LA MADRE DE LAS MADRES, Azucena Villaflor

"Azucena nos mostró eso: que las clases sociales existen y que nuestros hijos habían desaparecido por eso."

"Azucena fue la mujer que nos organizó, que nos indicó, que nos convocó a la plaza, fue una mujer muy valiente; pero esencialmente lo que Azucena nos mostró fue una manera de lucha, nos mostró que la plaza era el lugar, creía en la plaza. Ella había actuado en un sindicato, tenía idea de lo que era la lucha.

"Era una mujer con unos cuantos hijos -cuatro con el desaparecido-, esposa de un hombre que vendía querosene; una mujer que nos mostró mucho compañerismo, pero también mucha idea de la clase social a la que pertenecía. Yo creo que me sentí cerca de Azucena por eso; en alguna ocasión el tema de la clase social fue fundamental; la lucha de clases se sintió en las Madres.

"Me acuerdo de la primera reunión fuera de la plaza, nos juntamos en un bar y vino una Madre de clase social alta, toda vestida de violeta; llovía, tenía paraguas violeta, piloto violeta, como si fuese una modelo, y dijo (imitando el acento de Barrio Norte): ¿Vos cómo te llamás? Y Azucena le dijo: Azucena. Entonces la otra mujer le respondió (sigue el acento): Ay, ¡el mismo nombre de mi cocinera! Y Azucena desde ese momento no la quiso mirar más. Ahí empezamos a hablar de nuestras raíces, de nuestra gente, de su barrio, de mi barrio, y creo que además de la lucha, en el tiempo que compartí con ella nos hicimos compañeras por estas cosas.

"Yo, el tema no lo tenía muy en cuenta porque todavía no había comprendido algunas cosas que mis hijos me marcaban, pero ahí, durante la dictadura, eso se sintió mucho. Las que podían, querían reunirse en confiterías caras a tomar el té, y las otras decíamos: "No podemos pagar lo que vale esa confitería". Parece una pavada.

"Con el correr del tiempo lo fui entendiendo. Bueno, Azucena nos mostró eso: que las clases sociales existen y que nuestros hijos habían desaparecido por eso."

Hebe de Bonafini

"(...) Siempre digo que los siete meses que Azucena estuvo con nosotros fueron fundamentales. Llegaba a la Plaza y enseguida todas nos íbamos con ella. Era una líder nata. Lo digo porque tenía esa aptitud, cosa que nosotras no teníamos. Azucena tenía militancia. Ella era delegada metalúrgica en la fábrica SIAM. Era enérgica y tierna.No les quepa la menor duda que, por su militancia, las Madres somos hijas de la clase obrera de este país. Pero esto lo hemos podido decir con el tiempo, porque en aquel entonces no sabíamos nada.

Azucena le dijo al obispo de Zárate:

- Hay campos de concentración.

El obispo contestó:

-¡Pero señora! ¡Cómo puede decir eso!

Y Azucena se los nombró. Lugar por lugar, en la provincia de Buenos Aires. (...)

Se la llevaron el mismo día que salió la solicitada, el 10 de diciembre de 1977.

Habíamos quedado en encontrarnos en la calle Florida con Alicia, la monja, que nos iba a traer un dinero. Me acuerdo que estuve haciendo guardia desde las 11 de la mañana del jueves 8, hasta las 6 de la tarde.

(...) Y con Azucena no sabíamos nada de lo que había pasado ese día en la Santa Cruz.

- Venite esta noche que quiero hablar con vos - me dijo - vamos a ver qué pasó con la monja ....

Después lo pensó:

- Mejor no vengas, que voy a ir con mi marido.

Si no, me llevaban a mí también."

Aída Sarti (Revista "Locas" Nº 2)

"Fui la primera mamá que llegó a la Plaza para esa primera ronda. Estaba sentada bajo la estatua de Belgrano un rato antes, fumando. Entonces vi llegar a 4 madres y me les acerqué. Qué cosa rara. Unas a otras, todas nos decíamos lo mismo:

- ¿ Ud. viene por lo mismo que vengo yo?

Así era la cosa.

Después llegó Azucena y se hicieron catorce. Catorce, con una piba que era del PC y que no dio el nombre porque el PC le había prohibido ir a la Plaza. Pero yo la tengo grabada en la mente a esa piba. No se me borra. Como tampoco Astiz, pero por otro motivo. (...)

