Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no
tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada
lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la
experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia
parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas
las otras cosas.