No importa que en Cuba se haya publicado a Sartre o a Solzchenitzyn, eso incluso es grave que se ponga como un mérito. La literatura es un misterio que no puede
participar de estas mezquindades políticas de ocasión.
Reinaldo Arenas.
Conversación con Reinaldo Arenas
Tesis:
Nos proponemos en este trabajo académico aplicar las teorías sobre el género y el espacio literario a dos relatos de Reinaldo Arenas, "Comienza el desfile" y "Termina el desfile", incluidos en su libro Termina el desfile. Intentaremos demostrar cómo los relatos se avienen a los postulados fundamentales de las teorías de Blanchot y Bachelard, así como al principio de marginalidad identificado por Stockinger.
El escritor y su época
Reinaldo Arenas y Fuentes nace en Cuba en 1943, en un caserío de campo imprecisamente ubicado en la parte norte de la provincia de Oriente. Nace en el seno de una familia de campesinos pobres, en una casa atestada de tías divorciadas, con dos abuelos al frente de la familia y de las múltiples vicisitudes que la miseria impone. Su infancia transcurrió en este lugar desamparado, primitivo y remoto aunque pródigo en vivencias y supersticiones que colmaron su mente de niño de campo. Su nacimiento coincidió con el primer período de la presidencia de Fulgencio Batista (1940-1944), quien había ganado las elecciones de junio de 1940 aunque sin el voto libre del nuevo Código electoral de la Constitución de 1940, el cual entraría en vigor en octubre de ese mismo año. En su libro Motivos y Culpables, el historiador José López Vilaboy considera que, a pesar de todo, las elecciones fueron honestas.
En 1952, cuando Arenas tenía nueve años, Fulgencio Batista decide dar un golpe de estado al presidente constitucional Prío Socarras (1948-1952), quien le entrega el poder al sargento sin la menor resistencia. Se inicia así el período de la dictadura militar que contaba con el apoyo y la anuencia del gobierno de los Estados Unidos. En 1958, "por aburrimiento y fatiga", como nos dice el crítico Roberto Valero en El desamparado humor de Reinaldo Arenas (13) el joven Reinaldo decide unirse a las bandas de rebeldes castristas en las sierras de Gibara, en la provincia de Oriente. Pasa todo un año en la insurrección, bajo las órdenes del Comandante Eddy Zuñol. Con el triunfo de la revolución castrista en 1959, Arenas obtiene una beca del nuevo gobierno en el poder y estudia la carrera de Contabilidad Agrícola, la que empieza a ejercer en una granja avícola en las mismas faldas de la Sierra Maestra. La institucionalización de la nueva dictadura tomaría menos de una década. Arenas comprende en seguida que se trata de otra dictadura militar pero aún más envilecida y feroz que la anterior. Por ello, años más tarde, exiliado en los Estados Unidos, a Arenas le gustaba afirmar que había pasado toda su vida entre dos dictaduras. Los años 60 y 70 fueron para Arenas dos décadas sumamente difíciles: a medida que su nombre y su obra se abrían paso en los círculos literarios de Occidente, las vicisitudes que el escritor padecía en Cuba eran cada vez mayores, tal vez proporcionales al éxito que su obra adquiría fuera de la isla.
Dado que vivimos en las postrimerías del siglo XX, hemos considerado superfluo debatir en este trabajo la libertad de creación que tuvieron o no los escritores cubanos que hicieron su obra dentro del torbellino revolucionario iniciado en Cuba en 1959. Nos limitaremos a repetir la famosa frase emitida por el propio Fidel Castro en su discurso a los intelectuales cubanos, el que pronunció en la Biblioteca Nacional de Cuba en 1961: "con la Revolución todo, contra la Revolución, nada" (Cabrera Infante 88). Indudablemente, los temas de la obra de Reinaldo Arenas caían dentro de la segunda parte de la máxima castrista. Y ese atrevimiento hizo que el escritor pagara un precio muy alto y personal por cada una de sus páginas. Reinaldo Arenas escapa de Cuba en 1980, a través del éxodo del Mariel. Se establece en la ciudad de Nueva York desde donde despliega una intensa labor intelectual. En 1990, en etapa final del SIDA, se suicida en su apartamento de Manhattan.