Cuando terminó la misa del 8 de diciembre, la gente estaba saliendo de la iglesia de Santa Cruz, llevábamos la plata para la solicitada y en la puerta estaba Astiz ... y unos cuatro o cinco coches con los motores en marcha. Astiz era el que decía:

- A este ... a este ... a este y a ese ...

A Azucena la fueron a buscar a la casa en Sarandi, el sábado 10. Ella había salido a comprar el diario. Se les resistió, se tiró al suelo y eso lo contó un vecino que vio todo. Ese día también se los llevaron a Remo (Berardi), el pintor, de su casa en La Boca y a la monja Leoní Duquet de la iglesia de San Pablo en Ramos Mejía...."

Josefina Noia (revista "Locas" Nº 2)

"... La dictadura -a partir de las tareas de inteligencia del oficial de la Marina, Alfredo Astiz- vio que era una mujer clave en ese movimiento y evaluó que había que secuestrarla, ilusionándose con que destruiría toda iniciativa. María del Rosario reconoce que cada día valora más el accionar y la actitud de Azucena.

Cuando María del Rosario volvió de la reunión con el ministro de la dictadura, estaba destruida y lo dejó escrito en unas anotaciones íntimas que volcó en una hoja de cuaderno: "...Después de haber estado en su despacho con la última esperanza, todo se ha quebrado, ya no queda aliento para seguir... Misión cumplida, General; tienen Uds. la fuerza, pero queda el tiempo que agota la fuerza. Para quienes sólo han dado hijos a esta tierra, hoy todo está perdido. Pero de estos despojos vendrá la luz". María del Rosario dejó así escrito, esa misma tarde, que estaba derrotada, pero se equivocó. Sacó fuerzas de su fortaleza más profunda que ella misma desconocía; su hijo cautivo también, a su manera, le dio fuerzas, y también Azucena. "Azucena era la que tenía las cosas más claras. Si alguna tenía una duda o ponía reparos, ella decía lo suyo con sencillez y claridad, y no tenga dudas de que al final era eso lo que resolvíamos. Siempre tenía la idea más clara y eso nos daba una enorme confianza en el grupo y en ella. No tenía ni sombra de autoritarismo."

Algo similar nos contó una vez el prestigiado Emilio Mignone: "...Era una mujer que naturalmente encabezaba a las Madres. Su físico, su presencia y su empuje imponían autoridad. Además era, a todas luces, una mujer de pueblo y fue ella, indudablemente, la que supo agrupar a las Madres hacia la Plaza y de ahí a toda la sociedad".

María del Rosario subraya también el ejemplo de María Ponce y de la paraguaya Esther de Careaga, secuestradas dos días antes. "Fíjese el valor de Esther: logra la reaparición de su hija, se la lleva a Brasil y ella vuelve a la Plaza. Le dijimos que se vaya, que ya había resuelto lo de su hija. ¿Y qué contestó ella? 'Faltan los otros'."

El ardor de Azucena por el peronismo, tal como lo recuerda María del Rosario, muchas veces llevó a discusiones, por ejemplo con ella misma, porque aún se reconoce como una ferviente antiperonista. "Pero las dos supimos que esas diferencias podían discutirse, pero nunca separarnos. Nuestro objetivo era superior. E incluso podíamos hacer proyectos juntas porque, por ejemplo, nos habíamos jurado que cuando nuestros hijos estuvieran libres, íbamos a poner un comedor para dar de comer a estudiantes que no tuvieran a dónde ir. ¡Fijate!"

El secuestro y la desaparición de Azucena Villaflor, aquel sábado por la mañana, golpeó en la médula, pero su legado, tiene tanto vigor como siempre."

Enrique Arrosagaray


La Argentina, los argentinos, nunca más serían los mismos




24 de marzo
Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia

Raúl De la Torre


Empresario y hombre vinculado a la publicidad, en 1970 debutó en el largometraje con "Juan Lamaglia y Sra.", un elogiado punto de partida de una carrera intensa e irregular que incluyó éxitos como "Crónica de una señora" (1971) y "El infierno tan temido" (1980) y fracasos rotundos como "Color escondido" (1988) y "Peperina" (1995).

