Es imposible separar hoy la historia de la Revolución Cubana de la figura indiscutible del Ché Guevara. Mucho se habla de Fidel Castro, pero tal vez sin la presencia del Ché, marxista y revolucionario argentino, la imagen del dictador jamás hubiera pasado a la historia de la humanidad. No creo que haya en el mundo nadie que no reconozca la famosa silueta del Ché.
Parece que no pasa el tiempo, porque el líder revolucionario sigue siempre muy presente en el corazón de todos sus seguidores. Sus ideas revolucionarias han ido pasando de generación en generación. Quién se lo iba a decir a aquella familia de clase media quien, el 14 de junio de 1928, traía al mundo al Ché Guevara en la ciudad argentina de Rosario.
Aquel joven Ché Guevara creció entre los artículos sobre la Guerra Civil española que escribía su tío, además de otras novelas y libros de novelistas británicos, entre los que contaba como sus favoritos a Rudyard Kipling y Robert Louis Stevenson. Desde pequeño sufrió de asma crónica, lo que no le imposibilitó asistir a una escuela médica y graduarse como médico.
Después de terminar sus estudios de medicina, el Ché Guevara comenzó a recorrer Sudamérica. No es de extrañar que aquellos viajes fueran el germen de su estilo revolucionario, al comprobar la pobreza, la marginación y el hambre que pasaban sus hermanos de patria. Fue el momento de la revolución en la vida del guerrillero.
En 1954 el Ché se encontraba en Guatemala, siendo testigo directo del derrocamiento del presidente guatemalteco Jacob Arbenz por el presidente norteamericano, Eisenhower. Aquellos disturbios, en los que intervino la CIA, trajo consigo la muerte de cientos de guatemaltecos inocentes. La furia del Ché Guevara no pudo estarse ya quieta.
El Ché marchó a México y comenzó a leer a Marx y Lenin. Una vez allí se reunió con una serie de revolucionarios cubanos que preparaban el asalto para derrocar a Fulgencio Batista, puesto en el gobierno de Cuba por mediación de Estados Unidos. Entre esos revolucionarios se hallaban Fidel Castro y su hermano Raúl.
A bordo del Granma se dirigieron a Cuba, contando en su expedición con el médico Ché Guevara. Pero este no pudo quedarse simplemente como doctor de la expedición, y se unió a la lucha de los revolucionarios. El 2 de enero de 1959 derrocaron a Batista, y seis días más tarde Fidel Castro llegó al poder en Cuba.
Con el inicio de la Revolución Cubana, el Ché pasó a formar parte del grupo de colaboradores de Castro, conformando el Grupo Tarará y llegando a ser Ministro de Industrias y Agricultura. En uno de sus muchos discursos, el Ché abogó por la destrucción total del imperialismo, como lema de su política y sus ideales. Llegó incluso a embarcarse rumbo a la República Democrática del Congo en abril de 1965.
En noviembre de 1966 sus ideales revolucionarios le llevaron a una nueva guerrilla, esta vez en Bolivia, bajo el alias de Adolfo Mena González. Sin embargo, el 8 de octubre de 1967, el Ché fue capturado por las tropas bolivarianas apoyadas por la CIA. Nada más conocerse su identidad real, el presidente boliviano René Barrientos ordenó su ejecución inmediata.
La ejecución se produjo a la 01.10 de la madrugada del 9 de octubre de 1967, en una pequeña casa del pueblo de La Higuera. Su cuerpo fue exhibido para que todos supieran de su muerte. Dicen que su ejecutor, el Sargento Teran disparó hasta en nueve ocasiones sobre el Ché.
A su muerte Cuba dispuso de tres días de luto nacional. Fue la vida de un líder revolucionario que, acertadas o no, luchó por las ideas en las que siempre creyó, dando su vida por ellas.
Fuente: Jose Manuel Breval-http://historiageneral.com/
Parece que no pasa el tiempo, porque el líder revolucionario sigue siempre muy presente en el corazón de todos sus seguidores. Sus ideas revolucionarias han ido pasando de generación en generación. Quién se lo iba a decir a aquella familia de clase media quien, el 14 de junio de 1928, traía al mundo al Ché Guevara en la ciudad argentina de Rosario.
Aquel joven Ché Guevara creció entre los artículos sobre la Guerra Civil española que escribía su tío, además de otras novelas y libros de novelistas británicos, entre los que contaba como sus favoritos a Rudyard Kipling y Robert Louis Stevenson. Desde pequeño sufrió de asma crónica, lo que no le imposibilitó asistir a una escuela médica y graduarse como médico.
Después de terminar sus estudios de medicina, el Ché Guevara comenzó a recorrer Sudamérica. No es de extrañar que aquellos viajes fueran el germen de su estilo revolucionario, al comprobar la pobreza, la marginación y el hambre que pasaban sus hermanos de patria. Fue el momento de la revolución en la vida del guerrillero.
En 1954 el Ché se encontraba en Guatemala, siendo testigo directo del derrocamiento del presidente guatemalteco Jacob Arbenz por el presidente norteamericano, Eisenhower. Aquellos disturbios, en los que intervino la CIA, trajo consigo la muerte de cientos de guatemaltecos inocentes. La furia del Ché Guevara no pudo estarse ya quieta.
El Ché marchó a México y comenzó a leer a Marx y Lenin. Una vez allí se reunió con una serie de revolucionarios cubanos que preparaban el asalto para derrocar a Fulgencio Batista, puesto en el gobierno de Cuba por mediación de Estados Unidos. Entre esos revolucionarios se hallaban Fidel Castro y su hermano Raúl.
A bordo del Granma se dirigieron a Cuba, contando en su expedición con el médico Ché Guevara. Pero este no pudo quedarse simplemente como doctor de la expedición, y se unió a la lucha de los revolucionarios. El 2 de enero de 1959 derrocaron a Batista, y seis días más tarde Fidel Castro llegó al poder en Cuba.
Con el inicio de la Revolución Cubana, el Ché pasó a formar parte del grupo de colaboradores de Castro, conformando el Grupo Tarará y llegando a ser Ministro de Industrias y Agricultura. En uno de sus muchos discursos, el Ché abogó por la destrucción total del imperialismo, como lema de su política y sus ideales. Llegó incluso a embarcarse rumbo a la República Democrática del Congo en abril de 1965.
En noviembre de 1966 sus ideales revolucionarios le llevaron a una nueva guerrilla, esta vez en Bolivia, bajo el alias de Adolfo Mena González. Sin embargo, el 8 de octubre de 1967, el Ché fue capturado por las tropas bolivarianas apoyadas por la CIA. Nada más conocerse su identidad real, el presidente boliviano René Barrientos ordenó su ejecución inmediata.
La ejecución se produjo a la 01.10 de la madrugada del 9 de octubre de 1967, en una pequeña casa del pueblo de La Higuera. Su cuerpo fue exhibido para que todos supieran de su muerte. Dicen que su ejecutor, el Sargento Teran disparó hasta en nueve ocasiones sobre el Ché.
A su muerte Cuba dispuso de tres días de luto nacional. Fue la vida de un líder revolucionario que, acertadas o no, luchó por las ideas en las que siempre creyó, dando su vida por ellas.
Fuente: Jose Manuel Breval-http://historiageneral.com/