Ana María Matute




"Durmieron en el mismo chozo de barro, bajo los robles, aprovechando el abrazo de las raíces. En el chozo sólo cabían echados y tenían que entrar a gatas, medio arrastrándose. Pero se estaba fresco en el verano y bastante abrigado en el invierno. El verano pasó. Luego el otoño y el invierno. Los pastores no bajaban al pueblo, excepto el día de la fiesta. Cada quince días un zagal les subía la collera: Pan, cecina, sebo, ajos. A veces, una botella de vino. Las cumbres de Sagrado eran hermosas, de un azul profundo, terrible, ciego. El sol, alto y redondo, como una pupila impertérrita, reinaba ahí. En la neblina del amanecer, cuando aún no se oía el zumbido de las moscas ni crujido alguno, Lope solía despertar, con la techumbre de barro encima de los ojos. Se quedaba quieto un rato, sintiendo en el costado el cuerpo de Roque el Mediano, como un bulto alentante. Luego, arrastrándose, salía para el cerradero. En el mismo cielo, cruzados como estrellas fugitivas, los gritos se perdían, inútiles y grandes. Sabía Dios hacia qué parte caerían. Como las piedras. Como los años. Un año, dos, cinco"
Pecado de omisión (fragmento)
Ana maría Matute

Maya Angelou

Toda mujer debe tener:



Un viejo amor al que regrese en sus sueños...y otro que le permita darse cuenta de lo lejos que ha llegado. 
El valor necesario para alejarse cuando no le aman. 
Libertad económica suficiente para irse...y rentar un lugar propio...incluso si nunca lo desea o lo necesita. 
Una etapa de juventud que dejar atrás con gusto 
Un pasado suficientemente rico en experiencias, como para ser contado al llegar a una edad avanzada. 
La certeza de que seguramente llegará a una edad avanzada y dinero guardado, suficiente para no depender de nadie. 
Un equipo completo de destornilladores, taladro... y al menos un brassier negro de encaje. 
La amistad de alguien que siempre le hace reir... y de alguien que le permite llorar. 
Un hermoso mueble en casa, que no perteneció a nadie de la familia. 
Un e-mail, en donde recibir y enviar frases de aliento. 
Un juego de vajilla para ocho personas, copas y la receta para una cena que haga sentir espléndidamente a sus invitados. 
Una rutina de cuidado de la piel, un plan de ejercicios y un proyecto para enfrentar aquellas facetas de la vida que no mejoran después de los 30. 
Un inicio sólido en una carrera que le encanta, una relación satisfactoria y todas aquellas facetas de la vida... que sí mejoran después de los 30.
Maya Angelou

Poema de los dones - Jorge Luis Borges

Nadie rebaje a lágrima o reproche 
esta declaración de la maestría 
de Dios, que con magnífica ironía 
me dio a la vez los libros y la noche. 

De esta ciudad de libros hizo dueños 
a unos ojos sin luz, que sólo pueden 
leer en las bibliotecas de los sueños 
los insensatos párrafos que ceden 

las albas a su afán. En vano el día 
les prodiga sus libros infinitos, 
arduos como los arduos manuscritos 
que perecieron en Alejandría. 

De hambre y de sed (narra una historia griega) 
muere un rey entre fuentes y jardines; 
yo fatigo sin rumbo los confines 
de esta alta y honda biblioteca ciega. 

Enciclopedias, atlas, el Oriente 
y el Occidente, siglos, dinastías, 
símbolos, cosmos y cosmogonías 
brindan los muros, pero inútilmente. 

Lento en mi sombra, la penumbra hueca 
exploro con el báculo indeciso, 
yo, que me figuraba el Paraíso 
bajo la especie de una biblioteca. 

Algo, que ciertamente no se nombra 
con la palabra azar, rige estas cosas; 
otro ya recibió en otras borrosas 
tardes los muchos libros y la sombra. 

Al errar por las lentas galerías 
suelo sentir con vago horror sagrado 
que soy el otro, el muerto, que habrá dado 
los mismos pasos en los mismos días. 

¿Cuál de los dos escribe este poema 
de un yo plural y de una sola sombra? 
¿Qué importa la palabra que me nombra 
si es indiviso y uno el anatema? 

Groussac o Borges, miro este querido 
mundo que se deforma y que se apaga 
en una pálida ceniza vaga 
que se parece al sueño y al olvido.