Su primera película, no casualmente rodada en Zárate, tenía óptimas actuaciones de Pepe Soriano, la bellísima Julia Von Grolman y la muy flaca Nacha Guevara, y obtuvo el Cóndor especial como ópera prima, un premio en Cartagena y reconocimientos de la Asociación de Cronistas de la Argentina al reparto y al guión.

La verdadera popularidad sólo le llegó con "Crónica de una señora", en la que con libro de María Luis Bemberg retrató a la alta burguesía bonaerense con el concurso de Graciela Borges, Lautaro Murúa y Federico Luppi en los principales papeles.

Borges volvió a aparecer en "Heroína" (1972), "La revolución" (1973), "Sola" (1976), "El infierno más temido" (1980), "Pubis angelical" (1982), "Pobre mariposa" (1986) y "Funes, un gran amor" (1993).

Según amigos De la Torre no había dado por cerrada su trayectoria por la pantalla y estaba pergeñando un nuevo proyecto, quince años después de su último trabajo.

Visto como un sucedáneo de colegas pertenecientes a la Generación del 60, De la Torre no fue ajeno a las vicisitudes del cine argentino en décadas pasadas: "La mayor dificultad que encuentra actualmente un director cinematográfico en la Argentina es la de los límites expresivos", dijo a la prensa de Washington cuando viajó en 1975 a presentar "Crónica...".

Y defendió su tarea en el sentido que no se consideraba simplemente un director, "sino que siempre me he sentido como autor de todas mis películas, y es por eso que sólo quiero filmar lo que realmente me interesa".

Esa independencia, que le permitió incursionar en historias disímiles y hasta contratar figuras del exterior -la mexicana Silvia Pinal, actriz de Luis Buñuel, en "Pubis angelical", el italiano Gian Maria VolontŠ, puntal del cine militante peninsular para "Funes..."- hizo de él un francotirador dentro de nuestro cine.

Ya en democracia, las películas del cineasta fallecido fueron objeto de un ciclo de homenaje en la TV española, donde a razón de un título por día se vieron desde "Crónica..." hasta Pubis...", en un momento en que la pantalla chica hispana no dedicaba ciclos a otros cines en castellano.

El realizador cinematográfico Raúl de la Torre falleció este viernes por la madrugada a los 72 años en la ciudad de Zárate, de donde era oriundo.

Entrevista a Michel Houellebecq, por Javier Esteban


CON HOUELLEBECQ LLEGÓ EL ESCÁNDALO

"...Esa niña era una maravilla, estaba íntimamente convencido; pero no era grave, ya me había masturbado"

M. Houellebecq. Ampliación del campo de batalla

Recientemente ha aparecido en España la novela "La partículas elementales"(editorial Anagrama) que tan fuerte polémica protagonizara en Francia, donde ha vendido 300.000 ejemplares.

En su segunda novela , el poeta Houellebecq (autor de la también novela "Ampliación del campo de batalla" y de los libros de poemas "Renaissance" y "Poursuite du bonheur") destruye el mito sesentayochista y apunta mundos posibles de la mano de la ciencia y de la revolución metafísica, más allá de Huxley.

Al fondo de un café parisino me espera amablemente. Lo encuentro un poco triste, lúcido e inocente, mientras muerde con rabia los cigarros. Tengo la sensación de que los muerde con los labios, como si careciera de dientes.

GENXXI- Michel, ¿Por qué "Las partículas elemetales" ha resultado tan polémica?

M. H.: Se puede decir que el libro hace una revisión, sin demasiados tapujos, de un periodo reciente, sobre una realidad que puede cambiar de estado de distintas formas, incluso llegando a disgustar a algunos a causa de una constante presión que desarrolla en la obra el género científico. Y eso, teniendo presente la idea de que las soluciones posibles a este estado de cosas humano no son necesariamente políticas... Frente al cambio de la organización social, el cambio de la naturaleza del hombre parecía un tema tabú que el libro cuestiona introduciendo una duda. Mi obra apunta soluciones que pueden modificar la naturaleza del hombre, lo que no es necesariamente terrible. Simplemente, trato una cuestión que efectivamente aún no está resuelta y que efectivamente merece una polémica.

