Stanley Kubrick, la cámara meticulosa

No es común, en las personalidades ligadas al ámbito cinematográfico, hallar la discreción y el enclaustramiento que caracterizaron a Stanley Kubrick. El director de obras clave del cine mundial como La naranja mecánica y 2001: una odisea del espacio murió repentinamente en su casa en Hertfordshire, en circunstancias poco claras, el 7 de marzo. Contaba 70 años de edad. El portavoz familiar simplemente informó: "Stanley Kubrick ha muerto esta mañana. No habrá más comentarios al respecto". Sólo su esposa, Christiane Herlan, y sus tres hijas, Katherine, Anya y Vivian, además de un séquito de apenas unas cien personas, pudieron asistir al funeral.

Crítico acérrimo del estilo de vida hollywoodense, enemigo de las marquesinas y un apasionado de la meticulosidad en su trabajo, decía en uno de sus primeros filmes que "la individualidad es como un monstruo que debe ser estrangulado en la cuna para que los que te rodean se sientan cómodos". Kubrick se marchó a Inglaterra en 1961. Estableció su residencia en Harpenden, Hertfordshire, y allí se convirtió en un ilustre ermitaño que se negó el resto de su vida a conceder entrevistas y asistir a los múltiples reconocimientos que obtenía por sus obras.

El ser y la nada - Jean Paul Sartre

El ser humano y la libertad

1.

El estudio de la voluntad ha de permitirnos, al contrario, adelantarnos más en la comprensión de la libertad. Por eso lo que ante todo reclama nuestra atención es que, si la voluntad ha de ser autónoma, es imposible considerarla como un hecho psíquico dado, es decir, en-si. No podría pertenecer a la categoría de los "estados de conciencia" definidos por el psicólogo. En éste como en todos los demás casos comprobamos que el estado de conciencia es un mero ídolo de la psicología positiva. La voluntad es necesariamente negatividad y potencia de nihilización, si ha de ser libertad. Pero entonces no vemos ya por qué reservarle la autonomía. Mal se conciben, en efecto, esos agujeros de nihilización que serían las voliciones y surgirían en la trama, por lo demás densa y plena, de las pasiones y del "pathos" en general. Si la voluntad es nihilización, es preciso que el conjunto de lo psíquico lo sea también. Por otra parte, - y volveremos pronto sobre ello -, ¿de dónde se saca que el "hecho" de pasión o el puro y simple deseo no sean niihilízadores? ¿La pasión no es, ante todo, proyecto y empresa, no pone, justamente, un estado de cosas como intolerable, y no está obligada por eso mismo a tomar distancia con respecto a ese estado y a nihilizarlo aislándolo y considerándolo a la luz de un fin, es decir, de un no-ser? ¿Y la pasión no tiene sus fines propios, que son reconocidos precisamente en el momento mismo en que ella los pone como no-existentes? Y, si la nihilización es precisamente el ser de la libertad, ¿cómo negar la autonomía a las pasiones para otorgársela a la voluntad?

2.

