"Azucena nos mostró eso: que las clases sociales existen y que nuestros hijos habían desaparecido por eso."
"Azucena fue la mujer que nos organizó, que nos indicó, que nos convocó a la plaza, fue una mujer muy valiente; pero esencialmente lo que Azucena nos mostró fue una manera de lucha, nos mostró que la plaza era el lugar, creía en la plaza. Ella había actuado en un sindicato, tenía idea de lo que era la lucha.
"Era una mujer con unos cuantos hijos -cuatro con el desaparecido-, esposa de un hombre que vendía querosene; una mujer que nos mostró mucho compañerismo, pero también mucha idea de la clase social a la que pertenecía. Yo creo que me sentí cerca de Azucena por eso; en alguna ocasión el tema de la clase social fue fundamental; la lucha de clases se sintió en las Madres.
"Me acuerdo de la primera reunión fuera de la plaza, nos juntamos en un bar y vino una Madre de clase social alta, toda vestida de violeta; llovía, tenía paraguas violeta, piloto violeta, como si fuese una modelo, y dijo (imitando el acento de Barrio Norte): ¿Vos cómo te llamás? Y Azucena le dijo: Azucena. Entonces la otra mujer le respondió (sigue el acento): Ay, ¡el mismo nombre de mi cocinera! Y Azucena desde ese momento no la quiso mirar más. Ahí empezamos a hablar de nuestras raíces, de nuestra gente, de su barrio, de mi barrio, y creo que además de la lucha, en el tiempo que compartí con ella nos hicimos compañeras por estas cosas.
"Yo, el tema no lo tenía muy en cuenta porque todavía no había comprendido algunas cosas que mis hijos me marcaban, pero ahí, durante la dictadura, eso se sintió mucho. Las que podían, querían reunirse en confiterías caras a tomar el té, y las otras decíamos: "No podemos pagar lo que vale esa confitería". Parece una pavada.
"Con el correr del tiempo lo fui entendiendo. Bueno, Azucena nos mostró eso: que las clases sociales existen y que nuestros hijos habían desaparecido por eso."
Hebe de Bonafini
"(...) Siempre digo que los siete meses que Azucena estuvo con nosotros fueron fundamentales. Llegaba a la Plaza y enseguida todas nos íbamos con ella. Era una líder nata. Lo digo porque tenía esa aptitud, cosa que nosotras no teníamos. Azucena tenía militancia. Ella era delegada metalúrgica en la fábrica SIAM. Era enérgica y tierna.No les quepa la menor duda que, por su militancia, las Madres somos hijas de la clase obrera de este país. Pero esto lo hemos podido decir con el tiempo, porque en aquel entonces no sabíamos nada.
Azucena le dijo al obispo de Zárate:
- Hay campos de concentración.
El obispo contestó:
-¡Pero señora! ¡Cómo puede decir eso!
Y Azucena se los nombró. Lugar por lugar, en la provincia de Buenos Aires. (...)
Se la llevaron el mismo día que salió la solicitada, el 10 de diciembre de 1977.
Habíamos quedado en encontrarnos en la calle Florida con Alicia, la monja, que nos iba a traer un dinero. Me acuerdo que estuve haciendo guardia desde las 11 de la mañana del jueves 8, hasta las 6 de la tarde.
(...) Y con Azucena no sabíamos nada de lo que había pasado ese día en la Santa Cruz.
- Venite esta noche que quiero hablar con vos - me dijo - vamos a ver qué pasó con la monja ....
Después lo pensó:
- Mejor no vengas, que voy a ir con mi marido.
Si no, me llevaban a mí también."
Aída Sarti (Revista "Locas" Nº 2)
"Fui la primera mamá que llegó a la Plaza para esa primera ronda. Estaba sentada bajo la estatua de Belgrano un rato antes, fumando. Entonces vi llegar a 4 madres y me les acerqué. Qué cosa rara. Unas a otras, todas nos decíamos lo mismo:
- ¿ Ud. viene por lo mismo que vengo yo?
