramos en un complejo mundo de recreación estética. En su poesía prima la sofisticación de la imagen. La imagen es el medio y al mismo tiempo es el fin. La imagen es el medio que nos conduce a la sofisticación estética. El fin es un instrumento del medio para que el medio brille y protagonice el poema. Ambos brillan en el escenario literario.
En Lezama el espejo de la realidad es “reformado y transformado”. Lo trascendente fluctúa entre los polos, entre la metafísica, el espíritu, la materia y los cuerpos.