Esta podría ser, a grandes rasgos, una descripción desapasionada de la vida del escritor cubano. Podríamos convenir que el castrismo se empeñó en destruirlo por distintas vías, incluso por la vía del ostracismo, manera excelente de liquidar a un escritor lúcido. Pero hay más. Entre otras cosas, el castrismo es una de las innumerables caras de nuestra nación-pueblo. En él se aglomeran siglos de intolerancia y delirio, de crueldad y demencia, de horror y machismo. Llegados a este último término, no debemos pasar por alto la condición de homosexual confeso que portaba Reinaldo Arenas en medio de una sociedad eminentemente machista. Ser escritor en la Cuba revolucionaria es ya algo delicado pero ser un escritor homosexual y vivir orgulloso de ello es ya de manicomio. Reinaldo Arenas parecía ignorar el enjambre de leyes (escritas o disueltas en el subconsciente colectivo), preceptos, diatribas o cláusulas que conformaban no sólo la represión oficial sino la moralidad cubana más tradicional. Alguien deberá ahondar algún día en el estoicismo con que este novelista cubano asumiera su conducta sexual en medio de una sociedad y un sistema irreconciliables con esos parámetros.
Baste decir que Reinaldo Arenas no aceptó pasivamente que ni el castrismo ni la sociedad cubana actual lo despojara de sus derechos sexuales o intelectuales (sus derechos humanos) tan mansamente. Su venganza fue una obra escrita en medio de la desesperación y la locura. Estos escritos recogen el horror padecido no sólo por él sino por gran parte de su generación. Y en esa medida su triunfo ha sido rotundo.
Su obra
Reinaldo Arenas vio en la narrativa el género ideal para organizar y exponer su credo ideo-estético y su propio mundo individual. Entre sus novelas se destacan Celestino antes del alba (1967), El mundo alucinante (1969), El palacio de las blanquísimas mofetas (versión en español aparecida en 1980), La vieja Rosa (1980), Otra vez el mar (1982), Arturo, la estrella más brillante (1984), La Loma del Ángel (1987), El portero(1989), Viaje a La Habana (1990). Dentro del género cuento escribió: Con los ojos cerrados (1972) y el volumen que nos ocupa, Termina el desfile (1981). También cultivó la poesía: El central (1981) y Voluntad de vivir manifestándose (1989). Escribió el libro de ensayos Necesidad de libertad (1986). También dio a la estampa cinco piezas de teatro recogidas bajo el título Persecución (1986). Y no debemos dejar de mencionar los cientos de artículos, reseñas, ensayos, comentarios, crítica literaria y escándalos que aparecieron en decenas de publicaciones continentales. Las traducciones y las ediciones de su obra han sido múltiples.
Comparando sus cuentos con su prolífica producción novelística, se hace evidente que Arenas cultivó el primer género en menor escala. Sin embargo, hemos encontrado útil el hecho de que se haya dedicado a escribir cuentos en menor proporción. Termina el desfila recoge nueve cuentos escritos a lo largo de tres décadas y en diversas etapas de la vida del autor: ocho de ellos escritos mientras el escritor residía en Cuba; y el último (que da título al libro) escrito fuera de Cuba, cuando ya el escritor estaba exiliado. De este modo podemos comparar, dentro de un mismo volumen, el discurso del narrador dentro y fuera de la dictadura.
Ocho de los cuentos recogidos en Termina el desfile (a excepción del cuento de título homónimo) aparecen por primera vez en Uruguay, en 1972, bajo el título Con los ojos cerrados (Editorial Arca). El libro recoge los cuentos: "Comienza el desfile", "Con los ojos cerrados", "A la sombra de la mata de almendras", "Bestial entre las flores", "La vieja Rosa", "El reino de Alipio", "El hijo y la madre" y "Los heridos". Arenas no llegó a ver en Cuba ni un solo ejemplar del libro publicado. Años más tarde este libro pasaría al centro de una encendida polémica entre el autor cubano y el crítico uruguayo Ángel Rama. La polémica se originó a raíz de una publicación del Center for Inter-American Relations, con base en Nueva York, dedicada a la obra de escritores latinoamericanos en el exilio pero que, según Reinaldo Arenas, hacía caso omiso de los escritores cubanos exiliados. El señor Rama contestó que no él sino Arenas recibió sueldo del Center. Y fustiga a Arenas con el derecho del Center de publicar a los escritores marginados por las dictaduras de derecha. Rama afirma que ayudó a Arenas a publicar su libro Con los ojos cerrados en el Uruguay. Esto provoca la furia de Arenas quien publica un enorme trabajo ("Una rama entre la delincuencia y el cinismo") contra Ángel Rama en el periódico neoyorquino Noticias de Arte.
