Los años finales del siglo XIX y primeros del XX son, probablemente, una de las épocas doradas de la narrativa universal, tanto por la cantidad de novelistas como por la calidad de sus obras.
Thomas Mann (Lübeck, Alemania, 1.875 – Suiza, 1.955) es, en este sentido, uno de los más grandes novelistas, no sólo de la literatura alemana, sino de la mundial. Hombre singular, muy alejado del estereotipo del escritor de su época – bohemio y al margen de la sociedad – , procedía de una acaudalada familia y su vida fue la de un burgués al uso. Casado, con seis hijos, sin embargo, albergaba un secreto de su personalidad : en un tiempo en que la homosexualidad no estaba vista como ahora.
Mann parece que reprimió siempre ese impulso, que por otra parte tan presente encontramos en obras como “La muerte en Venecia”, basada en una experiencia autobiográfica del autor, según Gilbert Adair, quién señala cómo, en 1.911, el escritor se alojó en Venecia con su mujer y un hermano y se sintió fuertemente atraido por un muchacho polaco de once años. Pero, de ser cierto, es este un episodio que conectaría más con la pedofilia que con la homosexualidad.
Políticamente, nuestro novelista era un nacionalista alemán, que vio con buenos ojos la Primera Guerra Mundial, como una defensa de los derechos de su país. No obstante, con el desarrollo del Nazismo, se posicionó radicalmente en contra y huyó al exilio en cuanto éste tomó el poder. Las amenazas que había venido recibiendo – fue enviado a su casa un ejemplar, precisamente de “Los Buddenbrook”, carbonizado – le hicieron tomar esta decisión. Así vivió la guerra entre Suiza y Estados Unidos y sólo regresaría a Alemania al término de la misma.
Premio Nóbel de Literatura en 1.929, la obra de Mann es amplia y riquísima. Por citar algunas novelas y relatos breves, podríamos reseñar la citada “La muerte en Venecia”, la tetralogía bíblica “José y sus hermanos”, “Doctor Faustus” y, sobre todo “La montaña mágica” y la que nos ocupa, “Los Bruddenbrook”.
“Los Bruddenbrook”, escrita en 1.901, pertenece al tipo narrativo que algún crítico ha denominado “novela-río”, es decir, la narración de una saga familiar a lo largo de varias generaciones que funciona como eje central en el que se hilvanan historias secundarias. En efecto, esta obra cuenta la historia de la familia del mismo nombre, perteneciente a la burguesía alemana, desde su apogeo hasta su decadencia. Es inevitable sospechar elementos autobiográficos en ella, pues coincide con la del autor hasta en el lugar de residencia, Lübeck. Pero sobre todo, lo que Mann nos muestra es la caida de todo un grupo social, la alta burguesía alemana, que, si bien a mediados del siglo XIX había protagonizado la política y la unificación del país, no había sabido mantenerse en su lugar e iba perdiendo sus bases ideológicas a favor de una conducta de la pura apariencia y de la frivolidad, y de mantener una posición social y unos códigos del honor anacrónicos.
Al principio nos encontramos a los Buddenbrook en el punto más elevado de su carrera : triunfadores en los negocios, respetados por sus conciudadanos, que reconocen su labor comercial, y con el honor de la familia en su máxima ascensión. Pero, a lo largo de la obra, contemplamos como, a través de matrimonios equivocados, con simples arribistas, y negocios dudosos, nuestros protagonistas van descendiendo hasta caer en la máxima degradación.
En este sentido, hay quién ha querido ver en esta crítica a los matrimonios equivocados una exaltación de la superioridad de la raza alemana. La familia, al mezclarse con individuos provenientes de clases menos puras racialmente, habría ido degenerando hasta la decadencia. Un buen ejemplo de ello sería Tony, la hermana del comerciante Johann, que se casa dos veces, la primera con un arribista sin escrúpulos y la segunda con un hombre que la engaña incluso con una sirvienta. La propia Tony siente un complejo de culpabilidad por estos hechos e intenta por todos los medios recuperar la gloria y el respeto que alcanzó su padre.
