Sandro según Javier Martínez
Estoy anonadado y todo esto es una gran pena porque era un gran amigo. Nos conocimos en La Cueva, cuando él se transformó en el alma mater del lugar, que dejó de ser un club de jazz llamado La Cueva de Pasarotus y pasó a ser La Cueva de Sandro. Era su época rockera, con Sandro y Los de Fuego. El contacto inicial lo tuvo Pajarito Zaguri, que lo conocía de las salas de ensayo en Callao 11, y en La Cueva estábamos Miguelito Abuelo, Pipo Lernoud y Moris. Nosotros éramos apenas profesionales y él ya actuaba en televisión y se vestía con ropa de cuero y bailaba. De toda la barra, Sandro era el único que estaba en la fama, pero no le teníamos envidia, sino que lo admirábamos, y nos enseñó los secretos de la profesión. Estar al lado de él fue toda una escuela, porque nunca se le subió el estrellato a la cabeza. Era un rockero de primera y aprendimos mucho con él, no sólo del rock and roll sino de la vida, con máximas como “Que hablen, mal o bien, pero que hablen”, o “Cuando subo al escenario soy Sandro y cuando bajo soy Roberto Sánchez”.
Yo conocí la humildad del tipo, su simpleza y falta de ego. Con el tiempo nos hicimos muy amigos, de verdad, y compartimos años de bohemia en los bares del Bajo, en los centros nocturnos de la calle 25 de Mayo casi Reconquista, ahí por la parte baja de la City. Sandro aparecía en La Cueva con un auto sport descapotable y a veces me decía: “¡Vamos a los boliches!”. Yo era cero cholulo y muy discreto.
Sandro iba a La Cueva todas las noches. Caía bien tarde y se ponía a cantar algún tema de Little Richard, Elvis o Jerry Lee Lewis con la banda que estaba ahí o con su propio grupo, con Adalberto Cevasco, Hebert Orland, Bernardo Baraj y Fernando Bermúdez, de quien me hice amigo y a veces me pedía que lo cubriera si tenía una salida. Entonces Sandro me reconoció como baterista, un día nos pusimos a hacer “All Shook Up” y le gustó tanto que me llevó a la CBS para grabar. ¡Y para mí fue toda una aventura porque ni había entrado en El Grupo de Gastón y ni soñaba con hacer Manal! Conocí el estudio de la calle Paraguay, con Héctor Techeiro como productor. ¡Así que en realidad mi debut discográfico fue haciendo coros con Sandro!
Me gusta hablar de la parte humana, porque la parte artística ya se conoce. A lo sumo, hubo seudo críticos e historiadores que en un momento se olvidaron del lugar de pionero que tuvo en el rock nuestro. Sandro fue el primero de todos. Después vinieron los demás: Los Pick Ups y Los Tamis, todos con el repertorio de Elvis en castellano, pero él lo hizo primero y recontra bien. Tenía toda esa data muy clara y armó unas bandas que sonaban fenómeno. Y en su casa, con amigos, tocaba el piano como Little Richard, perfecto. Y era un muy buen guitarrista rítmico.
Recuerdo que una vez tuvimos un show en el Rowing Club de Tigre, fuimos a pedirle una guitarra, nos prestó todos los equipos y Moris tocó con esa viola. También nos dio la data precisa para comprar la primera Telecaster de Manal, cuando Pipo cobró los derechos de autor de “Ayer nomás”, que era el lado B de “La balsa”. Siempre nos ayudó a todos y nos aconsejó a todos.