Con los ojos cerrados evoluciona hacia Termina el desfile cuando la editorial Seix Barral lo publica en 1981, haciéndole un importante cambio: la nueva edición incluye todos los cuentos de la edición de 1972 más uno escrito fuera de Cuba, "Termina el desfile" (1980). Este, por supuesto, no apareció en la edición uruguaya. El presente estudio se basará en la edición de Seix Barral de 1981.
Los nueve cuentos incluidos en este volumen podrían pertenecer a una especie de ciclo. Los nueve tienen temas comunes y reiterativos como lo son el sentimiento de estafa (a nivel político y a nivel humano), la imposibilidad de amar a alguien, la asfixia dentro del seno familiar, la familia como una extensión de la opresión política, la relación amor-odio con la madre, el tono homosexual, el humor en medio de las situaciones más trágicas. Sin embargo, los cuentos que abren y cierran la edición están muy relacionados pues ambos parten de experiencias vividas por el propio autor: ambos dan testimonio de primera mano de acontecimientos históricos en que Arenas ha participado directamente. O sea, tienen características autobiográficas.
En "Comienza el desfile" se relata la entrada de los rebeldes en la ciudad de Holguín (hecho en el que el propio Arenas participa) y en "Termina el desfile" se relatan los acontecimientos acaecidos en la Embajada del Perú en La Habana en 1980 (diez mil personas desafían al gobierno asilándose en esta sede consular), hecho que toca muy de cerca la vida del autor (su amigo, Lázaro Gómez, a quien dedica el cuento, logra penetrar las cercas de la embajada peruana) desatándose con ello un nuevo nudo de conflictos. Además del argumento narrativo que Arenas nos presenta en estos dos cuentos claves, el lector se queda con un valioso fresco de la realidad cubana de esos años. Compartimos la tesis de Roberto Valero cuando explica: "El último cuento elimina las posibles connotaciones positivas de los cuentos anteriores" (288). En efecto, la explosión verbal y el delirio de "Termina el desfile" nos dice que los ocho cuentos anteriores han sido escritos por un autor amordazado y cauteloso.
Inicio del desfile areniano
Como hemos dicho, el primer y el último cuento del libro son claves para nuestro proyecto académico. "Comienza el desfile" no tiene un solo punto y aparte; constituye un gran bloque narrativo o un enorme párrafo único. Su estructura podría acercarse más a la del relato que a la del cuento. Desde las primeras líneas el lector es arrastrado por el torbellino de una multitud que avanza hacia alguna parte. El narrador omnisciente describe a los personajes más significativos que integran el tumulto que avanza. Se trata en realidad de un desfile (y del júbilo del desfile) que parece conmemorar la entrada de los rebeldes en la ciudad de Holguín y por extensión, el triunfo de éstos contra la tiranía de Batista. Sin embargo, en esta masa uniforme y aparentemente alegre, Arenas coloca personajes-individuos que no comparten ese júbilo o que lo comparten de una manera inaceptable para el poder revolucionario. Al final del cuento ocurren dos incidentes que apuntan en esa dirección: el protagonista, un joven rebelde que al principio también integraba el desfile, desiste de continuar en él porque, según sus propias palabras, "Estoy cansado" (20) y tira la bandera cubana que portaba en el baño. Después el joven se da una ducha y el agua con que se ducha "rueda por mi cuerpo, llega al suelo completamente enrojecida por el polvo."(énfasis nuestro) (21). El personaje protagónico ha sufrido una especie de desencanto tras convivir y luchar junto a los rebeldes, junto a los nuevos héroes, a quienes encuentra vulgares y envilecidos. Pero la censura oficial castrista no pasó por alto ese adjetivo ni el cansancio repentino del joven (en términos socio-políticos cubanos: apatía, desinterés, traición a la patria). El relato no fue publicado nunca en Cuba y el nombre de su autor pasó a engrosar la lista de los decepcionados con el proceso castrista.