Inmediatamente, debemos aclarar que el hecho de defender la superioridad de la raza aria no guarda ninguna relación con el Nazismo, del que, por otra parte, Mann fue enemigo. En la Alemania de principios del siglo XX era una creencia extendida la superioridad racial y muchos importantes pensadores germánicos del periodo la defendieron en sus obras.
Quizá lo que el autor pretendía mostrar era sencillamente la decadencia del espíritu de la antigua Alemania, presidida en sus capas sociales más elevadas por altos valores morales y culturales y por la exaltación de la laboriosidad, del trabajo, como medio de prosperar en la sociedad y como vía de progreso para el país. Ello sí estaría en plena concordancia con los ideales de Mann en aquella época, en que exaltaba en “pangermanismo” y el alto destino de su patria en el mundo. Por lo que no podría ver con buenos ojos a todos los que intentaban alcanzar las más altas posiciones políticas y económicas a través del medro personal y no del esfuerzo y el trabajo honrado. No debemos olvidar que el escritor procedía de una poderosa familia de la alta burguesía.
Por otra parte, debemos tener presente que el escritor alemán era firme seguidor, por una parte, de Nietzsche y su exaltación del “superhombre”, y, por otra, de Schopenhauer y su pesimismo existencial, y que todo ello desemboca en su pensamiento en un escepticismo que observa el mundo con una mirada grave. Y, en este sentido, podríamos interpretar también la obra como una muestra de la fugacidad de los éxitos mundanos, como una muestra de la escasa fe de su autor en el hombre y su conducta.
Como quiera que sea, es indudable que nos encontramos ante una gran novela, que, a pesar de sus considerables dimensiones, mantiene el interés en todo momento – lo que tiene más mérito si pensamos que no presenta grandes acciones ni sucesos, sino el vivir cotidiano de esta familia –, y que la exquisita prosa de Mann conduce a la perfección.
Debemos tener en cuenta que, en este momento, su autor cuenta veintiséis años solamente, lo cual le otorga aún un mérito mayor. A partir de su publicación, el escritor será respetado y considerado en toda Europa. De hecho, cuando se le concedió el Premio Nóbel, las dos grandes obras en que los jurados basaron tal decisión fueron “Los Bruddenbrook” y “La montaña mágica”.
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Luís Martínez González
Thomas Mann (Lübeck, Alemania, 1.875 – Suiza, 1.955) es, en este sentido, uno de los más grandes novelistas, no sólo de la literatura alemana, sino de la mundial. Hombre singular, muy alejado del estereotipo del escritor de su época – bohemio y al margen de la sociedad – , procedía de una acaudalada familia y su vida fue la de un burgués al uso. Casado, con seis hijos, sin embargo, albergaba un secreto de su personalidad : en un tiempo en que la homosexualidad no estaba vista como ahora.
Mann parece que reprimió siempre ese impulso, que por otra parte tan presente encontramos en obras como “La muerte en Venecia”, basada en una experiencia autobiográfica del autor, según Gilbert Adair, quién señala cómo, en 1.911, el escritor se alojó en Venecia con su mujer y un hermano y se sintió fuertemente atraido por un muchacho polaco de once años. Pero, de ser cierto, es este un episodio que conectaría más con la pedofilia que con la homosexualidad.
Políticamente, nuestro novelista era un nacionalista alemán, que vio con buenos ojos la Primera Guerra Mundial, como una defensa de los derechos de su país. No obstante, con el desarrollo del Nazismo, se posicionó radicalmente en contra y huyó al exilio en cuanto éste tomó el poder. Las amenazas que había venido recibiendo – fue enviado a su casa un ejemplar, precisamente de “Los Buddenbrook”, carbonizado – le hicieron tomar esta decisión. Así vivió la guerra entre Suiza y Estados Unidos y sólo regresaría a Alemania al término de la misma.
Premio Nóbel de Literatura en 1.929, la obra de Mann es amplia y riquísima. Por citar algunas novelas y relatos breves, podríamos reseñar la citada “La muerte en Venecia”, la tetralogía bíblica “José y sus hermanos”, “Doctor Faustus” y, sobre todo “La montaña mágica” y la que nos ocupa, “Los Bruddenbrook”.