Pero hay más: lejos de ser la voluntad la manifestación única o, por lo menos, privilegiada de la libertad, supone, al contrario, como todo acaecimiento del para-sí, el fundamento de una libertad originaria para poder constituirse como voluntad. La voluntad, en efecto, se pone como decisión reflexiva con relación a ciertos fines. Pero estos fines no son creados por ella. La voluntad es más bien una manera de ser con respecto a ella: decreta que la prosecución de esos fines será reflexiva y deliberada. La pasión puede poner los mismos fines. Puede, por ejemplo, ante una amenaza, huir a todo correr, por miedo de morir. Este hecho pasional no deja de poner implícitamente como fin supremo el valor de la vida. Otro comprenderá, al contrarío, que es preciso permanecer en el sitio, aun cuando la resistencia parezca al comienzo más peligrosa que la huida: "se hará fuerte". Pero su objetivo, aunque mejor comprendido y explícitamente puesto, es el mismo que en el caso de la reacción emocional: simplemente, los medios para alcanzarlo están más claramente concebidos; unos de ellos se rechazan como dudosos o ineficaces, los otros son organizados con más solidez. La diferencia recae aquí sobre la elección de los medios y sobre el grado de reflexión y explicación, no sobre el fin. Empero, al fugitivo se le dice "pasional", y reservamos el calificativo de "voluntario" para el hombre que resiste. Se trata, pues, de una diferencia de acritud subjetiva con relación a un fin trascendente. Pero, si no queremos caer en el error que denunciábamos antes, considerando esos fines trascendentes como prehumanos y como un límite a priori de nuestra trascendencia, nos vemos obligados a reconocer que son la proyección temporalizadora de nuestra libertad. La realidad humana no puede recibir sus fines, como hemos visto, ni de afuera ni de una pretendida "naturaleza" interior. Ella los elige, y, por esta elección misma, les confiere una existencia trascendente como límite externo de sus proyectos. Desde este punto de vista - y si se comprende claramente que la existencia del Dasein precede y condiciona su esencia-, la realidad humana, en y por su propio surgimiento, decide definir su ser propio por sus fines. Así, pues, la posición de mis fines últimos caracteriza a mi ser y se identifica con el originario brotar de la libertad que es mía. Y ese brotar es una existencia: nada tiene de esencia o de propiedad de un ser que fuera engendrado conjuntamente con una idea. Así, la libertad, siendo asimilable a mi existencia, es fundamento de los fines que intentaré alcanzar, sea por la voluntad, sea por esfuerzos pasionales. No podría, pues, limitarse a las actos voluntarios. Al contrario, las voliciones son, como las pasiones, ciertas actitudes subjetivas por las cuales intentamos alcanzar los fines puestos por la libertad original. Por libertad original, claro está, no ha de entenderse una libertad anterior al acto voluntario o apasionado, sino un fundamento rigurosamente contemporáneo de la voluntad o de la pasión, que éstas, cada una a su manera, manifiestan. Tampoco habrá de oponerse la libertad, a la voluntad o a la pasión como el "yo profundo" de Bergson al yo superficial: el para-sí es íntegramente ipseidad y no podría haber "yo-profundo", a menos de entender por ello ciertas estructuras trascendentes de la psique. La libertad no es sino la existencia de nuestra voluntad o de nuestras pasiones, en cuanto esta existencia es nihilización de la facticidad, es decir, la existencia de un ser que es su ser en el modo de tener de serlo. Volveremos sobre ello. Retengamos, en todo caso, que la voluntad se determina en el marco de los móviles y fines ya puestos por el para-si en un proyecto trascendente de sí mismo hacia sus posibles. Si no, ¿cómo podría comprenderse la deliberación, que es apreciación de los medios con relación a fines ya existentes?

Jean Paul Sartre - El ser y la nada, 1943, cuarta parte. Cap. I, l.

(fragmento)