El relato tiene además un sutil tono homosexual. El protagonista encuentra entre los rebeldes a un amigo con quien se siente feliz y compensado aunque de una manera platónica. La mera alusión a este fenómeno en la Cuba revolucionaria de la primera mitad de los años 60 es de implicaciones peligrosísimas. En 1965, el castrismo inaugura en Cuba los tristemente célebres campos de concentración UMAP, diseñados para desafectos políticos y para homosexuales en su gran mayoría. Arenas lanza su reto y su protesta a pesar de las circunstancias tan desfavorables que reinaban en el país. Aunque el cuento no se publicó nunca en Cuba, éste circuló clandestinamente entre los escritores y militares de la isla.
"Comienza el desfile" relata, en un estilo y un tono que quisieran parecer revolucionarios, toda la violencia que caracterizó al proceso castrista en sus inicios, así como el aniquilamiento del ser humano como individuo. Llegamos al nacimiento de la masa, término genérico y demagógico, realmente novedoso dentro de la literatura cubana, con el que el castrismo pretende aniquilar la manifestación individual dentro de la sociedad cubana.
El fin del desfile
Uno de los primeros textos que compone Reinaldo Arenas en suelo norteamericano es precisamente "Termina el desfile", el último relato incluido en la edición de Seix Barral. El estruendo verbal del texto es apoteósico. Al igual que "Comienza el desfile" este relato es un apretado bloque narrativo sin un solo punto y aparte. Sospechamos que la intención del autor al utilizar la misma estructuración que en el relato inicial es decididamente premeditada: el texto imita la atmósfera apresurada y violenta de una multitud enardecida y desesperada. Ambos episodios son "carnavalescos" en el concepto bakhtiniano del término.
"Termina el desfile" comienza con alguien que persigue una lagartija para comérsela en medio de una multitud de seres hacinados y mugrientos. A medida que el cuento avanza, el lector se entera de que los seres hacinados y hambrientos son en realidad refugiados que ocupan los predios de la Embajada del Perú en La Habana, cuando en abril de 1980, miles de cubanos buscaron asilo en esa sede consular debido a que el gobierno cubano retiró los guardias de protección de la embajada por espacio de unas 48 horas. En menos de dos días entraron a la embajada 10, 800 personas, todas los que cabían por centímetro cuadrado de espacio. La lagartija salta por entre los cuerpos magullados y la narración también salta de la embajada al cuarto que ocupa el innominado protagonista (cualquier cubano). El protagonista tiene un amigo íntimo que lo visita frecuentemente en este cuarto inhóspito en la parte vieja de la ciudad. Las calamidades que viven los personajes no son solamente incómodas sino enloquecedoras. La narración salta constantemente del cuarto inhóspito a la Embajada peruana donde el amigo busca al protagonista (o viceversa pues a ratos el uno parece convertirse en el otro) entre los asilados. Pero el amigo no está entre ellos. Hacia el final del cuento, el protagonista se agarra a la cerca de alambres de la embajada esperanzado en ver llegar a su amigo. Sin embargo, el amigo nunca entra a la Embajada. Entonces el protagonista descubre al amigo entre las hileras de policías uniformados del régimen, formando parte de ellos. Descubrir al amigo como lo que es, un policía del régimen, provoca en el lector (y acaso en el protagonista) una violenta sacudida.
En este relato, al contrario de "Comienza el desfile", los ataques contra la dictadura son directos y demoledores, algo que tal vez sea menos interesante desde el punto de vista literario. El protagonista se adentra en angustiosas disquisiciones filosóficas sobre el sentido de la vida en la sociedad cubana actual donde al parecer ninguna necesidad es superior a la necesidad de sobrevivir. El lector concluye que no hay mucha diferencia entre la realidad que padecen los refugiados hacinados en la Embajada del Perú y la que padecen los demás cubanos fuera de las cercas de la embajada peruana. A ratos el autor confunde a propósito el espacio donde transcurre la narración precisamente para alertarnos sobre la calidad de lugar sitiado en que vive todo el pueblo de Cuba.