GXXI: ¿Habías previsto esta reacción?

M. H.: No en un primer momento. De todas formas, para poder escribir algo más o menos largo es necesario abstraerse de todo lo que la gente piensa en torno a uno. Aunque eso nos puede llevar también a olvidar nuestra línea de pensamiento más habitual. Esa reacción sí que me llegó a sorprender porque nunca pensé que llegase a crear tanta polémica.

GXXI: Aceptas la definición de provocador?

M. H.: No, no creo en absoluto ser un provocador. Un provocador es alguien que dice cosas que realmente no piensa: lo que busca es chocar, ahondar en los aspectos chocantes. Yo al contrario, trato de observar las cosas con buena fe. Un provocador repara en ideas totalmente aceptadas para luego contrariarlas. Yo, en cambio, digo lo contrario si lo que pienso es lo contrario; y digo y afirmo la misma cosa si así me parece. Así guardo una independencia entre lo uno y lo otro.

GXXI: En tu novela se aprecia una concepción antropológica pesimista, un poco deudora de Machiavelli, que lleva a defender la necesidad de un poder autoritario...

M. H.: Sí, pero esa no es una concepción especialmente pesimista.

GXXI: ¿Crees que es realista?

M. H.: Sí, eso me parece evidente. Y si decir eso es ser provocador, entonces lo soy, pero me parece más bien caer en la evidencia.

GXXI: Has defendido públicamente que el bien y el mal existen, que son referentes fundamentales para el hombre, que para algunos es "bueno por naturaleza..." ¿Crees en la moral? ¿Qué tipo de moral puede ser aceptada hoy?

M. H.: El hombre es un montón de cosas. En resumidas cuentas, es un conjunto de reglas y de deseos. Todo eso forma parte de la evolución del hombre, en fin. No hay un hombre sin reglas sociales ya que nace en medio de una sociedad. Creo que Rousseau exageraba un poco, aunque él tampoco creía en el hombre como un ser salvaje. Él más bien oponía el paisanaje a una clase noble, donde desde luego el paisano no era un salvaje, sino que era una persona formada ya por muchos siglos de Cristianismo. Rousseau encontraba demasiada sofisticación en las relaciones dentro de la nobleza.

De todas formas, esas fórmulas chocantes basadas sobre la idea de "que el hombre nace bueno" son bastante exageradas. Es bien sabido, además, que los ejemplos de hombres más próximos a la naturaleza que han sido encontrados, se hallaban bien lejos de la animalidad. Eran seres formados por varios siglos de reglas morales, de cultura.

En cuanto a la moral, bueno, la base moral imperativa reposa sobre una negociación entre dos diferencias. La negociación entre el placer y el no placer, la diferencia entre uno mismo y los demás. A grandes trazos, lo que se trata es de tomar en cuenta a los demás. Pero finalmente todo depende de si place o no.

Los actos más inmorales están vinculados a la crueldad y prescinden de la justicia, ya que es ahí donde las posiciones entre el uno y el otro no encuentran ningún tipo de apoyo.

GXXI: También ha dicho que la bondad es la vara de medir al hombre, desechando dinero, fortuna, posición o inteligencia ¿Pero en qué consiste la bondad?

M. H.: Creo que la bondad es el factor fundamental.

GXXI: Pareces un hombre religioso...

M. H.: No. Por lo demás, la religión europea y la de Medio Oriente se apoyan sobre la idea de un dios creador y se plantean así el origen del mundo. Yo me considero más bien un hombre de ciencia, por lo que la creación del mundo me parece fácilmente explicable sin dios. De todas formas, es algo en lo que pienso cada vez menos. En general, no creo que las ideas monoteístas que explican el origen del mundo a través de la existencia de dios sobrevivan con el tiempo cuando las ideas evolucionen algo más, pero son difícilmente sustituibles por la ciencia, difícil de entender... Lo que ocurre es que la Ciencia se hace a veces incomprensible y eso lleva a una diferencia en el entendimiento, de impacto.

GXXI: ¿Crees, tal y como insinúas en tus obras, que estamos viviendo el final de una Civilización?