Así era la cosa.
Después llegó Azucena y se hicieron catorce. Catorce, con una piba que era del PC y que no dio el nombre porque el PC le había prohibido ir a la Plaza. Pero yo la tengo grabada en la mente a esa piba. No se me borra. Como tampoco Astiz, pero por otro motivo. (...)
Cuando terminó la misa del 8 de diciembre, la gente estaba saliendo de la iglesia de Santa Cruz, llevábamos la plata para la solicitada y en la puerta estaba Astiz ... y unos cuatro o cinco coches con los motores en marcha. Astiz era el que decía:
- A este ... a este ... a este y a ese ...
A Azucena la fueron a buscar a la casa en Sarandi, el sábado 10. Ella había salido a comprar el diario. Se les resistió, se tiró al suelo y eso lo contó un vecino que vio todo. Ese día también se los llevaron a Remo (Berardi), el pintor, de su casa en La Boca y a la monja Leoní Duquet de la iglesia de San Pablo en Ramos Mejía...."
Josefina Noia (revista "Locas" Nº 2)
"... La dictadura -a partir de las tareas de inteligencia del oficial de la Marina, Alfredo Astiz- vio que era una mujer clave en ese movimiento y evaluó que había que secuestrarla, ilusionándose con que destruiría toda iniciativa. María del Rosario reconoce que cada día valora más el accionar y la actitud de Azucena.
Cuando María del Rosario volvió de la reunión con el ministro de la dictadura, estaba destruida y lo dejó escrito en unas anotaciones íntimas que volcó en una hoja de cuaderno: "...Después de haber estado en su despacho con la última esperanza, todo se ha quebrado, ya no queda aliento para seguir... Misión cumplida, General; tienen Uds. la fuerza, pero queda el tiempo que agota la fuerza. Para quienes sólo han dado hijos a esta tierra, hoy todo está perdido. Pero de estos despojos vendrá la luz". María del Rosario dejó así escrito, esa misma tarde, que estaba derrotada, pero se equivocó. Sacó fuerzas de su fortaleza más profunda que ella misma desconocía; su hijo cautivo también, a su manera, le dio fuerzas, y también Azucena. "Azucena era la que tenía las cosas más claras. Si alguna tenía una duda o ponía reparos, ella decía lo suyo con sencillez y claridad, y no tenga dudas de que al final era eso lo que resolvíamos. Siempre tenía la idea más clara y eso nos daba una enorme confianza en el grupo y en ella. No tenía ni sombra de autoritarismo."
Algo similar nos contó una vez el prestigiado Emilio Mignone: "...Era una mujer que naturalmente encabezaba a las Madres. Su físico, su presencia y su empuje imponían autoridad. Además era, a todas luces, una mujer de pueblo y fue ella, indudablemente, la que supo agrupar a las Madres hacia la Plaza y de ahí a toda la sociedad".
María del Rosario subraya también el ejemplo de María Ponce y de la paraguaya Esther de Careaga, secuestradas dos días antes. "Fíjese el valor de Esther: logra la reaparición de su hija, se la lleva a Brasil y ella vuelve a la Plaza. Le dijimos que se vaya, que ya había resuelto lo de su hija. ¿Y qué contestó ella? 'Faltan los otros'."
El ardor de Azucena por el peronismo, tal como lo recuerda María del Rosario, muchas veces llevó a discusiones, por ejemplo con ella misma, porque aún se reconoce como una ferviente antiperonista. "Pero las dos supimos que esas diferencias podían discutirse, pero nunca separarnos. Nuestro objetivo era superior. E incluso podíamos hacer proyectos juntas porque, por ejemplo, nos habíamos jurado que cuando nuestros hijos estuvieran libres, íbamos a poner un comedor para dar de comer a estudiantes que no tuvieran a dónde ir. ¡Fijate!"
El secuestro y la desaparición de Azucena Villaflor, aquel sábado por la mañana, golpeó en la médula, pero su legado, tiene tanto vigor como siempre."
Enrique Arrosagaray