El autor se ha quitado la máscara que se había puesto cuando escribió el primer cuento del libro, cuando vivía dentro de la dictadura. Los resultados estéticos son variados. Es evidente el enriquecimiento del lenguaje en esta segunda parte de la vida del autor. Percibimos también una disminución en las tensiones literarias dentro del texto de "Termina el desfile" (tal vez porque el peligro al que se ve sujeto el escritor de carne y hueso también se haya reducido). Por ejemplo, el protagonista no sugiere que el amante pueda ser un policía del régimen sino que lo nombra y lo describe como tal (173). El mensaje político del primer relato es menos evidente, está mejor encubierto; decodificarlo en toda su extensión requeriría hasta de cierta complicidad histórica. En "Termina el desfila", el texto prescinde de estas sutilezas pues el lector es informado de los pormenores de la traición del amante. Aunque somos partidarios de la tesis de que la literatura no es más importante que el hombre, "Termina el desfile" no brinda al lector —ni le sugiere— la existencia de un segundo nivel interpretativo con una elaboración técnica más refinada o sutil. En ese relato el lector queda plenamente informado de todo lo que acontece en el relato, por lo que no es necesario un análisis más detallado o profundo del texto en cuanto al argumento se refiere, algo que sí existe en "Comienza el desfile", escrito cuando el autor vivía bajo la dictadura. El relato está lleno de cautela, de sugerencias que enriquecen el ambiente y las tensiones literarias de la narración.
El tono homosexual de "Termina el desfile" es más abierto, más carente de misterio que el presentado en "Comienza el desfile". El amigo es el único ser en el mundo a quien el protagonista le confía secretos personales, cosas políticamente comprometedoras en Cuba como por ejemplo el lugar donde el protagonista oculta los manuscritos que ha ido escribiendo (160-164). Como el amigo es un policía, o sea un agente del régimen opresor, algo que el protagonista y el lector ignoran hasta el final de la narración, se desprende que la Seguridad del Estado está al corriente de los pormenores políticos, ideológicos, sexuales y de toda índole de la vida del protagonista. El amigo lo ha espiado, lo ha "vendido" miserablemente haciéndose pasar todo ese tiempo por su amante. Esta información viene dada a través de grandes monólogos y de un metalenguaje implícito que se acerca a la denuncia (164-170). Sin lugar a dudas podemos decir que el sentimiento de estafa, de traición (a nivel humano y a nivel histórico), así como la imposibilidad no sólo de amar a alguien sino de confiar en alguien, temas constantes en la obra del autor, están más presentes en este relato que en el primero del libro.
Análisis a partir de las teorías del Género:
En su ensayo "Homotextuality: a Proposal", Jacob Stockinger analiza los distintos tipos de prejuicios que ha experimentado la crítica literaria frente al texto de escritores minoritarios, entre los que incluye los textos de autores homosexuales o "gays". Uno de los prejuicios es la identificación de texto y autor como una unidad intrínseca. Este prejuicio ha hecho que la literatura de autores "gay" se analice a partir de la orientación sexual del autor y no a partir del texto mismo. Stockinger acepta los calificativos de "homotext"y "homotextuality" en la medida en que éstos se empleen con el objetivo dual que a continuación citamos:
"to raise conciousness by contrast about the unspoken assumption (...) and to minimize the abuses of well guided but misled apologists for minority sexuality in literature" (Crew 138).
En ese mismo ensayo el autor analiza los distintos tipos de técnicas que podrían ayudar en la crítica de esa literatura. Técnica es la palabra que mejor define este tipo de crítica pues no se trata de ninguno de los conocidos métodos críticos como el formalismo, el decontructivismo o el estructuralismo sino de aplicaciones que facilitan un estudio más detallado de este tipo de literatura y que pueden ser utilizadas siguiendo cualquiera de los métodos mencionados. En esta medida creemos, con Stockinger, en la existencia de un homotexto en los cuentos de Reinaldo Arenas que escogimos para este estudio.
Espejos y homotextualidad
Un análisis de los cuentos de Reinaldo Arenas a partir de los conceptos de la crítica en cuanto al género arroja que los textos incluidos en Termina el desfile acusan la mayoría de las características que ese tipo de crítica subscribe. Uno de los primeros pasos a seguir en este análisis podría ser el comprobar si en efecto es cierta la existencia del homotexto dentro de los textos que componen el libro. Uno de los símbolos inherentes al homotexto es la referencia textual a espejos, tanto en el sentido figurativo como en el literal. La crítica en cuanto al género conviene que el uso de espejos en el texto, tanto en su concepción física como en la figurativa, es una de las características del homotexto debido a la naturaleza transformacional de la identidad homosexual. El empleo de espejos en el homotexto no se justifica por pura vanidad ni por la asociación ridícula que con frecuencia se hace (sobre todo desde la perspectiva heterosexual) del desasosiego que puede sentir un homosexual por categorías como la belleza o la juventud sino por algo más profundo: los espejos enfrentan la problemática del Ser con la del Otro, conceptos ambos atrapados dentro de una misma persona, dentro de una misma idea y por lo general en franca oposición entre sí. Hay un perpetuo conflicto entre el Ser y el Otro, el que no es, pero que de cierta forma también es, existe, a veces incluso simultáneamente con el Ser, en una o en varias de sus múltiples versiones.