M. H.: Sí. Estamos quizá viviendo un final en el estado actual, porque la gente no llega a encontrar mayores alicientes de vida, ni busca reproducirse y no se puede continuar sobre esa base. Nadie cree... pero tampoco es tan grave; la investigación encontrará otro tipo de organización social. Mi libro no es un libro de profecías, es más bien un libro de realidades y no es el único, hay muchos otros. Me imagino que la mayoría terminará de leer mi libro (me mira de reojo) bajo un estado de duda bastante fuerte. Con esto digo que no existe en él un mensaje tan claro como para clasificarme de mesiánico.

GXXI: Tu pones en tela de juicio al individuo como valencia absoluta, como átomo social... pero, ¿Qué puede sustituir al individuo?

M. H.: El individuo forma parte de una elección, de una abstracción. Hoy en día los individuos nacen en familias, realizando un cuadro social en el que ellos pueden elegir privilegiadamente el aspecto individual de sus existencias. Eso es una abstracción, aunque nadie puede considerarse un individuo como tal. Eso no es más que una visión de las cosas, una abstracción, una limitación. Podríamos decir que está muy relacionado con la existencia del cuerpo, el cual también tiene algo de estrictamente individual.

GXXI: En tu obra consideras que las religiones tradicionales no sobrevivirán a los cambios de la sociedad, al tiempo que tampoco crees en la supervivencia de la filosofía posmoderna. Criticando el pasado estás considerado, sin embargo, como un nuevo reaccionario...

M. H.: Todo lo que nos llega como aparentemente nuevo no es tan nuevo. Siempre se han dado las regresiones. Y los cambios no significan exactamente progreso. Creer lo contrario no es más que una desviación relacionada al progreso. Y por supuesto, todo lo que va en contra de esta idea se le llama reaccionario, cuando uno también tiene el derecho a no estar de acuerdo con lo recién acaecido.

Antes (del 68) sí existió, sí se creía en un verdadero progreso y el hombre era más optimista. Hoy en día ese optimismo se ha perdido.

GXXI: Para Ud. el deseo del hombre nunca calma la sed, no tiene límite, y por ello se ha mostrado muy crítico con el hedonismo. ¿Acaso podemos ser felices en esta sociedad?

M. H.: Todas las personas somos algo hedonistas. Lo grave es cuando existe la voluntad de tener una fuerte estima sobre sí mismo, tener un narcisismo demasiado alto. En nuestra sociedad la presencia del envejecimiento junto con la muerte es un hecho y es aquí donde actúa el hedonismo. Por otra parte, es verdad que en mi obra tengo personajes más bien infelices, pero es porque representan el cuadro social más típico. Es lo que más golpea al sentido común, ya que globalmente tenemos la impresión de que el estado del mundo nos conduce más bien a la desgracia.

GXXI: Tienes un concepto no estilístico de la novela, un poco como ensayo donde cabe todo: ciencia, ideología, poesía, panfletismo... al tiempo, no te casas con ningún grupo o generación literaria...

M. H.: Bueno, lo mío constituye parte de un grupo literario, pero muy vagamente. Somos gente que está tan persuadida de que el mundo es nuevo y de que hay un gran retraso en la literatura con respecto al mundo, que las cuestiones de estilo se ven un tanto anexas. Hay muchas cosas nuevas que contar. Bueno, no es verdaderamente un grupo literario, pero yo me siento más próximo a quienes describen realidades sociales nuevas que a las personas que están demasiado centradas en el desarrollo de una escritura.

GXXI: ¿Cuáles son tus autores favoritos? ¿Quién te inspira?

M. H.: Me gustan las ideas pascalianas. Pero en realidad no me he inspirado en ningún libro para escribir esta obra. Hay tantos buenos autores...

GXXI: Tu libro critica el mundo nacido del 68, también el psicoanálisis, las libertades...

M. H.: Sobre el mito del 68 y la libertad individual... bueno, mi crítica no es un ataque al mito. Es un balance. Creo que habrá sesentayochistas a los que les gustará el libro porque se reconocerán en algunos pasajes del mismo (sonríe). He oído que le ha gustado a Kol-Benditt. El psicoanálisis es una teoría que ya no tiene muchos adeptos. Es una fuente de ridículos que nos puede llevar a crear narraciones bastante locas. A gente ya no cree tanto en ello. Es algo en vía de extinción. De todas formas, existen otras capas del cerebro humano en las que son aplicadas otro tipo de teorías.

