La obra del creador revolucionario Víctor Jara, asesinado durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, aún llega al alma popular a 36 años de su muerte.
Icono irremplazable en todo el firmamento cultural y artístico, Jara es recordado como uno de los más importantes compositores chilenos.
Nacido el 28 de septiembre de 1932, Jara dedicó su vida a la música, el canto, a las artes escénicas. Pero además de artista fue un destacado militante del Partido Comunista de Chile, y fue miembro del comité central de las Juventudes Comunistas de esa nación suramericana hasta el momento de su asesinato.
Su canto fue silenciado luego del golpe de Estado contra Salvador Allende encabezado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Jara es llevado al centro de detenciones ubicado en el Estadio Nacional de Chile, donde también estuvo recluida la actual mandataria chilena, Michelle Bachelet.
Al momento de su detención, Jara se encontraba en la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo, donde cantaría en la inauguración de una exposición, desde la cual se dirigiría al país el presidente Allende.
Durante su estadía en el Estadio Nacional, el artista escribió un poema que sirvió de testimonio de la situación en la que estaban los prisioneros de ese centro de detenciones, el cual tituló Somos cinco mil.
El 10 de septiembre de 1973 recibió una invitación para la exposición “Por la vida. Contra el fascismo”, que debía inaugurarse al día siguiente en la Universidad Técnica. Allí tenía que intervenir Salvador Allende e iba a cantar Víctor Jara.
Pero el 11 de septiembre la exposición no se inauguró. Salvador Allende hizo aquel día su último llamamiento al pueblo y no en el Foro de la Universidad, sino en el palacio de La Moneda.
El nuevo comandante en jefe, general Pinochet, que en vísperas había jurado fidelidad al presidente Allende, encabezó el golpe. Fascista encubierto con la máscara constitucionalista, Pinochet dio orden de asediar el palacio de La Moneda.
En estas condiciones Allende no se creyó con derecho a llamar al pueblo inerme a la lucha.
Quería evitar un derramamiento inútil de sangre, pero decidió aceptar desigual combate en La Moneda. Sabía que con un puñado de los defensores del palacio no podría alcanzar la Victoria militar. Pero el presidente estaba convencido de que el combate que libraría defendiendo el mandato del pueblo, sería una Victoria moral y política de la Unidad Popular.
No quería ver derrotada la bandera de la revolución, sino dejarla bien alta. El mandatario del pueblo prefirió morir arma en mano antes que capitular frente a los fascistas, estaba seguro que su muerte no sería estéril.
“Ante los hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”
En medio de los cañonazos salió al aire la canción de Sergio Ortega "El pueblo unido", interpretada por Quilapayún.
Y ahora el pueblo
que se alza en la lucha
con voz de gigante
gritando: ¡Adelante!
¡El pueblo unido
jamás será vencido!
Víctor alcanzó a llegar a la Universidad cuando los militares golpistas ocupaban las posiciones claves en la capital.
Por la noche la Universidad fue rodeada por soldados en carros blindados. Toda la noche estuvieron preparándose para el ataque como si tuvieran delante una fortaleza militar. Después del intenso cañoneo, los soldados irrumpieron en el edificio y emprendieron a culatazos con los estudiantes. A Víctor junto con otros estudiantes los obligaron a tenderse en el suelo boca abajo.
-Al que se mueva le vuelo la cabeza - gritaban los oficiales.
Allí estaba Víctor Jara, sentado en una silla de madera, extenuado, con rastros de azotes en la frente y las mejillas. De vez en cuando los guardias venían por él y se lo llevaban a no sé dónde.
En mayo del 2009, confesó el asesino de Victor Jara, escalofriante confesión.
Un autor material del asesinato del cantautor confiesa y apunta a otros culpables.
Señala al ex oficial Nelson Haase como 'El Príncipe', el autor intelectual.
Un autor material del asesinato del cantautor confiesa y apunta a otros culpables. Señala al ex oficial Nelson Haase como 'El Príncipe', el autor intelectual. Gracias a su confesión se han reconstruido los momentos anteriores y posteriores al crimen.
Si el asesinato del cantautor chileno Víctor Jara fuera un rompecabezas, la detención hace unas horas de uno de los soldados que presuntamente apretó el gatillo aquel día sería la pieza magistral, la que pone la resolución en bandeja. La noticia, develada de que el ex conscripto (soldado recibiendo instrucción militar obligatoria), José Adolfo Paredes Márquez, detenido días antes junto a su compañero Francisco Quiroz Quiroz, era procesado por la muerte de Jara, ha convulsionado a la sociedad chilena y ha precipitado una investigación varada después de 36 años.
Quién iba a decir que hace tan sólo unos meses un juez desganado estuvo a punto de cerrar para siempre el caso con un solo procesado, el comandante César Manríquez Bravo, jefe del improvisado campo de prisioneros que se instaló en el Estadio de Santiago de Chile durante los primeros meses de la dictadura de Pinochet en 1973. Paredes Márquez, no sólo ha confesado que participó en el crimen, sino que ha dado nombres y relatado lo que ocurrió aquella noche del 15 de septiembre.
Tres mil personas corrieron la misma suerte que el autor de 'Te recuerdo Amanda'.
Cristóbal Peña, miembro del Centro de Investigación Periodística y experto en el caso de Víctor Jara, considera que hay que ser "cautos" a la hora de analizar estos acontecimientos, ya que se trata de un caso que "ha durado muchos años y ha pasado por las manos de varios jueces", a pesar de que, es uno de los asesinatos que "ha contado con más testigos" de la historia (en referencia a las 5.000 personas que estaban retenidas en el Estadio de Chile en esos momentos).