En "Comienza el desfile" prevalece el concepto figurativo de los espejos pues no existe en este cuento ninguna referencia directa a espejos físicos ni a superficies reflejantes. Sin embargo los personajes más importantes, el muchacho y Tico, son a veces reflejos de sí mismos, personajes que por su cercanía emocional y psicológica parecen a veces un solo personaje. La amistad que los une es tan grande que a veces el uno puede adivinar lo que el otro piensa. Incluso pueden realizar ambos, al unísono, tareas que por lo general se ejecutan individualmente:
"Y ahora ese canto. Un himno. Que tú también cantas. Y hasta yo abro y cierro la boca, como si cantara; pero sin hacerlo. Sudamos a chorro. Sólo que al mes y pico de estar allí llegan los 48 hombres y las 7 mujeres de la Sierra. Llegan enfangados, destruídos por la caminata. Tú y yo le traemos agua en las cantimploras"(Arenas 14) (negritas nuestras)
Otro elemento típico del homotexto es el concepto del voyage o del viaje, del cual se sirven los personajes del homotexto en su traslación de identidad. Según Stockinger, la idea de viaje o movimiento significa "both freedom from condemnation and an impetus to individual, ideosyncratic growth (...)" (Crew 144). En "Comienza el desfile" la idea de viaje, de desplazamiento, de movilidad está presente desde las primeras páginas. El cuento comienza con un tumultuoso desfile que conmemora el triunfo de la revolución castrista:
"Detrás—pero casi junto a mí— viene Rigo, silbando y haciendo rechinar sus botas. Y después, las hijas de los Pupos, con los muchachos de la mano (...) Y más atrás vienen los estradas, y Rafael Rodríguez, y los hijos de Bartolo Angulo y de Panchita, y Wilfredo el bizco (...) Y ya nos confundimos con el barullo que se agranda"
(Arenas 7-8)
En Termina el desfile el homotexto se ha enriquecido con la presencia de símbolos propios a su naturaleza. Encontramos varias referencias a espejos físicos en los que se mira el protagonista del cuento:
"Ahora avanzó un poco más y sus ojos dieron de lleno con sus ojos, con su figura reflejada en el espejo incrustado (atornillado) en la misma puerta de salida al pasillo que se mantenía provisoriamente siempre cerrada" (147)
Y más adelante:
"Y ante ese consuelo, ante esa dicha, se quedó, tal como estaba: un pie en la escalera improvisada, el rostro ya difuminándose frente al destartalado espejo, la cabeza inclinada para no chocar contra el techo de la barbacoa(...)" (151) (bastardillas nuestras)
Tanto en este relato como en el que analizamos anteriormente, el concepto del voyage está presente. Este también comienza con un tumulto vociferante aunque más compacto que el primero, en constante movimiento y repliegue: los asilados de la Embajada del Perú en La Habana en 1980. Los personajes del cuento se mueven —o piensan hacerlo— por la ciudad en ruinas, por el reducido espacio de la sede consular, en automóviles que se estrellan contra la cerca de la Embajada del Perú con la intención de asilarse antes de que el gobierno cierre esa válvula de escape. La narración salta constantemente de un lugar y de un tiempo a otros, en continuos flashbacks (de los predios de la embajada al cuarto inhóspito en que residía el protagonista, de la ciudad al resto del país), dando la sensación de que toda la isla está impregnada de esa desesperación por escapar de ella.