GXXI: ¿Qué papel van a jugar en la transformación de la sociedad los nuevos descubrimientos científico-técnicos?

M. H.: La Nueva Física tiene muchas aplicaciones técnicas y el que sea asimilada en general por la gente costará mucho tiempo. Pero esta teoría va a ayudar a cambiar cosas en el mundo. Aunque no es fácil decir cuándo ni cómo. Por ejemplo, respecto a Galileo y Newton, su idea de ciencia golpeó durante mucho tiempo con lo que la gente pensaba científicamente. Hace falta tiempo para que algo sea universalmente comprendido. En la ciencia tecnológica la utilización de Internet ha sido más un progreso, la información genética también observa muchas ventajas para la ciencia.

GXXI: ¿Qué opinas de la clonación?

M. H.: Ah, es una buena idea. No le encuentro objeción. No veo que haya que horrorizarse por ello. Es más bien maravilloso, es otra manera de fabricar un ser humano. Luego, la personalidad se construye en torno a una historia individual. Así que si los dos seres son idénticos en un principio, luego habrá diversificación de caracteres. Habrá una individualidad creada por las experiencias y los pensamientos personales.

GXXI: Ud. ha sido comunista, luego se ha definido como social-demócrata pero ha hablado bien de Stalin ¿Tiene Ud. ideología o partido?

M. H.: No, no he sido militante ni estoy afiliado a ningún partido. Fue más bien mi cultura de base, mi ambiente familiar. Por otra parte, Stalin tuvo cosas buenas...

GXXI: ¿Michel Houellebecq está loco?

M. H.: No particularmente...

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Michel Thomas (Saint Pierre, Isla de Reunión, 26 de febrero de 1958 –certificado de nacimiento– o 1956), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Ambas le otorgaron cierta consideración literaria pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional.



Elemental, querido Chaplin

 

Rafael Marín (Cádiz, 1959) es uno de esos escritores que pueblan nuestro panorama literario desconocido para el gran público pero cuya obra, desarrollada durante años, aúna entretenimiento y calidad. Marín, profesor de instituto, traductor y ocasional guionista de cómics es desde la publicación de “Lágrimas de luz”, autor de referencia para la ignorada ciencia ficción española, siendo su labor continuada, desde su primera obra” Nunca digas buenas noches a un extraño”, publicada en la década de los ochenta, ampliamente reconocida por los aficionados al género. En sus últimas novelas, Marín, sin abandonar la narrativa fantástica, ha buscado nuevos territorios de expresión. Así, podríamos destacar “La leyenda del Navegante”, novela que conjuga acertadamente elementos de fantasía con las novelas de piratas más clásicas, su última obra, “Juglar”, en la que entrecruza realidad y magia para trasladarnos a la España medieval del Mío Cid, y la novela que nos ocupa hoy, “Elemental, querido Chaplin”, un interesante pastiche sherlocksiano.
En “Elemental, querido Chaplin”, la fecunda imaginación de Marín hace coincidir a un joven Charles Chaplin con el rey de los detectives, el inefable Sherlock Holmes, en una serie de aventuras que les llevarán a enfrentarse al más famoso villano del “pulp” creado por Sax Rohmer, Fu Manchú, y viajar hasta Ginebra para desbaratar los planes de dominio del mundo de una peligrosa secta a través del rapto nada menos que de Albert Einstein. Es imposible contar más en las poco más de doscientas cincuenta páginas del libro, y contarlo con un pulso narrativo tan acertado como lo hace Marín en esta novela. La acción y el misterio envuelven al lector desde el prólogo hasta la última hoja, convirtiendo en una verdadera delicia su lectura tanto para el lector aficionado al género, que disfrutará descubriendo los continuos guiños y erudición del autor, como para aquél que sólo busque pasar un buen rato de entretenimiento. El autor, sin dejar de ser respetuoso con el rico universo del canon sherlocksiano es capaz de hacer su original aportación al mismo, mezclando la realidad con la fantasía, haciendo coincidir personajes reales, como Einstein, Chaplin, Oscar Wilde ó Aleister Crowley, con los personajes nacidos de la pluma de Arthur Conan Doyle. En esta novela, se nos muestra al azote del crimen, Sherlock Holmes, en todo su esplendor pero, al mismo tiempo, Marin lo humaniza y lo acerca al lector para, desde la visión de un joven y admirado Charles Chaplin, rendido a sus dotes detectivescas, mostrar también sus debilidades.
Sin más, les animo que busquen esta novela en su librería habitual, la disfruten y descubran las capacidades de Rafael Marín, un gran escritor poco reconocido.


