"Creo que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la
mujer. empieza por un "no me interrumpas" de parte del hombre. Hasta
ahora el monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión
adoptada por él. Durante siglos, habiéndose dado cuenta cabal de que
larazón del más fuerte es siempre la mejor (por más que no debiera
serlo), la mujer se ha resignado a repetir, por lo común, migajas del
monólogo masculino disimulando a veces entre ellas algo de su cosecha.
Pero a pesar de sus cualidades de perro fiel que busca refugio a los
pies del amo que la castiga, ha acabado por encontrar cansadora e inútil
la faena. Luchando contra esas cualidades que el hombre ha interpretado
a menudo como signos de una naturaleza inferior a la suya, o que ha
respetado porque ayudaban a hacer de la mujer una estatua que se coloca
en un nicho para que se quede ahí "sage comme une image"; luchando,
digo, contra esa inclinación que la lleva a ofrecerse en holocausto, se
ha atrevido a decirse con firmeza desconocida hasta ahora: "El monólogo
del hombre no me alivia ni de mis sufrimientos, ni de mis pensamientos.
¿Por qué he de resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar.
Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías
la han iluminado desde hace siglos"
La mujer y su expresión. Victoria Ocampo. Fragmento