“Me gustaría ser recordado como una buena persona. Como un anciano de gran corazón”, decía Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Ayer su corazón dejó de latir. Quiso el destino que muriera a los 81 años, arrebatándole el sueño de llegar a los 100 ó 101.
Sin embargo, la muerte de quien es quizá el más grande poeta pampeano es el renacimiento del mito que acompañó durante años a este artista gigante, a veces esquivo, hereje bebedor de una enroscada riqueza y que juraba -aún poeta maldito- que se limitaba a escribir los dictados de Dios.
Bustriazo Ortiz es “el” poeta pampeano. El valor de su obra -con mucho de misterio, y de una especial creatividad- lo distingue incluso en el concierto nacional, a lo que suma la popularidad que encontraron algunas de sus letras que forman parte del más gustoso cancionero.
Las anécdotas, además, le dan aire a la leyenda del poeta nochernícola, de austera sal, de halo melancólico. Cuentan, por ejemplo, que siempre usaba el mismo vaso para tomar su vino. Lo guardaba en un portafolios ya mítico y a su vez, en su interior, le protegía la boca con un platillo. El vaso, con el tiempo, adquirió la tonalidad del vino tino: la borra se instaló en su fondo y en los bordes. Y Bustriazo siempre usaba su tapita, con un objetivo tan práctico como romántico: que no huyeran los espíritus de la bebida.
“Cuando tomo vino tinto, aunque esté solo, digo: ’¡yapai peñi!’, que significa ’¡salud hermano!’, en mapuche. También me gusta mucho la ginebra”, aclaraba Bustriazo.
“El Penca” Bustriazo decía que no tenía buen humor. Nació el 3 de diciembre de 1929 en Santa Rosa. Decidió firmar Ortiz, como su madre. Y recordaba que Bustriazo, apellido de origen italiano, significa tres bueyes grandes.
Fue radiotelegrafista y eso le permitió recorrer buena parte del territorio pampeano. También fue corrector y linotipista en el diario “La Arena”, animó culturalmente varios boliches y peñas de la ciudad. Se enamoró de Rosita, pero ella se fue con otro hombre: “Yo era muy enamoradizo. Me gustaban las muchachas... El amor tiene un poder extraordinario. La comida y el amor tienen grandes poderes, sexualmente hablando, ¡tienen poderes extraordinarios!”.
Numerosos de sus poemas fueron musicalizados por músicos locales. Su obra fue declarada de interés provincial.
La profesora Teresa Girbal lo incluye en el texto de investigación Estudios de Literatura Pampeana (1974), 1981. Fue publicado en las revistas Bardo, La Danza del Ratón, Alguien llama, carpeta de poesía argentina, Diario de Poesía; patagonia/poesía; Museo Salvaje, Alter Ego. Tiene editados “Elegías de la piedra que canta”, 1969; “Aura del estilo”, 1970; “Unca bermeja”, 1984; “Poemas Puelches”, “Cantos del añorante”, 1991; “Libro del Ghenpín”, 1977 (editado en 2004), y “Canto Quetral tomo I”, publicado el año pasado.
Pero la mayoría de su obra permanece inédita. Y ha sido, como su vida, motivo de dimes y diretes, conflictos, reflexiones, moralejas y moralinas.
Sus últimos años los vivió con Lidia Hernández, enfermera. “Chiquita”. Se conocieron en el hospital “Dr. Lucio Molas”: su trabajo era cuidarlo. Después se fueron juntos a la coqueta casa de la calle Stieben. La mujer, que en los últimos años había entrado en polémicas con los antiguos poseedores de la obra del poeta, explicó que él había pedido que cuando llegara la hora no hubiera un velatorio tradicional, sino con lugar sólo para los íntimos. El sepelio será hoy a las 10 de la mañana en el cementerio local. Se comunicó, por parte de la viuda, la decisión de no realizar un velatorio. Los escritores y sus hermanas, Yolanda y Juanita, lamentaron esto. “La viuda nos dijo que fue su última voluntad. Nosotros no sabíamos, al menos Juan Carlos no nos dijo. Es una injusticia que no podamos despedirnos”, dijo Yolanda.
Juan Carlos Bustriazo Ortiz falleció en junio de 2010 a los 81 años. Es probablemente el más grande de los poetas pampeanos. Escribió una voluminosa obra, la mayor parte de la cual sigue inédita. Aportó alcancionero popular y su vida es ya casi una leyenda. Mañana, elsuplemento cultural “Kresta” hará una edición especial en su homenaje.