Intentar definir al arte es ponerlo en una jaula


El artista León Ferrari recibió el Gran Premio de la Asociación Española de Críticos de Arte por “obras inofensivas”, según él mismo, diferentes de las que causan revuelo por su virulento modo de desenmascarar a la Iglesia y el imperialismo.
Las primeras asociaciones que surgen de la palabra “león” son rugido, rey, garra. Entonces, uno piensa que quizá nunca un nombre estuvo mejor puesto, ya que, durante sus más de cincuenta años de carrera, León Ferrari puede jactarse de haber pisado bien fuerte la selva: lo suyo no fue nunca el cómodo paraíso de la inocencia. Por el contrario, él prefirió la peligrosidad que comporta entremezclar esferas que muchos no toman en serio y que otros respetan hasta la ceguera. A punto de cumplir nueve décadas, el artista recibe a Página/12 en su taller de San Cristóbal, con habano y lápiz en mano, y en pleno arrebato poético: se ve que no tiene intenciones de dejar la selva. “Menos mal que aguanté hasta acá, porque si aguanto acumulo premios. Hoy tengo esa satisfacción”, reflexiona, a días de haber obtenido el gran premio de la Asociación Española de Críticos de Arte (AECA), por Mejor Obra o Conjunto presentado por un artista vivo.
Ferrari obtuvo el reconocimiento por una serie de dibujos de los ’70 hechos con tinta china y acrílico que presentó en la edición número 29 de ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid. “Son obras inofensivas”, describe. En su glosario, ese adjetivo remite a los trabajos que no tienen el peso ideológico tan marcado como otros. Por eso cuenta, con sorpresa y entre risas, que el premio suscitó reacciones negativas en los sectores conservadores que le guardan rencor por aquella emblemática retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta.
En España, Ferrari ya había conseguido atraer miradas con la muestra Alfabetos enredados, que comparte con obras de Mira Schendel (brasileña de origen suizo, 1919–1988), en el Museo Reina Sofía. Son 200 trabajos en total, que ya pasaron por el MoMA de Nueva York y que pronto desembarcarán en Porto Alegre. En ellos, la estética se roza con el lenguaje, atracción común de Ferrari y Schendel, quizá por sendas aproximaciones a la poesía. La del argentino es una importante retrospectiva con cerámicas, esculturas y collages que, pese a que presenta obras de fuerte contenido político, no incluye las que despertaron mayores tensiones por aquí. Tal vez esto se deba a su primer destino, Estados Unidos, el blanco mismo de la crítica del artista. “La selección estuvo a cargo de un curador. La verdad es que no pensé por qué pidieron esas obras. Pero el Cristo arriba del avión va a llegar a Washington dentro de poco”, adelanta Ferrari.
Con el premio quedó demostrado que la proyección internacional de Ferrari va en aumento y que su figura cobra más relieve con el tiempo. Tres años atrás, la presentación de obras potentes y menos “inofensivas” le valió el León de Oro, el máximo reconocimiento en la Bienal de Venecia, que consideró tanto calidad como postura ética. Los países vecinos también valoran mucho su trabajo: hace apenas un mes y medio, la Fundación Cultural de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) lo premió por su trayectoria. Mientras sus obras viajan por el mundo, Ferrari también juega de local: continúa abierta la muestra Fosforescencia en el Zavaleta Lab de Palermo, donde pueden verse creaciones de los últimos años, en las que también adquiere preponderancia la escritura.