La crítica a partir del género atribuye otros conceptos al homotexto: el del espacio literario, el del lenguaje homotextual y el de la intertextualidad. Veamos estos conceptos individualmente:
Teorías sobre el espacio literario:
Las teorías sobre el espacio literario de Blanchot y Bachelard son particularmente interesantes. Blanchot considera que "the text is essentially steeped in negation and solitude and is autonomous in its separation from non-textual realities" (Crew 142). Blanchot considera que la soledad del escritor deviene de lo que precede al texto mismo. Según el crítico, escribir es una labor solitaria y leer es adentrarse en la confirmación de esa soledad. Bachelard por su parte considera que la soledad creadora no está divorciada del mundo circundante sino en solidaridad con ella. Blanchot concibe el espacio literario como una categoría alienante mientras que Bachelard la ve como una categoría protectora. Para Stockinger, sin embargo, ambas teorías están unidas por la marginalidad, concepto que a su juicio salva y a la vez condena tanto al autor homosexual como a los personajes homosexuales. Estamos de acuerdo con esos planteamientos. El espacio homotextual fluye de espacio estigmatizador a espacio redentor o por lo menos, tolerable. En el homotexto areniano vemos con suma claridad como el espacio literario fluye de su aspecto salvador al condenatorio, dado el estigma de la marginalidad identificado por Stockinger. Veamos algunos ejemplos:
En "Comienza el desfile", el protagonista se mueve del intolerable espacio del hogar materno, repleto de figuras autoritarias y condenatorias como la madre, el abuelo y las tías al espacio salvador de las montañas donde se encuentra Tico y la guerrilla insurrecta. Estos espacios pueden revertir sus categorías: el salvador puede transformarse en condenatorio y viceversa, gracias a la condición de marginalidad que los une y que asumen los personajes en el homotexto. A pesar de que en el texto el desfile pretende conmemorar la victoria de la insurrección armada en cuyas filas militó el propio protagonista, el espacio del desfile se transforma en alienante y doloroso para el personaje protagónico (tal vez porque éste se percata de que todos los elogios de la multitud van dirigidos a Tico y no a él) quien lo abandona para encerrarse en otro espacio, esta vez uno cerrado (y por lo mismo salvador), el baño de su casa —anteriormente un lugar intolerable— donde el muchacho se ducha en la ya comentada ducha en la que el agua corre por su cuerpo completamente enrojecida.
En "Termina el desfile", el espacio literario es constantemente desechado y retomado, como si los personajes lo viciaran en pocos minutos, como si no pudieran resistir por mucho tiempo el martirio de su fijeza.
El lenguaje homotextual
Según Stockinger, "homosexuals have created a minority code out of majority symbols, a minority speech within a majority language" (Crew 145). El crítico afirma que la forma más evidente de esa comunicación de la minoría homosexual es el slang o jerga. Sin embargo, en los cuentos incluidos en Termina el desfile no vemos un empleo profuso de ese tipo de lenguaje codificado. Los personajes se expresan en un lenguaje mayormente convencional, no críptico, de amplio dominio popular. Los personajes no parecen tener la intención de tergiversar u ocultar su discurso, ni sus inclinaciones sexuales dentro de un lenguaje de orden minoritario. Los personajes sí se valen de términos vulgares referentes a la sexualidad, aunque no exactamente desde la perspectiva homosexual. Palabras como maricón, templar, bujarrona, etc. se emplean con extrema naturalidad en los textos pero éstas caen todos dentro de la norma lingüística del cubano, independientemente de la inclinación sexual del parlante.
Con respecto a estas últimas observaciones, y tras la publicación post morten de las memorias de Reinaldo Arenas (Antes que anochezca) no hay que ser un experto en sexología humana para darse cuenta de que Arenas tenía un concepto heterosexual e inmaduro sobre la homosexualidad. En ese libro, Arenas se burla de las locas en los Estados Unidos y llega a nombrar ese mundo con los calificativos de "siniestro y desolado" (133) En ese libro Arenas despliega unas teorías sobre la homosexualidad que rozan con el primitivismo más inquietante. El autor concibe las relaciones sexuales (entiéndase homosexuales) como "la búsqueda de lo opuesto" (133). Y en efecto, Arenas parece concebir esos opuestos como sexos opuestos, esto es, como mujer y hombre, o sea, como una relación heterosexual. Sin lugar a dudas consideramos que esa concepción sobre la homosexualidad puede ser altamente desoladora por la sencilla razón de que la misma no es biológicamente lógica. Armado con esta concepción simplista sobre la sexualidad, Reinaldo Arenas define, enjuicia, cataloga y rechaza la sexualidad del mundo a su alrededor.