La Rebelión de los Angeles. Anatole France

El ángel emprendió su camino por las calles invadidas de una bruma rojiza, salpicada de luces amarillas y blancas, y en las que los caballos resoplaban su aliento humeante y los faros de los autos pasaban a gran velocidad.
[…] Buscó en un pequeño restaurante pero como no encontraba el rostro que andaba buscando, pues en la sala no había ningún ángel, tomó asiento en un pequeño velador de mármol que quedaba libre.
Cuando les aguijonea el hambre, los ángeles necesitan comer igual que los animales terrestres, y los alimentos que ingieren, transformados por el calor digestivo, se asimilan a su sustancia celestial. […]
Cuando estaba terminando su frugal cena, un joven con aspecto de pordiosero y ropas raídas entró en el restaurante y, tras buscar con la mirada entre las mesas, se aproximó al ángel y le saludó llamándolo Abdiel, pues él también era un espíritu celeste.
[…]
Su caída, producida hacía dos años, había sido repentina. Pertenecía al octavo coro de la tercera jerarquía, y tenía como misión transmitir la gracia a los fieles, que todavía perduran en buen número en Francia, especialmente entre los oficiales superiores del ejército de tierra y de la armada.
-Una noche de verano –contó-, cuando descendía del cielo para repartir consuelos, perseverancias e indulgencias  a varias personas piadosas del barrio de l’Etoile, mis ojos, aunque estaban acostumbrados a los resplandores inmortales, se deslumbraron ante las flores de fuego que sembraban los Campos Elíseos. Grandes candelabros que señalaban bajo los árboles la entrada a los cafés y restaurantes, conferían a las hojas los preciosos destellos de las esmeraldas. Largas guirnaldas de perlas luminosas delimitaban los recintos a cielo abierto, en los que se apretaba una multitud de hombres y mujeres ante una orquesta festiva y cuyas canciones llegaban confusamente a mis oídos. La noche era calurosa; mis alas empezaban a acusar descanso. Descendí hasta uno de esos conciertos y me mezclé, invisible, entre el auditorio. En ese momento apareció una mujer en el escenario, vestida con un traje corto de lentejuelas. Los reflejos de las candilejas y la pintura de su rostro impedían ver de ella otra cosa que su mirada y su sonrisa. Su cuerpo era flexible y voluptuoso. Cantó y bailó… Arcadio, siempre disfruté con la música y la danza; pero la voz corrosiva y los movimientos insinuantes de aquella criatura me provocaron una turbación desconocida. Palidecí, enrojecí, mis ojos se nublaron, la lengua se me secó en la boca; me quedé paralizado.
Y Teófilo le contó entre lamentos que había caído poseído por el deseo de aquella mujer y que no había regresado al cielo; pero, como había adoptado la forma humana se adaptó a la vida terrestre, pues está escrito: «En aquel tiempo, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas».
Era un ángel caído, y a pesar de haber perdido su inocencia al tiempo que la contemplación de Dios, conservaba al menos el candor espiritual. Se vistió con unos harapos que sustrajo del escaparate de un revendedor israelí y fue al encuentro de aquella a quien amaba. Se llamaba Bouchotte y vivía en un pisito, en Montmartre. Se arrojó a sus pies y le dijo que era adorable, que cantaba de forma deliciosa, que la amaba con locura, que por ella renunciaba a su familia y a su patria, que era músico y no carecía de medios de subsistencia. Conmovida por tanta pasión y candor, por tanta miseria y amor, Bouchotte le dio de comer, le vistió y le amó.

Fragmento de La Rebelión de los Angeles
Anatole France
(1844 – 1924)
Poeta, periodista y novelista francés. Premio Novel de Literatura.

La Tentación de Existir - Émile Cioran

Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada. Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.

