“Al
día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a
las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme,
efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia
en los cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso
para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante,
que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas,
contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se
produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un
suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada.”
“…
Antes, en el tiempo en que se moría, las pocas veces que me encontré
delante de personas que habían fallecido, nunca imaginé que la muerte
de ellas fuese la misma de la que yo un día vendría a morir, Porque
cada uno de vosotros tenéis vuestra propia muerte, la transportáis en
algún lugar secreto desde que nacéis, ella te pertenece, tu le
perteneces.”
“…a
decir verdad, nosotros, los humanos, no podemos hacer mucho mas que
sacarle la lengua al verdugo que nos va a cortar la cabeza, será por
eso que siento una enorme curiosidad por saber cómo va a salir del lío
en que está metida, con esa carta que va y viene y de ese violonchelista
que ya no podrá morir a los cuarenta y nueve porque ya ha cumplido los
cincuenta. La muerte hizo un gesto de impaciencia, se sacudió
bruscamente del hombro la mano fraternal con la que la consolábamos y se
levantó de la silla. Ahora parecía mas alta, con mas cuerpo, una
señora muerte como debe ser, capaz de hacer temblar el suelo bajo sus
pies, con la mortaja arrastrando y levantando humo a cada paso. La
muerte está enfadada. Es el momento de sacarle la lengua.”