Conclusiones
Los nueve cuentos incluidos en Termina el desfile pertenecen a una especie de ciclo enfurecido. La unidad temática de los mismos viene dada por categorías como la violencia, el sentimiento de estafa y de pérdida, la relación amor-odio con la madre y el rechazo a las figuras autoritarias. El referencial histórico está presente en los nueve cuentos del libro aunque el autor se vale con frecuencia de nuevos y cambiantes sistemas de signos. En cuentos como "Comienza el desfile" y "Termina el desfile" la existencia del homotexto es más evidente que en los demás cuentos.
Dadas las preocupaciones metafísicas, existenciales e históricas que plasmó Reinaldo Arenas en Termina el desfile, era imposible que ese discurso pasara desapercibido frente a la minuciosidad de una dictadura científica como la castrista. Sin embargo, valiéndose de cambiantes y recurrentes signos polisémicos, Arenas trató lo mejor que pudo de ser fiel a lo que su mundo interior le dictaba. Pero ese atrevimiento trajo consecuencias muy serias, concretas y hasta trágicas al escritor cubano. Termina el desfile es un libro de cuentos censurable bajo cualquier tiranía porque para Arenas la literatura no es una disciplina artística solamente sino un juego mortalmente en serio, un milagro, un misterio que no puede participar de estas mezquindades políticas de ocasión.
Notas
(1) Asegura López Vilaboy que el triunfo electoral de Batista "lo aseguro [Batista] con la ayuda del General Menocal y sus huestes con el sistema de votación (...) El voto comboyado fue su mejor aliado, tanto así que las elecciones fueron honradas, aunque los auténticos hicieron protestas y amenazaron con poner recursos." (Vilaboy 205)
(2) Un cuento va al grano, tiene una riqueza de contenido y de caracterización psicológica que no las tiene el relato. Aunque ambos cuentan una historia, lo que ocurre en el relato es el centro y el cuerpo del relato mismo, mientras que en el cuento, lo que ocurre puede ser menos interesante salvo como una caracterización del estado mental del personaje. Un buen cuento tiene una profundización psicológica en sus personajes que no tiene el relato. O sea que, aunque podemos escribir una historia como un cuento y también como un relato, el impacto de cada uno de ellos será diferente. El relato no es capaz de mantenernos entusiasmados como lectores por mucho tiempo; no nos convence —no nos conmina— a continuar la lectura de una forma sostenida o continuada pues una vez que se sabe lo que ha ocurrido en el relato —esto es, la historia— como lectores perdemos el interés con respecto a lo que estamos leyendo. Los relatos verídicos —como los que nos pueden ocurrir en la vida diaria— gozan de un interés levemente superior al de los relatos ficticios o inventados, los más débiles desde el punto de vista literario. Estos últimos pueden ser incluso interesantes pero serán siempre escasamente significativos e inferiores al cuento. Ilustremos esta explicación con los cuentos de Washington Irving (o Nathaniel Hawthorne) en el siglo XIX en contraposición con los relatos de Franz Kafka en el siglo XX.
(3) Término de extracción popular en Cuba para denotar a los homosexuales más evidentes.
Obras citadas
Arenas, Reinaldo. Antes que anochezca. Barcelona. TusQuets Editores, 1992.
Termina el desfile. Barcelona: Editorial Seix Barral, 1981.
"Una rama entre la delincuencia y el cinismo." Noticias de Arte. Número especial (Octubre) (1982): 3-8.
Cabrera Infante, Guillermo. Mea Cuba. Barcelona: Plaza y Janés Editores, 1993.
Crew, Lowie, Ed. The Gay Academic. Palm Springs: ETC Publications, 1978.
De Luis Fernández, María Begoña, y Orlando Coré. "El Reino de Alipio de Reynaldo Arenas."El Universo de los escritores cubanos [Revista de la Asociación de profesores jubilados de escuelas universitarias, Madrid] 1 (1995): 30-44.
Montaner, Carlos Alberto. Fidel Castro y la revolución cubana. Madrid: Playor, 1983.
Shaw, Donald L. Nueva narrativa hispanoamericana. Madrid: Ediciones Cátedra, 1981.
Solotorevsky, Myrna. "El relato literario como configurador de un referente histórico." Revista Iberoamericana 4 (1991): 365-369.
Soto, Francisco. Conversación con Reinaldo Arenas. Madrid: Editorial Betania, 1990.
Valero, Roberto. El desamparado humor de Reinaldo Arenas. Coral Gables: University of Miami, 1991.
Vilaboy, José López. Motivos y Culpables. Puerto Rico: ELPRIN, 1973.
Miguel Correa Mujica