Steve Jobs, la mente que revolucionó los hábitos de la humanidad

Redacción Internacional, 6 oct (EFE).- Steve Paul Jobs, cofundador y presidente de Apple Computer, uno de los mayores innovadores en la industria informática, ha fallecido hoy después de transformar los hábitos de consumo de varias generaciones con productos como el iPod, el iPhone o el iPad.
Jobs revolucionó el mundo de los ordenadores con el lanzamiento del Macintosh y en el siglo XXI la industria de consumo con tres de los aparatos electrónicos más exitosos de la historia: el iPod, el iPhone y el iPad.
Nacido el 24 de febrero de 1955 en Los Altos (California, EEUU), fue adoptado a los pocos meses de vida por Paul y Clara Jobs. Tras terminar el bachillerato en el instituto Homestead de Mountain View, ingresó en el Reed College en Portland, Oregón, pero abandonó los estudios universitarios un semestre más tarde. En esa época, se interesó por la filosofía y la contracultura, llegando a viajar a la India en busca de iluminación espiritual.
Después de unas prácticas en 1974 en la empresa Hewlett-Packard en Palo Alto, fue contratado por Atari Inc. como diseñador de videojuegos. En compañía del ingeniero Steve Wozniak, un viejo amigo del instituto con quien compartía su pasión por la electrónica y la mística religiosa, y de Ronald Gerald Wayne, se volcó desde 1974 en el desarrollo de una computadora dirigida a usuarios sin grandes conocimientos informáticos. La capacidad visionaria de Jobs y la preparación técnica de Wozniak dieron sus frutos en 1976 con la creación en un garaje del Apple I, que consistía en un teclado combinado a un microprocesador y con conexión a un monitor. Ese año fundaron Apple Computer. El Apple II, sucesor del I, se convirtió en el primer ordenador de consumo masivo, los pedidos llovieron y Apple pasó a ser la empresa de mayor crecimiento en EEUU, facturando en 1983 2.000 millones de dólares. Tras el Apple II, Jobs y Wozniak revolucionaron el mundo de la industria informática con el lanzamiento en 1984 del "Macintosh", considerado el primer ordenador que responde al concepto de PC (ordenador personal). El nombramiento en 1983 del ex presidente de Pepsi-Cola, John Sculley, como máximo ejecutivo de la empresa, trajo las primeras desavenencias entre Jobs y la compañía de la manzana. Además los roces con su antiguo compañero y amigo, Steve Wozniak, tuvieron como resultado la salida en 1985 de Apple de este último, el mismo año en que Jobs presentó su dimisión.
Tras abandonar Apple, creó en 1986 los Estudios de Animación Pixar, fundados sobre la división de animación de "Lucas Film" comprados a George Lucas por 50 millones de dólares. En 1989 la nueva empresa consiguió el Óscar a la mejor película de animación con el cortometraje "Tin Toy" y en 1996 el segundo con "Toy Story", el primer largometraje realizado íntegramente por ordenador. En 2005 vendió Pixar a Disney por 7.400 millones de dólares, lo que le convirtió en el mayor accionista de Disney. Su otra aventura empresarial, NeXTComputer, fue menos exitosa y cerró su división de máquinas en 1993, tras lanzar su primer ordenador en 1989. Steve Jobs volvió a Apple en diciembre de 1996 con el cargo de asesor interino y mas tarde como presidente con el sueldo de 1 dólar, lo que le hizo pasar al libro Guiness de los Records como el ejecutivo peor pagado.
En agosto de 1997 anunció un acuerdo con su hasta entonces rival Microsoft, que invirtió 150 millones de dólares en Apple. El lanzamiento en 1998 del iMac, un PC de diseño vanguardista y ordenador multimedia completo, levantó a la compañía, un éxito de ventas que revalorizó un 50% las acciones de Apple. El Imac tuvo en el Ibook su continuación en el mercado de los ordenadores portátiles.
La consolidación de Apple como marca de referencia de la electrónica de consumo empezó en 2001 con el lanzamiento del Ipod, un reproductor de música y contenidos multimedia del que se han vendido más de 220 millones de unidades hasta 2009. Su siguiente paso para convertir los productos de la compañía de la manzana en iconos del consumo más sofisticado y fetichista fue el Iphone, un teléfono inteligente de pantalla táctil con conexión a internet, que se lanzó en 2007 y del que se vendieron 50 millones de unidades hasta abril de 2010. Del Ipad, un ordenador tipo tableta con conexión inalámbrica a internet, se vendieron más tres millones de unidades en todo el mundo en los primeros tres meses en el mercado.
Steve Jobs, que ya había sufrido un cáncer de páncreas, anunció el 14 de enero de 2009 su retirada temporal, al empeorar su salud. Tras recibir un trasplante de hígado y experimentar una mejoría retomó su trabajo el 29 de junio de 2009, aunque el 17 de enero de 2011 anunció de nuevo su baja temporal.
Abandonó el cargo de consejero delegado de la compañía el 25 de agosto de 2011, aunque se reservó la presidencia de la junta directiva.
La respuesta de los mercados ante las bajas médicas y su abandono de las responsabilidades en la misma han dejado claro lo íntimamente ligado que está el nombre de Steve Jobs al futuro de Apple. EFE

El Ché Guevara, líder revolucionario

Es imposible separar hoy la historia de la Revolución Cubana de la figura indiscutible del Ché Guevara. Mucho se habla de Fidel Castro, pero tal vez sin la presencia del Ché, marxista y revolucionario argentino, la imagen del dictador jamás hubiera pasado a la historia de la humanidad. No creo que haya en el mundo nadie que no reconozca la famosa silueta del Ché.

Parece que no pasa el tiempo, porque el líder revolucionario sigue siempre muy presente en el corazón de todos sus seguidores. Sus ideas revolucionarias han ido pasando de generación en generación. Quién se lo iba a decir a aquella familia de clase media quien, el 14 de junio de 1928, traía al mundo al Ché Guevara en la ciudad argentina de Rosario.

Aquel joven Ché Guevara creció entre los artículos sobre la Guerra Civil española que escribía su tío, además de otras novelas y libros de novelistas británicos, entre los que contaba como sus favoritos a Rudyard Kipling y Robert Louis Stevenson. Desde pequeño sufrió de asma crónica, lo que no le imposibilitó asistir a una escuela médica y graduarse como médico.