La celebración del segundo centenario de Fréderic Chopin



Un compositor que ha sido tildado de “romántico”, “amanerado”, “conservador”, “poeta del piano”, “cursi” y un sinfín de tópicos y lugares comunes que no han hecho sino difuminar y hasta distorsionar la realidad del autor de pentagramas en los que “se hallan muchas de las verdaderas raíces de la música contemporánea”, según las palabras sabias de Nikolái Rimski-Kórsakov.
Son muchos los aficionados e intérpretes que han comenzado a amar la música de Chopin después de años de rechazo, inoculados de un prejuicio que comenzó a gestarse tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los entonces nuevos vanguardistas rechazaban sin más todo aquello que no viniera de Viena, Donaueschingen, Darmstadt y otros enclaves similares de la modernidad. Un prejuicio azuzado, entre otros motivos, por el hecho de que los aspectos más superficiales de su azarosa vida constituyeran un tesoro para todo biógrafo lacrimógeno.
Jesús Bal y Gay, que es una de las mentes más agudas de la musicología española del siglo XX, reconocía su filiación a una generación de “jóvenes que hemos abominado de Chopin por antojársenos cursi, y sólo más tarde, en plena madurez, vinimos a descubrir que su música es inocente de la cursilería con que se mostraba en manos de la mayoría de los pianistas”. Bal y Gay radica la explicación de tal fenómeno en la esencia misma de la música. “Lo cursi”, escribe el musicólogo y compositor lucense, “es el fruto de una aspiración a lo exquisito y de una incapacidad radical para alcanzarlo. […] Chopin es uno de los compositores más puros, de mejor gusto que hayan existido jamás. La más rotunda negación de lo cursi. Pero su música está impregnada de un delicado patetismo, canta la mayoría de las veces a media voz y con melancolía, es preciosista en su ornamentación y en sus sonoridades. Nada de extraño tiene, pues, que la cursilería, apetente de esas cualidades -aunque incapaz de hacerlas suyas- se apodere de ella y la convierta en una de las cosas más abominables que puedan oírse”.
Raíces de futuro
La música de Chopin entraña muchas de las claves y raíces de la música del futuro. Su avanzado tratamiento de la modalidad, los “choques” disonantes de muchas de sus armonías o el agudo tratamiento que hace de los antiguos modos griegos son características de un modo de componer que entronca frecuentemente y con decidida voluntad en la música nacional de Polonia; también y casi siempre en la pasión belcantista que siempre alimentó su universo creativo.
Chopin crece y bebe del gran clasicismo, pero también del lejano barroco y de su entorno inmediato. Su admiración ante el virtuosismo instrumental de Paganini era sólo equiparable a la fascinación que siempre sintió por la melodía belliniana, cuya incidencia resulta particularmente palmaria en los nocturnos. En este sentido, Chopin combina con asombrosa armonía su inclinación belcantista con la búsqueda de una sonoridad, de una expresión acústica que sentará las bases del impresionismo y, a través de él, de la música del siglo XX, desde Messiaen a Takemitsu o Mompou.
Un artista aparte
A pesar de ser uno de los compositores más populares de la historia de la música, Chopin es, al mismo tiempo, uno de los músicos más erróneamente apreciados. Un artista aparte, sin el menor parecido con cualquiera de los músicos de su tiempo, como reconocía su amigo Héctor Berlioz. Detrás de su aspecto asequible que parece tocar directamente al corazón sensible del oyente, su música oculta una personalidad “honda y violenta como un cráter en el océano”, por utilizar la expresión de su paisano Ignacy Jan Paderewski. “A Chopin”, escribe su amante George Sand, “no lo conoció, ni lo conoce todavía, la gran masa. Será menester que se operen grandes progresos en el gusto de la inteligencia del arte para que sus obras se popularicen. Llegará un día en que todo el mundo sepa que aquel genio tan inmenso, tan completo, tan sabio como cualquiera de los grandes maestros que asimiló, encerraba una individualidad más exquisita incluso que la de Johann Sebastian Bach, más poderosa todavía que la de Beethoven, más dramática incluso que la de Weber. Es como los tres juntos, pero también él mismo, es decir, más refinado en el gusto, más austero en la grandeza, más desgarrador en el valor”. Hoy, 200 años después de su nacimiento, estas palabras quizá exageradas se mantienen vigentes. Su modernidad implacable permanece intacta. Sin embargo, ni la musicología ni los maravillosos intérpretes que en los últimos decenios han acometido la obra de Chopin desde perspectivas alejadas de la cursilería han logrado ubicarle en el puesto que le corresponde entre los más rotundos innovadores de la historia de la música.