Reportaje a Adolfo Bioy Casares
Noticias: ¿Cómo está el alma?
Bioy: Muy bien. Estoy escribiendo cuentos breves, que tienen el
inconveniente que uno los termina pronto, entonces hay que ver si viene
otro.
¿Le duele ser el último Bioy de la estirpe?
Creo que no. Más bien que me gustaría que hublera algún otro que
continuara el apellido en la Argentina. Es un apellido bastante raro,
parece japonés ¿no?
¿Le hubiera gustado tener un hijo varón?
¡Qué sé yo!... Si me hubiera llevado bien con él, me hubiera gustado.
Con mi hija Marta me llevaba blen, compartíamos muchas cosas.
En realidad usted siempre se llevó mejor con las mujeres que con los hombres.
Será porqué me gustan bastante y ellas se sentirán halagadas por eso.
Tampoco soy el campeón mundial de los mujeriegos. He tenido las
necesarias, lo que es mucho.
Si Silvina estuviera viva, seguramente no pensaría lo mismo...
Ella siempre me decía: "Vos siempre volvés a mis brazos porque me amás".
Y era verdad. Pero no se ama de una sola manera, a pesar de que las
mujeres dicen que sí.
¿Hoy existe el amor para usted?
No, existe la amistad. Sería un amor peligroso, el de un viejo
enamorado. Puede suceder, pero generalmente el viejo enamorado es un
viejo burlado, y eso ya no es un amor perfecto.
¿Esto quiere decir que renuncló al sexo?
Estoy haclendo otras cosas, estoy escribiendo. Quiero mucho a algunas mujeres, pero me cuido mucho de enamorarme.
¿Cómo viviría, si fuera joven, el amor en los tiempos del Sida?
Tal vez porque como no corro ese riesgo, no siento miedo. Si este mal
hubiera aparecido en mi época, la vida hubiera sido bastante distinta
para mí. Tuve mucha suerte; es como si hubieran dicho: "Para éste no le
vamos a dar ninguna molestia, no hay enfermedades venéreas incurables,
no hay Sida, no hay límites".
A casi un año de la muerte de Silvina, ¿cómo la siente hoy?
La extraño muchísimo. Me siento culpable de no haber estado más tiempo
con ella, qulzá porque ahora no puedo estar nada. Si por un milagro ella
apareciera, modificaría mi conducta, estaría más atento a ella. Creo
que siempre se mereció más.
Ahora que no está Borges para compartir la pasión por la literatura, ni
Silvina, ni su hija Marta, ¿cuál es su mejor momento del día?
Es muy difícil contestar eso. Quizás al despertar, porque uno comprueba que va a vivir un día más.
¿Sigue teniendo miedo?
Sigo teniendo horror a la muerte. Arrastro esa falencia desde chiquito. No me parece nada simpática.
¿Alguna vez se sintió vencido?
Por ahora no. Ojalá no me dé cuenta el día en que lo esté. Espero
morirme creyendo que voy a seguir escribiendo, que venga la muerte de un
momento a otro. Me gustaría decir, segundos antes de la muerte, lo
mismo que un personaje de un libro que estoy leyendo: "Rápido cochero, a
todo galope, al cielo".
¿Alguna vez pensó en suicidarse?
En algún tiempo me gustó la idea. Era una elegante forma de terminar con la vida. Además, tuve tres tíos que lo hicieron.
¿No lo asusta la idea de morir sin haber escrito algo sobre Borges?
Sí. Lo que pasa es que no sé si sabré hacerlo. Yo fui una de las
personas que mejor lo conoció y me gustaría tratar de comunicar eso a
mis lectores.
¿La literatura sigue siendo lo más importante de su vida?
Sí, porque creo que refleja la inteligencia y la sinceridad de las mejores personas que vivieron sobre la tierra.
¿Por qué esa frialdad en el trato con Ernesto Sábato?
Quizá porque no se puede congeniar con todo el mundo.
¿Qué le hubiera gustado hacer en la vida y no pudo?
Bueno, no corrí los cien metros llanos en ocho segundos como hubiera querido.
Qué raro, usted siempre se jactó de ser un buen deportista.
Fui un buen centroforward, en el fútbol; un buen tres cuartos, en el rugby; y un buen singlista en el tenis.
Eso marca toda una tendencia a la individualidad.
No se crea, en el amor siempre me gustaron los mixtos.