Tomás Eloy Martínez

 

Tomás Eloy Martínez ha muerto (La Gaceta de Tucumán, El País, La Nación). Y el destino juega con su figura al hacerlo morir 200 años después de la independencia de Argentina, su país y la materia esencial de su obra. Una obra periodística y literaria que siempre reivindicó el poder del relato, para el periodismo, la política y la vida.
Narró toda su vida. Y lo hizo con cuidado exquisito para la palabra y la precisión inviolable de los maestros del periodismo (sus columnas en La Nación).
Es la herencia de Tomás Eloy Martínez. Lo conocí en su San Miguel de Tucumán argentino, trabajando en La Gaceta de Tucumán, el diario donde empezó de corrector.
Pugnábamos por renovar el viejo diario en la misma redacción del centro de la ciudad donde él pulía los textos de otros hasta escribir los suyos. Y bajo aquellos soportales, en aquellas calles del viejo centro, entre el cabildo, la Casa de Gobierno, la catedral y los colmados respiraba la Argentina que nunca dejó de retratar.
Me preguntó cómo era el diario que entonces estábamos reformando. "¿Tendrá historias?", preguntó. Porque sin historias no hay periodismo. No lo ha habido nunca ni lo habrá. Creía en ellas y las escribía como pocos.
Me atreví a decirle que apostábamos por hacer uno que no desmereciera de su maestría. Con grandes noticias que llegaran a ser buenas historias. Dejando lo común para la lectura rápida y apostando por lo importante, lo diferente, los relatos que escarban en la realidad hasta encontrar su sentido.
En los últimos años andaba preocupado. Por "la peste del narcisismo" en los periodistas, por la falta de servicio a la comunidad del periodismo y por la racanería de los medios y los editores para apostar por las grandes historias.
"No hay narración, por admirable que sea, que se sostenga sin las vértebras de una investigación cuidadosa y certera, así como tampoco hay investigación válida, por más asombrosa que parezca, si se pierde en los laberintos de un lenguaje insuficiente o si no sabe cómo retener a quienes leen, la oyen o la ven. Solos, una y otra son sustancias de hielo. Para que haya combustión, necesitan ir aferrados de la mano".
Palabra del hombre que hizo la mejor crónica de Argentina en novelas como Santa Evita o La novela de Perón. Un hombre del que todo periodista debe aprender, por compromiso, estilo y rigor.
De entre sus muchas advertencias, me quedo con una, tan atinada de muchos de los males del periodismo y, sobre todo, de esa pugna malvada entre periodismo y público que mina y ha sustituido a menudo el viejo contrato consustancial a este oficio con la ira y el despecho de la traición. Pacto de fidelidades, lo llamó a veces. Un pacto con la conciencia, con la realidad y con el público.
"Se confundió a los lectores, espectadores y oyentes con una muchedumbre de alfabetos a medias, cuya inteligencia equivalía a la de un niño".
Palabra de Tomás Eloy Martínez, periodista.