Todos los veranos - HAROLDO CONTI


Todos los veranos


A veces pienso en mi viejo. 
O es un barco que parte o esa gente vagabunda que trae el verano o simplemente una luz en el río. Entonces me siento en la costa y pienso en mi viejo.
Para todos, para mí mismo, la historia comienza el día que hizo volar en pedazos al Raquelita, en el 28. Era una chata de once metros con un motor Regal. El viejo tenía la maldita costumbre de mojar un papel retorcido en el carburador, luego quitaba el cable de una de las bujías, lo arrimaba al block y con la chispa encendía el papel y con el papel uno de esos cigarros que llevaba desparramados por los bolsillos. Recuerdo aquel olor pestilente y las grandes manchas marrones con dos y hasta tres aureolas en tonos más débiles donde tenía un bolsillo que había sido alcanzado por el agua. Esto sucedía bastante a me-nudo, de manera que en los viajes largos era común ver algunos cigarros secándose sobre el block. Echaban un humo más pa-recido al de una estopa empapada en gasoil que al de un auténtico cigarro.
Algunas veces el ruego se había contagiado al carburador pero mi padre no perdía la cabeza por eso. Sin dejar de encender el cigarro depositaba la otra mano sobre el carburador y ahoga-ba el fuego. Pero un día aquella mano llegó demasiado tarde. Poco a poco se había formado en la sentina un charquito de nafta que con el tiempo se extendió a todo lo largo del Raquelita. Eso, naturalmente, fue el fin. Con aquellos cigarros el viejo casi había perdido el olfato. Dos o tres veces, al inclinarse para buscar cualquier cosa, había entrevisto aquel brillo movedizo que se extendía cada vez más, pero como no estaba en condicio-nes de reparar en el olor de nada debió pensar o prefirió pensar, si es que pensó en algo, que el barco hacía un poco de agua.
Un día, pues, encendió el cigarro de acuerdo con sus procedimientos y fue como si encendiera el mundo entero de una punta a otra. Instintivamente, el viejo alargó una mano hacia el carburador pero ni el carburador, ni él estaban más allí dónde debían estar. Sin saber cómo, se encontró en medio del agua con el cigarro todavía en la boca. El Raquelita, por su parte, o lo que quedaba de él, aparecía a unos diez metros. Después de todo, nunca había lucido tan bien, ni tan espléndido aquel barco de por sí oscuro. Cada tabla brillaba como una barra de oro. Cuando voló el tanque suplementario, el viejo tuvo más bien un estremecimiento de júbilo, como si se tratara del día del juicio para un justo o algo por el estilo. Fue todo muy breve y muy solemne, según dijo.
Eso ocurrió cuando mi padre tenía cuarenta y cinco años, apenas uno después que apareció en las islas. El recuerdo de los de la costa y mi propio recuerdo arrancan de ahí. Nadie tuvo noticias del viejo hasta el 28 y la verdad es que con lo que hizo o deshizo desde entonces hasta su muerte, en el 37, hubo de sobra. (Y con todo, también a él, tan denso y macizo, tan único, se lo llevó el tiempo. ¿Quién recuerda ahora a mi padre?)
Antes del 28, según parece, estuvo transportando pólvora desde Pernambuco hasta Río Grande do Sul a bordo del Isla Madre de Dens, que voló también en su tiempo entre el faro Mostardas y Solidao, sin faro por aquel entonces. Pero éstas son meras conjeturas a través de brumosas y no expresas referencias porque el viejo hablaba poco y en un estilo complicado.

Nocturnos de la ventana - FEDERICO GARCIA LORCA




Alta va la luna. 
Bajo corre el viento. 

(Mis largas miradas, 
exploran el cielo.) 

Luna sobre el agua. 
Luna bajo el viento. 

(Mis cortas miradas, 
exploran el suelo.) 

Las voces de dos niñas 
venían. Sin esfuerzo, 
de la luna del agua, 
me fui a la del cielo. 



Un brazo de la noche 
entra por mi ventana. 

Un gran brazo moreno 
con pulseras de agua. 

Sobre un cristal azul 
jugaba al río mi alma. 

Los instantes heridos 
por el reloj... pasaban. 



Asomo la cabeza 
por mi ventana, y veo 
cómo quiere cortarla 
la cuchilla del viento. 

En esta guillotina 
invisible, yo he puesto 
la cabeza sin ojos 
de todos mis deseos. 

Y un olor de limón 
llenó el instante inmenso, 
mientras se convertía 
en flor de gasa el viento. 



Al estanque se le ha muerto 
hoy una niña de agua. 
Está fuera del estanque, 
sobre el suelo amortajada. 

De la cabeza a sus muslos 
un pez la cruza, llamándola. 
El viento le dice "niña", 
mas no puede despertarla. 

El estanque tiene suelta 
su cabellera de algas 
y al aire sus grises tetas 
estremecidas de ranas. 

Dios te salve. Rezaremos 
a Nuestra Señora de Agua 
por la niña del estanque 
muerta bajo las manzanas. 

Yo luego pondré a su lado 
dos pequeñas calabazas 
para que se tenga a flote, 
¡ay!, sobre la mar salada.

Y Dios me Hizo Mujer - GIOCONDA BELLI

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.