Sin embargo, la muerte de quien es quizá el más grande poeta pampeano es el renacimiento del mito que acompañó durante años a este artista gigante, a veces esquivo, hereje bebedor de una enroscada riqueza y que juraba -aún poeta maldito- que se limitaba a escribir los dictados de Dios.
Bustriazo Ortiz es “el” poeta pampeano. El valor de su obra -con mucho de misterio, y de una especial creatividad- lo distingue incluso en el concierto nacional, a lo que suma la popularidad que encontraron algunas de sus letras que forman parte del más gustoso cancionero.
Las anécdotas, además, le dan aire a la leyenda del poeta nochernícola, de austera sal, de halo melancólico. Cuentan, por ejemplo, que siempre usaba el mismo vaso para tomar su vino. Lo guardaba en un portafolios ya mítico y a su vez, en su interior, le protegía la boca con un platillo. El vaso, con el tiempo, adquirió la tonalidad del vino tino: la borra se instaló en su fondo y en los bordes. Y Bustriazo siempre usaba su tapita, con un objetivo tan práctico como romántico: que no huyeran los espíritus de la bebida.
“Cuando tomo vino tinto, aunque esté solo, digo: ’¡yapai peñi!’, que significa ’¡salud hermano!’, en mapuche. También me gusta mucho la ginebra”, aclaraba Bustriazo.
“El Penca” Bustriazo decía que no tenía buen humor. Nació el 3 de diciembre de 1929 en Santa Rosa. Decidió firmar Ortiz, como su madre. Y recordaba que Bustriazo, apellido de origen italiano, significa tres bueyes grandes.
Fue radiotelegrafista y eso le permitió recorrer buena parte del territorio pampeano. También fue corrector y linotipista en el diario “La Arena”, animó culturalmente varios boliches y peñas de la ciudad. Se enamoró de Rosita, pero ella se fue con otro hombre: “Yo era muy enamoradizo. Me gustaban las muchachas... El amor tiene un poder extraordinario. La comida y el amor tienen grandes poderes, sexualmente hablando, ¡tienen poderes extraordinarios!”.
Numerosos de sus poemas fueron musicalizados por músicos locales. Su obra fue declarada de interés provincial.
La profesora Teresa Girbal lo incluye en el texto de investigación Estudios de Literatura Pampeana (1974), 1981. Fue publicado en las revistas Bardo, La Danza del Ratón, Alguien llama, carpeta de poesía argentina, Diario de Poesía; patagonia/poesía; Museo Salvaje, Alter Ego. Tiene editados “Elegías de la piedra que canta”, 1969; “Aura del estilo”, 1970; “Unca bermeja”, 1984; “Poemas Puelches”, “Cantos del añorante”, 1991; “Libro del Ghenpín”, 1977 (editado en 2004), y “Canto Quetral tomo I”, publicado el año pasado.
Pero la mayoría de su obra permanece inédita. Y ha sido, como su vida, motivo de dimes y diretes, conflictos, reflexiones, moralejas y moralinas.
Sus últimos años los vivió con Lidia Hernández, enfermera. “Chiquita”. Se conocieron en el hospital “Dr. Lucio Molas”: su trabajo era cuidarlo. Después se fueron juntos a la coqueta casa de la calle Stieben. La mujer, que en los últimos años había entrado en polémicas con los antiguos poseedores de la obra del poeta, explicó que él había pedido que cuando llegara la hora no hubiera un velatorio tradicional, sino con lugar sólo para los íntimos. El sepelio será hoy a las 10 de la mañana en el cementerio local. Se comunicó, por parte de la viuda, la decisión de no realizar un velatorio. Los escritores y sus hermanas, Yolanda y Juanita, lamentaron esto. “La viuda nos dijo que fue su última voluntad. Nosotros no sabíamos, al menos Juan Carlos no nos dijo. Es una injusticia que no podamos despedirnos”, dijo Yolanda.
Juan Carlos Bustriazo Ortiz falleció en junio de 2010 a los 81 años. Es probablemente el más grande de los poetas pampeanos. Escribió una voluminosa obra, la mayor parte de la cual sigue inédita. Aportó alcancionero popular y su vida es ya casi una leyenda. Mañana, elsuplemento cultural “Kresta” hará una edición especial en su homenaje.