Sin embargo, no niega la importancia del hito ya que "es la primera vez que se acusa a un involucrado directo" en la muerte de Jara, aunque sólo se trate del "último eslabón de la cadena", ya que sólo así se han conseguido resolver los casos de Derechos Humanos.
A pesar de la cautela mostrada en los primeros momentos por todos los conocedores del caso, los resultados de esta detención han sido impresionantes y, en menos de un día, han permitido reconstruir las últimas horas del mítico cantautor y, lo más importante, dar un paso más hacia 'El príncipe', un personaje envuelto en una nebulosa de realidad y leyenda, al que se le atribuye la orden de torturar y acribillar a Víctor Jara debido a sus ideas políticas.
A partir de la declaración de Paredes y otros conscriptos, unido a otros testimonios, entre ellos el de Joan Turner, viuda de Jara, el CIPER ha reconstruido lo que ocurrió antes y después del asesinato, que hoy está más cerca de resolverse. Paredes confiesa que, estando como centinela en una habitación de la cárcel del estadio, vio llegar a los prisioneros y, detrás de ellos, a un teniente, Nelson Edgardo Haase, y a otro subteniente.
También presenció las torturas y vejaciones a las que fue sometido, ensañándose en especial con sus manos, con las que tocaba la guitarra.
El ex conscripto detenido sostiene que "fue testigo del minuto preciso en que el mismo subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor".
Según su relato, el disparo le atravesó el cráneo y lo dejó al borde de la muerte. Fue entonces cuando el subteniente le ordenó a él y a otros compañeros que vaciaran sus cargadores en el cuerpo de Jara. En su autopsia se contabilizaron hasta 44 heridas de bala, que le remataron. En su confesión, Paredes asegura que "todo lo que ocurrió fue presenciado por Nelson Haase, quien se encontraba sentado detrás del escritorio de interrogación.
Pocos minutos después, el mismo subteniente que le disparó en la cabeza solicitó el retiro del cuerpo. Llegaron unos enfermeros con camilla, lo levantaron y metieron al interior de una bolsa y luego lo cargaron hasta la parte trasera de un vehículo militar estacionado en el patio trasero del recinto, al costado nororiente", recoge el CIPER en un artículo.
La prensa chilena sostiene que José Alfonso Paredes Márquez, de 55 años, puso mucha resistencia a su confesión. Sin embargo, una vez que se derrumbó ante el juez contó, en tiempo récord, todo lo que había mantenido en secreto durante más de tres décadas, ocultándoselo incluso a su propia esposa.
"También hizo una aclaración ante el juez: durante los días posteriores al golpe, y como trabajaban casi 24 horas al día, la oficialidad les entregaba estimulantes para evitar el sueño y el hambre, por lo cual su relato podía no ser exacto en las fechas", explica el CIPER.
Joan Jara, la viuda del cantautor, sostuvo que "la justicia se acerca a la verdad" y recordó que su querella original fue contra Pinochet. "Acá hay otros culpables. Son la gente que mandó disparar y torturar". Para el abogado querellante Nelson Caucoto, donde "hubo acción de un conscripto hay la orden de un oficial y deben ser tratados con el máximo de rigor de la ley, porque los soldados sólo fueron la carne de cañón".
Albañil, jardinero y camarero de un restaurante en San Sebastián, un balneario a cien kilómetros de la capital, Paredes alegó que "yo sólo era un pelao nomás" cuando era trasladado a la cárcel de alta seguridad y pidió "buscar a los altos mandos".
La figura del 'Príncipe': una leyenda desdibujada
Pero, a pesar de la magnitud de la confesión, lo cierto es que, por ahora, Paredes, que en el momento del asesinato contaba con 18 años, es el único implicado. "No tengo la sensación de que un joven de 18 años pueda tener toda la culpa", aseguraba ayer Joan Turner tras conocer los hechos.
En la misma línea se pronunciaba el abogado de la acusación, Nelson Caucoto. "No es nuestro interés perseguir a los conscriptos, y a mí me interesa dejarlo muy claro, los conscriptos son una parte dentro de todo el eslabón, que es la parte más débil y más vulnerable y a quienes no podemos hacer responsables, a mí me interesan los jefes", entre los que se encontraría 'El Príncipe'.
El mito acerca de un desalmado oficial del Ejército, fornido, de más de 1,80 metros de alto, con ojos claros y pelo rubio, ha crecido a lo largo de los años. El apodo vendría supuestamente de una anécdota ocurrida en el Estadio de Chile en los días posteriores al golpe, cuando el alto mando militar habría asegurado que no necesitaba micrófono para referirse a los más de 5.000 presos, porque tenía "voz de príncipe".
En estos años, la identidad del sujeto ha sido atribuida a varios ex militares que tuvieron alguna relación con la prisión política que se instaló en el estadio chileno. Algunas acusaciones cobraron tanta fuerza que, en los últimos años, se daba casi por hecho que 'El Príncipe' era el soldado Edwin Dimter Bianchi, cuyas características físicas se correspondían con las del cruel personaje.
En respuesta a estos señalamientos, el mismo Dimter se encargó de dar pistas de otros oficiales del ejército con rasgos parecidos a él. Uno de ellos fue precisamente Haase Mazzei, hoy ya considerado como el autor intelectual del asesinato.
Demostrar su culpabilidad podría ser difícil ya que, para empezar, él lo niega. "Yo nunca estuve en el Estadio Chile y no conozco a ese caballero", sostuvo en una entrevista en el diario La Nación. Según él, el día de la muerte de Víctor Jara, estaba en el sur del país.