“Los Bruddenbrook”, escrita en 1.901, pertenece al tipo narrativo que algún crítico ha denominado “novela-río”, es decir, la narración de una saga familiar a lo largo de varias generaciones que funciona como eje central en el que se hilvanan historias secundarias. En efecto, esta obra cuenta la historia de la familia del mismo nombre, perteneciente a la burguesía alemana, desde su apogeo hasta su decadencia. Es inevitable sospechar elementos autobiográficos en ella, pues coincide con la del autor hasta en el lugar de residencia, Lübeck. Pero sobre todo, lo que Mann nos muestra es la caida de todo un grupo social, la alta burguesía alemana, que, si bien a mediados del siglo XIX había protagonizado la política y la unificación del país, no había sabido mantenerse en su lugar e iba perdiendo sus bases ideológicas a favor de una conducta de la pura apariencia y de la frivolidad, y de mantener una posición social y unos códigos del honor anacrónicos.
Al principio nos encontramos a los Buddenbrook en el punto más elevado de su carrera : triunfadores en los negocios, respetados por sus conciudadanos, que reconocen su labor comercial, y con el honor de la familia en su máxima ascensión. Pero, a lo largo de la obra, contemplamos como, a través de matrimonios equivocados, con simples arribistas, y negocios dudosos, nuestros protagonistas van descendiendo hasta caer en la máxima degradación.
En este sentido, hay quién ha querido ver en esta crítica a los matrimonios equivocados una exaltación de la superioridad de la raza alemana. La familia, al mezclarse con individuos provenientes de clases menos puras racialmente, habría ido degenerando hasta la decadencia. Un buen ejemplo de ello sería Tony, la hermana del comerciante Johann, que se casa dos veces, la primera con un arribista sin escrúpulos y la segunda con un hombre que la engaña incluso con una sirvienta. La propia Tony siente un complejo de culpabilidad por estos hechos e intenta por todos los medios recuperar la gloria y el respeto que alcanzó su padre.
Inmediatamente, debemos aclarar que el hecho de defender la superioridad de la raza aria no guarda ninguna relación con el Nazismo, del que, por otra parte, Mann fue enemigo. En la Alemania de principios del siglo XX era una creencia extendida la superioridad racial y muchos importantes pensadores germánicos del periodo la defendieron en sus obras.
Quizá lo que el autor pretendía mostrar era sencillamente la decadencia del espíritu de la antigua Alemania, presidida en sus capas sociales más elevadas por altos valores morales y culturales y por la exaltación de la laboriosidad, del trabajo, como medio de prosperar en la sociedad y como vía de progreso para el país. Ello sí estaría en plena concordancia con los ideales de Mann en aquella época, en que exaltaba en “pangermanismo” y el alto destino de su patria en el mundo. Por lo que no podría ver con buenos ojos a todos los que intentaban alcanzar las más altas posiciones políticas y económicas a través del medro personal y no del esfuerzo y el trabajo honrado. No debemos olvidar que el escritor procedía de una poderosa familia de la alta burguesía.
Por otra parte, debemos tener presente que el escritor alemán era firme seguidor, por una parte, de Nietzsche y su exaltación del “superhombre”, y, por otra, de Schopenhauer y su pesimismo existencial, y que todo ello desemboca en su pensamiento en un escepticismo que observa el mundo con una mirada grave. Y, en este sentido, podríamos interpretar también la obra como una muestra de la fugacidad de los éxitos mundanos, como una muestra de la escasa fe de su autor en el hombre y su conducta.
Como quiera que sea, es indudable que nos encontramos ante una gran novela, que, a pesar de sus considerables dimensiones, mantiene el interés en todo momento – lo que tiene más mérito si pensamos que no presenta grandes acciones ni sucesos, sino el vivir cotidiano de esta familia –, y que la exquisita prosa de Mann conduce a la perfección.
Debemos tener en cuenta que, en este momento, su autor cuenta veintiséis años solamente, lo cual le otorga aún un mérito mayor. A partir de su publicación, el escritor será respetado y considerado en toda Europa. De hecho, cuando se le concedió el Premio Nóbel, las dos grandes obras en que los jurados basaron tal decisión fueron “Los Bruddenbrook” y “La montaña mágica”.
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Luís Martínez González