Después de terminar sus estudios de medicina, el Ché Guevara comenzó a recorrer Sudamérica. No es de extrañar que aquellos viajes fueran el germen de su estilo revolucionario, al comprobar la pobreza, la marginación y el hambre que pasaban sus hermanos de patria. Fue el momento de la revolución en la vida del guerrillero.

En 1954 el Ché se encontraba en Guatemala, siendo testigo directo del derrocamiento del presidente guatemalteco Jacob Arbenz por el presidente norteamericano, Eisenhower. Aquellos disturbios, en los que intervino la CIA, trajo consigo la muerte de cientos de guatemaltecos inocentes. La furia del Ché Guevara no pudo estarse ya quieta.


El Ché marchó a México y comenzó a leer a Marx y Lenin. Una vez allí se reunió con una serie de revolucionarios cubanos que preparaban el asalto para derrocar a Fulgencio Batista, puesto en el gobierno de Cuba por mediación de Estados Unidos. Entre esos revolucionarios se hallaban Fidel Castro y su hermano Raúl.

A bordo del Granma se dirigieron a Cuba, contando en su expedición con el médico Ché Guevara. Pero este no pudo quedarse simplemente como doctor de la expedición, y se unió a la lucha de los revolucionarios. El 2 de enero de 1959 derrocaron a Batista, y seis días más tarde Fidel Castro llegó al poder en Cuba.

Con el inicio de la Revolución Cubana, el Ché pasó a formar parte del grupo de colaboradores de Castro, conformando el Grupo Tarará y llegando a ser Ministro de Industrias y Agricultura. En uno de sus muchos discursos, el Ché abogó por la destrucción total del imperialismo, como lema de su política y sus ideales. Llegó incluso a embarcarse rumbo a la República Democrática del Congo en abril de 1965.

En noviembre de 1966 sus ideales revolucionarios le llevaron a una nueva guerrilla, esta vez en Bolivia, bajo el alias de Adolfo Mena González. Sin embargo, el 8 de octubre de 1967, el Ché fue capturado por las tropas bolivarianas apoyadas por la CIA. Nada más conocerse su identidad real, el presidente boliviano René Barrientos ordenó su ejecución inmediata.

La ejecución se produjo a la 01.10 de la madrugada del 9 de octubre de 1967, en una pequeña casa del pueblo de La Higuera. Su cuerpo fue exhibido para que todos supieran de su muerte. Dicen que su ejecutor, el Sargento Teran disparó hasta en nueve ocasiones sobre el Ché.

A su muerte Cuba dispuso de tres días de luto nacional. Fue la vida de un líder revolucionario que, acertadas o no, luchó por las ideas en las que siempre creyó, dando su vida por ellas.

Fuente: Jose Manuel Breval-http://historiageneral.com/

Émile Durkheim

Émile Durkheim nació el 15 de abril de 1858 en Épinal (Lorena, Francia), en el seno de una familia de origen judío. En 1879 ingresó en la Escuela Normal Superior de París, donde estudió, entre otros, con Fustel de Coulanges. Lo apodaban "El Metafísico" debido a su marcado interés por las cuestiones filosóficas. En 1882 se licenció en Filosofía, disciplina en la que se formó bajo la influencia del positivismo y el evolucionismo.

Para abordar el análisis de la realidad social, cursó estudios específicos en Francia y Alemania durante 1785 y 1786, leyendo las obras de algunos de los precursores de la Sociología, entre ellos de los franceses Montesquieu y Tocqueville y de los alemanes Simmel, Tonnies y Wundt. Pero fue Auguste Comte quien lo marcó más profundamente, transformándolo en su heredero y continuador.

Enseñó Pedagogía y Ciencias Sociales en la Facultad de Letras de la Universidad de Burdeos desde 1887. En 1893 publicó su tesis doctoral, La división del trabajo social, y dos años después Las reglas del método sociológico. Durante 1896, sus cursos sobre Sociología se convirtieron en la primera cátedra de esta disciplina en Francia. Al año siguiente (1897) publicó El suicidio.

Al comenzar el siglo XX (1902) fue nombrado profesor suplente de la Cátedra de Pedagogía de la Sorbona de París, donde obtendría la titularidad en 1906. En 1911 publicó su comunicación al Congreso de Filosofía de Bologna, Juicios de realidad y juicios de valor, y, en 1912, Las formas elementales de la vida religiosa. En 1913 se le permitió cambiar el nombre de su cátedra por el de "Sociología".

