Ana querida:
¿Dije que el ser humano podría ser clasificado por categorías? Bien, y
si lo hice, déjeme cuantificar: no todos los seres humanos. Usted me
elude. No puedo encontrarla, no puedo entenderla. Puedo jactarme de que a
nueve de diez personas, bajo circunstancias dadas, puedo pronosticar su
acción; que de nueve de diez, por su palabra o acción, puedo tomar el
pulso de sus corazones. Pero de la décima desespero. Está más allá de
mí. Usted es la décima.
¡Estaban siempre dos almas, con los labios mudos, emparejados más incongruentemente! Podemos sentirnos en comunión -seguramente, a menudo podemos- y cuando no nos sentimos en comunión, con todo nos entendemos; pero no tenemos ninguna lengua común. Las palabras habladas no vienen a nosotros. Somos ininteligibles. Dios debe reírse de la actuación.
¡Estaban siempre dos almas, con los labios mudos, emparejados más incongruentemente! Podemos sentirnos en comunión -seguramente, a menudo podemos- y cuando no nos sentimos en comunión, con todo nos entendemos; pero no tenemos ninguna lengua común. Las palabras habladas no vienen a nosotros. Somos ininteligibles. Dios debe reírse de la actuación.