La muerte de su hijo (1915), en el frente de Salónica durante la Primera Guerra Mundial, lo sumió en la depresión y debilitó su salud causando su propia muerte (París, 1917).

A su muerte fueron publicados Educación y Sociología (1922), Sociología y Filosofía (1924), La educación moral (1925) y El socialismo (1928).

Durkheim fue un ferviente defensor de la aplicación del método científico al estudio de los fenómenos sociales, a los que consideraba "hechos sociales que deben ser tratados como cosas".

Al igual que Comte, Durkheim se interesó por el estudio de las bases de la estabilidad social. Y creyó encontrarlas en la moralidad y la religión, en los valores compartidos por cada sociedad. Esta conciencia colectiva es —según su interpretación— la que da a la sociedad cohesión y orden. Cuando una sociedad sufre la pérdida de los valores compartidos cae en un estado de "anomia" (sin norma, sin ley) y los individuos que la componen experimentan un creciente grado de ansiedad e insatisfacción. En El suicidio estudia, con una base cuantitativa brindada por los registros oficiales de suicidios de países de la Europa occidental, el crecimiento de la tasa de suicidios en los países protestantes y lo compara con la tasa de suicidios de los países con mayor proporción de población católica. Ello le permite relacionar el mayor grado de libertad que brinda el protestantismo con el mayor nivel de anomia, la consiguiente agudización de la ansiedad y la más elevada tasa de suicidios que se registra en los países de mayoría protestante.

Durkheim entiende a la sociedad como una realidad espiritual que no puede reducirse a la mera suma de los individuos que la componen. Las leyes que rigen esta realidad espiritual difieren de las que rigen la psiquis del individuo. La tarea del científico social consiste, justamente, en estudiar las representaciones colectivas (derecho, moral, religión, etc.) que la sociedad impone al individuo.

En toda sociedad se da una solidaridad básica, que varía según sea el tipo de sociedad. En las sociedades primitivas se da una solidaridad que él denomina mecánica, por el lazo de sangre o parentesco. En las sociedades modernas, la solidaridad es orgánica y se funda en la división del trabajo, en la complementación para la obtención de los medios de subsistencia.

Durkheim consideraba a la religión como un componente esencial de la vida social. Por eso afirmaba: «Mientras haya hombre, habrá religión.» Según él, mediante la religión es la propia sociedad la que se diviniza a sí misma.

Émile Durkheim fue, sin lugar a dudas, uno de los principales responsables del surgimiento y reconocimiento de la Sociología como ciencia. Hizo todo lo que estuvo a su alcance por dotarla de un método científico que la pusiera en estrecha relación con los "hechos", con el fundamento empírico, y la distanciara de los juicios de valor. Su influencia se extendió más allá del campo sociológico, proyectándose sobre la Antropología, la Pedagogía, la Historia, el Derecho y la Filosofía.

 Sociólogo y filósofo francés; positivista, seguidor de Comte, profesor de la Sorbona. Durkheim afirmaba que la sociología debía estudiar la sociedad como realidad espiritual singular, cuyas leyes son distintas de las leyes de la psique del individuo. Toda sociedad, según él, se basa en representaciones colectivas de valor general; el hombre de ciencia se ocupa de hechos sociales y representaciones colectivas (derecho, moral, religión, sentimientos, costumbres) impuestas con carácter forzoso a la conciencia humana por el medio social. Durkheim explicaba el desarrollo de la sociedad por tres factores: densidad de población, desarrollo de las vías de comunicación y conciencia colectiva. Toda sociedad se caracteriza por la solidaridad social. En la sociedad primitiva, la solidaridad era «mecánica» y se basaba en el parentesco de sangre. En el mundo moderno, la solidaridad es «orgánica» y se basa en la división del trabajo, es decir, en la colaboración de clases en pro de la obtención de los medios de existencia. Durkheim consideraba que uno de los aspectos importantes de la vida social es la religión. Cambiando sus formas en función del desarrollo de la sociedad, la religión existirá mientras exista el hombre, pues en ella la sociedad se diviniza a sí misma. Obras principales: «La división del trabajo social» 1893) «Las reglas del método sociológico» (1895), «Las formas elementales de la vida religiosa» (1912).

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Diccionario soviético de filosofía

Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965, página 129.